Si Charlie Sheen tenía o no gracia era un juicio que antes quedaba en manos de los espectadores y los productores de su serie. Debía tenerla, porque los primeros se contaban en los 15 millones, y los segundos le pagaban 1,8 millones de dólares por capítulo, más que a nadie en la profesión. Luego vino la debacle. Los escándalos de sus noches en clave de alcohol, cocaína y estrellas porno; las llamadas repentinas a emisoras de radio para insultar al creador de la serie y desvariar sobre cualquier tema que se le viniera a la cabeza (y eran varios por segundo), y luego ese publicitadísimo despido que la cadena de la serie, Warner, tanto había intentado evitar para no cargarse su producto estrella. Tal era su decadencia en materia de imagen.
Desde que ocurriera todo esto, el que tuviera gracia o no pasó a ser decisión de los medios. Si la tenía, los blogs, las revistas, las radios y las televisiones le daban un llamativo titular.
Hoy, el propio Charlie Sheen ha confesado sentir que piede la cabeza. Que está dispuesto a pedir ayuda.
La revista Life & Style ha pasado de preguntarle por el winning, tiger blood y los trolls (tres motivos recurrentes en todos sus desvaríos) a cómo cambiará su situación la custodia de los gemelos que tiene con Brooke Mueller. La respuesta de Sheen sido la más asentada en la realidad de sus últimas semanas: "Estoy perdiendo la cabeza", dice. "Estoy listo para llamar a alguien para que me ayude. Mi abogado quiere venir a casa y quitar las balas de mi pistola".
Esto viene a las ruedas del martes pasado. O como se ha percibido generalmente, el momento en el que los medios empezaron a pensar que no tenía gracia.
Encendido por su propia notoriedad en las redes, Sheen se hizo a las redes sociales. Que si se hacía un Twitter, que si pedía un becario, que si se hacía un videoblog. Este último ha sido la gota que colmó el vaso. Llamado Sheen's Korner: Torpedoes of Truth (traducible como La Eskina de Sheen: Torpedos de Verdad), este videoblog es un reflejo de la mente del actor. Desnuda, sin micrófonos ni maquillaje.
Con lo cual, mirar su última entrega resulta doloroso.
En lugar de al actor mejor pagado de la televisión vemos a un hombre grimosamente delgado, despeinado, al que le cuesta quedarse sentado o mantener la mirada fija. Es por la mañana, se deduce, porque él dice no haber desayunado. Lo que sí hace es fumar compulsivamente, y beber de una botella cuya etiqueta esconde porque no le pagan para hacer publicidad. Llama al amigo que le lleva el Twitter, Bob Maron.
A falta de subtítulos en el vídeo de arriba, traducimos algunas lindezas que salen de su hiperactiva boca: "A la mierda, me importa una mierda. Este teléfono no tiene ni altavoz porque lo han construido trolls. Toma nota de eso: los teléfonos los han construido trolls", "La gente necesita oír mi oro según va saliendo, no porque esté desapareciendo como los conejos de tantos malditos magos", etcétera.
El resto del vídeo consiste en desvaríos de más o menos esta duración en los que el errático actor no dice nada en particular. Maron le ríe las gracias como un viajero le da la razón a un loco que se le ha sentado al lado en el metro.
No queda claro si a Maron le hace gracia Charlie Sheen. Tampoco queda claro a quién le hace gracia Charlie Sheen. Ahora que ya no tiene productores y que los medios lo tratan como un enfermo mental de verdad (no como un enfermo mental simpático), decidirlo le vuelve a tocar al público.
fuente:
http://blogs.elpais.com/pop-etc/2011/03 ... beza-.html