Julio LLamazares escribió:Desde que las insignias se llaman pins; los homsexuales, gays; las comidas frías, lunchs; y los repartos de cine, castings, este país no es el mismo. Ahora es mucho más moderno. Durante muchos años, los españoles estuvimos hablando en prosa sin enterarnos. Y, lo que todavía es peor, sin darnos cuenta siquiera de lo atrasados que estábamos. Los niños leían tebeos en vez de comics, los jóvenes hacían fiestas en vez de parties, los estudiantes pegaban posters creyendo que eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de business, las secretarias usaban medias en vez de panties y los obreros, tan ordinarios, sacaban la fiambrera al mediodía en vez del catering. Yo mismo, en el colegio, hice aerobic muchas veces, pero como no lo sabía -ni usaba por supuesto mallas adecuadas-, no me sirvió de nada. En mi ignorancia, creía que hacía gimnasia. Afortunadamente, todo esto ha cambiado. Desde que Nueva York es la capital del mundo, nadie es realmente moderno mientras no diga en inglés un mínimo de cien palabras. El lenguaje, ya se sabe, es como la prueba del algodón: no engaña. No es lo mismo decir bacon que tocino aunque tenga igual grasa-, ni vestíbulo que hall, ni inconveniente que handicap. Las cosas, en otro idioma, mejoran mucho y tienen mayor prestancia. Sobre todo en inglés, que es el idioma que manda. Así, ahora, por ejemplo, ya no decimos bizcocho, sino plum-cake, que queda mucho más fino, ni tenemos sentimientos, sino feelings, que es mucho más elegante. Y de la misma manera, sacamos tickets, compramos compacts, usamos kleenex, comemos sandwichs, vamos al pub, quedamos groggies, hacemos rappel y, los domingos, cuando salimos al campo que algunos, los más modernos, lo llaman country-, en lugar de acampar como hasta ahora, vivaqueamos o hacemos camping. Y todo ello, ya digo, con mayor naturalidad y sin darnos apenas importancia.”