Halos de luz. 1

Hace ya tiempo comencé un relato llamado Halos de luz, el cual, como tantos otros, abandoné.


Pero en este caso me quedé con las ganas de retomarlo, cambiarle algunas cosillas, pensar detenidamente en el tratamiento que le iba a dar... y... bueno, este es el resultado :)

Espero que os guste!
Él lo sabía.

Lo sabía, y sus manos temblaban encima del teclado. La luz del monitor parpadeaba impertinente y los cigarrillos se amontonaban en el cenicero, ya rebasado de ceniza. Tenía los ojos vidriosos y la boca reseca, sus manos no sabían donde posarse, y, enseguida, los labios comenzaron a temblar.

- Dios santo... - Apenas se podía apreciar su voz, pero con mirar su cara podías adivinar que estaba aterrado.

Enseguida miró a su alrededor, levantando un poco la cabeza para poder ver por encima de las paredes de los cubiculos de la sala. Nada extraño. Se volvió a sentar y, sin apenas darse tiempo a pensar, se lanzó a por otro cigarrillo, (Aunque hubiera otro consumiendose en el cenicero) encendiendoselo impulsivamente y succionando compulsivamente. Tras un par de segundos sentado, mirando a la nada, agachó la cabeza y el cuerpo, apoyando sus manos en las rodillas y respirando rapidamente.

- ...extraño...

Emilio se lanzó encima de la regleta donde estaba enchufado su ordenador, desconectandola rapidamente. Había oido a alguien acercarse, y por nada del mundo se tenían que enterar...

...aunque... ¿Para qué?, Emilio sabía que se habían enterado, era imposible que no lo hubieran hecho. Y Emilio también sabía que en un par de minutos se habría convertido en una masa humeante de carne y plomo.

- Emilio, ¿tu sabes algo del hacker ese que se nos ha metido? Ha estado rebuscando en los archivos...

- No. - Dijo rotundamente, mientras fijaba su mirada en un punto de la vacía pantalla, todavía chispeante de electricidad estática.

- De acuerdo. Luego, ¿Querrías venir a tomar unas cañas? Hemos quedado los de siempre en la planta 3, te apuntas?
No hubo resuesta, solo un silencio absurdo e incómodo que hizo a Emilio concentrarse todavía mas en aquel punto. Notó como su compañero se alejaba entre murmullos.

De repente, Emilio sintió unas ganas increibles de salir corriendo de aquel edificio, algo le impulsaba a salir de allí, algo o...
¿Carlos?
Emilio se levantó rapidamente, sacó la cabeza por encima de nuevo y les vió. Vió a varios hombres vestidos de militar aparecer por la puerta de escaleras, la de emergencia y el ascensor. Y todos miraban hacia donde Emilio se encontraba.

"CORRE, CORRE COMO EN TU PUTA VIDA HAS HECHO, EMILIO"

Y salió corriendo, entre detonaciones de polvora, gritos de secretarias, ruido de papeles volando, madera rompiendose y cristales explotando hacia el vacío de la ciudad. Emilio se agachó bajo las balas metálicas que volaban, y, corriendo como pudo, entró en un despacho.

En el despacho, un directivo estaba bastante ocupado con una secretaria que al parecer había dejado caer unos papeles justo debajo de la mesa, y, como buena secretaria, debía cogerlos y... bueno... hacer alguna caricia a su jefe.

"CORRE, CORRE EMILO"

Tras el sobresalto, Emilio corrió hacia a segunda puerta que había a su derecha, que daba directamente a una escalera de incendios para directivos (para que no se achicharren los pobres, en caso de fuego). Entró, mientras oía un grito de la secretaria, dos detonaciones de fusil y dos sonidos húmedos y pegajosos, teñidos de rojo, quizás.

Bajó las escaleras de 3 en 3 peldaños, al tercer piso por debajo del suyo, -el sexto- se calló, emitiendo un sonido sordo de dolor, a la vez que un crujido en la rodilla y rasgadura de piel en el posamanos metálico de color blanco (ahora rosado) de la escalera. Se incorporó entre jadeos y el ruido de gente corriendo. Una bala le rozó la mano, perforando el posamanos, lo que le propició la fuerza necesaria para seguir bajando, pese al dolor.

Tras bajar seis pisos, entró en una puerta justo enfrente de la escalera, una especie de sala de calderas-almacen. Emilio cojeaba, y dejaba un bonito rastro de sangre que hacía que su zapato sonase como velcro cada vez que pisaba. Notó los pasos detrás suyos, mientras se limpiaba la cara de la sangre que se había hecho en el posamanos, otras dos balas perforaron la pared de enfrente, la pared que ofrecía otra puerta.
Abrió la puerta, y entró en el parking del edificio. Cara de sorpresa, ¿Tanto había bajado por las escaleras? Un compañero de Emilio salía de su coche en ese momento, recién aparcado. Justo cuando fué a dirigirse a él, vió el metál brillar cerca de su cara, la cual reventó como una sandía.

Emilio sabía que hiciera lo que hiciera no se salvaría, así que se detuvo, y se dió la vuelta.

"MATADME, HIJOS DE PUTA, MATADME, NADIE DEBE SABER LO QUE VAIS A HACER, HIJOS DE LA GRAN..."

Una bala perforó la traquea de Emilio, haciendole que cayera de espaldas, profiriendo un bonito *crack* al chocar su craneo con el suelo polvoriento del parking. Dos figuras se acercaron a contraluz hacia la figura moribunda de Emilio.

Tras unos segundos, comenzaron a dispararle, las balas perforaban su cuerpo, moldeandolo como plastilina, deformando cada poro de su piel y llenando su torso y cráneo de balas.

Tras cinco minutos disparando, cambiando el cargador, disparando, cambiando el cargador... Un tercer militar trajo a una chica rubia, de pelo rizado y con expresión muy triste en la cara, llevaba una venda en los ojos, y el tercer militar se la quitó. Tras esto, los tres militares salieron corriendo, y la chica se quedó de pié, sola entre los coches, el cemento y el amasijo de carne y plomo.

La chica cerró los ojos, y cuando los abrió, el parking se llenó de luz y ruido, ademas de un grito agudo y resonante de su garganta.
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