El ciclo

Desperté notando una ligera sensación de humedad en mi cara, en las muñecas y en los tobillos.
Desperté en medio de un mar, sobre una especie de tabla de surf raída, erosionada por los años. La luz cegaba mis ojos y el agua era tan profunda que su color azul oscuro no dejaba ver nada bajo la superfície.
¿Dónde estaba? No tenía la más remota idea. Tan sólo veía al fondo, muy al fondo, sobrepasando la línea del horizonte, una forma redonda y negra, negra por la distancia que la separaba de mis ojos, parecida a la silueta de una isla.
Decidí mover mis brazos, medio estirado en aquella tabla que tiempo atrás debió ser blanca, remando en dirección a aquella silueta que mis ojos divisaban a los lejos, en busca de tierra firme donde poderme sentar.
Notaba cómo los peces pasaban rozando mis pies. Veía sus sombras correteando rápidamente bajo la superfície de ese turbio mar.
Noté, tras unas dos horas de intenso remar, una presencia detrás de mi nuca, mas me giré y obviamente no había nada. "¿Qué te esperabas que hubiera, memo? ¿Fred Aster bailando sobre el agua? Ingenuo...." me dije para mí mismo, pues los sentidos de vez en cuando engañan.
Así pues, volvieron a engañarme unas tres o cuatro veces más, hasta que puede ver mucho más cerca aquel trozo de tierra del horizonte, al cual me iba acercando poco a poco.
"Qué curioso, me estoy acercando a esa isla y el color negro de la lejanía no cesa...
Estoy a pocos metros y esa isla es negra como el carbón, completamente redonda, y la textura parece resbaladiza, completamente lisa, sin vegetación, tan sólo un semicírculo negro azabache de tamaño considerable."
Delante de la isla, a un palmo de ella, levanté el brazo acercando mi mano para tocar su superfície e intentar treparla, pues la arena no se amontonaba haciendo disminuir el nivel del mar hasta llegar a dicha isla, sino que ese peñón oscuro como la noche parecía surgir de lo más profundo del mar.
Antes de que mi dedo índice pudiera tocar su superfície, unos inmensos ojos de color rojo sangre se abrieron ante mí, mientras, irónicamente, me dije para mi mísmo "pues no, no era una isla...".
Todo ocurrió en cuestión de segundos, por fin, tras cuatro intentos fallidos en las horas anteriores pude ver tras de mí aquella "presencia" que me inquietaba. Era una aberración que la naturaleza no podía haber creado, una cara deforme, horrenda, unida a un alargado cuerpo de pez, con brazos acabados en forma de aleta. Esa aberración hidrodinámica me había estado observando durante todo el camino, se había ocupado de que llegara hasta akí (inconsciente de mí, mi oculto y tenso temor había dirigido mis brazos hasta aquí), y ahora susurraba "mi señor, he traído hasta aquí al espécimen de la tabla de surf".
Tras sumergirse en un movimiento aberrante como él mismo, la cosa hidrodinámica no volvió a aparecer.
Segundos después, en el espacio que había entre esos ojos color sangre y yo, empezó a explotar un inquietante burbujeo marino, que fue el preludio al horror posterior.
Un pilar carnoso, negro azabache empezaba a erguirse sobre el nivel del mar. Una incisión en ese pilar carnoso empezó a abrirse, era una inmensa boca de color liloso que estaba absorviendo toda el agua.
Mis esfuerzos por nadar en contra de esa corriente succionadora fueron inútiles, la boca me tragaba, se me tragó, llegué hasta las entrañas del monstruo y me desice, me ahogué, me dormí.


Acabo de despertar, sobre una tabla de surf que tiempo atrás debió ser blanca, notando la humedad de un mar de color oscuro sobre mi cara, mi manos y mis tobillos.
Qué hago aquí, no lo sé. En la lejanía, lo que parece la silueta de una isla rozando el horizonte. Voy a remar hacia ella, en busca de tierra firme.
Cojonuda, sobre todo el final tio, está curraísima.
Me ha recordado un poco a Poe.
Sigue así tio.
Salu2.
1 respuesta