¿Pero por qué?

¿Por qué cuando quiero rojo se me concede verde?
¿Por qué he sido objeto de este juego dantesco por los dioses del destino?
¿Por qué cuanto más quiero, menos puedo?
¿Por qué todo lo demás no se convierte una nube, que no me ahogara cuando me envolviese?
¿Por qué no puedo ser una piedra, inmutable, que no siente, que no ama, que no sufre?
¿Por qué se me aparta el caramelo que porfín me endulzaría la amargura?

Pero sobretodo... ¿Por qué me pregunto en vano?
Pues porque soy un iluso, aunque a veces no lo crea.
Un iluso no se hace preguntas, asume que lo que pasa sucede porque así tiene que ser.
Si hay cosas que te gustaría que fuesen de otra manera, te planteas las opciones que hay, las buscas, las encuentras y miras a ver si puedes hacer algo.
Esto como consejo al desahogo.


Sobre el texto en sí, pues hay que decir que la repetición a veces tiene valor estilístico, pero en este caso tal vez sea excesiva y es una pena porque le resta fuerza a esas contradicciones (o tal vez paradojas).
1 respuesta