Que hijos de puta. Que panda de malnacidos. Es que no tienen nombre. Ya le podría haber reventado en toda la boca. En vez de que le matase, que lo dejase lisiadisimo de por vida. Sin brazos, ni piernas, ni vista, ni voz, ni olor. En definitiva, la vida más terrible que se pueda tener.
Eso sí, la gente que pasaba por ahí a vuelto a nacer. Ya pueden ir a rezar a la virgencita de su parroquia y hacerse creyentes los que no fueran. Porque madre mía...
El que se queda parado mirando... Dios intervino esa noche para que no cogiese la mochila.