Hoy, rebuscando entre los millares de hojas que adornan las estanterías de mi cuarto encontré una carta, que alguien la había roto y me la había devuelto y yo había reparado pegándola con trozos de cinta adhesiva, escrita a forma de diario, que escribí una vez de forma un poco desesperada a la única chica en la que podía confiar en ese momento... a la chica que yo había querido tanto durante tanto tiempo y nunca tuve valor a decírselo. Ya no recordaba casi nada de esa carta, y al releerla me acordé de lo mal que estaba en aquel momento y de las cosas que me llevaron a escribirle esa carta a la chica inapropiada.
25 Diciembre 2003
Te preguntarás el por qué de esta carta, puesto que hace casi un año que no nos hablamos y, sinceramente, ya no sé nada sobre ti. Los problemas han hecho que poco a poco nos hayamos distanciado y creo que ha llegado el momento de que aceptemos en pasado. ¿Nunca en la vida te has creído capaz de mandar sobre ti, sobre los hechos, sobre el ambiente que te rodea y, finalmente, una merecida dosis de sinceridad o simplemente un rapto de realismo te ha hecho repensarte los motivos por los que sigues aquí, sufriendo por ese amor, preguntándote cuánto tiempo tendrás que sufrir esta vez...?
Estoy intentando encontrar las palabras para explicarte lo que me pasa... para que esta vez "ella" no rompa todo lo que escribo sobre lo que nos pasó juntos.
En aquella época, como tu bien sabes, yo y Noa estábamos muy bien juntos. Nos queríamos y eso era lo único que importaba, pero la sonrisa de aquella chica, hasta el momento desconocida para mis sentidos, tenía un "algo" que presagiaba que iba a formar parte de mis recuerdos, aunque solo fuese por tener la sonrisa más bonita que había visto en mi vida.
Poco a poco, me fui fijando en esa chica. Noa seguía siendo mi pareja, ella se encargaba de aferrarme a la realidad mientras yo soñaba con la sonrisa de aquella chica, que me hacía escribir en mis libros mil veces su nombre: Ana. Como si formase parte de la materia de la que se crean los sueños, ella me hacía pasar noches enteras sin poder dormir... pero soñando. Al despertarme y encaminarme hacia el monótono proceso que para mi significaba asistir a clase todas las mañanas, la buscaba por las calles vacías, como esperando que ella estuviese escondida en algún sitio, esperando a que yo la encontrase.
Hasta el momento, nunca me había planteado si realmente estaría enamorado de ella, para mí solo existía Noa y todo lo que la rodeaba. Y tú, que conoces la historia, te plantearás la duda de cómo algo que empezó así pudo acabar... como acabó.
Por hoy no te escribo más, prometo seguir mañana.
[...]
01 Enero 2004
Pues, como acabé diciéndote ayer, ella se metió en mi vida por cosas del destino: un día, en el que probablemente anduviese bastante decaído (ya sabes que, a parte de mi ruptura con Noa, tenía problemas familiares de aquella) paseando cabizbajo por las calles que tantas veces has visto, pero nunca conmigo, una mano se puso en mi hombro y una voz dulce me dijo:
- Perdona, ¿nos conocemos?, me resultas familiar. - Me echó una mirada a los ojos y prosiguió - ¿Estás bien?
Por alguna razón que aún desconozco fue ella y no otra quien ese día se preocupó por mi. Para mi resultaba como un castigo que la chica por la que había sufrido tanto en vano, fuese la que finalmente justificase mi sufrimiento hermanándose conmigo.
Pasó el tiempo y los dos seguíamos viviendo en mundos diferentes, en ambientes diferentes, como si aquella tarde no le hubiese contado yo mis problemas con Noa y mis problemas familiares (problemas de los que hasta ahora solo ella sabe), como si fuese normal para ella que un completo desconocido se sincerase de tal manera. Nisiquiera me reconocía por la calle, pensé que era cruel, pero a la vez me resultaba muy dulce, la más dulce.
El 15 de Noviembre, el que proclamé el mejor día de mi vida (durante la semana siguiente, claro), descubrí que Ana formaba parte de una escasa selección de alumnos que viajaban al extrangero, a convivir una semana todos juntos frente a nuevos idiomas, costumbres... Pese a que yo era un año menor que ella, también formaba parte de esa selección y probablemente viajase con ella. Pasé las noches que restaban para el viaje en vela, pensando en qué decirle, en cómo y si sería capaz de verla a los ojos...
[...]
05 Enero 2004
Siento no haberte escrito estos días, pero estuve un poco ocupado con unos asuntos.
Bueno, prosigamos:
Y entonces llegó el gran día: tenía que coger el avión en el aeropuerto a las 7 de la mañana, casi no llego para cogerlo. Al llegar al avión me esperaba una sorpresa que me hacía olvidarme de la angustia que antes había tenido que sufrir. Otra vez, como si éste fuese su juego favorito, Ana había solucionado el problema que ella mismo había creado sin saberlo. Ana era mi compañera de asiento. Desde ese momento dejé de sufrir, confiándome en que Ana solucionaría todos los problemas que ella misma habría creado.
Desde el momento en el que compartimos asiento en el avión nos fuimos uniendo un poco más, creando confianza hasta el punto en el que, en cuatro días de convivencia nos recorríamos juntos las calles de París como dos enamorados (aunque ella desconocía mis sentimientos), agarrados, pasando frío pensando en dónde nos habíamos metido. Los días pasaron y nuestra "amistad" fue creciendo. Era el último día de viaje y mi compañero de habitación (el único hombre a parte de mi en la selección) me pidió que le confesase a Ana lo que sentía por ella. Así hice, pero por escrito, como mejor se me daba de aquella, puesto que era muy vergonzoso, y más si se trataba de ella.
Supuse que leería la carta y se reiría de mi o simplemente me diría que lo mejor era que lo olvidásemos y eso... no le pedí respuesta alguna, pero me la dió. Me pidió que hablase con ella, nos sentamos ignorando a el resto del mundo que nos miraba como esperando que nos diésemos un beso o a que ella me cruzase la cara, eso nunca lo sabré.. Me dijo que me quería, que sentía algo por mi, pero (en estos casos siempre hay un pero) no sabía si deberíamos estar juntos, pensando en una futura rupura que nos dejaría bastante mal a los dos. Me tomé eso como una forma de decirme que la dejase en paz, pero ella empezó a llamarme para que quedásemos, como dándome otra oportunidad.
Eso hicimos, estuvimos quedando cerca de un mes. Nos veíamos todos los fines de semana, pasábamos juntos horas hablando, cara a cara, muchas veces sobre nuestra relación, relación inexistente que me hacía sentirme cada vez peor.
06 Enero 2004
Quedábamos todos los sábados, maldito el día que no pude ir. Ese fin de semana Ana conoció a un chico y ese mismo día se liaron. No me cabía en la cabeza: la chica por la que tantas veces había llorando y la chica que tantas veces me había apoyado mientras lloraba por su culpa, se reía de mi, en los brazos de aquel chico, mientras el la besaba.
Ella nunca me contó la verdad sobre ese día, escondía tras su sonrisa todo, como intentando hacerme creer que, detrás de la parte cruel que yo creía conocer de ella, se escondía realmente una parte dulce.
Un buen día no pude contenerme y le dije lo que sabía. Ella dejó de hablarme, de llamarme, de quedar conmigo... ¿era yo el culpable? Me evitaba, cruzaba de acera y no contestaba a mis llamadas... Decidí olvidarme de ella, o por lo menos fingirlo para no sufrir más, intentar creerme que la había olvidado y buscar a alguien para que me apoyase, pero no encontré a nadie...
Me sumergí en una depresión de la que no era capaz de salir, ni el apoyo de Noa (que desconocía toda mi historia con Ana), podía hacerme levantar un poco la cabeza y olvidarme de "ella", pensar que hay más mujeres en el mundo... Ni yo mismo me creía mis inventos para sentirme mejor, ella ocupaba toda mi mente, era una obsesión, era... todo.
07 Enero 2003
El día de San Valentín reuní valor para escribirle una carta. No recuerdo exáctamente lo que ponía en ella, solo era una vía de escape de mis sentimientos, como hoy lo es esto. No ocupaba más de seis líneas, serían unas treinta palabras. Ella al leerla se echó a llorar y la rompió. Rompía todo lo que escribía sobre "ella" porque la hacía sentirse culpable.
Pensando en que, como de costumbre, Ana solucionaría los problemas que ella misma me había creado, me confié, pero esta vez no fue así. El mismo día en que leyó mi carta empezó a salir con aquel chico... Creí que me moriría, todo empezó a darme igual y empezaba a odiarla cada día un poco más, empezaba a odiar a esa chica que llegué a querer tanto como para echar a perder todo por ella, para conseguir una sonrisa dedicada suya. Todos mis sueños se apagaron y me creí incapaz de volver a empezar otra relación.
De ese día en adelante le retiré todo tipo de mínima muestra de que me impotartase su existencia, aunque realmente sí que me importaba, lo era todo para mí.
Desde ese día hasta hoy han pasado algo más de diez meses, ¿recuerdas?
Aunque nunca haya tenido valor a decírtelo: te quiero, Ana.
Hugo
PDT para los lectores: Me gustaría que me dieseis opiniones sobre la carta y no me importa que pregunteis si dudais sobre alguna parte de la historia, aunque he modificado un poco la carta para que alguien que no me conozca coja más o menos el hilo. En los sitios que aparece "[...]" es que, o bien falta parte de lo que conté ese día o bien faltan las cartas de esos días (esque me extendía demasiado, la carta original ocupa 8 folios).