Es la ley de Murphy. Basta que tengas algo nuevo e impoluto para que algo se te caiga encima, se te caiga al water, alguien te lo raye o un pájaro le cague.
La moraleja de todo esto es que a los bienes materiales, si les das uso, corren el riesgo de que les pase algo. Pero también es la forma de disfrutarlos. Por eso no hay que rayarse porque se te pueda estropear o deteriorar, porque nada es para siempre y, aunque lo tuvieras perfecto toda la vida, llegará un día en que lo quieras cambiar por otro mejor y más moderno.