Muchas gracias por todas las respuestas
LaGarrota escribió:Lo de putear animales era muy típico, nosotros inflamos un sapo una vez, pero teniamos 6 años, lo de hacerlo siendo adulto pues ya no pega.
Salvo una excepción tonta con el perro de mi abuela, allá por 1989, nunca lo hice pero como bien decís era habitual dentro de aquellos años en la chavalada. Me siento culpable por haber podido detener algunos casos y no hacer nada por cobardía, pero en fin, cosas de críos supongo..
Budo comentó algo habitual que había olvidado; hacer expediciones y sobre todo colarse en casas abandonadas para investigar su interior. Nosotros añadimos una nueva modalidad; entrar en las obras de los edificios que en ese momento estaban construyéndose, coincidió que en mi barrio eran cuatro o cinco, desde 1988 hasta 1992.
En muchas de las casas abandonadas se decía que habitaban fantasmas y estaban 'encantadas', al menos dentro de mi círculo. La más popular y cercana de mi localidad estaba justo a unos dos Km de mi casa, pero nunca entré de nuevo por cobardía, me limitaba a acompañar a mis amigos, el mayor problema era brincar por la verja para poder acceder al porche, literalmente te jugabas la vida si eras gordito y poco flexible/ágil.
A título personal la historia más bonita y a su vez triste cercano a este corte la viví con un mesón-restaurante de estilo Castellano, en el que al margen de ir en ocasiones a cenar con mis padres, era habitual en él por las dos máquinas recreativas que tenía. El interior era precioso, parecía un castillo medieval, pero en 1992 el dueño vendió el local y en pocos meses pusieron un restaurante estilo venta, con paredes alicatadas de blanco, era una especie de antítesis de lo que estéticamente fué el mesón.
La parte superior del local tenía un ventanal estrecho rectangular dividido en tres cuerpos, como una especie de tragaluz. Durante la obra, dos amigos y yo nos encaramábamos con linternas para ver qué estaban haciendo, me resultó desolador ver el interior lleno de escombros y comprobar como iban instalando un falso techo y un suelo técnico que mutilaba el ambiente castillesco y ámplio original.
Pero para mi fortuna mi padre es dibujante y le pedí por favor que me dibujara la fachada del mesón y parte de su interior, para poder recordarlo, así que al menos algo se pudo rescatar.