50 Segundos

Vuelvo a postear esto porque a desaparecido del todo de EOL, no hay manera de encontrarlo y me habia pedido el link un amigo.

En el hilo de autores apunta a un Thread invalido y a aparte no es relato inacabado... Esta acabado y mas que acabado.

ale... meses depues. The return.
Y no me lo perdais que lo he podido recuperar de milagro. :P

50 Segundos

La vida en Io siempre fue dura. Ser minero en una luna cuyos movimientos sísmicos son tan frecuentes como las tormentas de hielo en la vecina y fría Ganímedes, no es una vida deseable para cualquiera, ni siquiera para mí.
Es la hora de la cena y en la cantina de la compañía, con un café calentando mis manos, no puedo evitar ponerme a pensar, a recordar y analizar mi vida.
Y al analizar me pregunto ¿Qué vida? Tengo ya 36 años, gano bastante, en 4 años seré capataz de la prospección, más dinero, un apartamento mejor, y menos tiempo para la jubilación. Pero nada va bien.
Al salir de la cantina me doy cuenta que llevo una rato observando el cielo. Europa y Ganímedes se alzan amenazantes, grandes, provocando la mayoría de los “problemas” sísmicos en Io, perturbando su inestable orbita. Esta luna y yo llevamos caminos parecidos, ambos inestables, ambos cambiantes y ambos demasiado inquietos para llevar una existencia de las llamémosles “normales”.
Esta noche decido ir paseando hasta mi apartamento, apenas unos 2 kilómetros que me servirán para seguir pensando en cosas que debería olvidar.
Debido a la inestabilidad de la superficie del satélite los apartamentos son individuales, flexibles y no están fijados al suelo. No te aseguran sobrevivir si se abre una sima a las 3 de la mañana bajo tu cama, pero dan cierta sensación de seguridad ante los habituales terremotos. De todas formas, no son las simas geológicas las que me preocupan, en verdad no me preocupan en absoluto, casi seria una bendición dejar de existir. Son las simas de mis recuerdos las que me atormentan.
Mi apartamento es el mas oriental de todo el complejo de la compañía y me brinda una hermosa vista de Júpiter. Es fácil dejar libre la mente observando el gigante gaseoso, ocupa todo el campo visión. Es tan inmenso que no deja ver nada mas allá, ni siquiera alcanzo a cubrir su diámetro con la vista. Sin duda el universo esta lleno de similitudes con mi estado de ánimo, mis problemas vitales tampoco me dejan ver más allá.
Desde luego esta va a ser otra noche más en mi extenso historial de noches mal dormidas. Sentado en el sofá, con una botella mas vacía que llena de whisky de malta, acompañando mis pensamientos, tengo la esperanza de nublarlos al menos, pero ya tengo experiencia en esto de beber y se que no servirá de nada bañar mis recuerdos en alcohol. Igual que ahora se, que no sirvió de nada huir de ellos. Es curioso, pero nuestra primera reacción es poner tierra de por medio. En este caso, unos cuantos millones de kilómetros no han hecho que los problemas se quedaran atrás. En el fondo todos lo sabemos, pero aun así cambiar de aires (o de atmósfera), pensamos que nos ayuda en algo. Al menos no me siento solo, no mas solo de lo que ya estaba antes de llegar aquí.
No busco compañía, no quiero amigos, me basto yo solo para saber que la vida que tengo no es un camino de rosas, no me hace falta ver la supuesta felicidad en los demás para darme cuenta de ello.
Me encuentro otra noche mas maldiciendo mi “buena” suerte. Por un momento creo volver a oler el suave perfume del jardín de mi antiguo hogar. Me entretengo un instante en ese recuerdo, las tardes sin preocupaciones más allá de pagar la hipoteca, o de decidir quien saca al perro y quien la basura. Una vida simple, habitual, monótona, pero inmensamente feliz. Hasta que ocurrió lo que jamás debería haber ocurrido. Aquella mañana de abril se repite en mi cabeza constantemente, esta grabada a fuego, el olor del café recién preparado mientras exprimo unas naranjas y las tostadas van calentándose. Ella en la cama todavía, pérdida en sus sueños, con su curiosa forma de dormir. Nunca usaba despertador, o mejor dicho, yo era su despertador, siempre que no me quedara mas tiempo del debido mirándola, observando sus labios entreabiertos, viendo la maldita felicidad postrada en mi cama.
Un beso, en la mejilla, un “mi vida” susurrado a su oído y ella abría los ojos dando sentido al universo entero.
Sabia que no éramos una pareja normal, veía a nuestros amigos, sus problemas, sus discusiones, su falta de amor y sentía pena por ellos, por como habían dejado que el paso del tiempo marchitara lo que puede que una vez tuvieran. Pero yo era feliz, inmensamente feliz, simplemente feliz. Tras amarnos en la ducha y desayunar ella salio hacia su trabajo, mientras yo recogía la cocina y hacia la cama oliendo por un momento su almohada.
Nunca la volví a ver.
Recuerdo incluso lo que iba pensando de camino al trabajo, algo tan complejo como decidir que película veríamos esa noche, sorprendiéndome de que después de 12 años, el ver una película abrazados en el sofá siguiera siendo la sensación mas agradable del mundo.
¿Por qué permanece todo tan fresco en mi memoria? ¿Por qué tengo que torturarme de esta manera? ¿Por qué se repiten mis sueños, no dejándome unas horas de paz? Porque no quiero olvidar, no quiero superarlo, no quiero vivir, porque esa mañana de abril también murió mi alma y sin alma ni corazón no quiero seguir.
Fue un accidente, un cúmulo de pequeños errores, que son los que siempre desembocan en una tragedia.
Recuerdo el teléfono de mi despacho sonando y recuerdo el golpe, lo siento cada día, cada hora que paso consciente. Mi mujer había muerto, era algo que tardé en comprender, mi vida había muerto, no es algo que se asuma en un minuto, mi alma había muerto.
A partir de aquel momento todo se vuelve confuso, todo es como un sueño, el funeral, el pésame, la familia, todo como a través una nube, tan irreal.
Cuando acabaron los funerales y viéndome incapaz de pasar un minuto en nuestra casa sin ella, es cuando sin pensarlo demasiado busque el primer vuelo disponible a donde demonios fuera. Y así es como llegue a estar aquí sentando, con apenas un cuarto de botella de whisky, con un trabajo como cualquier otro pero que me permite concentrarme en el si no quiero sufrir uno de los muy frecuentes accidentes y con los malditos de recuerdos persiguiéndome a través de millones de kilómetros.
Al final y gracias al cielo consigo dormirme, la botella vacía a mis pies y apenas 3 horas de sueño.
La mañana siguiente, de nuevo en la cantina, mientras dan las noticias en la tele, leo en el periódico que piden gente para un nuevo proyecto, es lejos, habrá poca competencia por el puesto y tiene sus riesgos.
Ofrecen un buen dinero, pero no es eso lo que me llama la atención, es una oportunidad de seguir huyendo a sabiendas de que no servirá de nada, pero tras esta última noche es más que evidente que tampoco sirve de nada quedarme aquí.
Con el cambio del desayuno llamo desde la cabina de la cantina y sin muchos preámbulos consigo un puesto en la expedición. No he pedido muchas explicaciones pero lo que esta claro es que hay que ir lejos. El trabajo consiste en investigar geológicamente uno de los montes de Oberón, una de las lunas de Urano. El problema es que esta prácticamente deshabitado. Aparte de los inevitables puestos militares, solo hay un par de estaciones científicas.
Sin más preámbulos pido la cuenta en la mina, nadie insiste en que me quede ni hacen preguntas, el trabajo y la mano de obra abundan y pasada una semana embarco en la nave que me llevara a mi nuevo destino.
Ya llevo 2 semanas, por lo menos la novedad hace la rutina habitual algo distinta, de momento no hemos salido de las instalaciones militares y estamos recibiendo un curso de aclimatación al medio, estudiando las características del satélite, en definitiva nos están enseñando como sobrevivir, como si no me hubiera convertido ya en un experto en “sobrevivir”.
El trabajo parece que consiste, más que nada en hacer unas perforaciones para comprobar la viabilidad económica del nuevo mineral encontrado en este lugar.
Pero como siempre que andan los militares por medio, no conviene creer demasiado en la versión oficial. Sinceramente me trae sin cuidado para que me quieren aquí.
La primera expedición al pozo creado por los militares fue bastante interesante, 7 kilómetros bajo tierra, calor, humedad, ambiente opresivo, como pez en el agua.
La verdad es que los militares habían realizado un trabajo muy eficiente, galerías bien iluminadas, una ventilación excelente, y explosivos que demostraban que el gasto militar gozaba de tan buena salud como siempre.
Solo falla algo, y como siempre lo que falla soy yo. Esa sensación que me acompaña desde hace tiempo vuelve a aparecer. La maldita pregunta, ¿Qué hago yo aquí?, ¿De que sirve levantarse cada mañana? Para la mayoría de la gente estas preguntas tienen una respuesta sencilla, buscan algo, aunque no lo sepan concretar, subconscientemente tienen unos anhelos por cumplir. Pero, y vive dios que es un “pero” enorme, cuando se ha conseguido todo lo que hace que una persona sea feliz, cuando se ha encontrado el maldito sentido de la vida y se pierde, ya no queda nada mas por lo que luchar.
Hace tiempo que pensé en abandonarlo todo y seguir el camino fácil, pero supongo que no me gusta la idea de acabar como un cobarde. Es un pensamiento algo estupido, pero suficiente para no tomar ese camino.
Tras 2 meses trabajando en la mina, las distracciones o las pequeñas motivaciones que pudieran haber existido, más que nada por el cambio de aires, han desaparecido hace tiempo. El whisky de contrabando vuelve a ser el único compañero con quien puedo entenderme y el hedor de mi propia existencia vuelve a hacerse insoportable. Así que cuando aquella mañana las alarmas comenzaron a sonar, ni siquiera me sobresalté.
Una voz grabada hace tiempo anunciaba el comienzo de la cuenta atrás. 5 minutos para la evacuación total de la perforación, y aquellas palabras tomaron mas sentido en mi cabeza de lo que ningunas otras habían conseguido en mucho tiempo.
Ni siquiera hice el mas mínimo amago de huir, los compañeros corrían, sabían de sobra como actuar en una situación como aquella, todos los sabíamos, nos entrenaban para ello. Cualquier fuga de elementos biológicos o químicos desconocidos, se solucionaba de la misma manera. Hacia tiempo que no se corrían riesgos con estas cosas, nada más limpio y desinfectante que una buena explosión aderezada con napalm, cortesía de los asentamientos militares. En 4 minutos ya estaba todo el pozo evacuado, nadie se dio la vuelta, nadie preguntó a nadie le importaba que yo me hubiera quedado en mi puesto.
50 segundos anunciaba la grabación, tiempo de sobra para encenderme un cigarrillo e intentar averiguar porque durante siglos ese había sido el ultimo deseo de los condenados. 40 segundos y una intensa calada llena mis pulmones. 30 segundos y me recreo observando mi habilidad para dibujar anillos con el humo. 20 segundos y me doy cuenta de que por primera vez en años se dibuja una sonrisa en mi cara. 10 segundos y ahora la cuenta atrás va segundo a segundo. 9 me pregunto el porque de ese tremendo absurdo, los últimos 10 segundos no va a haber nadie escuchando la grabación. 7 mi corazón se acelera ligeramente. 5 segundos y una sola lagrima resbala por mi mejilla izquierda, 3 segundos y cierro los ojos, 1 segundo y lo invierto con la imagen en mi cabeza del primer beso, a esa imagen me aferro, con esa sensación me despido, con esa sonrisa muero.

Fin
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