Caps. 17 y 18 "Las Sombras del Valle de la Luz"

CAPITULO 17


Ese mismo día se preparó todo lo necesario para la coronación del Rey. Tal y como indicaba el libro sagrado se convocó a los sabios de todas las poblaciones del valle para que acudieran a la ceremonia de Somper. A partir del momento de la coronación la autoridad residiría únicamente en el rey que, sin embargo, podría acudir siempre que quisiera al consejo de estos sabios.

Gentes de todo el valle acudieron a Somper, muchos de ellos se habían tejido ropa nueva con motivo de tan singular ocasión. A pesar de la maldad que se extendía paulatinamente en el valle la mayoría de las personas deseaban que todo estuviera en paz y que el rey gobernara de una manera justa, equitativa y también firme cuando la situación lo exigiera.

Tander se encontraba en el Kesthal, estaba muy nervioso ante el gran acontecimiento que se presentaba y el cambio de vida que implicaba. A partir de ahora Tander viviría en el castillo real o, tal y como se le pasó a llamar tras la desaparición del rey, el castillo del olvido. Una vez que los mendhires secuestraron al rey el castillo había quedado deshabitado y el rumor de que estaba maldito había contribuido a que se hubiera mantenido así, deshabitado y olvidado tras un pequeño monte cercano a Somper; además la gris roca se había visto cubierta por la maleza que hacía confundir el castillo con el paisaje. Sus cinco torreones se veían cubiertos por hiedra y su gran puerta de madera maciza de roble se había visto resquebrajada por el abandono a la que se había visto sometida.
Pero ahora todo era diferente, el castillo real volvía a brillar. Los muros se habían limpiado, la puerta principal restaurada y los torreones volvían a mostrarse erguidos sobre Somper, anunciando que la casa real volvía al valle de la luz.

Tander se vistió con las ropas propias de rey, sacadas del castillo real. Tenía unas largas vestimentas de seda color marfil sobre la que llevaba una gran túnica del mismo color. Su barba marrón destacaba la inmaculada apariencia que tenía. Ashla y Kimal también se prepararon a conciencia para ocasión.

Ya cercano el ocaso las muchedumbres se congregaron en la plaza principal de Somper, junto al Kesthal. Allí, en el centro de la plaza, en la plataforma levantada para la ocasión estaba todo preparado. El anciano mayor se dirigió a las personas.
- Gentes del valle, hoy comienza una nueva era en nuestra tierra; una era en la que a pesar de las dificultades que afrontaremos podremos contar con una persona. Un gran hombre que nos gobernará y al que a partir de ahora debemos lealtad.

El sabio hizo un descanso, la multitud lo escuchaba atenta.
- Debemos agradecer que contemos con él y puedo aseguraros que es un buen hombre, un hombre de principios que pondrá todo su empeño en que la justicia se imparta en nuestra tierra. Aquí, ante vosotros comparece Tander, hijo de Zalner; descendiente real legítimo del valle de la luz.

Tander que hasta ese momento se encontraba sentado junto a otros sabios detrás del anciano mayor se levantó y se acercó hacía la parte donde todo el mundo pudiera verlo. La multitud prorrumpió en una sonora aclamación del rey.
- ¡Dios salve al rey! –exclamó con júbilo una voz, que fue seguida por muchas otras.

Tander saludó a la multitud e hizo un gesto para que le permitieran hablar. El gran estruendo fue cesando hasta que se hizo el silencio. Tander respiró profundamente y dirigió su mirada hacia Ashla y Kimal que se encontraban en la parte más cercana a él. Sus miradas cálidas y llenas de cariño le dieron fuerza para hablar.
- Hoy tomo esta posición con humildad y convencido de que la infinita sabiduría de nuestro libro sagrado nos indica lo mejor para nosotros. No serán tiempos fáciles, sufriremos en nuestras propias carnes la maldad que se extiende por nuestra tierra. Yo ya he sentido esa maldad, que se ha encargado de llevarse a mi primogénita. Pero confío en recuperarla y estoy seguro de que esta maldad, por la que de seguro estáis preocupados, cesará. Si permanecemos unidos y nos mostramos compasión y empatía nos será posible soportarlo. Confiamos en que el elegido predicho cumpla su función y acabe con las sombras que se ciernen sobre nosotros –dijo Tander con determinación tras lo cual se retiró.
Hubo un corto silencio, tras lo que la multitud aplaudió, mostrando su apoyo a Tander, también se escucharon algunos gritos de ánimo “¡Majestad estamos contigo! ¡Viva el Rey hasta tiempos indefinidos!”.

Ashla y Kimal acompañaron a Tander, una carreta tirada por dos caballos los llevó hasta el castillo real que, tras la remodelación sufrida, parecía ya un lugar más habitable. El contar con criados era una nueva experiencia para Tander y su familia, a la que le venía grande la nueva situación.
Los tres cenaron, seguidamente dirigieron a sus nuevas habitaciones. Tander no paraba de preguntarse dónde y en qué circunstancias se encontraría Daniel, solo en medio de las Tierras Desconocidas. Tander confiaba ciegamente en el libro sagrado, por lo que se limitó a pedir a los dioses que protegieran el alma de Daniel.



[b][u]CAPITULO 18

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Ya avanzada la mañana despertó Daniel, quien al percibir la hora que era sintió un gran desasosiego. No concebía que pudiera dormir tanto estando en juego tantas cosas importantes; sin embargo las luces de la mañana no penetraban fácilmente en el bosque y le daba la sensación de que un manto de serenidad se extendía por ese bosque, algo que contribuía a que tuviera sueños reparadores en los que siempre aparecía Shela. Soñaba cómo se reencontraba con ella, cómo volvían a estar juntos y cómo toda la maldad arrastrada por los mendhires desaparecía del valle. Daniel oía la voz de Shela en sus sueños, sentía el tacto de su suave e inmaculada piel, veía el intenso azul de sus ojos y el brillar de su pelo rubio al sol. Por horas soñaba que andaba con ella por el valle, que juntos compartían bellas puestas de sol, que bebían de los frescos arroyos y que comían de las dulces frutas de los árboles. Pero al despertar ahí estaba él de nuevo, solo y sin ninguna noción de hacia donde dirigirse.

Por varios días continuó así, andaba grandes distancias, tras las cuales a veces se volvía atrás, por parecerle camino equivocado el que llevaba. En ocasiones oía ruidos, ruidos como los que oyó aquel día en el bosque cercano a la cabaña de Jesré–aser; siempre que ocurría esto Daniel trataba de alejarse.

En la mañana del quinto día, Daniel tomó la determinación de no dar más pasos en falso. Se dijo a sí mismo que no volvería hacia atrás, sino que continuaría a donde le guiaran sus pasos, siempre avanzando.

Daniel caminó durante media hora, tras lo que tuvo que parar a descansar; la comida que llevaba se había agotado y se había mantenido con los frutos encontrados en el bosque. Se agachó a beber de un arrollo y mientras lo hacía escuchó un ruido a su espalda. Daniel volvió rápidamente la cabeza, algunas hojas de un arbusto cercano se movieron.
- ¿Quién está ahí? –preguntó Daniel tratando de mantener la serenidad. Nadie respondió a la pregunta de Daniel. Tras varios segundos se oyó otro sonido entre los arbustos del lado opuesto. Daniel desenvainó la espada y acudió hacía la dirección de donde había venido el sonido. Sin previo aviso algo se abalanzó desde atrás sobre Daniel y comenzó a golpearlo en su cabeza; Daniel casi no tuvo tiempo a pensar nada, se dio la vuelta como pudo y, valiéndose de sus brazos y piernas, consiguió quitárselo de encima. Daniel observó que era un hombre joven quien, aturdido por el golpe recibido en la cabeza al caer, trataba de levantarse del suelo. Daniel reconoció el rostro del hombre, era Jet, el aspirante que no llegó a entrar en la casa de Sanyar debido a que esta escogió a Daniel como elegido antes de que Jet entrara.
Daniel se acercó a él; Jet estaba aturdido y mareado y no conseguía levantarse.

- ¿Qué pretendías hacer? –le preguntó Daniel.
- Lo que te mereces grandísimo embustero, darte muerte –contestó Jet con una mirada repleta de odio hacia Daniel.

Daniel se fijó en que Jet le había estado golpeando con un palo pero que llevaba también una espada preparada. Jet se incorporó rápidamente y, desenvainando su espada, se lanzó contra Daniel.- ¡Tú eres un secuaz de los mendhires! ¡Ellos te enviaron contra nosotros! –dijo Jet mientras trataba de atravesar a Daniel con la espada. Daniel se defendía como podía usando su escudo; viendo que el intento de Jet de matarlo no cesaba, Daniel comenzó también a usar su espada. Por varios minutos permanecieron luchando entre ellos; el chirriar de las espadas al sonar ahuyentó a muchos pájaros que se encontraban en las ramas de los árboles de esa parte del bosque. Daniel se acordó de la razón por la que Shela le dijo que usaban el lenguaje de la mente «para no molestar a las otras criaturas». Al recordarlo se sintió mal con esa situación, sacó nuevas fuerzas y de un golpe certero en la espada de Jet consiguió mandarla lejos de su alcance. Jet cayó al suelo y Daniel puso la espada justo a la altura de su garganta, casi tocando su piel.

- ¿Por qué has venido hasta aquí? –le preguntó a Jet con rostro serio.
- A mi no me puedes engañar, sé lo que te mueve y la maldad que hay en ti y no pienso dejar que anegues todo el valle con ese espíritu. Engañaste a Sanyar pero conmigo no lo conseguirás –respondió Jet respirando agitadamente.
- El conocimiento que crees poseer es vano; podría acometerte aquí mismo y acabar con tu vida pero no soy quien para quitar vida o juzgar errores. No te eleves por encima del libro sagrado y vuelve a tu casa.

Daniel se dio la vuelta y se alejó caminando lentamente.
-Tu corazón es egoísta, sé que volverás y pretenderás hacerte rey sobre nosotros. Pero yo no te lo permitiré, recuerda estas palabras hijo de extraños, nada en este valle te pertenece –le gritó Jet.

Esas palabras le recordaron a Daniel su infeliz infancia. Todos los problemas, falta de atención y soledad que tuvo desde que murieron sus padres.
Jet se dio la vuelta y se alejó en dirección al valle de la luz.

Daniel reanudó el camino, con el dolor en su cabeza de los golpes infligidos. Estuvo caminando todo el día casi sin descanso, una vez que la oscuridad había caído sobre el bosque Daniel durmió bajo una piedra que, debido a su forma, le protegía del rocío de la mañana.
Al día siguiente Daniel continuó sus pasos; como a media mañana oyó un ruido tras él. El ruido se parecía al que había oído otras tantas veces caminando por ese bosque. Un temor se adueñó de Daniel, se sentía inseguro e indefenso; echó a correr y sintió como los ruidos tras él continuaban e incluso incrementaban en intensidad. Daniel corría desesperadamente esquivando como podía los obstáculos del bosque y a la vez tratando de hacer el menor ruido posible. Observó una gran extensión de helechos, todos ellos con tallo y hojas grandes, sin duda era una especie de helecho que no había visto en su vida. La altura de estos rondaba los setenta centímetros y Daniel pensó que entre esa espesura no le encontrarían fácilmente. Daniel se lanzó entre ellos, gateó un poco entre ellos y se tumbó en el suelo de tal forma que las hojas de los helechos hacían inapreciable su presencia.

Los ruidos se incrementaban cada vez más y más. El corazón de Daniel latía tan rápidamente que a Daniel le pareció que iba a salírsele del pecho. El ruido incrementó hasta que se detuvo de repente; Daniel no se atrevía a mirar por encima de las plantas. Estaba allí, bajo los helechos; solo podía ver sus hojas pero sabía muy bien que era lo que había allí al lado. No le cabía duda que los orcires de los que Jesré–aser les habló estaban allí, a escasos cuatro metros de él.
Daniel permaneció inmóvil durante varios minutos escuchando los ruidos que emitían esos seres. Le costaba creer que fuera un lenguaje propiamente dicho lo que estaban usando. Más bien parecían unos ruidos parecidos al de la letra t con los que se comunicaban, quizás basándose en la frecuencia o en la duración. Después dejaron de hacer esos ruidos y tras un corto silencio se oyó el rodar de algo, los orcires se alejaron mientras emitían ruidos.

Daniel siguió inmóvil por un rato; aunque los orcires se habían ido no se atrevía a salir. Además se habían alejado en la dirección por la que Daniel iba a continuar y no le agradaba la idea de encontrarse con ellos. Finalmente sacó fuerzas y se levantó; lo que vio a continuación lo marcaría por mucho tiempo: allí en el suelo yacía parte del cuerpo sin vida de Jet; la cabeza había sido arrancada del tronco al igual que una mano y una pierna. Sus ropas marrones estaban desgarradas y había abundante sangre alrededor del cuerpo; evidentemente los orcires se habían ensañado con Jet. Daniel observó horrorizado como un rastro de sangre llevaba hasta la cabeza de Jet que estaba un poco más adelante, a la izquierda del camino. Daniel intuyó que eso era lo que había oído rodar.

A pesar de la impresión que le había causado esa escena, Daniel pensó que no era digno dejar a una persona muerta así. Cavó una fosa en el campo de helechos y recogió los restos de Jet, los introdujo en la fosa y echó tierra encima. Por último raspó unas palabras en una piedra que dejó en forma de lápida. La inscripción rezaba: Aquí yace Jet.

Daniel reflexionó durante algún rato; esos seres habían debido de encontrarse con Jet y habrían querido quitarle su espada, escudo y seguramente algunos anillos que llevaba. Jet opondría resistencia, pensando en que tales seres minúsculos no eran amenaza para él y tras matarlo, los orcires se habrían ensañado con su cuerpo, descargando toda su malicia en él.

Esa noche la luz de la luna no brilló en el valle de la luz.[font=Times New Roman][color=#000000][size=100][/font][/color][/size]
Ostras con Jet!! Al fin Dani lucha!! yuhuu!
Vaya tela con Jet qué mala leche por poco no se lleva por delante a Daniel.
A ver si me leo los próximos capítulos que vaya ritmo que lleváis, falto unos días y avanza esto que no me veas XD

Un saludo!
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