
Había ido retrasando el visionado porque como me interesa el tema y la figura, y ni director ni protagonista me ofrecían gran confianza, me temía lo peor. Al final el resultado, ciertamente irregular, no ha sido tan desastroso como era de prever, pero tampoco resulta demasiado estimulante ya que no arriesga lo más mínimo.
Intencionadamente estructurada en actos, como si de una ópera se tratara, a película es un biopic de la famosa soprano neoyorkina de raíces griegas María Callas, la diva por excelencia, y concretamente de sus últimos y tristes días en París, narrado en base a pequeños flashbacks que no siguen un orden cronológico, y que van repasando algunos momentos de su vida y su trayectoria, pero siempre desde una visión trágica que remite a muchos de sus papeles en escena. De sus cualidades artísticas como cantante y de su peculiar voz no voy a hablar: es el tema pero no el lugar, además soy de Barcelona, "territorio Tebaldi" y su repertorio no es uno en el que me sienta cómodo más allá de sus primeras incursiones de juventud con el gran Wagner ( luego dedicada al Bel Canto de Donizzetti, Bellini y demás) y, naturalmente, en la cima, Puccini ( ¡ cómo no va a gustarle a alguien Puccini ! ) pero su vida personal sí merece algunos apuntes para que el que no esté puesto en el tema pueda seguir la narración con algo de trasfondo.
La película se desarrolla principalmente en las luminosas estancias de su apartamento en París, donde vive retirada ya de los escenarios tras haber perdido su voz, alejada de los escenarios, en soledad y frustración, acompañada tan solo por su criado y su criada y asediada por problemas de salud, una severa adicción a los barbitúricos y un extraño equilibrio entre realidad y fantasía representada por apariciones fantasmagóricas de su pasado y un presente irreal ( de hecho no queda nada claro si el documentalista es fruto de su imaginación ). Mientras asistimos a un último intento de probarse a sí misma para comprobar si hay vuelta atrás y recuperar su talento perdido, asistimos a momentos clave de su vida: la complicada relación con su madre tras volver a Grecia desde sus Estados Unidos natales, donde vemos que es maltratada por su exceso de peso, su triunfo en los escenarios más prestigiosos de todo el mundo, su ascenso a la fama, su relación con el multimillonario Onassis, que pretende apartarla de su vida, que es la música, su pérdida radical de peso que merma seriamente su salud y afecta dramáticamente a su voz, su caída a los infiernos cuando Onassis la deja por Jackie Kennedy, su deambular por una ciudad fotografiada cual postal,etc etc...
Y en medio de esa puesta en escena, la relación entre la mujer y el mito, con algunos diálogos no exentos de interés que dan la oportunidad, para mi absoluta sorpresa, a Angelina Jolie, de lucirse en un papel que es un caramelo. No se le parece físicamente, lejos de su rostro esas facciones aguilinas y duras de la estrella, pero sí en las expresiones y los gestos, que se nota que ha estudiado a fondo.
Tal vez lo que salva el film es, precisamente, no tanto la anodina dirección ( ay, esas escenas con músicos interactuando que solo sirven para tirar de estética ), como la interpretación de la actriz, que consigue salvar el retrato cruel de la existencia otorgándole dignidad a una figura que en su último acto de existencia consigue, finalmente, tomar el control de su vida.
Un último apunte: tratándose de una película cuyo engrase para que fluya correctamente es, naturalmente, la música, es importante prestar atención a lo que se escucha en cada momento para captar el sentido de lo que se ve. Como es de suponer, el grueso lo forman arias de óperas en las que brilló, pero se disfruta más si se asocia cada una con si temática. Así pues, por poner un ejemplo de muchos, no puede extrañar que en los minutos finales oigamos la bellísima Vissi d'Arte mientras se acerca el fin (
"He vivido del arte, he vivido del amor, ¡nunca le he hecho mal a nadie...!" ). Más curioso y chocante resulta, sin embargo, que en el último acto a modo de Epílogo, titulado Ascensión, suene precisamente... An Ascension, de Brian Eno ( el tema que sonaba al final de Traffic de Steven Soderbergh ), mientras aparecen los créditos con grabaciones reales de momentos de la vida de la Callas real. No es que quede mal, pero es, cuanto menos, una decisión discutible.

Es como un chicle masticado y escupido, envuelto de nuevo en su papel e intentando ser colado como nuevo. En su momento ( o sea, la Gladiator original ) tenía buen sabor y se disfrutaba, pero ahora no es más que un pegote indigesto, un remiendo que copia hasta la saciedad el esquema pero sin un ápice de encanto y, lo que es peor, llevando la supuesta espectacularidad al absurdo haciendo risible cada instante de lo que se proyecta, servido además por unos intérpretes y unos personajes sin la menor gracia, salvo, acaso, un Denzel Washington que, al menos, es el único que por curriculum se puede permitir aparecer en un desastre como este sin sufrir demasiados daños.
Si el futuro del cine de entretenimiento es este, la ordinariez, la horterada y el desprecio por la narrativa, el mundo se ha vuelto definitivamente loco.