Philip K. Dick, célebre escritor de ciencia ficción autor de obras como
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, en la cual se basó la película
Blade Runner, sostenía unas ideas sobre la realidad humana y divina muy particulares. Afirmaba, como los antiguos gnósticos, que el universo material era la creación de un dios malévolo y que en la naturaleza del hombre había dos sustancias: el cuerpo creado por este dios y el espíritu que provenía de más allá del universo material y había sido atrapado por este dios en el cuerpo. En su diario personal -
The Exegesis- se halla la siguiente entrada:
"El creador de este mundo está demente.
El mundo no es lo que parece, con el fin de ocultar el mal en ella, hay un velo ilusorio que oculta a la deidad desquiciada.
Hay un reino de Dios, y todos nuestros esfuerzos deben ser dirigidos a volver allí para traerlo aquí.
Nuestras vidas reales se extienden miles de años atrás, recordar que nuestro origen está en las estrellas.
Cada uno de nosotros tiene una contraparte divina no caída que puede conectar sutilmente para despertarnos. Esta otra personalidad es el auténtico ser de vigilia, el que tenemos ahora está dormido y es un ser inferior. En efecto, estamos dormidos, y en las manos de un mago peligroso disfrazado de buen dios, el dios creador desquiciado. La desolación, el mal y el dolor se han asentado en este mundo, que es una prisión determinista controlada por el creador demente que nos mantiene divididos, separados de la verdadera realidad y dormidos en el engaño.
Hay que pasar del mundo carcelario delirante al reino de paz, si el verdadero bien es otorgado por Dios, entonces te permitirá ver la realidad a través de sus ojos.
Cristo dio, en lugar de recibir la revelación, él enseñó a sus seguidores a entrar en el reino en vida, donde otras religiones de misterio sólo ofrecen anamnesis: el conocimiento de la misma en el "otro tiempo" y en "el otro reino", pero no aquí. Él vino aquí como un organismo vivo del Buen Dios/Logos.
La iglesia cristiana secreta continúa, siempre bajo tierra. A través de la participación en ella, sus miembros reciben amplios poderes mágicos.
La división en "dos veces" (el bien y el mal) y "dos reinos" (el bien y el mal) será abrupta y terminará con la victoria del Bien, esto sólo sucederá cuando el reino invisible, que esta separado, se vuelva visible, pero la fecha no la podemos saber.
Durante este período de tiempo en el que estamos, no habrá neutralidad, por lo que los humanos elegirán ser leales al demente demiurgo de este mundo o al Dios de la Unidad, a quien conocemos por medio de Cristo."
El periódico
La Vanguardia dedicó una vez un artículo a este genio creativo donde se ahondaba en la peculiaridad de su persona y de su visión del mundo.
"La biografía del autor podría resumirse en que fue un pobre diablo, al que su fracaso como escritor que quería escribir como Kurt Vonnegut le llevó a ganarse la vida con relatos pulp de ciencia ficción y al que las drogas y una crisis de esquizofrenia paranoide (el 2 del 2 de 1974) le hizo creer que hablaba con Dios y que llevaba una doble vida en mundos paralelos, una como escritor de novelas fantasiosas en el siglo XX, asediado por la CIA, el FBI y Nixon, y otra como cristiano del siglo I en Judea. Pero, como decía Nabokov, lo importante en una novela o en una biografía, son los detalles.
La escritura acelerada, ansiosa y desordenada de Philip K. Dick trasciende su encasillamiento en la ciencia ficción, del mismo modo que Hammet o Chandler desbordaron la novela negra. La vida de Philip K. Dick, trazada por Emanuel Carrère en Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, reúne los elementos propicios para congregar el fervor de mitómanos. Murió sin un dólar en 1982 con sólo 53 años, apenas unos meses antes del estreno millonario de Blade Runner, basada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. La construcción de la leyenda del autor se inicia con un nacimiento trágico. Su hermana melliza murió a los pocos días y sobre la lápida de la tumba se grabó su nombre junto al de su gemela fantasma, con la fecha de caducidad en blanco (1928-....) Culpó a su madre por haber dejado morir a su hermana por malnutrición y nunca le abandonó la mala conciencia de haber sobrevivido a su célula melliza.
Trasladado de Chicago a la California beat, el malditismo de Philip K. Dick se fue nutriendo después con su adicción a los alucinógenos y a las anfetaminas y a sus cada vez más frecuentes episodios esquizoides. En sus indigeribles diarios –The Exegesis– sostiene que un día de 1974, descansando en su casa, después de haber ido al dentista, y atormentado por el dolor, reclamó por teléfono analgésicos a la farmacia. Cuando abrió la puerta de la calle, la mensajera, que lucía un collar con el símbolo cristiano del pez, le disparó un rayo láser rosa que la transmitió conocimientos arcanos. Descubrió la anamnesis, la pérdida del olvido, y jura que en un parpadeo recordó que en realidad era un griego que vivía en el año 50 después de Cristo. El propio Philip K. Dick bromeaba con que sostener con demasiada obstinación la veracidad de sus visiones le hubiera conducido directamente al manicomio. Sus escritos se hicieron más ininteligibles; fracasado de nuevo en su enésimo matrimonio, su casa e vio poblada de yonquis, camellos de tres al cuarto y prostitutas baratas, y su mente fue invadida por visiones mesiánicas y religiosas. Atiborrado de sedantes y barbitúricos, e inútiles las curas de desintoxicación, soñaba que el universo le hablaba y que la radio le insultaba. Quedó atrapado en el mundo que había imaginado.
La escritura de Philip K. Dick no hubiera pasado ningún examen académico. Es obsesiva, deshilvanada, absorbente. Quiso ser un escritor mainstream (Confesiones de un artista de mierda), pero enamoró a lectores underground, como John Lennon, Timothy Leary o Robert Crumb, y al final fortaleció la creencia de que sólo la literatura popular merecía la pena. La divinidad -decía– se revela en lo humilde y sus mensajes son enviados por medio de anuncios televisivos, novelas baratas o acertijos en la prensa.
"Me gusta construir universos que se deshacen. Me gusta verlos desbaratarse y ver cómo los personajes en las novelas se adaptan a este problema". escribió Dick. No sólo creía que el mundo era teatro.También el tiempo era para él una ficción. En su misticismo delirante creía que Dios enviaba información codificada al mundo y que los seres humanos tenían que desvelarla. O en lenguaje más actual: "parece que somos bucles de memoria (portadores de ADN capaces de experiencia) en una sistema computacional pensante en el que, aunque hemos correctamente grabado y almacenado miles de años de información experiencial, y cada uno de nosotros posee depósitos un tanto diferentes de todas las otras formas de vida, hay un mal funcionamiento -una falla- en la recuperación de la memoria”. Como los gnósticos, creía que un demiurgo malévolo había construido un contramundo falso y que sólo el amor o la empatía podía deshacer el engaño de las apariencias y recuperar el mundo original. Si Mary Shelley daba un final trágico a Frankenstein, cuya existencia artificial retaba el monopolio creador de Dios, Philip K. Dick actualiza la sátira de Swift y los yahoos sabios, convirtiendo a los humanos deshumanizados, idólatras de la razón, en seres más mecánicos que los robots e indiferentes y pasivos ante el poder que determina sus vidas." (Fuente:
http://www.lavanguardia.com/cultura/201 ... z2t2gotAzC )
¿Pensáis que casos como el de Philip K. Dick dan pie a pensar que realmente existe una realidad más compleja que la que se percibe ordinariamente, y a la que han podido asomarse algunas personas?