Ya que se va a conservar el anonimato de la protagonista, contaré uno de los casos reales (uno entre muchísimos) de una de las chavalas del centro.
A esa chica la violaba su padre desde los siete años, cuando cumplió los dieciséis le denunció.
Lógicamente fue a parar al trullo, entonces su madre y su hermanas, a las que deseo que contraigan un cáncer de los más chungos, se volvieron en su contra, le hicieron la vida imposible acusándola A ELLA de haber llevado la ruina a la familia (claro, el padre era el único que tenía ingresos y con eso se mantenían, al desaparecer él, las pasaron económicamente muy putas), llegando al punto de darle palizas y acabando por echarla de casa.
Pues ahí tienes a la pobre chavala, con 16 años en la puta calle, repudiada por su familia, con graves transtornos psíquicos por años de maltrato, moralmente destrozada, sin apenas estudios (lógicamente su tragedia personal había afectado muy profundamente a su rendimiento escolar) y desde luego sin un puto duro. E hizo la peor elección, y es que la calle es muy peligrosa. Se juntó con un chaval que conoció por ahí y al poco tiempo ya estaba preñada, además de coquetear con las drogas (sin llegar a ser una yonki ni mucho menos) y realizar algún que otro pequeño hurto. Pero es que claro, poneos en situación, una chica que apenas ha dejado de ser una niña, totalmente abandonada, peor aún, perseguida por su familia, con graves trastornos psico-afectivos, con una autoestima que podría competir con la de una lombriz, con "amigos" muchos de ellos en parecidas circunstancias y totalmente dejada de la mano de dios. Tiene todas las papeletas en el sorteo de acabar muy mal.
Entonces fue cuando los servicios sociales se hicieron cargo de ella. La llevaron al reformatorio donde yo estaba haciendo el voluntariado. En teoría era una "residencia juvenil". Me mola el eufemismo porque no conozco ninguna residencia juvenil donde los inquilinos sean llevados por la policía, salvo esa
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. El caso es que el centro estaba dirigido por una orden religiosa, los capuchinos terciarios o algo así y todos los chavales que llegaban allí quedaban bajo la tutela de los frailes (por cierto, otro día hablaré de ellos, madre de dios qué fauna!).
Pues bien, siendo los frailes los tutores legales de los chavales y habiéndosele quitado la patria potestad a los padres biológicos, éstos tenían absoluta autoridad sobre los internos. Naturalmente obligaron a la chica, que quería abortar, a tener el crío, los preceptos cristianos por encima de todo. Pues eso, madre soltera con 17 años. Vamos sumando. Y, por supuesto, a los 18 ya eres mayor de edad, vuelves a la puta calle, sin ningún tipo de preparación profesional, con un crío a cuestas, sin amigos -en el reformatorio les cortaban todo contacto con sus amigos, por considerarlas generalmente malas influencias, lo cual es totalmente cierto, pero les deja aún más desamparados, no sé si es peor el remedio o la enfermedad-, sin un duro, perseguida y acosada por su familia... ¿cómo coño va a acabar esa persona? Solo de dos maneras: o mal o muy mal.
Contado igual no parece tan duro, pero os aseguro que todas las semanas esas dos hijas de la gran puta que eran su madre y su hermana aparecían por allí exigiendo ver a la chavala y cuando no les dejábamos armaban un escándalo de mil pares de cojones, comenzaban a aullar que era una zorra y una puta, que se la iban a cargar, que ojalá se pudriera en el infierno y otras lindezas del estilo. Y ella las oía perfectamente desde la clase o la habitación donde se encontrase en ese momento, porque el centro constaba únicamente de un par de edificios de 4 alturas no muy grandes y se les escuchaba sin ningún problema desde cualquier sitio.
Alguien podría pensar que se trata de un caso extremo y puntual, pero lo he elegido entre muchos bastante parecidos. Teóricamente los voluntarios no debíamos conocer los historiales de los internos, ya que lógicamente eran confidenciales, pero claro, luego estaba la psicóloga vaga a la que no le apetecía pasar sus informes al ordenador y le endiñaba ese trabajo al pringao de turno (yo). Viva el respeto por nuestros datos personales y la rigurosidad en la salvaguarda de nuestra intimidad. Podríamos flipar sobre familias que en teoría hacen una vida normal y de puertas adentro de sus casas viven en auténticos infiernos. No porque no lo veamos signifique que no estén ahí, los casos son muchísimos, infinitamente más de los que nos imaginamos, situaciones realmente jodidas (y cuando digo realmente jodidas digo realmente jodidas, no a gilipolleces como "mi familia es tan pobre que nunca he podido ir de vacaciones" o "he tenido que trabajar desde los 16 años", sino a tener una enfermedad degenerativa incurable de los huesos que te deja incapaz de ser autónomo y valerte por tí mismo y que tus padres te echen de casa a la puta calle con doce años por no querer hacerse cargo de tí -otro caso real-). En euskera hay un dicho que viene como anillo al dedo a este tipo de situaciones sociales: Kalean uso, etxean otso (paloma en la calle, lobo en casa). Hace referencia a la doble cara que muestra mucha gente en público y cómo se transforma en el ámbito privado. Cuántos respetables conciudadanos no entrarán en esa definición.
Esto desde luego no justifica ni da carta blanca para que más adelante esta gente robe, atraque, destroce o se dedique a putear al personal en general, pero sí lo explica, nadie hace las cosas porque sí, siempre hay algo detrás que lleva a eso, nadie nace siendo satanás, un ser engendrado para hacer el mal por el simple placer de hacerlo, esos son los malos de las películas de Rambo, en el mundo real los trastornos psicológicos y de conducta tienen un historial muy claro, la inmensa mayoría de esta gente de haber crecido en familias como las nuestras hubieran acabado convertidos en ejemplares ciudadanos de conductas cívicas intachables, estoy convencidísimo de ello, porque he conocido personalmente a estos chavales y la mayoría eran gente de puta madre con los que la vida se ha ensañado de una manera obscena.
Claro que siempre es más fácil decir que tal persona es gilipollas y se merece un par de ostias cuando seguramente ya se ha llevado unos cuantos millones más de las que cualquiera de nosotros recibirá en toda su vida, tanto físicas como emocionales.
Digo todo esto sin haber visto ese programa que se menciona ni el caso particular que se trata, ojo. Estoy generalizando en base a mi experiencia personal.