El beso de los espiritus. Capítulo 6: La puerta

Con un poco de retraso, pero aquí os dejo el 6, sorry por la lentitud pero llevo una temporada un poco liado y no puedo escribir tanto como me gustaría>_<.

Capítulo 6: La Puerta


La luz de Anakran sería la única compañía de la joven Harumar durante los minutos siguientes y se relajaría un poco más. Su cuerpo aun entumecido por la debilidad agradecía el calor con que los rayos de la estrella lo acariciaban a través de la sábana. Necesitaba pensar, no entendía nada de lo que estaba pasando, mucho menos ahora que había comprobado que no solo no la habían matado sino que además se preocupaban por ella y sus heridas con más cuidado del que habría hecho cualquier humano en Thalan. Lo que derrumbaba por completo la realidad que ella creía conocer tal y como ya le había sucedido a Nyla.
Pero Nanouk era distinta de la joven Shamshir. Ella no estaba tan interesada en buscar explicaciones o entender todo aquello como Nyla, tan solo en saber cómo afectaría esto a sus planes originales. Estos seguían siendo exactamente los mismos que cuando había despertado: huir. Aunque ahora, más tranquila y lo suficientemente calmada para razonar, era perfectamente consciente de que no estaba en condiciones de intentarlo.
Pese a todo, quedarse allí parada tampoco era algo que su carácter pudiese tolerar por mucho tiempo y pronto intentaría moverse para hacer algo útil. Su primera preocupación era vestirse y sus ojos se dirigirían nuevamente hacia la ropa que le habían señalado sus cuidadoras. Se sentía incómoda y excesivamente vulnerable con solo aquella sábana para cubrir su cuerpo, algo que no le gustaba en absoluto y la llevaría a intentar levantarse cuanto antes.
El primer intento en ponerse en pie no le saldría demasiado bien. Estaba muy débil y había pasado varios días tumbada, por lo que nada más ponerse en pie Nanouk notaría como la vista se le nublaba de golpe y sus rodillas se doblarían arrojándola de nuevo sobre la cama. Lo que la haría suspirar con cierta resignación mientras se incorporaba de nuevo poco a poco y esperaba a que se le pasase el mareo.
Una vez recuperada, y ahora ya con mucho más cuidado, Nanouk enrolló la sábana a su alrededor para poder sostenerla solo con una de sus manos por encima de su pecho y usó la otra como apoyo para levantarse. Las piernas le temblaban ligeramente aún, pero con la ayuda de su mano sería al fin capaz de sostenerse en pie apoyándose en las paredes y se acercaría poco a poco hasta la mesa sobre la que estaba su ropa. Aunque solo para encontrarse con un nuevo obstáculo nada más verla.
Las prendas que yacían sobre aquella mesa esperando a una nueva dueña no eran precisamente como las que Nanouk solía llevar. Era ropa Leoran, y como tal estaba hecha para el clima cálido y húmedo de la jungla, lo que no encajaba en absoluto con los gustos de la joven Harumar tanto por su forma como por la visible falta de tela de las dos prendas que constituían el conjunto.
La falda era larga, algo que en un principio la había aliviado, de un tejido ligero como toda la ropa de los Leoran y color turquesa salvo en sus bordes. Allí la tela cambiaba de color y un complicado bordado en hilo naranja recorría todo su contorno englobando numerosos símbolos de diversos colores que rodeaban todo su contorno formando además la cinta que servía para cerrar la falda. Y esto último era precisamente lo que disgustaba a Nanouk de aquella prenda, tanto por el hecho de estar completamente abierta en un lado, como por la curiosa forma de la misma.
En lugar de caer verticalmente como lo haría cualquier falda corriente, la tela que la formaba caía en diagonal hacia la pierna opuesta a la que servía como apoyo para el cierre de la misma. Lo que suponía que, mientras que en sus caderas y muslos la falda la cubría por completo, más abajo esta se abría cada vez más hasta dejar una de sus piernas casi completamente al descubierto.
La parte superior del conjunto era aún peor a los ojos de la joven. Un sencillo triangulo de tela de un suave color verde con bordados similares a los de la falda constituía lo único que las Leoran le habían dejado para cubrir su torso. El lado más ancho era lo bastante grande para rodear su pecho atándose a su espalda y cubrir en parte sus costados, pero esto no la tranquilizaba en absoluto. La mayor parte de su espalda quedaría al descubierto con aquella prenda así como sus hombros y su cintura pues el pico inferior del triángulo ni siquiera llegaba hasta su ombligo. Además lo único que la ataría a su cuerpo, además del propio lazo para cerrar la tela, era una delgada cinta que la atravesaba horizontalmente a media altura del triángulo para ajustarla bajo su pecho. Lo que no ayudaba en absoluto a que Nanouk encontrase agradable la idea de ponérsela.
El mayor problema para la joven, sin embargo, no estaba en aquellas prendas sino en la aparente ausencia de nada más que ponerse. No conocía las costumbres de los Leoran en cuanto a ropa, lo que por un momento la preocuparía ante la posibilidad de que sus mujeres no llevasen nada más y esperasen lo mismo de ella, pero tras apartar ambas prendas de la mesa sí daría con algo más. Aunque, una vez más, no exactamente lo que esperaba pues dónde debería estar su ropa interior tan solo había lo que parecían dos pañuelos.
Nanouk se dio por vencida al ver esto. Estaba demasiado débil para seguir allí de pie y no tenía ánimo para pensar en qué hacer con una ropa que probablemente la haría sentirse aún más incómoda que aquella sábana, por lo que regresó a la cama y se dejó caer una vez más sobre el colchón. Tenía hambre, las heridas empezaban a dolerle otra vez y ni siquiera sabía si podría o no salir de la habitación aunque llegase hasta la puerta.
Por fortuna para la joven Harumar, sin embargo, sus cuidadoras aún no habían terminado con ella y una de las Leoran no tardaría en entrar de nuevo a verla. Esta vez venía sola, como si no le preocupase lo que una prisionera como ella pudiese intentar hacerle, y traía consigo una bandeja con comida. Detalle este último que haría centellear los ojos de Nanouk mientras su estómago rugía en respuesta al aroma que le llegaba desde la bandeja.
La mujer sonrió ante su reacción con la misma amabilidad que cuando la había curado, dejó la bandeja sobre la cama justo al lado de Nanouk y se alejó para dejarla comer. Algo que esta tardaría todavía un momento en hacer pues no reconocía ni la fruta ni la extraña sopa que había en ella pero el hambre pronto vencería a la cautela. La sopa estaba caliente y el sabor era agradable, lo que unido a su falta de alimento era más que suficiente para que no durase demasiado en el plato.
Terminada su comida, y sintiéndose ya un poco mejor ahora que tenía el estómago lleno, Nanouk dejó la bandeja a un lado suponiendo que la Leoran la recogería y esperó a que se fuese. Para sorpresa de esta, sin embargo, la mujer no solo ignoró la bandeja sino que siguió mirándola como si esperase algo. Hasta que, al cabo de unos minutos y puesto que Nanouk no parecía entender qué esperaba de ella, se acercó a la mesa y señaló la ropa con la mano.
Nanouk si entendería aquel gesto, y respondería con uno igualmente claro para la Leoran: sacudiendo negativamente la cabeza. Algo que sorprendería en un principio a aquella mujer, pero a lo que no tardaría en encontrar explicación al rebuscar entre la ropa y ver que toda seguía allí. Por lo que pronto sonreiría de nuevo y decidiría intentar ayudarla de otra manera.
En lugar de volver a señalar nada, la Leoran cogió dos de las prendas y se acercó directamente a Nanouk alargándole lo que ella había considerado como unos simples pañuelos. A lo que esta respondería con el mismo en un intento por hacer comprender a la Leoran que no sabía como ponerse aquello.
Visto esto, y lejos de darse por vencida, la mujer cambió de idea una vez más y le ofreció una mano para ayudarla a levantarse. Nanouk la entendería perfectamente de nuevo y cedería a su petición, aunque lo haría por si misma y no con su ayuda, rechazando orgullosamente su mano para ponerse en pie lentamente hasta mirarla cara a cara.
La Leoran sonrió como si esto no le importase en absoluto, dejó las prendas a un lado de la cama y alargó ambas manos hacia la sábana con que Nanouk se estaba cubriendo como si fuese a quitársela. Algo que sí haría reaccionar a la joven Harumar haciendo que se alejase inmediatamente de ella al intuir sus intenciones.
Aparentemente sorprendida por su gesto, la mujer la miraría por unos segundos como si no supiese ya qué hacer hasta que, al fin, daría con una última forma. Con un pequeño suspiro de resignación que dejaba claro lo pesado que aquello comenzaba a resultarle, la Leoran empezó a desatarse la ropa ante la desconcertada mirada de Nanouk y señaló a su propia ropa interior mostrándole a continuación el verdadero uso de aquellos pañuelos.
Ambas prendas eran bastante sencillas y sin muchas costuras como la mayoría de la ropa de los Leoran. La inferior formada por una tela con la forma de dos triángulos unidos por uno de sus vértices, uno mayor que el otro y con dos cintas a cada lado que la sujetaban a las caderas de la mujer con cuatro cuidados lazos. La superior aún más sencilla, hecha en realidad por algo que muchos humanos habrían considerado un delicado pañuelo compuesto por dos telas distintas. Una suave y gruesa totalmente opaca que formaba la mayor parte de la prenda, y otra muchísimo más fina, casi transparente, con diseños de flores y hojas estampados en la tela en tonos igualmente translúcidos.
Esta última tela formaba una banda horizontal que ocupaba la parte superior del pañuelo hasta la mitad del mismo, y otra que ocupaba la inferior a partir de allí. Algo que no tendría mucho sentido a los ojos de Nanouk hasta ver cómo lo llevaba puesto aquella Leoran. El pañuelo se doblaba justo en el centro entre sus pechos de forma que los extremos de uno de sus lados se invertían verticalmente y ambas bandas de tela quedaban hacia la parte superior. De esta forma, la tela envolvía por completo sus pechos aprovechando la curvatura tomada al doblarse y se ataba a su espalda bajo la tela de su ropa pasando tan desapercibido como lo haría cualquier prenda humana. Completada su peculiar lección, la Leoran volvió a vestirse y se quedó mirando a Nanouk con la esperanza de que esta la hubiese entendido. Y para alivio de ambas así parecía haber sido, pues la joven Harumar no tardaría en imitarla poniéndose aquella ropa de la misma forma que había visto hacer a la Leoran. Se sentía ridícula y bastante avergonzada por haber necesitado que alguien la enseñase a vestirse como si fuese una niña, pero sabía que así se sentiría mucho mejor y no dudó un momento en repetir paso a paso lo que acababan de enseñarle hasta estar completamente vestida.
Satisfecha con el resultado, la Leoran sonrió de nuevo y, pese a no entender la cara de disgusto con que Nanouk miraba tanto a su falda como al resto de su ropa, le señalaría por último unas sandalias que descansaban junto a la cama y se iría una vez más. Sin recoger la bandeja para sorpresa de Nanouk ni, esta vez para alegría de la misma, cerrar la puerta tras de sí.
Aquello era una invitación a salir de allí y Nanouk pensaba aceptarla. Tal vez no pudiese huir, pero sí podía ver al menos dónde estaba y entender mejor su situación, por lo que se sentó de nuevo para descansar un poco mientras su cuerpo recuperaba lentamente las fuerzas y comenzó a calzarse. Una vez lista, la joven se puso en pie una vez más y, tras mirar con resignación a su ropa una última vez, se dirigió hacia la puerta.
Sus pasos no eran del todo firmes todavía y cojeaba ligeramente, pero esto no la detendría y pronto se encontraría en el exterior observando la formidable ciudad de los Leoran con la misma sorpresa con que ya antes lo había hecho la joven Shamshir. Todo era tan diferente a lo que esperaba… y a la vez tan lógico. Aquella hermosa y tranquila ciudad no podía ser la de los salvajes a los que creía haberse enfrentado, pero en cambio si parecía natural que fuese allí donde viviesen unas criaturas tan amables y pacientes como las mujeres que la habían atendido. ¿Cuál era la verdadera cara de aquella raza?.
Fuese cual fuese la respuesta a esta pregunta la contradicción era demasiado fuerte para que Nanouk siguiese dándole vueltas. No quería saber nada más, ni siquiera seguir pensando en ello, solo salir de allí cuanto antes y seguiría caminando en dirección al centro de la ciudad.
Al principio su mayor preocupación eran los Leoran que caminaban tranquilamente por la ciudad a su alrededor. Su mirada se desviaba hacia ellos cada vez que uno pasaba cerca, haciendo casi que saltase al más mínimo sonido a su espalda o cerca de ella, pero pronto superaría este temor. La mayoría ni siquiera la miraban, y los que lo hacían tan solo parecían curiosos por ver a aquella extraña en su ciudad, pero no más que cualquier humano de Thalan ante la presencia de una Harumar como ella.
Una vez lejos de la casa, Nanouk se detuvo y miró a su alrededor examinando poco a poco la ciudad tal y como ya había hecho Nyla, aunque de una forma completamente distinta. Sus ojos subieron primero hasta la corona vegetal que rodeaba el cráter y buscaron una salida, pero pronto desistieron al ver la altura a la que se encontraba aquel jardín arbóreo y las finas escalas y pasarelas que conducían hasta ella. Subir sería peligroso incluso estando en perfectas condiciones y, aunque lo consiguiese, jamás podría moverse tan rápido por ellas como los Leoran. Lo que eliminaba cualquier opción de huida para la joven… si es que cabía siquiera la posibilidad de bajar por el otro lado del volcán y no la esperaba un enorme precipicio al otro lado.
De allí su mirada descendió hasta el lago, ignoró al titilante árbol que resplandecía en su centro y buscó la entrada del río al volcán. Desgraciadamente aquello tampoco le servía, el cauce llenaba por completo la pequeña cueva por la que el agua accedía al cráter y era demasiado fuerte para que pudiese intentar remontarla. Lo que solo le dejaba un lugar más en el que buscar un posible camino de huida: la salida del río.
Si el agua entraba en el cráter para llenar el lago y este no lo inundaba todo estaba claro que tenía que salir por alguna parte, y sus ojos seguirían la corriente del río hasta encontrarla. Aunque, para su sorpresa, el agua no parecía tener solo una salida, sino dos. Una de ellas partía de la corriente del propio río poco después de su entrada en el cráter y parecía desviar la mayor parte de la fuerza del agua hacia una cueva, lo que explicaba la tranquilidad de las aguas del lago, y la otra partía del propio lago evacuando el agua al mismo ritmo que esta llegaba a él por el propio río.
La joven observó ambos cauces por un momento y decidió elegir el primero. Aquella corriente se dirigía hacia una de las cuevas abiertas en el cráter, lo que no le hacía demasiada gracia tras lo sucedido la última vez que había entrado en una, pero era la más fuerte de las dos y por tanto probablemente la menos vigilada. Detalle que la convertía en su siguiente destino.
Con paso tranquilo, procurando siempre no forzar demasiado su pierna herida, la joven Harumar rodeó el lago y llegó frente a la entrada de la cueva sin que nadie pareciese preocuparse por lo que hacía. Era como si no fuese en absoluto una prisionera, sino simplemente una habitante más de la ciudad, y esto la hacía sentirse mucho mejor.
Una vez dentro del estrecho túnel al que conducía la entrada, sin embargo, la joven recuperaría su cautela y avanzaría con mucho más cuidado temiendo encontrarse con lo mismo que la última vez. La corriente del río fluía a su lado ocupando la mayor parte del túnel y su murmullo era tan ensordecedor con el eco de las paredes que apenas podía oír nada más, tan solo lo que parecían ser voces de otros Leoran al fondo de la cueva. Aunque pronto se daría cuenta de algo que la haría ignorar esto por completo.
Estaba ya demasiado lejos de la entrada para que la luz de Anakran siguiese iluminando la cueva, y sin embargo el túnel seguía brillando con una trémula luz azulada que cada vez se hacía más intensa. Algo que Nanouk había atribuido en un principio al reflejo de la estrella sobre el lago, pero que ahora era totalmente ilógico y la llevaría a observar con más atención la luminosa corriente azulada en que se había convertido el río. Y en ese instante se daría cuenta de que no era el agua lo que iluminaba la cueva.
En el lecho del río Nanouk pudo ver las ramas y raíces de la misma planta que ya había visto fuera. Un conjunto de tallos semitransparentes, casi como si estuviesen hechos de cristal, por los que fluía también el agua pero que allí, bajo la oscuridad de la montaña, brillaban con una hermosa luz azul que se hacía cada vez más intensa. Como si la planta misma reaccionase a la oscuridad y brillase con más fuerza allí dónde más necesaria era su luz.
Nanouk la observó sorprendida por unos instantes y su mente se preguntó cual sería entonces el verdadero aspecto del árbol que reinaba en el centro del lago cuando Anakran no brillase sobre la ciudad, pero pronto continuó su marcha. Aquella planta no hacía sino facilitarle las cosas puesto que ella no podía ver en la oscuridad como los Leoran y gracias a su luz no tardaría en llegar a la parte principal de la cueva. Lugar en el que, finalmente, comprendería el por qué de las voces que había escuchado hasta entonces.
Aquel túnel no era más que la entrada a la verdadera cueva y esta se abría de pronto ante Nanouk formando una colosal bóveda en el corazón de la montaña. Allí el río desembocaba en un nuevo lago que ocupaba toda su parte inferior y su corriente se perdía en incontables túneles sumergidos, lo que quebraba por completo las esperanzas de Nanouk de encontrar una salida. Pero en ese instante la joven Harumar ya no estaba tan preocupada por encontrar dicha salida como por observar lo que los Leoran había levantado en aquel lugar.
La estancia entera brillaba con la luz de la planta que ahora podía verse no solo bajo el agua, sino también sobre ella siguiendo las rutas que los Leoran parecían haber elegido para sus tallos. Las paredes enteras estaban labradas con grandes surcos que partían del agua y conducían distintas ramas de la planta hacia dónde ellos querían. Estrechos caminos de piedra que se cruzaban, curvaban y elevaban hasta el mismo techo para formar una colosal runa azul. Un símbolo que incluso Nanouk podría reconocer pues había visto muchas veces como los Shamshir usaban las suyas, pero que a la vez era completamente diferente a cualquiera de los que estos conocían y centelleaba con el pálido fulgor azul de la planta, no con la luz blanca a la que estaba acostumbrada.
Entre los surcos de la runa, los Leoran habían tallado también la roca formando los torsos de dos gigantescos felinos que parecían salir de las paredes. Ambos en extremos opuestos de la bóveda, mirándose a más de cuarenta metros de altura como si fuesen a salir de la roca y saltar uno sobre el otro en cualquier momento. Incluso sus ojos parecían estar vivos y brillaban con la misma luz azul que la runa gracias a las ramas de la planta que también crecían en su interior.
Pero esta no era la única que recorría el cuerpo de los dos colosales felinos. El agua también corría por sus entrañas de roca recorriendo los viejos túneles de la montaña y brotaba de sus fauces abiertas en forma de dos cascadas de luz. En lugar de caer de nuevo sobre el lago, sin embargo, estas corrientes bañaban una gran plataforma redonda de madera que colgaba de sus enormes colmillos. Lo que hacía que no cayese al lago como dos corrientes, sino como una única cascada circular al verterse desde los bordes de la plataforma.
Más abajo, las garras de los felinos servían además como soporte para un gran anillo de madera. Otra plataforma de unos tres metros de ancho en el que las garras de estos se clavaban para sostenerla y a la que solo parecía poder accederse por medio de unas extrañas escaleras. Si es que podía realmente llamarse así a la sucesión de troncos clavados en la roca que ascendían en espiral por la pared de la cueva hasta la altura de la plataforma. Aunque la fuente de los sonidos que Nanouk había escuchado no se encontraba en ninguna de estas pues en ese momento parecían vacías, sino sobre el propio lago.
Allí Nanouk podría ver a decenas de Leoran haciendo lo mismo que los de su propia raza hacían en su templo: entrenarse. Aunque de una forma que incluso Nanouk encontraría bastante peculiar.
Ninguno de aquellos jóvenes entrenaba sobre terreno firme, no importaba si se trataba de lucha cuerpo a cuerpo, con espada o incluso de práctica con arco, todos sin excepción lo hacían sobre objetos móviles. Los más capaces lo hacían sobre cuerdas que flotaban un par de metros sobre la superficie del lago, luchando sin preocuparles como estas se combaban bajo su peso o el de sus oponentes. Otros, todavía no tan habituados al entrenamiento, practicando en parejas sobre troncos que rodaban casi a cada movimiento de los jóvenes. Por último, los más inexpertos, sobre rectángulos de madera que flotaban libremente sobre el lago amenazando con tirarlos al menor movimiento. Y sin embargo ninguno se contenía, ninguno usaba movimientos suaves para no caerse, sino los mismos golpes bruscos y rápidos con que lucharían en una pelea real.
Los ojos de Nanouk, sin embargo, no los observarían durante mucho tiempo pues pronto encontraría algo aún más fascinante en lo que centrar su atención. Al recorrer el lago observando como los jóvenes Leoran se entrenaban sobre el agua, Nanouk se dio cuenta de que había un lugar al que ninguno se acercaba y dirigió allí su mirada.
Tras la cortina circular de agua que separaba el centro del resto del lago se alzaba otro de los retoños del gran árbol del exterior. No tan grande como él, pero aún así de más de diez metros de altura y copa tan ancha que casi alcanzaba los bordes de la cascada. Y bajo este, tan inmóviles que casi parecían estatuas, otro grupo de Leoran parecía entrenarse a su manera.
Era evidente que no eran como los demás con solo mirarlos. Vestían distinto, todos parecían llevar el mismo uniforme y despedían una calma completamente diferente al alboroto que los rodeaba. Aunque lo más sorprendente para Nanouk no era su aspecto, sino el hecho de que no usasen más apoyo para sostenerse sobre el agua que lo que parecían simples hojas.
Su equilibrio era tal que una de las grandes hojas de las plantas que flotaban en el lago exterior era más que suficiente para que se sostuviesen sobre la superficie del agua. Pero esto no significaba en absoluto que estuviesen tan inmóviles como parecía en un principio.
Como Nanouk pronto descubriría, mientras que la mayoría sí permanecían totalmente quietos dos de ellos estaban siempre moviéndose y se enfrentaban uno al otro hasta que uno caía al agua. Lo que explicaba la quietud de los demás ya que, en lugar de sobre plataformas o cuerdas, el duelo tenía lugar sobre ellos y eran sus hombros lo que servía de apoyo a ambos rivales. Cuando uno de ellos caía, otro subía inmediatamente a ocupar su lugar y el derrotado lo reemplazaba en el círculo para que continuase el enfrentamiento. Algo que, precisamente, sucedería mientras Nanouk los observaba.
El vencedor esta vez había sido un joven de melena oscura como el azabache que parecía ligeramente distinto a los demás. Era el único que llevaba unos extraños adornos con forma de garra sobre los hombros de su ropa y, por la forma en que el caído había asumido sin más su derrota, parecía que ya se esperaba que venciese. Lo que llevó a Nanouk a pensar que se trataba de su instructor o su líder, sobretodo al ver lo que sucedería a continuación.
En lugar de dejar que otro cualquiera de los jóvenes subiese a enfrentarse a él, el vencedor le indicó con una mano al que iba a subir que continuase en su sitio y decidió elegir él mismo a su siguiente rival: un muchacho de melena color cobre que se encontraba justo frente a los dos jóvenes en cuyos hombros se estaba apoyando. Desde la distancia a la que Nanouk los estaba mirando este último no parecía distinto de los demás y lo único que podía apreciar de él era el intenso color cobre de sus largos cabellos, pero pronto comprobaría que también había algo extraño en él.
Lejos de subir al círculo de inmediato como los demás, el muchacho continuó en su puesto ignorando a su compañero. Detalle que no pareció agradar en absoluto a este último puesto que, tras repetir una vez más las mismas palabras sin conseguir reacción alguna, decidiría usar otro método más directo para conseguir su objetivo.
Con una rapidez con la que Nanouk solo había visto moverse a una criatura hasta entonces, el muchacho de cabellos más oscuros se dejó caer entre sus compañeros hasta sujetarse con una mano en el hombro de uno de ellos, dio un rápido corte sobre la hoja del otro joven con una espada que guardaba tras su espalda y se impulsó de nuevo hacia arriba recuperando su posición original. Al mismo tiempo, y antes incluso de que el agua que inundaría los trozos de la hoja tocase sus pies descalzos, el muchacho de melena cobriza se apoyó con ambas manos en sus compañeros y se alzó hasta sostenerse en el aire mientras la hoja se hundía lentamente bajo sus pies.
-Cadare!!. –Gritó el primer joven poniéndose en posición de combate.
Su adversario levantó la cabeza para mirarle ante este nuevo reto, cerró los ojos por un instante y respondió con una única palabra.
-Naer.
Dicho esto, el segundo Leoran soltó ambas manos de los hombros de sus compañeros y posó de nuevo sus pies sobre el lago. Sin embargo, y para sorpresa tanto de Nanouk como de muchos de los jóvenes Leoran que habían estado observando la escena, en lugar de hundirse permaneció flotando como antes. Algo que pareció enfurecer a su rival, pero este último ya no tendría oportunidad de hacer nada más pues el joven de cabellos más claros le daría la espalda y se alejaría caminando tranquilamente. Como si para él el agua fuese tan sólida como el propio suelo.
La propia Nanouk apenas comprendía lo que estaba viendo, más aún al ver la sorpresa de los propios Leoran al verle, y en su afán por seguirle con la mirada daría un pequeño paso adelante hasta que su pie tocó ligeramente la superficie del agua. Fue un segundo, apenas un pequeño chapoteo de la punta de su sandalia antes de que lo retirase para no mojarse, pero más que suficiente para provocar una reacción aún más sorprendente.
Casi en el mismo instante en que apartaba el pie y levantaba de nuevo la mirada, las cabezas de todos los jóvenes que se encontraban en el interior de la cascada se giraron de golpe hacia ella como si la hubiesen escuchado y dio un involuntario pasó atrás. No por el hecho de que la mirasen, sino por la forma en que todos habían reaccionado a la vez y lo que sus ojos, ahora clavados en ella, representaban para la joven Harumar.
Todos eran como él. Cada uno de aquellos jóvenes tenía un ojo de cada color como la sombra con la que se había encontrado ya tres veces desde aquella fatídica noche y sus miradas brillaban con el mismo fulgor felino. Pero había también algo distinto, ninguno de ellos tenía la misma combinación de colores ni poseía un brillo tan sombrío como el de aquella criatura. Ni siquiera el aún furioso joven que seguía sobre dos de sus compañeros y la miraba con un ojo amarillo y otro verde esmeralda.
El único al que no podría verle los ojos sería al muchacho de melena cobriza pues este seguía de espaldas a ella y a sus compañeros. Se había parado al escucharla, pero no se había girado como los demás y pronto continuaría su camino para alivio de Nanouk. Sus miradas la ponían nerviosa, tanto por la forma en que todos se habían girado al unísono como por lo que podía significar la existencia de otros como aquella sombra, por lo que daría rápidamente la vuelta para salir de allí cuanto antes.
No quería saber nada de ellos, tan solo alejarse cuanto antes de sus miradas y no pararía hasta encontrarse una vez más bajo la luz de Anakran. Una vez allí, y tras dejar descansar un momento a su pierna herida, la joven retomó sus planes originales y se dirigió hacia su segunda opción.
La corriente que partía del otro extremo del lago era la única posibilidad que le quedaba para dar con una salida., pero sabía ya de antemano que no sería un camino fácil. La corriente era demasiado tranquila para que los Leoran lo hubiesen pasado por alto al construir la ciudad y, además, se dirigía hacia la única abertura visible en las paredes del cráter. Lo que haría que Nanouk ya no se sorprendiese ante lo que encontraría en aquel lugar.
Para la alegría de la joven, en esta ocasión sí había acertado y la corriente del río efectivamente conducía al exterior del volcán. Pero tampoco se había equivocado al pensar que estaría vigilado y, allí donde el agua atravesaba entre la hendidura que durante siglos había labrado en la roca, un enorme portón de madera bloqueaba por completo el paso.
Las cosas no pintaban nada bien para las intenciones de Nanouk. La puerta en si tendría más de seis metros de altura, ocupaba incluso el cauce del río bloqueando el paso con una reja y los troncos que la formaban eran dos veces más gruesos que su propio cuerpo. Además de esto, estaba encajada en la roca de la montaña de forma que no dejaba un solo hueco sin cubrir y a su alrededor caminaban varios guardias.
-Genial. –Refunfuñó la joven Harumar apoyando la espalda en la pared de una casa para relajar un poco su muslo herido. –Esto es aún peor que Thalan.
Nanouk empezaba desesperarse. Aquella puerta era una barrera impenetrable y pasar sin ser vista resultaba prácticamente imposible con los guardias caminando junto a su base y sobre sus troncos. A lo que había que sumar además el hecho de que, aunque nadie la hubiese vigilado, levantar una puerta tan pesada no era una opción en absoluto viable para ella sola. Aunque sería precisamente esto último, el peso de la puerta, lo que daría a la joven la pequeña esperanza que había estado buscando durante todo el día.
Mientras Nanouk miraba con desánimo los enormes troncos que bloqueaban su camino, los guardias se apartarían de pronto de la puerta y lo que tanto esperaba sucedería ante sus ojos. Con un fuerte crujido, y precedido por el sonido de unas cadenas que parecían deslizarse entre las rocas de la montaña, los enormes troncos comenzaron a elevarse y la puerta se abrió lentamente hacia dentro. Estaba formada por una sola hoja, lo que la hacía aún más pesada de lo que Nanouk había pensado, y giraba sobre un eje horizontal situado en la parte más alta, pero por el sonido que provenía de la montaña la joven dedujo que debía moverse por algún mecanismo accionado por el agua y esto le daba una oportunidad.
Mientras varios cazadores Leoran salían de entre la densa pared vegetal que parecía cubrir el otro lado de la puerta a modo de camuflaje, Nanouk seguiría a los guardias con la mirada y encontraría finalmente lo que buscaba. Su atención parecía relajarse una vez comprobado que quien estaba al otro lado eran otros de su especie, algo normal por otra parte, y que a ella le resultaba enormemente conveniente. Mientras los cazadores cargaban sus presas hacia el interior del poblado y los guardias les ayudaban, Nanouk vio un momento en que nadie parecía vigilar la puerta puesto que esta ya empezaba a cerrarse y supo que esa era su oportunidad.
Los únicos ojos que parecían custodiar la muralla en ese momento eran los de los vigías que había sobre ella, pero estos estaban dirigidos hacia el exterior, no hacia su propia ciudad, y la lentitud con que una puerta tan pesada debía cerrarse para no hacerse pedazos le daba varios segundos para huir. Aunque, por supuesto, no en aquellas condiciones.
El corazón de la joven ardía con el deseo de huir y sus ojos casi temblaban al ver como la puerta se cerraba poco a poco, pero sabía que jamás conseguiría nada mientras no se recuperase un poco más. Por eso, y a pesar del dolor que sentía en su alma al mirarla, se quedaría quieta observando como la puerta se cerraba del todo con un último golpe contra su marco de roca.
Necesitaba recuperar fuerzas antes de intentar nada, observar por más tiempo la puerta para controlar si había o no algún patrón por el que se rigiesen las entradas y salidas de los Leoran y, sobretodo, esperar a que se curasen sus heridas. Algo que sabía llevaría tiempo dada la profundidad de las mismas y el dolor que aún sentía, a menos que…
-¡Nyla!.
La propia Nanouk se sorprendería al encontrarse pronunciando el nombre de la joven a la que tanto odiaba, pero en ese momento acababa de acordarse de ella al pensar en lo útil que podría serle. Para cualquier Shamshir sus heridas serían una minucia, algo que podían curar sin apenas esfuerzo con un par de sus runas, y no tenía razones para pensar que Nyla no hubiese sobrevivido también a aquella noche.
Si habían capturado a una guerrera como ella era todavía más lógico pensar que no habrían matado a alguien tan inofensivo y útil como Nyla. Algo que, por repulsiva que le resultase la idea de encontrarse de nuevo con ella, solucionaría la mayor parte de sus problemas si podía dar con ella. Pero eso tendría que esperar, aún estaba demasiado cansada para volver a caminar y todavía había muchas cosas que tenía que calcular sobre la puerta. Después de todo, si estaba allí no iría a ninguna parte… al menos no sin ella.
Mientras tanto, casi al mismo tiempo que Nanouk sonreía sombríamente pensando en la ironía de poder al fin ser ella quien usase a aquella niñata malcriada y no al contrario, Nyla se dirigía hacia el otro extremo de la ciudad dándole vueltas a una idea que aún no sabía por qué había aparecido en su mente.
No estaba muy segura de por qué sentía de pronto la necesidad de hacer algo así, ni mucho menos tenía la menor idea de cómo, pero cada vez que apretaba el pequeño pañuelo entre sus dedos sentía como si algo la reconfortase y tenía más claro lo que quería hacer.
Las Leoran que ya habían llamado su atención esa mañana seguían en el río y, pese al recelo que todavía sentía hacia su raza, esta vez Nyla conseguiría reunir el suficiente valor para dejar de dar vueltas a su alrededor y acercarse a ellas. Todas eran tan jóvenes o más que ella y parecían totalmente inofensivas jugando en el agua mientras lavaban la ropa. Pero tras sus largos cabellos brillaban claramente los mismos ojos de felino que Nyla tanto temía y se quedaría junto a la horilla por un momento sin atreverse a decir nada.
Por suerte para ella, sin embargo, al verla allí parada una de las Leoran dejaría por un momento a sus compañeras y se giraría hacia ella preguntándose qué le pasaba. Lo que no ayudaría demasiado a Nyla en un principio pues, una vez más, no entendía nada de lo que la joven le decía, pero le permitiría intentar comunicarse con ella de la única manera que conocía.
Con manos casi temblorosas ante la proximidad de aquella muchacha, Nyla extendió una mano hacia la Leoran y le enseñó el pañuelo manchado de sangre con la esperanza de que la entendiese. Algo que pareció confundir a esta última por un instante pues ladearía la cabeza mirándola curiosa, pero a lo que pronto reaccionaría con una nueva palabra al tiempo que señalaba un símbolo grabado en una esquina de la tela.
-Gael. –Dijo con una voz tranquila y alegre.
-¿Gael?. –Repitió Nyla señalando también con su otra mano el pañuelo con la esperanza de haber entendido lo que quería decirle aquella chica. -¿Así es como llamáis a los pañuelos, Gael?.
-Naer. –Respondió la joven sacudiendo la cabeza al ver este gesto. –Gael.
Al tiempo que repetía una vez más aquella palabra, la muchacha se giraría esta vez hacia el lago y señalaría con la mano hacia una casa que Nyla ya conocía. La misma en que ella había pasado la noche y en la que, como ya sabía, vivía también el dueño de aquel pañuelo.
-Es su nombre. –Entendió Nyla mirando ahora también el símbolo del pañuelo. –Es eso, ¿Verdad?. Gael es como se llama aquel chico.
Como ya esperaba, la Leoran no entendió una sola de sus palabras, pero supuso que esta vez sí la había comprendido y sonrió una vez más al tiempo que alargaba la mano para coger el pañuelo. A lo que Nyla reaccionaría apartando rápidamente la mano para impedírselo y sacudiendo la cabeza.
-No. –Intentó explicar con voz todavía insegura al tiempo que señalaba insistentemente hacia dónde estaban lavando la ropa. –No quiero que lo hagáis vosotras, sólo quiero aprender.
De nuevo sus palabras serían completamente inútiles, pero sus gestos acabarían por hacer que la joven Leoran la comprendiese. Aunque no tanto por la forma en que señalaba a la ropa que ellas estaban lavando como por el cuidado con que apretaba el pañuelo contra el pecho de su arruinado vestido.
-Zaer. –Asintió la muchacha como si acabase de decidir algo al tiempo que extendía su mano hacia la de Nyla, no hacia el pañuelo. –Ruare. Wa eyira.
Nyla dudó por un momento ante el ofrecimiento de la Leoran, pero después de llegar hasta allí sabía lo estúpido que sería darse la vuelta ahora y cedió tímidamente a su petición extendiendo poco a poco la mano hasta alcanzar la suya. Momento en que, tras una nueva sonrisa que tranquilizaría un poco a la aún nerviosa Shamshir, la joven Leoran cerraría su mano y tiraría de golpe de ella metiéndola en el río.
En aquel lugar el agua apenas cubría hasta la cintura y no estaba tan fría como podría parecer, pero el susto de Nyla sería más que notable. A la angustia de encontrarse de golpe en el agua y el temor de que las Leoran intentasen hacerle daño se uniría ahora la molesta forma en que la larga falda de su vestido flotaba entre sus piernas amenazando con hacerla caer y trataría inmediatamente de soltarse para salir de allí. Pero ellas no se lo permitirían.
Las Leoran no querían hacerle daño, tan solo invitarla a hacer lo mismo que ellas y no dejarían su mano hasta que esta se tranquilizó al fin lo suficiente para estar seguras de que no se haría daño ni se caería si la soltaban. Lo que sorprendería notablemente a Nyla cuando al fin se calmó lo suficiente para entenderlo, aunque no tanto como sus tranquilas sonrisas ante la presencia allí de una extraña como ella.
Con la joven Shamshir ya más calmada, la muchacha que la había traído hasta allí señaló de nuevo con su mano hacia la ropa que estaba lavando y le indicó con un gesto que se acercase. A continuación, cogió una de las prendas todavía sucias, la colocó sobre una roca plana que sobresalía ligeramente del río y le enseñó paso a paso lo que debía hacer. Desde cómo frotar la tela para limpiarla sin llegar a dañar el tejido contra la roca, hasta cómo aplicar la extraña pasta naranja que estas parecían usar a modo de jabón.
-¿Es así?.
Tras un rato observando atentamente los movimientos de la muchacha, Nyla cogió con cuidado el pañuelo y repitió el mismo proceso en otra roca similar. No estaba muy acostumbrada a hacer cosas así y se golpearía las manos contra la piedra un par de veces además de estar a punto de perder el pañuelo en la corriente en más de una ocasión, pero al final conseguiría su objetivo. Y la sonrisa que aparecería en su rostro al ver de nuevo la tela completamente limpia superaba con creces a cualquiera de las producidas por los muchos regalos que solía recibir en Thalan.
Cumplido su objetivo, Nyla se giraría de nuevo hacia la muchacha que la había ayudado para hacer otra cosa a la que tampoco estaba muy acostumbrada: dar las gracias. Sin embargo, y para su sorpresa, la joven Leoran ya no estaba allí y lo único que podría ver al mirar al resto de sus compañeras sería como sonreían traviesamente con los ojos en ella. Lo que la haría darse cuenta finalmente de lo que sucedía, aunque ya demasiado tarde para evitarlo.
Antes de que pudiese siquiera girarse, una pequeña risilla sonaría justo a su espalda y un torrente de agua caería de golpe sobre su cabeza empapándola por completo. Algo que antes probablemente la habría asustado, pero que ahora la haría sonreír divertida como ellas al comprender la broma mientras se apartaba de la cara la empapada maraña en que se había convertido su pelo.
-Muy graciosas. –Refunfuñó tratando de contener la risa. –Eso también sé hacerlo yo.
Al tiempo que decía esto, y casi sin pararse a pensar en lo que hacía, Nyla golpeó el agua con la mano justo frente a ella y le devolvió el remojón a la joven Leoran. Lo que desencadenaría en una nueva sonrisa por su parte mientras todas se unían a aquel juego sin importarles que fuese o no una Leoran.
Nyla apenas se comprendía a si misma en esos momentos, estaba jugando con aquellas muchachas como no lo había hecho desde niña con las de su propia especie, y sin embargo se divertía más que nunca. ¿Cómo era posible después de todo lo que había pasado?.¿Cómo podía sentirse así siendo una prisionera en un lugar en el que ya no tenía ninguno de sus lujos?. En esos instantes la joven Shamshir ni siquiera quería saber la respuesta, solo seguir disfrutando de aquella agradable sensación mientras jugaba con ellas y eso sería precisamente lo que haría durante el resto de la tarde.
Cuando la luz empezó a menguar en el volcán, las jóvenes Leoran le indicarían con gestos que debían irse y esta decidiría regresar también al cobertizo que ahora era su casa. Estaba cansada, empapada y, aunque se sentía ya mucho más tranquila, la idea de quedarse fuera de noche seguía sin agradarle en absoluto. Antes de salir del río, sin embargo, se llevaría todavía una última sorpresa al ir a recoger su pañuelo.
Hasta entonces el pequeño trozo de tela había estado a salvo sobre una de las rocas del río y ni siquiera las olas que las jóvenes creaban con sus chapuzones lo habían alcanzado. Pero, justo en el momento en que Nyla estiraba la mano para cogerlo, una extraña ola surgiría justo frente a la roca y la cubriría por completo llevándose el pañuelo para horror de la joven Shamshir.
-No!.
La propia Nyla se sorprendería ante la desesperación con que su voz formaría aquel grito mientras trataba inútilmente de alcanzar el pañuelo. No era suyo, ni siquiera de alguien a quien conociese realmente, y sin emabargo deseaba con todas sus fuerzas no perderlo. Pero sabía que no podía vencer a la corriente, por deprisa que ella caminase el pañuelo se movía cada vez más rápido y solo podría mirarlo con una tristeza tan desconcertante como dolorosa para ella mientras se alejaba cada vez más.. O al menos así sería hasta que, de pronto y sin razón aparente, este se detendría de golpe en medio del río.
La joven Shamshir cambiaría al instante su tristeza por la sorpresa más absoluta. El pañuelo no solo no se alejaba, sino que desafiaba la corriente moviéndose en dirección contraria mientras se acercaba poco a poco a una de las orillas. Y sería precisamente allí donde Nyla vería lo que parecía ser la causa de aquel extraño comportamiento del agua.
Junto a la orilla estaba el mismo muchacho que ella había conocido en su primer día de cautiverio. Un joven de mirada bicolor que, en ese momento, la observaba con su ojo azul celeste mientras extendía la mano hacia el río esperando a que el pañuelo llegase tranquilamente a ella en lugar de ser él quien tuviese que alcanzarlo.
-Naer etre baie. –Susurró el muchacho mientras acariciaba la superficie del agua con la punta de los dedos recogiendo el pañuelo que se había detenido justo bajo su mano.
Con la pequeña prenda ya en la mano el joven se puso en pie de nuevo, caminó hasta llegar junto a Nyla y extendió una mano para ayudarla a salir del río. Esta vez la joven Shamshir no lo dudó un solo segundo y aceptó sin temor el ofrecimiento. Se sujetó a él cerrando su mano alrededor de la suya y dejó que la subiese a la orilla sin el menor esfuerzo.
-Soure raed. –Dijo el muchacho soltando su mano al tiempo que le ofrecía el pañuelo con la otra.
-Gracias. –Respondió torpemente Nyla sin saber como reaccionar ante la extraña mirada bicolor del muchacho.
El Leoran no entendió sus palabras, pero probablemente sí lo que sus ojos color ámbar intentaban decirle al mirarle de aquella forma y le dio una pequeña palmada en la cabeza a modo de respuesta antes de seguir su camino. Un gesto extraño, como el que alguien usaría para reconfortar a un niño pequeño o a un cachorro, pero que la haría sonreír de nuevo al comprender perfectamente lo que significaba.
Solucionado este pequeño percance, y aunque un poco desilusionada por la rapidez con que se había ido aquel muchacho, Nyla pronto retomó su camino y se dirigió hacia el cobertizo tras secar un poco el pañuelo. Ahora que ya no tenía tanto miedo la cama que había rechazado la noche anterior le parecía más que agradable y no podía esperar para tumbarse un rato en ella, aunque antes tenía todavía algo que hacer.
En lugar de dirigirse directamente hacia la entrada del cobertizo, Nyla se acercó a la otra puerta de la casa y la golpeó un par de veces olvidando por un momento que no estaba en un pueblo humano. Al cabo de unos minutos, y puesto que nadie salía, se daría cuenta de su estupidez al suponer que los Leoran tenían sus mismas costumbres y se atrevería a abrir un poco la puerta. Lo justo para asomar tímidamente la cabeza y echar un rápido vistazo al interior.
Su primera sorpresa sería el ver que había luz en el interior. La única habitación que podía ver desde allí estaba iluminada por el tembloroso fuego de lo que parecía ser una gran chimenea al fondo de la misma y su cálida luz anaranjada parecía invitarla a entrar. Era una casa sencilla, con una mesa de madera arrinconada a un lado junto a varios taburetes, numerosos tapices adornando las paredes así como una gran alfombra con forma de anillo que ocupaba la mayor parte del piso y, sobretodo, montones y montones de estanterías.
En todas las paredes podía ver pequeños estantes de madera ocupados por figuras, jarras y casi cualquier objeto de cerámica imaginable. Algunos servían de floreros y portaban pequeños ramilletes de flores de diversos colores, otros llamaban la atención simplemente por la viveza de sus colores, pero la mayoría parecían esperar aún su turno para encontrar un uso pues su único color era el del propio barro.
Todo esto habría parecido raro en otro lugar, pero tras ver los sacos de arcilla que había en su cobertizo y la multitud de jarrones más grandes apilados en el exterior de la casa, Nyla ni siquiera se sorprendería al ver lo que ocupaba el centro de la habitación. Allí, sentado en un pequeño taburete en el círculo interior de la alfombra para no mancharla, el muchacho que le había llevado la comida esa mañana trabajaba la arcilla con sus manos mientras accionaba con el pie un pequeño torno.
Parecía tan concentrado que ni siquiera se había dado cuenta de que ella había entrado y Nyla lo miraría por un momento con cierta fascinación. Ahora sabía por qué llevaba aquel tosco delantal, y también que no era un guerrero tal y como ella ya había supuesto, pero eso no le hacía menos interesante. Jamás había visto a nadie trabajar así y pronto se daría cuenta de que apenas podía dejar de mirarle mientras los dedos del joven moldeaban poco a poco la arcilla bajo la danzante luz del fuego que ardía tras su espalda desnuda.
Pese a todo, Nyla pronto recordaría a qué había ido allí y abriría por completo la puerta para pasar al interior consiguiendo al fin que el joven Leoran notase su presencia. Su cara de sorpresa al verla allí sería más que evidente, pero tampoco duraría mucho y pronto sería substituida por una agradable sonrisa al tiempo que le indicaba con una mano que se acercase.
Como de costumbre este gesto tendría dos efectos muy distintos sobre Nyla. Por un lado la tranquilidad que le aportaba el hecho de que sonriese… y por otro el miedo que aún sentía cada vez que veía sus afilados colmillos asomando entre sus labios. Aunque en esta ocasión esto último no sería suficiente para detenerla y se acercaría a él tal y como le había pedido.
-Esto es tuyo. –Dijo alargándole el pañuelo en cuanto estuvo lo suficientemente cerca de él. –Muchas gracias.
El muchacho miró su mano por un momento con ciertas dudas y, aunque no entendería sus palabras, sí parecería comprender el gesto. Tras buscar algo a su alrededor con la mirada cogió un pequeño paño que yacía en el suelo a su lado, se limpió las manos y acercó una hasta el pañuelo para mirarlo con más cuidado. Sabía que era el suyo, después de todo él mismo se lo había dado, pero aún así se negaría a cogerlo y tan solo lo examinaría por un momento antes de volver a mirar a Nyla con una nueva sonrisa.
-¿Qué ocurre?. –Preguntó la joven, consciente de lo inútil de sus palabras pero incapaz de seguir callada.
-Igrat. –Respondió el muchacho poniéndose en pie para sorpresa de la joven. –Dao et bore.
Al tiempo que decía esto último, el Leoran recogió la parte que colgaba del pañuelo, la volvió a colocar sobre los dedos de Nyla evitando una vez más llegar a tocarla como ya había sucedido en su primer encuentro y le indicó con un gesto que lo guardase. Algo que la Shamshir sí comprendería esta vez y le haría sonreír nuevamente ante su amabilidad.
-¿Quieres que me lo quede yo?. –Preguntó al tiempo que se llevaba la mano y el pañuelo al pecho intentando que la entendiese.
-Zaer. –Asintió el Leoran sin perder su sonrisa.
Aquella palabra ya era familiar para Nyla y, junto al gesto del Leoran, bastarían para confirmar sus suposiciones. Lo que la hacía sentirse de nuevo extraña ante la amabilidad de aquella raza hacia alguien como ella, pero que a la vez empezaba a encontrar casi natural. La idea de los salvajes con los que había esperado encontrarse quedaba ya lejos en su mente y poco a poco empezaba a verles con otros ojos.
Como prueba precisamente del cambio que estaba teniendo lugar en la forma de pensar de la joven, mientras sujetaba el pañuelo frente a su pecho esta se daría cuenta de que el Leoran llevaba un rato mirándola fijamente y reaccionaría de una forma casi impensable para ella hasta entonces: tirando rápidamente de su vestido hacia arriba.
La tela del ya de por si escotado vestido que llevaba había caído aún más con el peso del agua y Nyla se apresuró a volverlo rápidamente a su sitio aunque sin saber muy bien por qué. El muchacho ni siquiera era humano, ¿Por qué entonces sentía de pronto esa vergüenza ante su mirada?. Y aunque lo hubiese sido, el vestido resultaba incluso mojado mucho más discreto que la mayoría de la ropa con la que paseaba por Thalan. ¿Por qué ahora le preocupaba entonces que la mirasen cuando ella siempre se había sentido orgullosa de conseguir precisamente esa reacción?. Demasiadas preguntas para la mente de la joven Shamshir que, en esos momentos, empezaba a ponerse nerviosa y ya no sabía muy bien que hacer.
Por suerte para ella, el Leoran pareció notar también esto y dejaría de mirarla al instante para pasar a señalarle con la mano la mesa al fondo de la habitación. Allí había una bandeja con comida todavía caliente por el humo que desprendía y a Nyla no le costaría demasiado comprender que era la suya. Sobretodo al ver como el muchacho iba a buscarla y, tras decirle de nuevo algo que no entendería, se la dejaba en las manos.
Hecho esto, el Leoran señaló hacia la puerta con un brazo y la acompañó hasta allí como si la estuviese echando. Algo que decepcionaría bastante a Nyla por un momento, pero que comprendería al ver como, una vez fuera, el muchacho le decía de nuevo algo señalando hacia su ropa y se marchaba hacia otro lado del pueblo.
No la estaba echando, simplemente tenía que irse y era lógico que no la quisiese allí mientras él estaba fuera. Lo que dejaba a Nyla con la única opción de regresar a su cobertizo para comer y descansar tal y como había planeado en un principio. Aunque esto último tampoco le sería tan fácil como esperaba.
Una vez dentro, y tras dejar la bandeja sobre la mesa, Nyla se daría cuenta de que en ella no había ni cubiertos ni un vaso en el que beber. Un detalle al que otro probablemente no le habría encontrado importancia pues los que le habían traído su primera noche todavía seguían allí, pero que para ella suponía un problema importante. Estaban demasiado sucios como para no darle asco usarlos y, pese a que ahora se hacía una idea de cómo limpiarlos, no sabía de dónde sacar el agua para hacerlo.
Sin embargo, mientras Nyla rebuscaba por el cobertizo esperando encontrar un grifo o algo parecido, la puerta del mismo se abriría una vez más y se alegraría de inmediato al encontrarse una vez más con el joven alfarero. Parecía que su salida no había sido muy larga por lo poco que había tardado en volver y, para sorpresa de Nyla, este lo había hecho por ella y no por él pues en sus manos traía una de las cosas que la joven más necesitaba en ese instante.
-Ropa. –Sonrió Nyla mirando curiosa las prendas que este le ofrecía con ambos brazos. –Por eso me estabas mirando antes…
El muchacho sonrió sin comprender una sola palabra e hizo un gesto hacia ella con ambos brazos esperando que cogiese la ropa. Algo que Nyla haría de inmediato visiblemente alegre por tener ropa seca que ponerse y poder librarse de aquel destrozado vestido que apenas conservaba ya su color original.
Tal vez ninguno de los dos pudiese entender al otro, pero en esos instantes sus miradas bastaban para que comprendiesen perfectamente lo que pensaban. Tanto en el caso de Nyla, que cada vez se sorprendía más al ver como aquel Leoran parecía alegrarse de ayudarla, como en el de este último que observaba con satisfacción la alegría con que los ojos de la joven centelleaban examinando cada prenda.
Terminado lo que había ido a hacer allí, el muchacho se dio la vuelta y decidió volver a su propia casa. Momento en que Nyla dejaría por un instante de mirar su ropa y se giraría rápidamente hacia él para pedirle que se detuviese. Y lo haría de la única forma que se le ocurriría en ese momento, una que aún no estaba muy segura de que fuese correcta pero que ella misma quería comprobar cuanto antes: llamándolo por su nombre.
-Ga… ¡Gael! –Lo llamó con voz ligeramente titubeante.
El muchacho se paró de golpe al oír esto y se giró de nuevo hacia ella visiblemente sorprendido, pero no dijo una sola palabra más. Lo que haría dudar por un momento a Nyla de si había acertado o no en pensar que aquel era su nombre.
-Gael. –Insistió Nyla señalándole. –Te llamas así, ¿Verdad?.
-Zaer. –Asintió el muchacho apuntando a su pecho con una mano para alegría de Nyla. –Wa et Gael.
Nada más decir esto, el Leoran apartó su mano de su pecho y señaló a continuación a Nyla. A lo que la joven no tardaría en responder también de una forma similar puesto que era fácil saber lo que intentaba decirle.
-Nyla. –Dijo con una alegría que ella misma no entendía, feliz de poder decirle su nombre.
-Nyla. –Repitió el Leoran devolviéndole una cálida sonrisa, aparentemente igual de alegre por saber al fin el nombre de su extraña huésped. –Ete tar nira gaati.
La joven Shamshir ni se molestaría siquiera por intentar entender sus últimas palabras en esta ocasión. La sonrisa del muchacho le bastaba como explicación y, ahora que ambos sabían como se llamaba el otro, decidiría pedirle al fin lo que realmente necesitaba en esos momentos.
-Gael. –Intentó llamarlo señalando ahora hacia sus cubiertos al tiempo que hacía con las manos el gesto con que las Leoran le habían enseñado a fregar esa tarde. -¿Dónde puedo lavarlos?.
Gael la miró pensativo por un momento como si intentase entender lo que quería y, cuando al fin lo hizo, simplemente sonrió de nuevo al tiempo que se acercaba a una de las paredes. Allí podía verse una gran hoja atada a la pared y dispuesta con forma de embudo que Nyla ya había tomado antes por un desagüe, pero ningún grifo. O al menos ninguno para quien no supiese buscar puesto que, con un simple gesto, Gael tiraría hacia él de una caña que discurría entre dos de las tablas y esta se separaría de pronto dejando caer un pequeño chorro de agua sobre la hoja.
-Estupendo. –Se alegró la joven acercándose inmediatamente a repetir el mismo proceso sin preocuparse ya de estar justo al lado del Leoran.
-Zaer. –Asintió sonriendo Gael ante la alegría casi infantil de Nyla ante cada cosa nueva que descubría. –Tar nar maua re eyira… Nyla.
Dicho esto, el joven se dirigió de nuevo hacia la salida y, esta vez sí, regresó a su casa cerrando tras de sí la puerta. Una vez sola, Nyla se apresuraría a acercarse a la puerta para comprobar algo y, tras descubrir con alivio que podía cerrarla con un pequeño pestillo, se dispondría a cambiarse de ropa para poder cenar y acostarse de una vez.
Antes de hacer nada de esto, sin embargo, Nyla taponaría por un momento la salida de la hoja para llenarla de agua y se miraría un instante en la superficie de la misma. Su aspecto era lamentable como suponía, tanto por lo enmarañado de su pelo como por el desastroso estado de su vestido y las manchas que cubrían su cara.Y, si bien esto no le había importando para nada hasta entonces, por alguna razón la joven sentiría de pronto la necesidad de arreglarlo.
Así pasaría las pocas horas que quedaban de luz en el volcán. Lavándose y arreglando poco a poco el desastre en que se había convertido su pelo mientras, no muy lejos de allí, la otra recién llegada a la ciudad se enfrentaba también a su cena y a una cama en la que no quería, pero sabía que debía descansar si quería llevar a cabo sus planes.
ATENCIÓN

Dado que nuestro querido Cragor-chan una ves mas ha vuelto a hacer caso omiso al consejo de poner "separacion" entre los parrafos.... lo he hecho yo.

Quizas es que soy un tisquimiquis, quizas un neurotico.. pero leer un texto de 10202 palabras sin una sola separacion... me da jaqueca... seré raro lo se... [ademas, yo me imprimo los capitulos para no quedarme ciego en esta pantalla que tengo].

El texto esta en RTF dentro del zip...


Edito:

Ya me lo he leido, un capitulo similar al anterior, de descubirmiento e interaccion con el entorno. La explicacion de la ropa te ha quedado un pelin larga, [vamos que la ley impresa y era casi una pagina]. Pero me ha gustado mucho el "entrenamiento" de estos y su afinidad con el agua. ¿no senteraremos algun dia que carajo dicen?.

Adjuntos

Hombre, lo que dicen los Leoran no es tan chungo de intuir, es solo irse fijando en lo que dicen, cuando y comoXD. Y por otro lado la historia también está planteada de forma que cualquier lector no debería realmente entender todo lo que dicen, sino perdería gracia.

En cuanto al formato, lamento enormemente que resulte así de incómodo, pero hacer lo contrario implica cargarme el formato en si de la historia y no lo veo muy correcto. No es una manía mía, es que uso esos espacios entre párrafos para dar formato al propio texto cuando es necesario y no puedo usarlos en cada separación, de lo contrario la lectura parece tremendamente inconexa.
The Cragor escribió:En cuanto al formato, lamento enormemente que resulte así de incómodo, pero hacer lo contrario implica cargarme el formato en si de la historia y no lo veo muy correcto. No es una manía mía, es que uso esos espacios entre párrafos para dar formato al propio texto cuando es necesario y no puedo usarlos en cada separación, de lo contrario la lectura parece tremendamente inconexa.


Vamos a ver... si te gusta darle un formato "especial" acorde a lo que te gusta adelante. Pero hay unos limites... este capitulo tiene 10000 palabras, imprimido son 12 paginas [si lo imprimo], ¿has visto alguna novela con 12 paginas sin una sola separacion entre parrafos?. !!Como minimo cuando son dialogos!!

¿se puede saber donde seria "inconexo" una separacion?. Si te refieres al orden de capitulos eso se soluciona pasando a otra pagina, las cosas se pueden hacer de muchas formas... por que tal como esta en mi opinion si que resulta "inconexo". Pues ni siquiera hay separacion cuando pasa de un personaje a otro.

Ya te he dicho mas de una ves que tienes calidad para que te publiquen, que se publican verdaderas basuras mientras lo tuyo realmente entretiene y hace muy buenos transfondos.

Y sí... es una manía tuya XD
muad_did escribió:
Vamos a ver... si te gusta darle un formato "especial" acorde a lo que te gusta adelante. Pero hay unos limites... este capitulo tiene 10000 palabras, imprimido son 12 paginas [si lo imprimo], ¿has visto alguna novela con 12 paginas sin una sola separacion entre parrafos?. !!Como minimo cuando son dialogos!!

¿se puede saber donde seria "inconexo" una separacion?. Si te refieres al orden de capitulos eso se soluciona pasando a otra pagina, las cosas se pueden hacer de muchas formas... por que tal como esta en mi opinion si que resulta "inconexo". Pues ni siquiera hay separacion cuando pasa de un personaje a otro.

Ya te he dicho mas de una ves que tienes calidad para que te publiquen, que se publican verdaderas basuras mientras lo tuyo realmente entretiene y hace muy buenos transfondos.

Y sí... es una manía tuya XD


Esto último sí lo puedo mirar y probablemente sea fallo mío, suponía que lo que querías era que separase absolutamente cada párrafo uno de otro.
muad_did escribió:ATENCIÓN ¿no senteraremos algun dia que carajo dicen?.


Naer

[qmparto] [qmparto]

muad_did escribió:Pues ni siquiera hay separacion cuando pasa de un personaje a otro.


de acuerdo con esto, que si ya es difícil sin separación normal de párrafos, si no se separa al cambiar de personaje puede ser un poco lioso hasta que uno se da cuenta.

Espero el 7 :p
Necane escribió:de acuerdo con esto, que si ya es difícil sin separación normal de párrafos, si no se separa al cambiar de personaje puede ser un poco lioso hasta que uno se da cuenta


Para mi que esa es su intencion.... [666] confundirnos... desmoralizarnos por no seguir su narrativa... admitelo Cragor... [carcajad]
6 respuestas