Se removió sobre la fina colchoneta que le separaba del suelo de grava, la temperatura era casi insoportable bajo la tela de camuflaje que había extendido entre los árboles. La maleza era espesa en cada metro cuadrado de la pequeña isla y labia tenido que desbrozar con el machete el pequeño área donde se parapetaba. Una gasa humedecida de su sudor fue arrojada a un lado, cayendo junto al oculto promontorio de botes de zumo y envases de comida enlatada. La espera ya se había prolongado mas de lo esperado y se le habían agotado los víveres, si el soplo era falso habría perdido tiempo y dinero, mucho dinero.
Un movimiento frente a la lente de los binoculares le saco del ensismamiento... ¡Ahi estaba! Doblando el cabo, el lujosísimo yate de líneas blancas se adentraba en la bella dársena natural sobre la que se encontraba, tras unos momentos fondeaba en ella.
No perdió un momento. Metódicamente monto su equipo sobre el trípode, ajusto la inclinación y espero observando con nitidez la cubierta de la proa de la embarcación donde una amplia cubierta servía de solariun con acceso por escalerilla al mar. Conocía bien la embarcación, había logrado sus planos con un fuerte soborno. Era inútil tratar de conseguirlo a través de las ventanas, todas poseían varias capas oscurecidas, la única oportunidad era cuando saliera al solarium.
No tardo en haber movimiento, una neumática joven salio corriendo hacia el sol, su escueto biquini no dejaba nada a la imaginación, sin dificultad su mente la reconoció como una afamada modelo; no era su objetivo pero si un interesante bonus, mantuvo la mira, minutos después surgió alegre la figura de un hombre de cabello largo, pecho bronceado cubierto apenas por una bata púrpura que llevaba despreocupadamente abierta, presumiendo de su física. Sin pudor tomo a la bella mujer y tomándola de la cintura la beso con pasión ante el gesto divertido de esta.
"¡Te tengo!", pensó mientras apretaba el gatillo y acompañado de un mecánico sonido se tomaban en rápida sucesión las codiciadas fotos. Tomo algunas mas hasta que la intima pareja desapareció de nuevo en el interior de la embarcación para marcharse horas después sin haber vuelto a aparecer.
Sin prisas el fotógrafo recogió su material. Se había ganado el sueldo para unos meses y lo sabia, incluso pensó en renegociar el trato con la agencia que revendería las instantáneas a medio mundo; llevando sus instantáneas a las portadas de cientos de revistas, donde millones de personas vivirán a través de sus páginas las excitantes y caóticas vidas de sus falsos héroes.