Caps. 19 y 20 "Las Sombras del Valle de la Luz"

Edito: He podido medio arreglar el formato ya que había quedado todo seguido.


CAPITULO 19
Daniel reanudó, no sin trabajo, su camino al día siguiente. Su corazón se encogía con cada ruido que oía en el bosque.

A mediodía se tomó un pequeño descanso ya que, tras toda la mañana andando y sin comer nada se sentía fatigado. Tampoco tenía nada para el almuerzo y pensó que un pequeño descanso le haría bien. De repente comenzó a oír ruidos procedentes de todos los lados, eran los ruidos característicos de los orcires.Daniel desenvainó su espada y tomó su escudo, que normalmente llevaba a la espalda; la tensión era máxima. De repente empezaron a aparecer esos seres diminutos de todas direcciones; comenzaron a rodear a Daniel mientras aumentaba el volumen de los ruidos. Para la sorpresa de Daniel uno de los orcires comenzó a hablar.- Entréganos tu espada, tu escudo y tu ropa y quizás te permitamos conservar tu vida –le ordenó con una extraña voz. En su acento se apreciaba el gran uso que le daban a la t.
Daniel lo miró con ojos asustados; el terror era evidente en esos ojos color miel. El orcir era similar a una persona en la figura; pero tan minúsculo a simple vista podía confundirse con un pequeño animal. Su piel era similar a la de una persona, de un tono algo más anaranjado, sus orejas grandes en proporción a su cuerpo y puntiagudas, nariz aguileña y pelo blanco. A pesar de que el hecho de su ínfimo tamaño, (apenas sobrepasaban la altura de los tobillos), parecía darles una apariencia de debilidad, Daniel conocía muy bien lo que eran capaces de hacer.Daniel trató de captar su mirada que se había dirigido a él. Intentaba descubrir si había algo bueno en ese ser. Ya había descubierto cosas anteriormente en los ojos de Shela; sin embargo estos eran diferentes: muy pequeños, fríos, distantes y, según le pareció notar a Daniel, muy crueles.
- No os puedo dar lo que me pedís –contestó Daniel con voz temblorosa.El orcir que había hablado comenzó a emitir ruidos, a lo que los otros respondieron con más ruidos. Daniel notó a su alrededor cómo el estruendo se hacía cada vez mayor hasta que se abalanzaron sobre él desde todas direcciones. Comenzó a sentir como si le clavaran cristales a la altura de los tobillos; tras lo que cayó al suelo al no tener la suficiente fuerza para mantenerse de pie.
Los orcires se echaron al cuello de Daniel, quién cerró fuertemente los ojos aguardando su muerte.
De repente una gran luz blanca apareció entre los árboles. El resplandor impulsó a los orcires, que salieron despedidos. Daniel permanecía en el suelo con los tobillos doloridos; se oyeron unas palabras procedentes de la luz:
Alejaos de esa alma pura, seres malignos.
Los orcires huyeron despavoridos en la dirección contraria a la luz, la cual fue disminuyendo en intensidad, y en la cual Daniel comenzó a distinguir un hada. La apariencia del hada era idéntica a la que vio la vez anterior.
Daniel se arrastró en dirección a ella.- Te agradezco mucho este gesto de bondad hacia mí –dijo Daniel sobrecogido por la inmaculada apariencia del hada y el resplandor que desprendía–. Si hay algo en lo que te pueda mostrar mi agradecimiento te ruego que me lo digas y permitas mostrártelo.
- Puedo ver en tu interior tus sentimientos puros y el buen corazón que posees; tu cuerpo te será sanado y comida en este bosque no te faltará –dijo el hada tras lo cual se desvaneció ante los ojos de Daniel.
Daniel percibió que el dolor causado por el ataque de los orcires se había ido. Ni sus tobillos, ni el resto de su cuerpo presentaban ninguna marca y se sentía mucho más fuerte. Además observó que, en el lugar donde el hada se había aparecido, había una multitud de alimentos; en especial frutas que nunca había visto. Sin embargo Daniel no se lo pensó dos veces y se alimentó hasta quedar satisfecho.
Daniel anduvo tres días más por el bosque. En ese tiempo no hubo rastro de los orcires y se mantuvo bien alimentado debido a la comida que siempre encontraba en el lugar indicado y el momento justo. Tampoco dudó en ningún momento hacia donde ir. La mañana del cuarto día Daniel comenzó a encontrar restos de civilización. vio monedas, anillos, collares y algunas otras cosas. Daniel solo se guardó una vieja moneda en la que no se podía apreciar ninguna inscripción y un anillo.Cercano ya el anochecer Daniel llegó a los límites del bosque. Allí se encontró una gran cantidad de alimentos preparados y oyó la voz del hada en su mente.txh hvwrv dolphqwrv wh dbxghq d frqvhjxlu wx qreoh phwd, ho kdgd vkdogdu wh ghvhd hclwr hq wx fdplqrDaniel se aprovisionó y salió del bosque con un sentimiento profundo de agradecimiento.
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CAPÍTULO 20
[/u][/b]El paisaje varió una vez fuera de los dominios del bosque.
Daniel contempló la nueva tierra que se abría ante él. Las luces del ocaso inundaban de un color rojizo el horizonte; a lo lejos se divisaban varios montes, no muy altos. La vegetación no era tan abundante como en lo profundo del bosque pero también se veían árboles. En primer término varias masas rocosas se erguían mostrando que comenzaba una zona donde abundaban las piedras.

Daniel anduvo por varias horas más, hasta que la oscuridad de la noche cayó con todo su peso sobre esa tierra.Antes del alba despertó Daniel; su sueño ahora era mucho menos profundo y apacible que cuando se encontraba en el bosque. Tras recorrer unos veinticinco kilómetros y pasado el medio día alcanzó la primera masa rocosa que había divisado. El camino había sido liviano gracias a, entre otras cosas, la pendiente descendente que había sido constante a lo largo del camino. Sin embargo ahora había que subir a ese gran peñón.Daniel se alimentó, recobrando fuerzas y acometió la tarea de subirlo.

Tras dos horas de gran esfuerzo llegó a la parte más alta. Observó desde allí lo que parecía ser un templo, de color gris claro y con cuatro grandes columnas a la entrada. El templo se hallaba abajo, junto a otra gran masa rocosa similar en altura, anchura y masa a la que Daniel había subido. Daniel se fijó, como entre esas dos peñas y las paredes casi verticales de dos montañas se encontraban multitud de cabañas.
Daniel observó cuidadosamente lo que veía, las cabañas estaban hechas de ramas de madera que no daban la sensación de ser muy consistentes. El templo estaba algo apartado de la zona donde se agrupaban las cabañas y desde la distancia se apreciaba la existencia de personas allí abajo. A Daniel le llamó la atención la zona en la que vivían; entre dos grandes peñones y dos montañas el lugar no era propicio para ser abandonado rápidamente.
Daniel comenzó a descender con cuidado, tratando de caminar por zonas escondidas de tal forma que las personas de abajo no pudieran verlo. Buscaba el refugio de las rocas debido a la ausencia de vegetación. Tras casi cuarenta minutos de bajada Daniel se encontraba casi al pie del peñón, sin embargo contaba con una visión privilegiada. Algo captó su atención: allí, entre las cabañas, una estructura de tres palos de madera, dos de base y uno que, en posición horizontal, se sostenía sobre los otros dos, sujetaba a un hombre. El hombre, de pelo moreno, larga barba del mismo color y grandes ojos negros se encontraba sujeto de manos al palo superior y tenía los pies sujetos por una cadena entre ellos. Alrededor de él había varias personas; una de las cuales, con una vara de madera en su mano hablaba a los demás y hacía gestos expresivos. Daniel no pudo oír lo que dijo pero le pareció que el futuro del hombre que se encontraba atado no era muy halagador.Daniel permaneció por un rato pensando sin saber que hacer. Finalmente decidió que bajaría cuando oscureciera.Una vez que el sol se había ocultado y la única luz que quedaba era la de la luna y las estrellas Daniel descendió por la gran roca. Llegó hasta el suelo y se introdujo con cuidado en aquel lugar; varias fogatas iluminaban el lugar y calentaban a sus habitantes. Junto a una de ellas se encontraban varios hombres hablando.
- Mañana es el día –señaló uno.
- Sí, la hora de Rosjer ha llegado –comentó otro.
- Aguardo con impaciencia el banquete de mañana –dijo entusiasmado un tercero.
Daniel pasó por detrás de ellos sin hacer ruido, estaban armados con lanzas y no quería averiguar qué hacían con los turistas. Sí notó el aislamiento que debían tener, en base al tipo de vestimenta que usaban. Se valían de pieles de animales que ponían sobre su cuerpo sin más proceso de tejido o composición.Un poco más adelante un hombre y una mujer conversaban, mirando al amarrado desde cierta distancia.
- Hiciste un gran trabajo con él –dijo el hombre.
- Sí –se limitó a contestar ella.Ambos se marcharon hacia una cabaña. Daniel observó el panorama a su alrededor; no había nadie vigilando. Sigilosamente se aproximó al que se encontraba amarrado, quien se sobresaltó cuando percibió la presencia de Daniel.
- No hagas ruido –le susurró Daniel–, quiero ayudarte a escapar.
- Mi existencia es efímera y vacía, ¿qué queda ya para un hombre que ha perdido su lugar? –respondió el hombre con la mirada triste y perdida. Una mirada que no se levantaba del suelo.Esas palabras no acabaron con el empeño de Daniel de liberarlo. Miró a su alrededor, buscando algo que le pudiera ser de utilidad para romper las cadenas. No vio nada. Se oyeron unos ruidos provenientes de dentro de la cabaña más cercana.- ¿Quién vive ahí? –preguntó Daniel manteniendo el tono de voz.
- Jizriel, es el vigilante –contestó el hombre atado.Daniel se alejó en dirección a la cabaña. El leve ruido de sus pasos era imperceptible en el silencio de la noche. Llegó a la cabaña sin ser descubierto; en el interior se oían voces. Se distinguían de hombre y de mujer.

- Tengo hambre, llevamos cuatro días en los que apenas hemos comido –decía la voz femenina.
- Ten paciencia, mañana habrá un banquete. Nos saciaremos con la carne de Rosjer –le contestó la voz del hombre.Un escalofrío recorrió la piel de Daniel; eran caníbales y el hombre que se encontraba atado en medio del poblado era la próxima comida..- Si no como nada esta noche voy a perecer de hambre –insistió la mujer.
- Está bien, saldré y trataré de cazar algo –respondió el hombre, hastiado.Daniel se colocó en el extremo opuesto de la puerta de tal forma que el hombre no le viera al salir. Sobre medio minuto después un hombre fornido, de gran altura salió de la cabaña con un arco y varias flechas en la mano, Daniel lo observó alejarse. Un poco después salió la mujer y se dirigió hacia donde Rosjer.

Daniel no perdió ni un momento y se precipitó dentro de la cabaña, en varios vistazos rápidos descubrió un hacha sobre el suelo, cerca de donde se hallaba una rudimentaria estantería de madera que contenía lanzas, dagas y cuchillos. Sin dudarlo un momento Daniel tomó el hacha y salió rápidamente de allí.
La mujer ya volvía a la cabaña cuando Daniel se colocó detrás de la misma. Ella entró sin reparar en su presencia.Daniel se dirigió rápidamente hacia donde se encontraba Rosjer.
- Con un par de golpes estarás libre. Espero que tengas fuerzas para correr porque si nos oyen supongo que no nos dejarán marchar tan fácilmente.
- Te tomas muchas molestias joven extranjero, pero nada queda para mí ya, nada por lo que luchar, nada por lo que vivir. Mi corazón solo desea la muerte.Daniel no sabía que hacer ni decir, no sabia qué podía decirle a una persona desanimada y a la que ni siquiera le alentaba la idea de mantener la vida. De repente una idea vino a su mente.
- Necesito tu ayuda Rosjer. Tengo que cumplir una misión y sin tu ayuda no creo que consiga llevarla a cabo.
Rosjer clavó sus ojos oscuros en los de Daniel.
- De acuerdo, te ayudaré si escapamos con vida de aquí.- Prepárate para correr –le ordenó Daniel mientras agarraba el hacha con su mano derecha.Daniel levantó el hacha con ambas manos y dio un golpe certero a una de las cadenas que sujetaban sus manos; otro golpe más y su otra mano estaba en libertad. Por último un tercer golpe soltó las cadenas de sus pies. Daniel lanzó el hacha e instó a Rosjer a huir rápidamente.- Quizás no salgan tras nosotros –dijo Rosjer mientras corría tras Daniel–. Puede que se piensen que alguno de ellos está cortando hierros. Esas palabras tranquilizaron poco a Daniel quien seguía corriendo velozmente por en medio del poblado tratando de alcanzar la segunda masa rocosa, la del otro extremo por la que debían continuar.

Una vez que habían dejado las cabañas atrás se comenzó a oír un ruido a lo lejos que, se incrementó a los pocos segundos.- ¡Son ellos! ¡Estamos perdidos! –exclamó asustado Rosjer.
- ¡No te rindas ahora! ¡Corre con todas tus fuerzas! –le gritó Daniel desde su posición adelantada.Daniel miró hacia atrás y vio luces de antorchas que se aproximaban.- Ya casi hemos llegado a la gran piedra –exclamó tratando de animar a Rosjer.
- El peñón de Rizpá–Malpá –le aclaró Rosjer con una voz en la que se denotaba el esfuerzo físico que estaba haciendo.Daniel alcanzó el peñón y se volvió hacia atrás; a Rosjer le faltaban tan solo unos diez metros para llegar hasta él.
El grupo de perseguidores comenzó a lanzar flechas incendiadas mientras gritaban.Daniel subió un poco y ayudó a Rosjer en su ascenso ya que a este le fallaban las fuerzas, la turba comenzó a acercarse peligrosamente. Las flechas incendiadas de fuego ya caían en las proximidades de Daniel y Rosjer.- Ellos nos alcanzarán, nos darán muerte. Veo que hay fortaleza en ti, joven extranjero. Huye mientras puedas, salva tu vida –instó Rosjer a Daniel.
- Mientras queden fuerzas en mí no haré tal cosa –respondió Daniel mientras se echaba Rosjer a la espalda. Daniel cargó con Rosjer y continuó el ascenso del peñón de Rizpá–Malpá. Una flecha incendiada estuvo a punto de alcanzar la cabeza de de Rosjer. Daniel aceleró el paso todo lo que pudo, era difícil imaginarse como podía subir tan rápidamente con un hombre a la espalda. Algo más abajo la multitud los seguía persiguiendo, las palabras se distinguían ya entre las voces.- ¡Mañana tendremos un gran banquete! –decía uno.
- ¡Comeremos hasta quedar satisfechos de sus carnes! –exclamó otro.
- ¡No tienen escapatoria alguna! –gritó un tercero.Daniel concluyó que no tenía sentido seguir así porque acabarían alcanzándolos. Ocultó a Rosjer entre unos arbustos y le indicó que trataría de despistar al grupo y que, cuando viera que los había despistado volvería para retomar la subida del peñón de Rizpá–Malpá.

Daniel se dirigió en dirección noroeste, subiendo el peñón pero alejándose del camino.El sigilo de Daniel y la oscuridad de la noche hizo que el grupo de perseguidores quedaran desconcertados; no sabían hacía donde se habían dirigido esos dos hombres a los que perseguían. Viendo que se decantaban por seguir el rumbo en el que estaba Rosjer, Daniel decidió que debía atraer la atención para sí. Comenzó a hacer ruido voluntariamente y los efectos no se hicieron esperar: una nueva ráfaga de flechas incendiadas volaron hacia él. Tuvo suerte de que ninguna le alcanzara y comenzó a subir la masa rocosa a la velocidad más rápida que le permitían sus piernas, siempre alejándose de Rosjer.

Durante quince largos minutos persiguió la turba enfurecida a Daniel. Después consiguió ir dejándolos atrás hasta que, ya alejado de ellos, escaló una pared vertical de unos diez metros que le dejó con una vista privilegiada.
La luz de la luna era intensa y permitía ver con una claridad inusitada en la noche. Daniel observó desde ese lugar al grupo de perseguidores que, antorchas en mano se habían detenido en un pequeño llano. Se pusieron a discutir entre ellos, se recriminaron unos a otros que Rosjer hubiera escapado y que Daniel los hubiera despistado.- ¡Toda la culpa es de Jizriel! –gritó un hombre señalando al vigilante de Rosjer, quien se había incorporado al grupo de perseguidores cuando vio lo que había pasado.
- Sí –exclamó otro, ¡comamos de su carne y de la de su esposa en compensación por dejarlo escapar!
Ni Jizriel ni su esposa volvieron a ver la luz del sol.
¡Dios! ¡Vaya trupe de caníbales! o.O ¡Qué miedo!

Esperando los próximos!^_^
Ufff! No me di cuenta que el formato habia quedado así, la sesión se me habia cerrado y pensé que no habia llegado a enviarse.


Si Wang-mu escribió:¡Dios! ¡Vaya trupe de caníbales! o.O ¡Qué miedo!

Esperando los próximos!^_^

Pues si, hay muchos peligros en las tierras desconocidas.
2 respuestas