CAPÍTULO 6
Un rayo de sol entró por la ventana y le dio a Vanel en la cara. Abrió un ojo y se deslumbró. Se incorporó en la cama y miró el reloj que había en la mesita de su cuarto.
- ¿¿¿Cómo???.- gritó Vanel.- Es muy tarde, ¿qué habrá pasado?. No ha sonado el despertador, ni mamá me ha levantado.
Vanel hizo memoria. Recordó la excursión, al imbécil de Hoof, la bronca con su madre, a Ádala en el hospital. Y a Garry.
- ¿Qué hago?.- pensó Vanel en voz alta.- No merece la pena irme al colegio, sólo deben quedar las últimas clases.
Se fue a la cocina con la intención de tomar algo. Al entrar se encontró con un papel pegado al frigorífico. Era la letra de su madre. Leyó el mensaje:
Vanel, lamento todo lo ocurrido ayer, lo siento mucho, de verás. Pero aun así creo que deberías seguir yendo al colegio. Es muy importante que vayas hoy al colegio. Volveré a eso del mediodía. Recoge a Fufú de la guardería y volved a casa rápidamente. Un beso.
Vanel leyó varias veces la nota. Había cosas que no entendía. Ayer su madre no quería que fuera un guerrero, pero hoy era muy importante que fuera al colegio. ¿Por qué no estaba su madre en casa?. Las preguntas volvieron a rondar la mente de Vanel. Si no era bastante con las dudas que tenía ayer, ahora tenía más cosas de las que preocuparse y pensar. Y una de esas cosas era Ádala. Decidió que iría al hospital a visitarla, así si volvía su madre, creería que había ido al colegio. Volvió a su cuarto y cogió la mochila. Vació la mochila de libros y metió un par de bocadillos para el viaje. Escondió su espada bajo la cama. No le apetecía ir cargando con ella.
- Bueno, todo listo, me voy.- dijo Vanel.- Espero que al menos Ádala este bien.
Bajó a los sótanos y esperó a la portadora que iba a Vandarel. Los trenes-sótano que salían de Kylis, costaban algo de dinero. A Vanel se le había olvidado ese pequeño detalle. Buscó en sus bolsillos pero no encontró nada.
- Quizás en la mochila.- pensó Vanel.
Abrió uno de los bolsillos y se encontró con la piedra. Ni se acordaba que estaba allí. Junto a la piedra había algunas monedas. Cuando metió la mano para cogerlas sintió un fuerte dolor.
- ¡Aaaah!, quema.- gritó Vanel.
Miró a su alrededor, había varias personas mirándolo. Vanel se puso rojo.
- ¿Estás bien?.- preguntó un anciano que estaba a su lado
- Sí, claro.- respondió Vanel.- ¿Por qué no iba a estarlo?
El anciano miró a Vanel con cara extraña y volvió a mirar hacia otro lado. Vanel lamentó haber sido tan desagradable con el hombre, pero ya estaba bastante cansado de aquella situación. Ahora la piedra quema, ¿por qué?. Pensó en tirarla, realmente ni era suya, se la encontró en la funda de su espada. Pero algo le impedía hacerlo. Se sentía unido a aquella extraña piedra. En ese momento el tren llegó. Vanel se acomodó en uno de los asientos y se puso el aero-phone en la cadena de música. Cerró los ojos.
- Eh, dormilón.- dijo una voz.- El dinero
Vanel abrió los ojos y se encontró con el revisor. Se había quedado dormido. Se quitó los cascos rápidamente y abrió el bolsillo donde vio el dinero. Le dio la vuelta para que cayeran las monedas para no tener que meter de nuevo la mano. El revisor se quedó mirándole con cara extraña pero a Vanel no le importó. Una vez en el suelo, cogió las monedas y pagó al revisor.
- Gracias.- dijo. Y se fue sin mirar atrás.
Vanel recogió las monedas restantes, pero no se atrevió a recoger la piedra. Se quedó mirándola. Brillaba, pero no parecía que quemara. Extendió el dedo índice y lo acercó cada vez más. La tocó rápidamente. Estaba fría. Que extraño. Vanel la cogió y se la metió en el bolsillo. Volvió a ponerse los cascos.
- Próxima parada, hospital de Vandarel.- dijo la voz robótica del panel.- Gracias por usar los trenes-sótano.
Vanel salió del tren y fue en busca de la cabina de información. No era la primera vez que estaba allí. Había ido a que le escayolaran un brazo hace unos meses. Llegó a la cabina de información. Había una enfermera con cara de angustia, revolviendo papeles y llamando por teléfono. Vanel esperó a que acabara
- Hola.- dijo cortésmente.- Vengo a visitar a Ádala Proud. Vino ayer por la mañana.
- Un momentito.- La enfermera miró en el ordenador durante un rato.- Lo siento, no tenemos ninguna paciente con ese nombre.
- ¿Qué?.- se sorprendió Vanel.- ¿Está segura?
- Completamente, chaval.- dijo altaneramente.- Mi trabajo consiste en eso
- De acuerdo, lo siento.
Vanel se dio la vuelta. ¿Dónde estaría Ádala?. Quizás estaría ya en su casa. Recordó las palabras de Rogan. Rogan dijo que no parecía herida y que le guiñó un ojo. Se sentó en un asiento a pensar.
De repente llegó el caos. Por la puerta empezaron a llegar camillas y más camillas de gente ensangrentada. Vanel se quedó inmovilizado, contemplando el cruel panorama. Los enfermeros no daban abasto. Corrían de un lado transportando a los heridos hacia las habitaciones. Los cuerpos de las víctimas balanceaban los brazos por los bordes de las camillas, inertes. Había beegers lanzando hechizos curativos por todos lados. Los gritos de dolor recorrían la sala.
Vanel no había observado algo tan terrible en su vida. Miraba de un lado a otro, sin saber que hacer. ¿Debía ayudar?. ¿Debía permanecer ahí sentado?. La segunda opción era la más sensata. Los pocos niños que había en la sala, eran llevados a otras partes por sus padres, tapándoles los ojos para que no vieran aquel espectáculo
La tranquilidad volvió poco a poco al hospital. Los heridos fueron llevados a diferentes habitaciones. Vanel se fijó como a varios cuerpos, los llevaban al mismo sitio, ¿serían los cadáveres?. Un escalofrío le hizo dar un respingo. Vanel se levantó para volver a la cabina de recepción.
- Perdone.- dijo suavemente.- ¿sabe que ha pasado?
La enfermera miró a Vanel de arriba abajo, inspeccionándole, como decidiendo si era demasiado pequeño para decírselo o no. Al final contestó
- Ha sido otro ataque. Pero esta vez no ha sido tan violento como los anteriores.
- ¿Otro ataque?.- dijo Vanel. Vanel iba a expresar su rechazo hacia los rebeldes, pero se acordó de que estaban en el hospital de Vandarel, de que los rebeldes eran de allí y de que probablemente, muchos de sus habitantes los apoyaban. Además tampoco estaba seguro de que bando estaba. Los rebeldes sólo defendían su libertad y su salud.
- Eres de Kylis, ¿verdad?.- preguntó la enfermera
- ¿Qué?.- preguntó Vanel.- No, no, que va, soy de...
- No hace falta que disimules, chico.- interrumpió la enfermera.- Llevas el escudo del colegio de guerreros de Kylis
Llevaba la ropa del colegio, la cual llevaba un pequeño escudo rojo, insignia del colegio y de los guerreros. Vanel bajó la mirada. Lamentó haber mentido
- No te preocupes, aquí no odiamos a los de Kylis.- le tranquilizó.- Esto es un hospital. Tan solo curamos a personas, sean de donde sean
- Hay guerreros que no son de ningún bando.- dijo de repente Vanel, como defendiéndose
- Ya lo se. Sólo el ejército parece empeñado en que se sigan construyendo las macromáquinas, a pesar de que se ha demostrado que la energía vaporífica está haciendo que... bueno, que... ¡no tengo por qué contártelo!
Vanel no supo que contestar, así que cambió de tema rápidamente
- ¿Es cierto que en Vandarel no hay energía vaporífica?. Una amiga me ha dicho que se sigue quemando plástico.
- Bueno, no del todo cierto. En lugares públicos se sigue usando, como en este hospital, y también la usamos en los trenes-sótano. Realmente es en los barrios bajos donde no se usa.
- ¿Y por qué?
- El ejército de Kylis es quien administra la energía. La vende a un precio muy alto y el gobierno de Vandarel no puede comprarla.
- Realmente es injusto. Sois vosotros los que fabricáis las macromáquinas.
- Si que lo es, pero no podemos hacer nada. Los guerreros de Kylis obligan a los esclavos a trabajar. Parece que Kylis está vendiendo macromáquinas a otros países de Tyom y por lo que se están ganando mucho dinero. Parece que no le importa que nuestro pueblo sufra, siempre y cuando siga ganando dinero.
- Realmente, en Kylis no se sabe nada de esto. La gente está en contra de los rebeldes porque matan a los de su pueblo, pero no saben el trasfondo de la historia.
- Ya, el gobierno sabe mentir muy bien y ocultar la información. Pero...
- ¿Pero qué?.- dijo Vanel
- Sí sólo fuera eso, creo que hay algo más maligno detrás de todo esto.
- ¿Qué quieres decir?
- Nada, nada. Oye... eh.. tengo mucho trabajo.. No me entretengas más.
La enfermera volvió a su trabajo y Vanel entendió que la conversación había acabado. Se sentó de nuevo en su asiento, haciendo tiempo para volver a su casa. Se sentía mal por ser guerrero, pero pensó que aunque lo fuera algún día, podría defender lo que el creyera correcto. Pero si algo le había echo pensar, era que aquella enfermera sabía algo más, algo que por su mirada, parecía mucho más terrible que unos simples ataques de rebeldes.
En ese momento, apareció un médico en la sala. Se acercó a la enfermera y le susurró algo al oído. La enfermera le asintió con la cabeza. Aquel hombre le era familiar. De repente se dio la vuelta y le miró.
- ¿Vanel?.- preguntó.- ¿qué haces ahí sentado?.
Era el padre de Ádala.
- Pues....- no sabía que decir.
- Vamos.- le dijo el padre de Ádala.- ¿A qué esperas?. Mi hija te está esperando en mi despacho. Quiere decirte unas cosillas. Sígueme. Creía que nadie iba a venir, pero aquí estás, tal como dijo ella.
Vanel se quedó con los ojos muy abiertos. ¿Ádala le esperaba?. Pensó que todo lo que le podía decir Ádala no iba a impresionarle después de los acontecimientos durante aquellos días. Qué equivocado estaba