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Julia se dio la vuelta, pero él ya se había marchado. Con un suspiro prosiguió su camino hacia la estación.
No le gustaba dejar las cosas así, pero su orgullo le impedía dar el primer paso hacia la reconciliación, así que se sentó a esperar el tren, que aún tardaría más de 20 minutos en llegar.
Durante ese tiempo, se dedicó a pensar en lo que pasaría si no volvía a casa. Qué ocurriría si se atrevía a aferrase a esa locura y se quedaba en Madrid en vez de volver a su casa de Granada, donde sólo la esperaba su fiel y cariñoso gato Nietszche, además de una madre adicta al Prozac, un padre adicto al mercado sexual y un hermano adicto a la heroína. Por no hablar de aquel baboso jefe que se empeñaba en imponer una falda cada vez más corta para el uniforme de las camareras.
La otra opción era empezar de nuevo. Darse otra oportunidad a sí misma para tener la vida que quería. Al fin y al cabo, sólo tenía 21 años.
Podría encontrar otro trabajo en la gran ciudad –no podría ser peor que el actual- y podría buscar algún apartamento para compartir.
También podía vivir con Dani, pero esa era la última opción considerable, ya que depender de él emocionalmente ya era suficiente. La verdad es que él se había ganado esa dependencia a base de caricias y palabras bonitas, que la desarmaban por completo en cualquier situación; en público o en privado, de noche o de día, en vertical o en horizontal.
Aún podía recordar perfectamente la primera vez que se encontraron, en un diminuto bar granadino, con una música ensordecedora en el que hasta la coca cola era de garrafón.
Cuando sus miradas se encontraron, la música dejó de sonar –estaban cambiando el CD de un ruinoso equipo de música- y toda la gente había parado de moverse de repente.
En el momento en el que volvieron a darle al play y todo volvió a ponerse en movimiento, él se acercó con urgencia y la tomó por el brazo hasta llevarla fuera, bajo el cielo de Granada, que en esos días de Agosto estaba repleto de estrellas, y por tanto, de ilusiones.
Que te puedo decir cuántas Julias de nosotras hay , evadirse e irse a otra realidad o quedarse sentada cual Penélope en una estación esperando al que nunca se va asomar o dar la vuelta y vivir una vida opuestamente radical, bonito relato. ![[plas]](/images/smilies/aplauso.gif "Aplausos")
