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La razón.es escribió:Cuando la obesidad es contagiosa
Investigadores de Estados Unidos creen que la transmisión de adenovirus entre personas puede ser responsable del aumento del tejido graso
El hallazgo abre la puerta a una vacuna para atajar la infección y prevenir el exceso de peso
Marta Hontoria
Washington- A partir de ahora, los dos tercios de la población de Estados Unidos con sobrepeso pueden culpar de sus excesos no sólo a su avidez o falta de voluntad: también a un virus. Un grupo de científicos norteamericanos ha descubierto una fuerte relación entre las infecciones con los llamados adenovirus y la obesidad.
Tanto es así que, a la máxima de «comer bien y hacer ejercicio» para combatir el exceso de peso, añaden otra hasta ahora insólita: «lavarse las manos». En un artículo publicado por la Sociedad de Fisiología estadounidense, los investigadores exponen que esta familia de virus provoca el aumento de peso, o lo que es lo mismo, que la obesidad podría ser contagiosa, aunque eso sí, advierten de que hay que segur investigando para confirmar este extremo.
Basta poner un pie en Estados Unidos para comprobar que la obesidad se ha convertido en una epidemia. Por eso, la doctora Leah Whigham, investigadora de la Universidad de Wisconsin al frente de este estudio, no quiere restar importancia a la vida sedentaria o los malos hábitos de alimentación como factores clave en el aumento del tejido graso.
Precauciones para prevenir. Sin embargo, aconseja que para mantenerse delgado es importante tomar algunas de precauciones, las mismas en realidad se toman para cualquier enfermedad de origen vírico, y de ahí lo de lavarse las manos con frecuencia.
Aunque la teoría parezca sorprendente, el estudio -que se puede leer en la web de la revista «American Journal of Physiology-Regulatory, Integrative and Comparative Physiology»- ofrece pruebas cada vez más rotundas de que, en efecto, ciertos virus pueden causar obesidad. Científicos como Frank Greenway, de la Universidad estatal de Luisiana, aseguran también en la publicación que, si se confirmase que la gordura es una enfermedad contagiosa causado por un adenovirus «lo lógico sería desarrollar una vacuna para prevenir futuras infecciones».
La investigación explica que el adenovirus 37 (Ad-37) provoca obesidad en aves y confirma los descubrimientos anteriores que habían determinado que virus como el Ad-36 y Ad-5 originan un aumento desmedido de peso en animales.
La teoría de que los adenovirus contribuyen a la epidemia de la obesidad empezó a discutirse hace décadas. En concreto, ya se ha podido comprobar que el Ad-36 causa sobrepeso en pollos, ratones y primates. El estudio más conocido es el de Nikhil Dhuranghar, que en la actualidad trabaja en el Centro de Investigaciones Médicas de la Universidad de Luisiana. Fue él quien que descubrió que unas gallinas infectadas en India con un adenovirus tenían más tejido graso que las aves sanas.
Estos datos fueron publicados en 2000 en el «International Journal of Obesity». El descubrimiento resultó intrigante en su momento, ya que tras la explosión de la obesidad en las personas, tanto en países ricos como pobres, era la primera vez que se hablaba de que la comida basura y otros hábitos alimenticios no eran los únicos culpables de la epidemia.
En el último estudio, el grupo encabezado por Whigham trató de determinar qué adenovirus (además del Ad-36 y el Ad-5) se encontraban vinculados a la obesidad de las aves. Según la Sociedad de Fisiología de EEUU, los animales fueron separados en cuatro grupos y expuestos a los virus Ad-2, Ad-31 o Ad-37. Como suele ser habitual, también hubo un grupo de control no estuvo expuesto a ninguno de los virus.
Los investigadores midieron el consumo de alimentos y vigilaron el peso durante tres semanas para terminar el experimento midiendo el contenido visceral de grasa, los lípidos y los anticuerpos virales. Descubrieron que las aves inoculadas con Ad-37 tenían más grasa visceral que las infectadas con Ad-2, Ad-31 o el grupo de control, pese a que no habían comido más. La conclusión final del estudio es que el Ad-37 es un virus humano que aumenta la adiposidad de los animales, pero no todos los adenovirus producen obesidad.
«La simultaneidad del incremento de la obesidad en la mayoría de los países del mundo es difícil de explicar por cambios en la alimentación o la falta de ejercicio» dice el estudio, por lo que sugiere que los adenovirus pueden haber contribuido», aseguran los investigadores. Pese a todo, Whigham insiste en que es necesario profundizar en las investigaciones sobre la influencia de los estos virus en la epidemia global de obesidad.
«Hay personas y animales infectados que no desarrollan tejido graso. Aún no sabemos por qué», señala. Entre las posibles respuestas, la científica cita la posibilidad de que los virus no hayan permanecido en el cuerpo el tiempo suficiente como para producir la grasa adicional con la que se les vincula, o que el virus cree una tendencia a la obesidad que puede activarse al comer en exceso.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la obesidad se ha duplicado en los adultos de este país en los últimos 30 años y se ha triplicado en niños. Los últimos estudios certifican que cerca del 60 por ciento de la población estadounidense está por encima de su peso recomendado o, directamente, es obesa. En España, la situación no es tan grave, pero un 14 por ciento de la población padece de obesidad.
Esta situación tiene como resultados inmediatos un notable aumento de las enfermedades cardiovasculares y de la diabetes. «Con la excepción de las patologías infecciosas, ninguna otra enfermedad crónica en la historia se ha extendido de una manera tan rápida», asegura Whigham. La científica explica que «es más cómodo pensar que la obesidad tiene su origen en la falta de control». «Constituiría un enorme esfuerzo mental pensar que uno puede contagiarse», reconoce.
Sin embargo, el estudio cita antecedentes de otras enfermedades que en principio se achacaron a factores ambientales y que, al final, se comprobó que eran causadas por agentes infecciosos. Por ejemplo, los médicos creyeron inicialmente que algunas úlceras gástricas se producían por estrés y con el tiempo se ha comprobado que eran causadas por la bacteria helicobacter pylori.
El profesor Frank Greenway explica que los investigadores deben identificar los virus, a las personas infectadas y trabajar para lograr una vacuna. «Ahora, comprobar que grandes grupos de población no tienen adenovirus sería desalentador», ha declarado, y propone mejorar los análisis de sangre para delatar a estos virus e ir allanando el terreno para una vacuna. De todos modos, se logre o no desarrollar una vacuna, Greenway es concluyente: «si uno come más de lo que quema, engordará inevitablemente».