Los olvidados autores de la “mejor canción de todos los tiempos”

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Los olvidados autores de la “mejor canción de todos los tiempos”

Una caja saca del olvido a la banda Stealers Wheel, ignorados en los años setenta

Madrid 10 FEB 2018 - 17:12 CET

Quentin Tarantino es eterno candidato a las listas de cineastas controvertidos, pero ningún melómano le reprochará que desempolvase Stuck in the Middle With You, un clásico de 1972, como uno de los temas centrales para Reservoir Dogs. Aquella pieza adictiva (“la mejor canción de todos los tiempos”, según Paul Simon) había sido definida por la revista Rolling Stone como “el mejor single que podría haber escrito Dylan desde 1966”, pero en su día no superó el número 6 en las listas estadounidenses y, entrados en los noventa, solo los más avispados la conservaban en su santoral. La maniobra insufló vida eterna al tema (en origen, una andanada contra los mánagers sin escrúpulos) y descubrió a varias generaciones el nombre de Stealers Wheel, la que pudo y debió haber sido una de las mejores bandas escocesas de todos los tiempos. Todo acabó saliendo bastante mal, pero las canciones perviven.


El tándem que integraban Gerry Rafferty y Joe Egan, amigos de infancia en la tosca ciudad de Paisley (periferia de Glasgow), permaneció en activo entre 1971 y 1975 y encontró tiempo para grabar tres álbumes: Stealers Wheel (1972), Paisley Park (1973) y Right or Wrong (1975). Todos ellos fueron muy difíciles de localizar durante largos años, en particular el tercero, pero una caja que los recupera ahora de manera conjunta —con el añadido de tres temas para la BBC— se ha convertido en una de las ambrosías recientes más apreciadas entre los coleccionistas de pop clásico. Y no es para menos, porque Egan y Rafferty lo tenían todo para erigirse en la respuesta europea a los Everly Brothers o Crosby, Stills, Nash & Young. Solo que múltiples factores se alinearon en su contra: colisiones de egos, excesos con el alcohol, músicos de estudio poco motivados, problemas de salud.

La bebida se convirtió pronto en el talón de Aquiles de Gerry, hijo de un minero alcohólico y violento. De niño, tenía que esperar en la calle a que su padre se quedara dormido para subir a casa: el espectáculo era muy poco edificante escaleras arriba. Cuando murió a los 63 años de un fallo de hígado, en enero de 2011, la adicción había menguado seriamente sus finanzas. Y eso que solo Baker Street (1978), el enorme éxito de su primer LP solista tras Stealers Wheel, le proporcionaba unos 90.000 euros anuales en concepto de derechos de autor.

Entre 1975 y 1978, ni Rafferty ni Egan, los dos hasta entonces amigos de infancia, pudieron publicar ningún trabajo discográfico, enzarzados en disputas legales por el legado de Stealers Wheel. De hecho, el canto de cisne del dúo, Right or Wrong, se publicó con la banda ya disuelta y solo para liquidar los compromisos contractuales con el sello.

Pero casi nadie les prestó suficiente atención. Rafferty lidió con una depresión que le hizo abandonar durante varios meses la banda entre el primer y el segundo disco. Las tensiones con Leiber y Stoller estallaron cuando estos se empeñaron en convertir Everything Will Turn Out Fine en un sucedáneo de Stuck in the Middle, palmadas incluidas. La maravillosa Star, del segundo álbum, no pasó del puesto 25 en listas (muy pocos recordarán la adaptación al castellano de una banda sevillana, Lejos de Allí, con el título Calle del Desengaño). El autor de Star, Egan, se estrenó en solitario con menos impacto que su compañero (Out of nowhere, 1979), aunque la canción Back on the Road llegó a ser bastante tarareada. Tras el fracaso del segundo disco, el extrañamente anodino Map (1981), se retiró de la circulación para regentar en Renfrewshire un negocio editorial. Una opción respetable, pero frustrante tras haberle escuchado preciosidades como No Time For Sorrow, Freeze o The Last Farewell. Otra prueba de que casi todo, en lo tocante a Stealers Wheel, desembocó en frustración.

COMPOSITORES ENFRENTADOS

Egan y Rafferty escribían casi siempre a cuatro manos y empastaban sus voces de manera celestial, pero sin renunciar a la electricidad y las asperezas. La discográfica A&M creía tan firmemente en sus posibilidades que les proporcionó unos productores de postín, Jerry Leiber y Mike Stoller, para los dos primeros álbumes. La idea acabó resultando casi contraproducente. “Éramos dos compositores enfrentados a otros dos compositores”, resumió gráficamente Rafferty.

Por su parte, los autores de Hound Dog, Jailhouse Rock o Poison Ivy no se privaron en sus memorias de advertir sobre la afición de la pareja “a la cerveza brown ale y el whisky escocés en grandes cantidades”.
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