Aún me pregunto cómo he podido sobrevivir veinte años sin haber sentido lo que estoy sintiendo, sin haber vivido lo que estoy viviendo.
Veinte años sin jamás haber abrazado a una mujer, veinte años sin haber rozado ningún labio, veinte años sin conocer el amor, veinte años sin ti.
¡Tantos momentos que olvidé vivir! ¡Tantos momentos que acabo de descubrir! Y no hablo solo de los besos al saludarnos, ni de los abrazos al despedirnos, ni del roce de nuestras manos, ni de tu mano acariciando mi dedo, ni de tu mirada rompiendo el silencio; hablo de tu recuerdo al acostarme, de las cosquillas al verte venir, de mi sonrisa ante tus toques, de mis ganas de verte, de mis ganas de tocarte, de mis ganas de escucharte, abrazarte, besarte, cuando paso más de cinco minutos sin ti.
¿Cómo he podido aguantar tanto tiempo sin sentir nada de esto?¿De qué se ha alimentado mi alma durante estos veinte años?
Quizás el sufrimiento pasado era necesario para poder sentir lo que estoy sintiendo, para poder valorarlo en todo su esplendor.
Espera, espera. ¿Sufrimiento?
¡¡Pos no hace tiempo ya de eso!!