RELATO CORTO....
Era una noche fría, aunque era verano no podía parar de tiritar, me adentré en el sinuoso bosque sin mirar atrás, sin hacer caso a esa presencia que sentía que me acechaba, en el silencio de la noche sólo se escuchaba el susurro del viento entre los árboles.
De pronto, me sorprendió algo, se oía más adelante en el camino el trote de un caballo, con una increíble sangre fría me agazapé detrás de unas rocas en el margen derecho de la senda. El jinete pasó por delante de mis narices, pero no pareció verme, salí de mi escondite, y según iba andando los pasos del caballo iban sonando cada vez más lejanos, pero de repente, se oyeron más fuertes y más cerca que nunca, miré hacia atrás, el caballero que lo montaba iba vestido totalmente de negro sólo relucía un brillo azulado en su mirada, corrí todo lo que pude, hasta que me dio alcance, y con un sutil movimiento de muñeca desenvainó su espada y estaba dispuesto a sentenciarme allí mismo, yo me agaché esquivando su estocada y corrí a través del bosque alejándome del camino, me pisaba los talones cuando de repente llegue a una explanada que me resultaba familiar, era un descampado de mi ciudad, entre dos bloques de edificios, y allí no había ni rastro del misterioso jinete.
Al estar en mi ciudad pensé ¿a dónde puedo ir? E inmediatamente fui directo al bar de un amigo mío, en donde yo solía trabajar los fines de semana de los meses que necesitaba dinero, cuando llegue todo el mundo me saludó tan normal como siempre, llegué a la barra, pedí un beefeater con sprite, y me lo tomé aún sudando de la terrible carrera que acababa de echarme, entonces reparé en un hombre sentado al final de la barra, no le había visto nunca por allí, era pelirrojo y tenía poco pelo, fumaba un cigarrillo de una marca que yo no conocía, levantó la mirada al sentirse observado, clavó sus ojos en mi, y se levantó para salir por la puerta, me di cuenta de que se había dejado un libro con tapas gruesas y verdes sobre la barra, aún no sé porqué lo fui a mirar, me senté lo abrí y mi cara pasó del moreno característico en mi, al más puro blanco, el libro tenía fotos mías, y frases escritas en los márgenes, frases de mi vida, que había dicho muchas veces, me quedé helado, me levante horrorizado y salí corriendo por la puerta sin hacer caso a las llamadas de mis amigos. Al salir a la calle, se oían sirenas de la policía y una gran masa de gente corría despavorida, como huyendo de algo, pregunté a una señora y me dijo que habían matado a un policía, decidí irme a mi casa, me metí por un callejón que no era habitual en mi ruta, y de pronto, allí estaba, el hombre pelirrojo del bar, se acercó a mi, y noté cómo algo se me clavaba en la tripa, notaba el frío metal dentro de mi, y los ojos de aquel tipo me miraban llegándome hasta lo más hondo de mi alma, y una sonrisa delataba que se lo estaba pasando francamente bien.
- Ya te tengo- dijo con voz siniestra. A ver cómo sales de esta, corre, van a por ti.
Desapareció antes de que yo me pudiera levantar, e inmediatamente la policía apareció por el otro extremo del callejón, me sentí aliviado hasta que oí un grito de un policía diciéndome que no tenía escapatoria, corrí con la mano puesta en la herida, las balas de los maderos pasaban silbando muy cerca de mi, giré a la izquierda en la primera calle y abrí una puerta oxidada que había, me metí dentro sin pensármelo.
Aquello era otro mundo, había un farol encendido en el techo como único mobiliario de una habitación sin ventanas, y con una única salida que era la puerta oxidada, intenté abrirla pero no pude, estaba encerrado. El suelo de aquel habitáculo estaba formado por cuadrados blancos y negros me fijé en uno que tenía algo inscrito, me agaché para leerlo, ya no tenía la herida en la tripa, decía lo siguiente: “VAN A POR TI”.
Me incorporé sobresaltado y de repente mire hacia mi alrededor, ahora la habitación no tenia paredes, y los cuadrados blancos y negros eran gigantes, o yo era el diminuto, no lo sé, comencé a andar desorientado por aquel desierto ajedrezado, me fijé que en el horizonte había un foco de luz que se veía enorme, y decidí ir hacia él, ande durante horas según me iba acercando a la luz ésta, se hacía cada vez más pequeña, hasta que llegué a ella, la luz salía de una cerradura situada en una puerta tan sumamente pequeña que tendría el tamaño de una ficha de dominó, me quería morir, pero de repente la puerta se abrió y me absorbió, llevándome de nuevo a un mundo nuevo, todo lleno de césped bien cortado, me tumbé sobre aquella hierba, pensando en que era lo mejor que me había pasado aquella noche, cuando noté un temblor bajo el suelo…
Un gran río de lava surgió de la tierra a unos 500 metros de mí, me di la vuelta, cual fue mi sorpresa cuando vi delante de mi a una pequeña niña rubia con trenzas, ojos azules y grandes ojeras, tan pálida como la nieve y sujetaba una margarita entre sus dos manos.
-¿Qué haces aquí? Pregunté.
La niña me miró, y de su ojo derecho cayó una lagrima, entonces abrió la boca y respondió: “VAN A POR TI”.
Me sentía aturdido, cerré los ojos y caí al suelo.
Cuando abrí los ojos estaba en mi cama, unos pasos venían hacia mi habitación desde el salón, me quede boquiabierto al ver que lo que se acercaba era una mujer, pero no una mujer cualquiera, era una mujer perfecta. Se acercaba a mi quitándose su camisón de seda, comenzó a tocarme a besarme por todo el cuerpo, yo cerré los ojos y al instante no la notaba a mi lado, abrí los ojos y pegué un grito de terror, ahora lo que estaba conmigo en mi cama no era aquella mujer, lo que estaba sentado en mi cama era otra vez aquel monstruo encarnado en la niña de antes, ahora no tenía lagrimas en los ojos, al contrario, me observaba con una mirada profunda y llena de odio, saltó sobre mi, y de un empujón la tire al suelo, salí corriendo sin mirar atrás , dejándome todas las puertas abiertas, y allí estaba yo, en calzoncillos en la calle.
Vagué por la ciudad buscando cobijo, pero la ciudad era muy distinta a como yo la recordaba, había coches quemados por las calles, y muchos edificios estaban quemados, atravesé una calle llena de charcos de sangre, notándola ya fría entre los dedos de mis pies, cuando vi un hospital de campaña situado en una pequeña plaza.
Pregunté a las enfermeras que qué había pasado, ¡pero no hablaban mi idioma! Me tumbaron en una camilla y me limpiaron, me dieron unas ropas haraposas y me invitaron a que me marchase, caminé por la ciudad sin saber muy bien a dónde ir, decidí ir al bar de mi amigo.
Al llegar allí lo que me encontré no fue el bar, había un edificio con una puerta de madera verde, miré por la ventana de la planta baja, estaba llena de heroinómanos dándose un festín en forma de jeringuillas, de pronto uno de ellos me vio, y dijo algo, pero antes de que terminara la frase yo me había percatado de que en aquella habitación estaba otra vez la niña rubia, toda vestida de blanco y con manchas de sangre por todo su vestido, junto a ella estaba una mujer mayor con el pelo cano y con un vestido como el de la niña, me miraron las dos, con la misma mirada de odio que la niña ya me había brindado antes, intenté correr, pero no pude, ellas salieron de la casa y se acercaban a mi diciendo aquella maldita frase: “VAN A POR TI”.
La niña abrió la mano, y de ella salieron miles de pétalos de rosa, la vieja abrió la mano y de ella salieron miles de jeringuillas, los pétalos y las jeringas venían volando hacía mi con una velocidad increíble, y justo me desperté, todo había sido una pesadilla, puesto que tenía 40 de fiebre y deliraba, por un momento dude de que siguiera dormido.