La dificultad del primer año está sobre todo en el cambio. Hay que ir con una mentalidad diferente de la que se llevaba en el instituto. Y claro, muchos se dejan sorprender. El primer año es muy fácil dejarse llevar por la juerga y los botellones, y luego tratar de salvar en el último mes lo que no se hizo en todo el cuatrimestre o en todo el curso, cosa que obviamente es imposible.
Una vez que la mentalidad de estudio se asienta, los cursos se vuelven razonablemente manejables. Vale que a veces se te atraganta alguna asignatura (y da rabia, lo sé), pero cuando uno tiene mentalidad de estudio, ningún curso se vuelve inmanejable, aunque pueda haber algunos más duros que otros.