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La Razón.es escribió:El carcelero de Natascha acaba bajo un tren
- El secuestrador de la joven austríaca que escapó tras ocho años en un sótano, un electricista de 44 años, se quita la vida al arrojarse a las vías - La chica presenta «un fuerte síndrome de Estocolmo» y no guarda rencor al agresor
C. T. M.
La Policía austríaca traslada a la joven tapada con una manta, poco después de que escapara de su agresor
Viena- Era ella. Una cicatriz en una de sus orejas, señal de una vieja operación, confirmaba que la joven pálida que se escondía tras los arbustos de un jardín vienés no mentía: «Soy Natascha Kampusch y he estado ocho años encerrada en un sotano», narró balbuceante a su descubridora, la dueña del jardín. La historia, asombrosa y poco verosímil, hizo que la mujer se abalanzara sobre el teléfono para alertar a la Policía. Austria, horas después, esperaba, en vilo, la confirmación de la noticia: la niña que había desaparecido en 1998 no estaba muerta; había vivido en cautiverio durante ocho años; había estado encerrada en un cobertizo de tres metros de largo, 1,6 de ancho y dos de profundidad.
Su raptor, Wolfgang Priklopil, un electricista de 44 años que anteayer se arrojó a las vías del tren quizás temiendo que la Policía ya conociera la historia, la había mantenido escondida durante todo este tiempo y la obligaba a llamarle «mi amo y señor». Era él quien le daba clases y le leía los libros infantiles de una estantería que hacía las veces de mobiliario en el «zulo». Era él quien la alimentaba y el que la había permitido salir a su lado en los últimos años para ir al supermercado.
Era él también el que, según algunos medios británicos, como Sky News, convirtió a la pequeña Natascha en su esclava sexual. Poco o nada trascendió ayer sobre lo que Natascha contó sobre su secuestrador. Pero un compañero de trabajo sí habló: «Era raro y tacaño. A menudo bromeábamos con el hecho de que tenían que encerrarlo. Jamás tuvo novia; hablaba mal de las mujeres. Además, se jactaba de que mataba gatos y de que, en una ocasión, le había partido la cara a varios hinchas de un equipo de fútbol», contó.
Natascha, tras ocho años de convivencia con su secuestrador y ajena -por el momento- a todo el revuelo y a todos los comentarios que la dibujan como «pobre víctima» o como «heroína liberada», siente un marcado síndrome de Estocolmo. Según confirmaron los investigadores austríacos que están llevando el caso, la chica no siente ningún rencor. Algo, dicen, completamente normal si se tiene en cuenta que es la persona con la que ha vivido gran parte de su vida.
La historia de esta joven, de tez extremadamente pálida debido a la falta de luz solar, ha conmocionado Austria. Las radios y televisiones no paran de rebotar la noticia del milagro: «Reaparece después de ocho año» o «Soy Natascha Kampush», repiten sin parar los medios. Precisamente esta es la frase que la chica dijo justo al llegar a las dependencias policiales. Frase que cayó como una bendición, pero que dejó petrificado a más de uno.
A falta de los análisis de ADN, la Policía confirmaba ayer que la chica no mentía; que era su identidad y que una cicatriz y la identificación por parte de sus padres había ayudado a certificar que Natascha ha vivido un infierno. Pero lo ha sobrevivido.
El hombre que la sepultó en vida, en cambio, ya está muerto. Anteayer, según el propio relato de la joven, ella aprovechó un descuido del secuestrador para fugarse. Él, consciente de que podían pillarlo, cogió su BMW 850 rojo y se marchó. Sus pulsiones suicidas parecían claras. Y fueron llevadas hasta el extremo. En ese vacío de vigilancia, en ese momento de descuido del verdugo, la chica respiró hondo y decidió cerrar para siempre la puerta del sotano. Huyó. Caminó o corrió, aún no han trascendido detalles prolijos, y reapareció a la vida en el jardín de una casa del noreste de Viena.
Momentos después, abandonaba el jardín para dirigirse a dependencias policiales y judiciales en medio de una más que justificada expectación. Fue allí donde Natascha se reunió con sus padres. Fue allí donde Natascha, cuando escuchó la voz de su progenitor, lloró y dijo, según relató él mismo: «Papá, te quiero». Fue allí donde le pregunto por aquel coche de juguete que tanto le gustaba y que tanto había echado en falta. Fue allí donde, cubierta con una manta, ni su padre ni su hermana tuvieron dudas sobre quién era aquella chica. Y fue allí donde Natascha situó, en el espacio, la casa que había estado durante casi 3.000 días.
Una vez localizada en el mapa, la Policía envió perros para asegurarse de que la mente perturbada de Wolfgang no lo había tramado todo para que la vivienda estallará. Hechas las comprobaciones pertinentes, los agentes se adentraron y se toparon con el agujero excavado desde el garaje. Dentro del habitáculo había una cama y una estantería con libros para niños y para adultos; bolsos; una revista. Y un televisor y un transistor. Presumiblemente, aquel espacio era la casa de la niña.
La sórdida historia de esta joven, que se esfumó cuando iba camino del colegio un día de marzo de hace ocho años, ha obligado a someterla a la supervisión de psicólogos. Y también ha propiciado que los padres dirijan una carta abierta a los medios: «Solicitamos comprensión y paciencia. Necesitamos días de tranquilidad, sin preguntas».
Lo horrible es pensar que ocho años podrían haberse consumado en tres meses, momento en el que Wolfgang fue investigado y preguntado por el paradero de la chica. Su «sólida coartada» lo dejó libre.
bartews3 escribió:Alucinante. Y además ahora dicen que tiene el síndrome de estocolmo... jodeeeeer con la historia.