Hay una cosa que puede ayudar mucho en una situación límite. Es una técnica usada desde la antigüedad por los mejores guerreros: aceptar la muerte.
Los soldados romanos hacían testamento y se despedían antes de entrar en una batalla porque sabían que podían morir, y habían aceptado su muerte. Cuando terminaba la batalla y seguían con vida, estaban felices de poder vivir un poco más.
Pero nosotros, que vivimos en la época del bienestar más grande que ha conocido la humanidad, nos hemos olvidado de que somos mortales. Creemos que vamos a vivir 1000 años, que somos eternos. Se mueren los demás, nosotros no. De aquí viene parte del sufrimiento: de tomarse demasiado en serio todo, como si fuésemos a vivir siempre. Cuando, en realidad, todo es temporal. Todo es provisional. Nada permanece demasiado tiempo.
PIensa que vas a morir mañana. Mañana mismo. Cuando la muerte se presenta, no pregunta si te viene bien, o si te parecería mejor en otro día. Se presenta y rompe todos tus planes. Destruye tus esperanzas, y proyectos.
¿Te apetece hacerte un viaje a Valencia? Coge el coche y ve a Valencia. Aunque no tengas ningún motivo. Haz locuras, estupideces. Sabes que te queda poco de vida, haz algo que te de aunque sea un poco de alegría ese día.
Es importante hacer locuras y estupideces que uno quiera hacer, porque el dolor con el que se van las personas, cuando les queda poco de vida, según la terapeuta Elizabeth Kübler-Ross, es el dolor de lo que no hicieron y les habría gustado hacer. No te puedes morir en paz si has dejado cosas por hacer, o cosas por decir.
Volviendo a tu caso: imagina que mañana vas a morir. Mañana te desplomarás al suelo, de un infarto súbito, que nadie se imaginaría, y se acabó tu vida. Da igual que seas muy joven para morir. Da igual que tengas cosas por hacer. La muerte no respeta a nadie.
Acepta la muerte.
Ahora piensa ¿Qué es todo lo que te preocupa y entristece, comparado con la muerte?
Tu problema es el estado de ánimo. Soluciónalo en un instante: haz una estupidez maravillosa, una locura: coge el coche, ve al quinto pimiento donde te apetezca ir. O vete a un concierto de un grupo que te gustó siempre y que llevas años queriendo ir y no vas porque no te parece sensato pagar ese dineral por dos horas de espectáculo además de pagar hoteles y demás. ¿Y qué, si eso te hace feliz aunque sea un día?
Tienes que hacer algo que haga entrar la luz en tu vida y darte cuenta de que no tienes motivos para lamentarte sino para estar contento.
Llama a un amigo al que hace años que no ves. Haz estupideces, apúntate a un curso sobre algo que te interesa pero no te apuntarías nunca porque no te parece sensato. Prepárate una carrera popular 10K. Haz muchas estupideces que parezcan tonterías vistas desde fuera pero que a ti te aporten alegría y ganas de vivir.