Los sauditas no dejan de ser un puñado de pastores de cabras y camellos que de repente se despertaron ricos porque en sus pedregales apareció petróleo. Ahora en lugar de ir descalzos visten babuchas con ribetes de oro, pero siguen siendo los mismos garrulos incultos e ignorantes que fueron siempre.
El gobierno saudí está amenazado por los integristas porque incluso dentro del fanatismo hay grados, y muchos no perdonan a la familia real que tolere la presencia de infieles (soldados norteamericanos) en territorio sagrado, que según ellos hollan y escarnecen al islam. Pero la familia real no es tonta, sabe que sin el apoyo norteamericano sería presa fácil de sus voraces vecinos árabes, porque puede que tengan mucho dinero, pero su ejército, comparado con los hipermilitarizados estados cercanos, es patético, además de que nunca es bueno llevarse mal con tus mejores clientes, y menos cuando pueden invadirte cuando les plazca. Esto no quita para que pongan una vela a dios y otra al diablo y jueguen a dos bandas, apoyando a occidente cuando les conviene y a la vez fomentando y financiando las ramas más radicales de fanáticos religiosos.