Inmediatemente después de cruzar el portal interdimensional, Tom Asco aterrizó al otro lado de un muro gris que tenía todas las carecterístcas geológicas y paisajísticas de los muros grises. Era un muro fenómeno, como pensó el hombre hacia sí. Un momento después se encontró en un paisáje arbóreo, lleno de bosques y de más muros grises estupendos. Era algo como una gran extensión natural si no fuera por el hecho de que había llegado hasta allí atravesando una puerta interdimensional que se había abierto en el dintel de su cuarto de baño.
Aún así, era una verdadera extensión natural.
-¿Qué huevos hago yo aquí?- Se dijo para sí el señor Asco.
Obviamente la respuesta no le llegó de alrededor. Ni siquiera la obtuvo de su estómago cuando rugió recordándole que, además de haber dejado atrás su bonito apartamento, también había dejado el pescado preparado encima de la mesa. No lo había comido. Se maldijo a sí mismo porque era jueves, y todos los jueves cenaba pescado.
La respuesta le llegó más adelante, cuando, de entre la maleza, e igual de intrigados que Tom Asco, unos cangrejos azules se acercaban para saludarlo.