1ª Anotación.
Este será mi último día de libertad. Desde nuestro pequeño refugio junto a la pared del cañón puedo ver las luces de la ciudad a lo lejos y admito que mi corazón tiembla de rabia y de miedo ante la incertidumbre de lo que me espera en su interior, pero ninguna de esas emociones es comparable a mis ansias por terminar todo esto de una vez. Estoy tan cerca y a la vez tan lejos de acabar mis estudios, solo un experimento más, una única invocación… y todo habrá terminado. Pero para ello los necesito, y mi corazón sonríe con ironía al saber que ellos también me necesitan a mí y confiarán en controlarme con sus estúpidas amenazas. Sin saber que son inútiles, pues nadie puede amenazar a aquel que ya ha renunciado a su vida y eso es precisamente lo que yo estoy a punto de hacer.
Creo que Irenus sabe lo que pretendo. No he hablado mucho con él en estos días pero puedo ver en sus ojos una chispa de inteligencia que no había visto en los de ningún otro. Quizás por eso es el único de nuestros jóvenes que ha sobrevivido, aunque cada vez que le miro y siento la frialdad de la sonrisa que adorna su rostro al repasar con su mano la enorme hoja de su arma me pregunto si realmente lo ha hecho.
A veces parece solo un fantasma, una sombra que me sigue y desaparece de vez en cuando solo para volver más tarde dejando un rastro de sangre tras de sí. Es entonces cuando comprendo que sí es real, aunque jamás entenderé la satisfacción que parece sentir al matar a otros y he llegado a temer por mi vida al verle en acción. No es venganza lo que busca, es solo sangre, dolor… como si su cuerpo tratase de devolver todo el sufrimiento que le han causado.
Tal vez por eso ha elegido ese arma y no solo su magia, para ver la mirada de terror en el rostro de sus víctimas cada vez que desciende sobre ellos. Pero no está loco… no, sus ojos son los de alguien que sabe lo que hace y sé que tiene algún plan. Sea el que sea, espero estar lejos cuando lo lleve a cabo porque sé que entonces también mi vida correrá peligro. Él no es como los demás, no odia solo a los monjes o al ejército de Acares. También nos odia a nosotros, a Tarman y a todo aquel que haya tenido algo que ver con la guerra.
¿Por qué me ayuda entonces?. Eso es algo que jamás comprenderé del todo, solo sé que haría lo que fuese para dañar a Acares y parece haber visto en mi un arma que podrá usar si me ayuda a alcanzar mi objetivo. Es sorprendente que su simplicidad sea a la vez tan brillante, no importan motivaciones, amistad, odio… nada, solo su objetivo. Y esto lo convierte en un peligro para Marcus mucho mayor del que yo seré jamás.
Esto es lo único que lamento mientras escribo estas últimas líneas. No poder quedarme aquí y ver el legado de este muchacho y su repercusión en el futuro de Linnea. Yo debo continuar mi camino y aportar mi propio grano de arena a la montaña de la historia aunque este sea borrado luego por los monjes y su censura. Pero aún así mi trabajo continuará, ¡Debe continuar!, aunque solo aquellos que lean este diario sepan lo que sucedió realmente.
El sol empieza a levantarse, ha llegado el momento. Necesito tiempo para el hechizo que ocultará mi diario en Árunor hasta que pueda volver a escribir con libertad y mi destino me espera. Es hora de levantarse y empezar a caminar hacia esa maravillosa ciudad blanca tras la que mis verdugos y mis víctimas sonríen cogidos de la mano… es hora del principio… y del fin.
Irenus me mira con una sonrisa al ver que he dejado de escribir, él también sabe que voy a morir y sé que eso no le desagrada. No importa, yo la he aceptado hace tiempo, ya ni la muerte podrá detenerme en mi camino hacia el objetivo que he buscado durante tantos años.
2ª Anotación.
Hoy lo he visto por primera vez. Han pasado varios días desde mi captura, si es que puede llamarse así a la forma en que entré en la ciudad y me entregué a sus sorprendidos guardias, pero al fin he conseguido que acepten mi petición. La amenaza de no cumplir sus demandas y el miedo a lo que podría hacer si decidiese traicionarlos ha sido mayor que su temor y me han llevado hasta las catacumbas para permitirme contemplar esa extraordinaria joya.
Han sido solo unos segundos y sé que no permitirán que me acerque a él de nuevo, pero jamás olvidaré la sensación que invadió mi cuerpo al contemplarlo. Su oscuridad es a la vez más tenebrosa que la del propio Malar y más brillante que la luz del cristal blanco, casi como si su mera existencia deformase la realidad a su alrededor provocando un juego imposible de luz y tinieblas en el que no existen sombras… ni luz… solo un manto negro que lo atrae todo a su interior.
Cada una de sus caras es opaca a diferencia de sus cinco patéticas copias, no reflejan nada salvo la oscuridad de su interior y ni siquiera esta aparece en ellas, es más como mirar a un vacío infinito que a algo sólido. Y su poder… su poder es indescriptible, incalculable… imparable. Su sola presencia en la catedral ha hecho que la luz de su opuesto blanco se apague casi por completo e incluso ahora, lejos de él en esta maldita celda, puedo sentir su influencia rodeándonos a todos en un abrazo oscuro que los monjes ignoran.
Todo esto no hace más que reafirmar mis teorías. El poder de Árgash supera con creces el de esos inútiles cristales de los magos y ni siquiera puede contenerse en uno de ellos, las grietas que recorren su superficie y el pequeño fragmento que ya se ha desprendido de él es la prueba tangible de ello. Y aún así los monjes ni siquiera se cuestionan lo que ha sucedido, lo aceptan por imposible que parezca y se conforman con seguir adelante con sus vidas en la comodidad de la paz que la destrucción de Árgash ha traído al fin a Linnea. Como si todo acabase aquí y Árunor no existiese ni la muerte de una criatura semejante afectase a su equilibrio.
Pero qué se puede esperar de unos meros aprendices. Con sus maestros muertos en el combate contra Árgash y los grandes magos abandonando el reino tras ese estúpido decreto del rey lo único que queda son un grupo de niñatos jugando con fuerzas que no comprenden. Su vanidad los ha llevado incluso a adoptar las viejas escuelas como una religión y por toda su catedral hay imágenes de su viejo maestro como si este fuese una especie de profeta… o dios, todavía no sé hasta que punto llegan su fanatismo y su locura. Aunque supongo que no debo quejarme, después de todo su ineptitud es mi principal ventaja en este juego y no me gustaría perderla… por humillante que resulte.
Todas mis precauciones, mis planes, los días que pasé ideando una razón sólida que me permitiese presentarme ante ellos sin levantar sospechas y los argumentos para apoyarla. Todo eso es ahora inútil ya que ni siquiera se han preguntado qué hago aquí o como he sabido de sus necesidades, han aceptado mi presencia como algo natural y solo les preocupa seguir adelante con sus propios planes ahora que tienen lo que necesitan. Algo que me alegra enormemente pues estos son también los míos y ahora sé que podré llevarlos a cabo, solo espero que los resultados estén a la altura del sacrificio que me están exigiendo.
Por ahora solo me queda esperar. Me han encerrado hasta que todo esté listo para partir hacia el lugar que han elegido y por lo que he oído tardarán todavía varios días mientras aseguran toda la zona. Resulta tan irónico ver como toman tantas precauciones para evitar un ataque del exterior cuando su mayor peligro está ya entre ellos, comiendo la comida que ellos mismos me han traído y con la posibilidad de liberarse a su voluntad ya que ni siquiera se han molestado en atarme.
Pero no lo haré… no, aunque resulte tentador el acercarme una vez más a ese cristal sé que jamás podría usarlo, su poder es demasiado grande. Debo ser paciente y conformarme con esa pequeña esquirla, eso es todo lo que necesito y la recompensa es demasiado tentadora como para arriesgarlo todo ahora.
También he escuchado rumores sobre mi compañero, sobre el muchacho que me escoltó hasta aquí y me abandonó en las puertas de la ciudad sin temer en absoluto a los guardias que patrullaban desde las torres. Irenus se ha ido como pensaba, pero no esta tan loco como parecía. Otros prisioneros que han llegado más recientemente a este apestoso calabozo hablan de un grupo de jóvenes que caza en las llanuras al Este de Ramat como un grupo de bestias salvajes. Una manada de cazadores con un demonio como líder que usa una segadora para destrozar a sus víctimas y los dirige hacia las tierras asoladas del viejo imperio.
Se equivocan, yo sé que no se trata de ningún demonio, pero no puedo culparles por pensar así. Me pregunto qué pretende, Irenus trama algo y parece dispuesto a dejar un legado tras de sí, aunque el suyo no será en forma de manuscrito sino de seguidores que continuarán su labor… sea cual sea esta.
De todas formas, ahora lo que ese muchacho haga ya no puede afectar a mi futuro ya que este está decidido y solo puedo esperar a que los preparativos estén listos para poner fin a este juego de una vez por todas. Hasta entonces seguiré escribiendo este pequeño diario, ahora sé que ni siquiera tengo que molestarme en ocultarlo con mi magia y eso lo hace todo mucho más sencillo.
Hay tantas cosas que tendría que explicar para que aquellos que sigan nuestro legado puedan algún día comprender todo esto, tantos detalles e información que jamás podré plasmar aquí y se han perdido para siempre entre las llamas que consumieron nuestros manuscritos en la escuela. Pero puedo ayudarles a entender… a ver más allá de las mentiras con que serán educados y recordarnos como algo más que los vencidos en una guerra que nosotros no empezamos.
Solo tengo una duda. ¿Por donde empezar?. Llevamos tantos años trabajando en esto y hemos estado tan cerca que ahora vernos tan lejos de nuevo hace difícil saber en que punto iniciar este relato. Creo que lo más fácil será empezar por el principio, por las mentiras con que crecimos y ahora sabemos que no son más que un espejismo creado por bárbaros con mentes demasiado cerradas sobre sus estúpidos valores morales y éticos como para entender la verdad. Sí, creo que eso haré…
3ª Anotación.
Todavía hoy recuerdo el momento en que escuché su voz por primera vez pronunciando su propio nombre: Nesk-lat. Sin miedo, sin preocupación, hablando con una voz tan serena y modulada que nos hacía sentir como si nosotros fuésemos los monstruos y no al contrario. Aunque por otro lado, ahora que lo pienso más fríamente me doy cuenta de que en ese momento probablemente lo éramos.
Podría pasar días hablando sobre esta criatura, este… ser cuya sola existencia rompía por completo nuestras creencias más antiguas como si el destino se mofase de nuestro orgullo mostrándonos lo inferiores que éramos realmente. Pero aquel tiempo ha pasado, mis días de escolar se perdieron entre el humo de Ramat y no me extenderé sin motivo, solo lo justo para que aquel que lea esto comprenda el por qué de nuestro asombro.
Su aspecto fue lo primero que nos sorprendió. No se trataba de una criatura deforme y monstruosa como sus congéneres, sino de un ser elegante y majestuoso cuya presencia desprendía sabiduría en lugar de agresividad, calma en lugar de violencia. Algo que hasta entonces jamás habíamos visto en nadie de su especie y solo el sombrío brillo dorado de sus ojos conseguía atenuar recordándonos su procedencia y la influencia de Darshan en toda su raza.
La forma más sencilla de describirlo es comparándolo con nosotros mismos, si bien esto resulta extremadamente cruel para nuestra propia especie pues destaca aún más nuestra inferioridad. Físicamente recordaba a un joven corriente, tal vez un poco más alto que la media aunque no lo suficiente para ser algo destacable. De cabellos blancos como la plata que alcanzaban más allá de su cintura, ojos dorados con pupilas extrañamente estrechas engarzados en un rostro elegante de barbilla suave y pómulos pálidos ligeramente cubiertos por parte de sus cabellos de plata.
Me duele reconocerlo pues amo este mundo y durante años lo creí superior a su gemelo oscuro, pero jamás había visto a una criatura tan hermosa durante todos mis años en Linnea y no creo ser el único que más de una vez ha lamentado nuestra mala suerte al invocarlo a él y no a una de las hembras de su especie. Ya no por razones de estudio, sino para comprobar con nuestros ojos hasta donde llega la belleza de estas criaturas y si seríamos capaces de resistirnos a su encanto. Algo que dudo francamente.
Pero volvamos a Nesk-lat. Su cuerpo aparecía oculto por extraños ropajes que denotaban una cultura rica y compleja semejándose a las de uno de nuestros generales. Una especie de uniforme totalmente negro, con afiladas botas metálicas hasta las rodillas sobre un pantalón grueso, guanteletes también oscuros salvo por la parte interior del puño teñida de un tono plateado y enormes hombreras que sostenían una larga capa escarlata coronada por un arco de plumas blancas. Ambas piezas eran idénticas en cuanto a forma, pero totalmente distintas en su apariencia siendo una plateada como sus cabellos y la otra tan negra como sus pantalones o la pesada chaqueta que cubría su pecho.
A parte de esto, lo más destacable de su vestimenta eran la multitud de grabados rúnicos escritos en un idioma vagamente familiar al nuestro pero mucho más antiguo que cubrían cada pieza de su armadura. Ninguno de ellos era lo suficientemente grande o destacable como para ser un emblema de algún reino, lo que venía a corroborar nuestra hipótesis del imperio único que dominaba Árunor, pero todos parecía cambiar de posición de vez en cuando y pronto nos dimos cuenta de algo aún más sorprendente. Aquello no era una armadura: era parte del propio Nesk-lat.
Su cuerpo creaba aquella armadura allí donde él deseaba y con la forma que quería, despejando a veces por completo una de sus manos cuando cogía algo del laboratorio para examinarlo con más detenimiento o transformándose en cuchillas afiladas y mortales cuando lo necesitaba. Era como si todo su cuerpo obedeciese a su mente para modificar su apariencia, lo que nos hizo darnos cuenta aún más del increíble poder que su raza debía poseer y evitó que nos sorprendiéramos demasiado al ver por primera vez las grandes alas de dragón que nacían de su espalda a su voluntad.
Lo más desconcertante de esta criatura, sin embargo, no era su aspecto sino su inteligencia y las pruebas de ella que pronto nos daría. Empezando por el momento de su aparición y la forma en que, afortunadamente, nos perdonó la vida a todos.
Nuestra magia era inútil contra él, no solo por lo ridículo de nuestro poder frente al suyo sino porque estaba pensada para manejar a criaturas semi-pensantes, no a seres con mentes más complejas que las nuestras. Y aún así Nesk-lat no nos destruyó, ni siquiera mostró violencia hacia nosotros, nos miró un instante como si nos examinase y se quedó de pie junto al cuerpo ya sin vida de nuestro maestro aceptando su destino de una forma que no comprendíamos.
Tardamos varias horas en atrevernos a acercarnos a él, no me avergüenza reconocerlo, sabíamos que podía matarnos con un gesto de su mano y solo el deseo de más conocimientos consiguió que superásemos ese miedo. Fue entonces cuando descubrimos algo aún más curioso: hablaba.
Su primera palabra fue su nombre seguido por frases que todavía hoy resuenan en mi cabeza buscando comprensión, pero pronto se dio cuenta de nuestra ignorancia y su voz calmada y serena empezó a hablarnos en nuestro propio idioma dejándonos boquiabiertos. Así comenzó todo…
A partir de ahí nuestra curiosidad no conoció límites y devoró a nuestro miedo conforme obteníamos respuestas con una facilidad hasta entonces desconocida para nosotros, como si Nesk-lat estuviese tan interesado por ayudarnos a entender como nosotros por aprender. Ahora pienso que tal vez fue así y aquella criatura deseaba enseñarnos para que no repitiésemos el error de las invocaciones, cuanto lamento no haberle escuchado entonces… o incluso ahora, cuando estoy a punto de cometer ese error de nuevo.
Nesk-lat nos confirmó muchas de nuestras hipótesis, nos habló de su civilización basada en la magia en lugar del vapor y la maquinaria, de su gente cuyo aspecto deformado ni él mismo reconocía en nuestro mundo pero aseguraba era similar al suyo. De él aprendimos las relaciones entre las castas con más claridad, conocimos el papel de protectores de los Dau sobre los Tai que ya habíamos intuido y el de maestros y guías de los Sei que cuidaban su civilización con un mimo superior al de cualquiera de nuestros gobernantes.
Todo esto, sin embargo, vino a cambio de un precio. Al cabo de unos días Nesk-lat dejó de respondernos exigiendo algo a cambio de más respuestas… y todavía hoy me siento extraño al recordarlo. Su precio para responder eran sus propios congéneres, el resto de demonios que habíamos ido invocando a lo largo de los años y continuaban encerrados en el edificio en distintos laboratorios. Pero, para nuestra sorpresa, este no quería liberarlos como en un principio habíamos temido… o tal vez sí, en cierto modo creo que aquello no era lo que parecía sino una liberación para esas desgraciadas criaturas.
Nesk-lat los mató uno tras otro delante de nuestros propios ojos sin que ninguno se moviese o tratase de defenderse. Todos aceptaban su destino reconociendo al Sei-Thar y este puso fin a cada una de aquellas lastimeras vidas con una rapidez y efectividad impensables para nosotros. Sin lástima, sin compasión, mirándolos a todos con una frialdad extraña que dejaba claro una vez más su lado sombrío manifestándose ahora en forma de una total falta de sentimientos respecto a la muerte de otras criaturas.
Cuando su trabajo estuvo cumplido Nesk-lat accedió de nuevo a seguir dándonos la información que tanto anhelábamos y nos habló al fin de aquello que más nos intrigaba: Árgash y Xhalina, los señores de Árunor. Esto, por desgracia, sería a la vez un don y una maldición para nosotros, pues sus palabras cambiarían para siempre nuestra forma de ver ambos mundos y la propia historia rompiendo los escasos límites morales que nos quedaban.
Primero nos hablaría de Árgash, el más antiguo y poderoso de los dos. Aunque, como pronto comprenderíamos, no por su poder sino porque sin él, sin comprender la verdadera naturaleza de aquella criatura, intentar entender a Xhalina o la existencia de nuestro propio mundo era del todo inútil.
4ª Anotación.
Desde el principio Árgash había sido nuestro mayor problema a la hora de intentar dar lógica a nuestras teorías. La idea de una sola criatura como él, o dos si sumamos a Xhalina, capaces de dominar con su poder al resto de seres de su misma especia resultaba algo muy poco probable. Ni siquiera un Sei-Thar, con todo su poder, habría podido dominar a un número lo suficientemente grande de Dau o Tai-Thar de no ser por el respeto natural que estos le profesaban, pero sabíamos que ese respeto estaba basado en el orden social que su casta, formada por un número de individuos suficiente como para poder controlar a las inferiores, había establecido durante siglos.
De ahí nuestro desconcierto. Aunque todas las criaturas de Árunor respetasen ahora a Árgash y a Xhalina por una cuestión social, ese respeto debía haberse fundado con la fuerza de su poder y esto parecía imposible teniendo en cuenta que incluso los Sei-Thar estarían bajo ellos. La diferencia de poder entre un Tai-Thar y un miembro de esta cuarta clase debería ser abismal, más de lo que la lógica nos permitía asociar a seres de una misma especie. Y cómo de costumbre no nos equivocábamos, aunque a veces deseo que lo hubiésemos hecho.
La respuesta a este enigma, a esta paradoja en la que nuestras teorías se habían enredado desde el principio y jamás habíamos podido responder, era insultantemente sencilla, tanto que quizás esa simplicidad fue el principal obstáculo que nos impidió verla hasta que la oímos de los labios del propio Nesk-lat.
Árgash pertenecía a otra especie… así de sencillo. El señor de Árunor no era uno de los “Thar” como habíamos convenido llamar a las tres castas de demonios, sino una criatura de una raza totalmente distinta que habitaba el mismo mundo y cuyo poder iba más allá de lo que podíamos imaginar.
En un principio esto nos alegró, nos dio ánimos para continuar pues suponía un avance en todas nuestras teorías. Pero nuestros logros pronto se volverían en nuestra contra al oír por primera vez los nombres del señor de Árunor pronunciados por la solemne y profunda voz de Nesk-lat:
“Árgash, el hijo de Darshan,… el padre de Árunor”.
Aquellas palabras no tenían sentido y recuerdo que yo mismo dudé de ellas en un principio, pero por fortuna para mí y aquellos lo suficientemente fríos como para seguir mi ejemplo conseguí ocultarlo. Los que no lo hicieron y dejaron que sus emociones se reflejasen en sus rostros aunque solo fuese a modo de una sutil sonrisa de incredulidad serían los primeros en comprobar la importancia de estas, así como el poder y la verdadera naturaleza del Sei-Thar.
Nesk-lat no solo era sabio, también era poderoso, severo… e implacable. Cuatro de nuestros compañeros dudaron de su palabra, y los cuatro cayeron muertos a nuestro alrededor sin que él moviese apenas una de sus manos para desatar su poder. No describiré aquí el poder de aquel hechizo, pues yo mismo no lo reconocí en su día y dudo que se encuentre siquiera entre nuestros libros más antiguos, pero si diré que su efecto no fue distinto al de los encantamientos de fuego negro que nuestros maestros habían aprendido a controlar con el paso de los años. Aunque, por supuesto, estos parecían un mero juego de niños al lado del poder desatado por aquella criatura.
Pero ni siquiera esto nos detuvo. Estábamos tan perdidos en el deseo de continuar nuestra investigación, tan embriagados por la curiosidad y la ambición de conocimiento que nada podía ya detenernos. Y para nuestra alegría, esa insistencia en seguir adelante tendría como recompensa las respuestas que tanto ansiábamos… y con ellas la destrucción de todo aquello que una vez habíamos creído saber sobre nuestro mundo.
Árgash es, en palabras del propio Nesk-lat, la criatura con vida más antigua de Alinor. Sí, Alinor, no Árunor, su existencia va más allá incluso de la de nuestros dos mundos y su nacimiento ni siquiera tuvo lugar en el antiguo mundo errante que dio origen a todo, sino en la lejana estrella negra de Darshan, de ahí su primer nombre.
Era una criatura oscura, sombría… aterradora. Un ser nacido de la oscuridad infinita que da vida a Darshan cuya existencia debió pasar desapercibida para el resto del universo durante eones mientras permanecía en su interior como un feto en el vientre de su madre, siguiendo el eterno descanso para el que parecía haber nacido. Hasta que un día, Alinor se cruzó en su camino y cambió su destino para siempre cómo ya había hecho con miles de otras criaturas arrancándolo del abrazo oscuro de Darshan para arrojarlo sobre uno de sus planos junto a los habitantes de un mundo cercano.
Así fue como los habitantes de Alaucor y Árgash se encontraron por primera vez, y ni siquiera el propio Nesk-lat describe esto como un encuentro agradable. La primera guerra de los Thar no fue contra el resto de habitantes de Alinor, sino contra el propio Árgash y la ira incontenible que parecía devorarlo conforme la amalgama de oscuridad que lo rodeaba se condensaba tomando forma sobre aquel nuevo mundo.
El poder de aquella criatura consumió a miles de seres tan poderosos como Nesk-lat en segundos, envolviéndolo todo como una gigantesca llama negra que tratase de devorar Alinor. No conocía límites, no conocía la piedad… no conocía nada que fuese su propia ira y una rabia incontrolable dispuesta a condenar aquel plano y al resto del mundo errante a ser devorados por su poder mientras el cántico de su ira se extendía por todas partes. Un cántico tenebroso y aterrador que no brotaba de su cuerpo, sino de su poder y hacía vibrar a todas las criaturas que lo escuchaban como intentando devorar sus mentes de la misma forma que sus llamas devoraban sus cuerpos.
Pero algo cambió entonces. En el momento en que el ser nacido en las entrañas de Darshan abandonó por completo el manto de tinieblas que lo rodeaba la guerra se detuvo de pronto y sus ojos de fuego observaron su propio cuerpo con sorpresa. La misma que, según nos relató Nesk-lat, había en las miradas de cada uno de los Thar al ver el verdadero aspecto de la criatura que había estado destruyéndolos.
La voz del Sei-Thar se hacía más profunda en este punto, cómo si los recuerdos y el describir a su señor pudiese perturbarle incluso a él. Nos habló de un ser sombrío, físicamente semejante a los de su casta pero permanentemente cubierto por una sombra tras la que su rostro quedaba siempre velado salvo por la ardiente luz de su mirada y cuya única ropa eran sus cabellos, tan negros como el mismo Darshan, que se agitaban a su espalda como una capa negra bajo la que solo las tinieblas cubrían su cuerpo. Las mismas que lo habían visto nacer y que, de alguna forma, nunca parecían abandonarle.
En este punto cualquiera que sepa algo de historia y esté leyendo esto habrá notado ya la primera incongruencia entre esta y mi relato. El Árgash que Nesk-lat nos describió no tiene nada que ver con el monstruo que nosotros trajimos a Linnea salvo en la ferocidad que describe en sus primeros momentos de vida. Y sin embargo, fuese cual fuese su aspecto, sabemos que sí era Árgash pues su poder iba más allá que el de cualquier Sei-Thar.
¿Qué sucedió entonces?. ¿Por qué un ser tan poderoso sí pareció sufrir la transformación de los Tai o los Dau al atravesar la barrera pero los a su lado insignificantes Sei-Thar no la sufrían?. Las respuestas a estas preguntas no son sencillas, pero estoy seguro de que aquel que esté leyendo estas líneas las comprenderá más fácilmente cuando concluya mis explicaciones sobre ambos señores. Por ahora seguiré con Árgash.
Al observar la similitud entre este y ellos mismos los Thar lo tomaron al instante como un nuevo miembro de su especie y dejaron de luchar. No porque realmente lo creyesen así, sino porque sabían que era su única posibilidad de supervivencia e incluso los Sei-Thar se arrodillaron a sus pies dándole por primera vez el título de señor de su raza que hoy ostenta.
Árgash, sin embargo, no se conformó con algo tan sencillo y pronto resumió su marcha de destrucción. Centenares de Thar morirían de nuevo a sus pies, pero esta vez sin levantar la cabeza ni tratar de defenderse, abandonándose a la destrucción que parecía condenar a su especie cómo si esto no les preocupase. Y al fin todo esto conseguiría el resultado que esperaban.
La falta de resistencia y su total despreocupación por sus vidas hizo que Árgash comenzase a cansarse de aquello. Era un ser despiadado y furioso, pero también orgulloso y acabar con seres tan pasivos como los Thar se volvió casi una molestia para él. Entonces su atención se giró hacia los otros planos de Alinor, hacia las decenas de mundos superpuestos en realidades separadas por finas barreras dimensionales que rugían con el furor de batallas interminables entre las criaturas que los habitaban.
Este fue el comienzo de la mayor guerra de Alinor y con ella comenzaría también el fin del viejo mundo. El nuevo señor de los Thar descendió sobre los planos interiores seguido por los ejércitos de Alaucor, más útiles ahora a su mando como armas de destrucción que como simple combustible para el fuego de su poder, y su marcha de destrucción hacia el plano material fue imparable.
Ninguna criatura podía enfrentarse a un ser como Árgash, ningún ejército hacer frente a las hordas sombrías de los Thar, solo podían intentar resistir… y perecer entre las llamas del hijo de Darshan y sus seguidores. Durante milenios esta marcha continuó arrasando incontables vidas y extinguiendo especies enteras de criaturas hasta alcanzar su cenit en el corazón del maltrecho Alinor.
Al llegar allí, sin embargo, las cosas cambiaron por completo. Nuestro orgullo nos ha hecho vernos como la última raza superviviente de Alinor gracias a nuestro poder, pero supongo que quien haya leído hasta aquí sabe ya que eso está muy lejos de ser cierto. Lo que Árgash y sus legiones de destrucción encontraron al llegar al corazón de Alinor no fue a un enemigo poderoso y difícil de vencer, sino a la misma patética e indefensa raza que hoy habita Linnea.
Esto no complació a Árgash. Su furia no encontró a nadie sobre quien descargar su rabia, solo un puñado de criaturas insignificantes que sus ejércitos podían dominar sin el menor problema y su hastío ante esta situación fue convirtiéndose poco a poco en frustración. Después de todo, ¿De qué sirve el poder de destruir si no hay nada digno de ser destruido?.
Durante casi un siglo Árgash siguió esperando pacientemente como señor de los planos y de su nuevo ejército a que Alinor cambiase su tedioso destino. De vez en cuando incluso revivió la guerra lanzando hordas de Tai-Thar contra los animales, esto es probablemente lo que una criatura como él pensaba de nosotros, que habitaban el plano material para saciar en la medida de lo posible su ansia de destrucción. Pero esto no era suficiente, su frustración crecía día a día en la celda en que Alinor se había convertido para él y el ansia por extender su rabia al resto del universo para medirse incluso con aquellos que los observaban desde el vacío infinito lo llevó a tomar la decisión que dio origen a su último nombre.
Árgash, el hijo de Darshan, usó su infinito poder para resquebrajar los planos de Alinor sin preocuparse por sus seguidores o él mismo y el universo tembló al son de la llama negra que envolvió al mundo errante hasta provocar el cataclismo que todos conocemos. Así murió Alinor, no por las guerras o por nuestra resistencia como tan estúpidamente intentaron enseñarnos nuestros antepasados, sino por la voluntad y el hastío de un solo ser que deseaba enfrentarse con aquellos de su misma especie: los propios dioses.
Esta revelación todavía resuena hoy en mis oídos amenazando con hacerme recordar una vez más el terror que sentí al oír las palabras originales usadas por Nesk-lat: Anarthum, etak, madalian. Tres palabras que significaban respectivamente “dios”, “destrucción”… “tinieblas” y cuyo significado conjunto nos fue incapaz de pasar a nuestro idioma. Pero fuese como fuese había algo que sí comprendíamos: Árgash era un dios entre los demonios, y su poder ya había destruido el mundo una vez solo por rabia.
Nuestra propia existencia parecía insignificante de pronto, cómo si nuestro papel en el pequeño mundo en que habíamos nacido se hubiese vuelto de pronto todavía menos importante al negarnos incluso el derecho a haber participado en la muerte de Alinor. Y sin embargo ni siquiera esto nos detuvo, aquello generó nuevas preguntas en nuestras mentes que demandaban respuestas cada vez con más insistencia y pudimos ver como Nesk-lat sonreía satisfecho con nuestra curiosidad… o tal vez nuestro miedo.
Fuese cual fuese la razón, el Sei-Thar eligió seguir hablándonos de nuestro pasado y por él supimos que el propio Árgash se sorprendió al notar como el mundo que había destruido daba origen a los dos que hoy conocemos. De las cenizas de Alinor, como nuestra historia nos enseña esta vez en una forma bastante correcta, un nuevo mundo emergió recogiendo a los pocos supervivientes del cataclismo en sus dos únicos planos y así surgieron Linnea, Árunor y su organización actual. De lo que se deduce, irónicamente, que Árgash no solo podría llamarse el padre de Árunor, sino también el padre de la propia Linnea.
Pero estos dos planos no fueron lo único que nació de la muerte de Alinor. Si hubiese sido así, nuestros dos mundos habrían estado condenados al mismo fatídico destino que su antecesor ya que nada habría impedido que Árgash tratase de liberarse una vez más de su celda para extender su furia al vacío infinito que nos rodeaba. Sin embargo, de la multitud de planos que se convirtieron en pura energía durante la muerte de Alinor y jamás llegaron a formar parte del nuevo mundo nació algo más que cambiaría para siempre nuestro destino y al mismísimo Árgash. Y ese algo, es precisamente aquella cuyo nombre habíamos oído ya cientos de veces junto al suyo en boca de los monstruos que invocábamos y de la que al fin Nesk-lat se decidiría a hablarnos a continuación.
5º Anotación.
“Ella nació para él, cómo él lo hizo para ella eones atrás.”
Así empieza la descripción que Nesk-lat nos dio de la criatura cuyo simple nombre cambiaba su voz por completo, llenándola de un respeto y admiración totalmente distintos a los que sentía por su señor. Aunque no sería esto lo que más nos sorprendería, sino el hecho de que su existencia la definiese tanto a ella como al propio Árgash:
“Un alma dividida eternamente en dos cuerpos, dos criaturas nacidas para estar unidas para siempre. Más allá del tiempo que los vio nacer, más allá del espacio que los acogió en su seno… incluso de la propia muerte. Pues su unión es tan fuerte, su necesidad del uno por el otro tan intensa, que ni siquiera el amor podría explicarla y cuando uno desaparezca… el otro lo seguirá al olvido sin dudarlo. Porque si no fuese así, si alguna vez su unión se quebrantase y solo uno de ellos sobreviviese al eterno fluir del tiempo, su poder consumiría el universo con una ira infinita que nada ni nadie podría detener”.
Estas fueron las palabras exactas del Sei-Thar, seguramente no exentas de cierta leyenda y aumentadas por su devoción hacia sus soberanos, pero no por eso menos asombrosas. Nesk-lat nos presentaba un imposible, un reto a la lógica y a la razón que nos empujaban a no creerle. Y sin embargo ninguno de nosotros dudó de su veracidad, nuestras mentes habían aprendido a creer sus palabras tras todo lo que nos había contado y aceptaron esta nueva brizna de información con la misma voracidad que las anteriores.
En este sentido reconozco que todo resultó un tanto atípico para nosotros. Estábamos acostumbrados a pasar más tiempo debatiendo sobre la credibilidad de una teoría que sobre una posible explicación para esta y de pronto nos encontrábamos aceptando algo totalmente descabellado. Tal vez el miedo a las represalias de Nesk-lat si dudábamos tuviese un papel importante en esto, confieso que al menos conmigo sí lo tuvo en un principio, pero aún así había algo más en aquella historia que nos incitaba a creerla.
De alguna forma la paradoja que sus palabras describían era lo que necesitábamos para liberarnos de la espiral de preguntas a la que nuestros razonamientos nos habían llevado. Una espiral que empezaba, y terminaba, con la única pregunta a la que no habíamos encontrado respuesta tras todos aquellos descubrimientos: ¡¿Por qué?!.
La existencia de un solo reino en un mundo tan aparentemente caótico, la supervivencia de los dos mundos tras la destrucción de Alinor, la sabiduría y civilización de una criatura cómo Nesk-lat, incluso la existencia de las dos lunas visibles desde ambos mundos. Todo esto nos llevaba siempre a una única pregunta y esto nos dio al fin la respuesta: “No hay explicación”.
Supongo que cualquiera fuera de nuestro entorno encontraría esto gracioso, tal vez incluso cómo una “rendición” ante un problema cuya solución se nos escapaba. Nada más lejos de la realidad. Habíamos dedicado años a esos estudios, algunos incluso antes de la fundación de la escuela negra, y aquella respuesta no era en absoluto una rendición, sino el final de una larga búsqueda cuya meta se nos presentaba ahora con toda claridad.
Al igual que Alinor y su atípico vagabundeo estelar, o que ese extraño fenómeno del que se originó todo llamado creación, la existencia de los dos seres que Nesk-lat describía no tenía explicación, pero era a su vez la razón última de todos los demás enigmas en los que nos habíamos visto envueltos. De ahí la simplicidad y, a la vez, la complejidad de aquella respuesta. No éramos más que marionetas en el teatro de sus vidas, pasajeros de un pequeño barco envuelto en la tempestad de su existencia, pero al fin éramos conscientes de ello.
A partir de aquí ya nada nos cogió por sorpresa. Nesk-lat continuó su relato hablándonos de Xhalina y nosotros formamos una vez más el público atento y ansioso al que él ya estaba acostumbrado mientras su voz nos describía con solemnidad la imagen de su señora.
Xhalina era el opuesto de Árgash, o así lo creímos en un principio al escuchar la narración del Sei-Thar. Era una criatura radiante, nacida entre la luz de la explosión que consumió Alinor y rodeada permanentemente por una cegadora aura de plata tan intensa que ocultaba su figura cómo una sábana de luz en la que apenas podía distinguirse su silueta. Incluso su carácter parecía oponerse a la furia incontenible del señor de los Thar con una serenidad que su luz extendía a su alrededor.
Pero aquí terminaban las diferencias entre ambos. A pesar de la aparente diferencia entre ambas criaturas, cuando los Thar se acercaron a la recién nacida con la curiosidad y el temor que ya una vez los había llevado hasta Árgash se encontraron con un ser aterradoramente similar. Aquellos que no perecieron abrasados por la luz que la rodeaba o quedaron ciegos para siempre por atreverse a mirarla fijamente fueron destruidos por su mano con la misma frialdad que su señor les había mostrado en el principio.
Sin embargo Nesk-lat no nos narró estas muertes cómo una desgracia tal y cómo sucedió con su señor. Su voz hablaba de una muerte totalmente distinta, cómo si sus propias almas se abandonasen al olvido envueltas por su luz de plata y dejasen de existir sin dolor. Algo cuyo sentido no comprenderíamos hasta más tarde cuando empezó a hablarnos de su poder.
Para ella él y su raza ni siquiera parecían existir, los ignoraba como si fuesen poco más que obstáculos en su camino y comenzó a moverse por Árunor envuelta en su luz con un único objetivo. Fue entonces cuando los Sei-Thar comprendieron la verdadera naturaleza de aquella criatura y ordenaron al resto de su especie que se apartasen de su camino.
Ella no estaba allí por ellos, ni por un accidente cómo su señor, sino por él. Aquella criatura buscaba solo a Árgash y cuando el cántico de sombras tejido por el poder del dios llegó a sus oídos su propio poder respondió de una manera similar quebrantando las tinieblas que cubrían el mundo de los Thar con una nueva melodía. La voz de Xhalina se escuchó por primera vez en el mundo de Árunor como una extraña plegaria, un cántico suave y dulce pero tan fuerte que ni siquiera el tenebroso resonar del poder de Árgash podía apagar y tenía un único objetivo: atraerle hacia ella.
Nesk-lat nos describió esto con un tono casi melancólico en su voz, algo que reconozco me sorprendió más que cualquiera de las revelaciones que este nos había dado pues me hizo comprender hasta dónde llegaba su admiración por aquella criatura. Su voz llegó hasta todos los Thar y ninguno de ellos podría olvidarla jamás, cómo tampoco podría hacerlo el propio Árgash. Aunque en su caso todo era completamente distinto.
La llegada de Xhalina no solo había provocado una reacción en los Thar, también lo había hecho en él y esta era mucho más fuerte de la que Nesk-lat y sus hermanos de raza podían haber esperado. Su señor la buscaba con la misma ansiedad que ella a él, la había sentido nada más nacer y algo en él había despertado atrayéndolo hacia ella con una intensidad inconcebible para ellos.
En palabras del propio Sei-Thar, “nuestros sentimientos no podían explicar lo que estábamos viendo, no había nada en nuestros corazones ni remotamente comparable a lo que estos dos seres sentían el uno por el otro. Ambos se atraían sin conocerse, se deseaban sin haberse visto jamás con más fuerza que los amantes más apasionados. Incluso podían sentirse mutuamente cómo si siempre hubiesen estado ahí el uno para el otro, cómo si siempre se hubiesen amado… cómo si fuesen ha hacerlo eternamente”.
Una descripción hermosa y un tanto poética, pero que de nuevo resultaba apropiada para algo que, cómo ya ha expuesto, no tenía una explicación y nosotros ya habíamos decidido aceptar cómo tal. No hicimos preguntas ni malgastamos nuestro tiempo intentando contradecir las palabras del Sei-Thar, solo nos resignamos y continuamos escuchando cómo este nos narraba el instante en que ambos seres se encontraron por primera vez.
La oscuridad de Árgash se encontró con la luz de Xhalina y ambas trataron de devorarse mutuamente amenazando con resquebrajar ambos mundos, de imponerse la una a la otra luchando como los opuestos que eran. Pero sus cuerpos continuaron avanzando cómo si la lucha de sus poderes no existiese, ignorando la destrucción que los rodeaba y a los miles de Thar que observaban en silencio el encuentro hasta que ambas figuras se tocaron finalmente.
En ese instante todo Árunor pudo ver a su diosa por primera vez entre los brazos de Árgash. La oscuridad del señor de los Thar atenuó su luz lo suficiente para qué su silueta fuese visible y estos observaron a una criatura de nuevo similar a ellos pero a la vez tan diferente como lo era Árgash. Un ser tan hermoso cómo indescriptible, cuyo cuerpo podía cegar a quien la miraba simplemente con su belleza y solo era visible a la sombra del señor de Árunor como este lo era también solo iluminado por su luz de plata.
De ahí probablemente el nombre que, según Nesk-lat, el propio Árgash le otorgó a Xhalina: Uthuk, Anarthum, Dashira. Tres palabras de las cuales una ya nos era familiar y otra es todavía un misterio para nosotros. Mientras Dashira es sencilla de explicar y significa simplemente “plata”, Uthuk es una palabra complicada de la que sabemos que denota posesión, pero en un grado de difícil explicación y además con un carácter recíproco que la hace aún más extraña. Debido a esto, en boca de Árgash tal vez el nombre de Xhalina fuese algo cómo “Mi diosa de plata”, pero ese “mi” no sería equiparable a nuestro lenguaje ya que indicaría probablemente la misma posesión en ambos sentidos.
Fuese como fuese, lo único que Nesk-lat nos dejó claro fue que ninguno de los dos poseía realmente al otro sino todo lo contrario, ambos se necesitaban mutuamente y de su unión nacería el nuevo Árunor arropado por la esperanza que Xhalina traía a los Thar. Con Xhalina a su lado, Árgash se tranquilizó abandonando la furia destructiva que lo había poseído desde su nacimiento y los dos mundos estuvieron a salvo de un nuevo holocausto como el que había arrasado Alinor.
Así termina el relato de Nesk-lat. Con el encuentro de sus dos señores y la unión final entre la oscuridad de uno y la luz del otro se ponía fin a las guerras del viejo Alinor y nacía el gran imperio que ocupa hoy en día todo Árunor. Los Thar no dudaron un segundo en rendir pleitesía a sus nuevos soberanos y no solo por temor a su poder, sino también por admiración, respeto… y alegría al ver finalmente al verdadero Árgash.
Por supuesto nosotros no nos dimos por satisfechos con esto. A pesar de la tajante forma en que el Sei-Thar nos aseguró no tener nada más que contarnos nuestras preguntas continuaron sin cesar tratando una y otra vez de conseguir más información. Pero desgraciadamente sin éxito.
Hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para intentar complacerle, y su postura no cambió. Le ofrecimos todo aquello que podría haber deseado, incluso hicimos traer a demonios invocados en otros lugares del imperio o por magos ajenos a la escuela para ofrecérselos, pero tampoco funcionó. Nesk-lat guardó silencio a partir de entonces y no volvió a pronunciar una sola palabra hasta el día en que todo terminó para él… y para el resto de Ramat.
Cuanto lamento no haber estado allí para ver su final, aunque esto hubiese significado también mi muerte. No me importaría dar mi vida por haberle visto, por haber contemplado su rostro al ver cómo nuestra estupidez nos llevaba a intentar invocar a otro ser de su misma casta para que nos ayudase creyendo que este sí cooperaría allí donde él no lo había hecho. Pero sobretodo, querría estar allí durante aquellos últimos segundos de su vida cuando sus ojos vieron aparecer al monstruo en que se había convertido su señor y ver qué emoción se dibujaba en ellos.
Sin embargo la suerte, o tal vez la ironía del destino al que parezco condenado, quiso que en ese momento yo estuviese con algunos de los jóvenes en el frente tratando de contener a los ejércitos de Acares y eso me permitió sobrevivir. Pero aún así estoy seguro de que no era miedo como sin duda apareció en los rostros de mis maestros lo que ocupó el suyo, sino lo mismo que yo sentí al observar a Árgash elevarse por encima de las cenizas de la ciudad cómo un coloso de tinieblas: Tristeza.
Tristeza no por él, ni mucho menos por nosotros o los miles de vidas que se extinguirían bajo el poder de aquella criatura, sino por su mundo… y por sus señores cuyo destino se había visto de pronto alterado por nuestra estupidez poniendo en peligro la propia existencia de ambos mundos.
Esta última es precisamente la razón por la que me encuentro hoy en este lugar, en esta celda esperando algo que me conducirá a la muerte y sin embargo podría evitar fácilmente. Sé que Árgash jamás podría haber sido derrotado por los magos, su poder era demasiado grande incluso en esa forma monstruosa cómo para que sus patéticos cristales pudiesen controlarlo y necesito saber qué sucedió realmente.
¿Por qué un ser capaz de destruir un mundo dejaría que lo derrotasen tras perder a la única que podía controlar su furia?.¿Por qué seguimos con vida si la muerte de Árgash debería haber desencadenado la furia de Xhalina y destruido ambos mundos?. Solo se me ocurre una respuesta a estas preguntas, pero para confirmarla necesito saber qué sucedió en Árunor tras la desaparición de Árgash y solo sus habitantes pueden decírmelo.
Ese será mi último trabajo para la escuela… y tal vez mi contribución personal a enmendar los errores que cometimos, aunque para eso debería sentirme culpable y por alguna razón mi corazón se niega a sentir esa emoción. De todas formas el fin está próximo, si cómo creo Xhalina murió al separarse de Árgash y este entregó su vida a los magos al sentirlo todo habrá terminado pronto y no tendré nada que lamentar. Si no es así, si ella sigue todavía con vida y nuestro mundo todavía existe…
Oigo pasos y voces al fondo del pasillo, creo que por fin vienen a buscarme. Ha llegado la hora de volver a ser verdugo, de repetir los errores del pasado… de averiguar si todavía nos queda un futuro.
Última Anotación.
La muerte está cerca. Puedo oír el susurro de su manto de olvido arrastrándose por los corredores de este maldito templo mientras se acerca poco a poco a mí. Y sin embargo no me preocupa su llegada, al contrario, en estos momentos sería su retraso el que realmente me aterraría. Pues eso me obligaría a seguir pensando, a seguir escuchando su voz… a recordar todo lo que ella me ha hecho ver y aún estremece mi alma con los enigmas que sé que jamás podré descifrar.
Tal vez sea eso lo que me mantenga aún con vida. Mis ojos se cierran por momentos prometiendo no volver a abrirse y la falda de comida y sueño han deteriorado mi cuerpo hasta el punto de que ya no tiene fuerzas para levantarse. Pero hasta hoy algo seguía alimentando esa llama que otros llaman vida y temo que ese algo pueda ser mi propia curiosidad, mis deseos de seguir con una investigación que ya no puedo concluir. O tal vez sea simplemente un juego de la propia muerte, una forma de demostrarme que nadie la controla y castigarme por mi arrogancia obligándome a esperar un poco más. Cómo si tentase a mi mente a arrojarse al precipicio de la locura que la existencia de esa criatura ha abierto en las entrañas de mi propia alma.
Supongo que por esto he decidido retomar mi olvidado diario. Aunque mis ojos ya no puedan ver mi mano recuerda las runas perfectamente y necesito hacer algo que me impida seguir pensando en ella… en ese ser cuyos ojos aún queman mi alma con el recuerdo de mi estupidez como una vez quemaron mis pupilas regalándome la paz de la oscuridad perpetua.
Atrás queda la alegría de mis primeras horas, la infantil euforia que por un momento me hizo sentir de nuevo como un joven aprendiz al disfrutar del embriagador poder que el fragmento despedía conforme la sangre de la niña se derramaba sobre él. Entonces no era consciente de lo que realmente había sucedido, no más al menos que los estúpidos que intentaron traicionarme y me abandonaron aquí creyendo haberme engañado para que yo mismo me encerrase en esta barrera. Pero la realidad no tardaría en alcanzarme con la crueldad que siempre la caracteriza.
Algo había salido mal. Lo comprendí esa misma noche al observar que el único rastro de la criatura era una débil bruma en el centro de la sala a pesar del terrible poder que podía sentir emanando de ella. He visto cientos de invocaciones a lo largo de mi vida y jamás me había encontrado con algo así, con un ser cuyo cuerpo se formase lentamente a partir de su poder en lugar de materializarse violentamente en nuestro mundo rasgando la tela de las realidades que nos separan.
En un principio culpé al cristal blanco por lo que parecía un fracaso. Mi mente dirigió su odio de forma casi irracional hacia la gema de luz que centelleaba en medio de la sala dando por sentado que su influencia había afectado a la ceremonia y me dormí en la fría esquina de roca de estos muros abatido por la pérdida de mi última esperanza para lograr mis objetivos. No podía estar más equivocado al pensar esto… ni tampoco más en lo cierto.
Para mi sorpresa, y de nuevo mi alegría, a la mañana siguiente mis ojos observaron con fascinación como una criatura emergía de la bruma tomando la forma casi humana que solo los Sei-Thar me habían mostrado hasta entonces y todos mis temores se desvanecieron por un segundo. Exactamente el tiempo que ella tardaría en salir de entre la luz y abrir sus ojos para mirarme fijamente.
Ni siquiera puedo describir qué sentí en ese momento. Miedo, sorpresa, curiosidad… tal vez incluso pena, toda clase de emociones se agolparon de pronto en mi corazón al contemplar los ojos de oro de aquella criatura y reconocer la hermosa silueta de su cuerpo de niña. Era ella, Sarah, la pequeña que yo mismo había sacrificado el día anterior sin el menor reparo y de pronto se mostraba ante mí mirándome con los ojos de la criatura por cuya vida yo había cambiado su alma.
Aquello derrumbó por completo mis planes. Dónde debería haber una respuesta encontraba de pronto una nueva pregunta y mi mente era incapaz de comprender qué estaba sucediendo. No solo por su aspecto, sino porque su comportamiento pronto probaría ser igualmente infantil al pasearse despreocupadamente por la cámara ignorando incluso mi presencia.
Aquella criatura no me servía, no se parecía en nada al ser sabio y maduro que Nesk-lat había demostrado ser y que yo buscaba. Su mente no era más compleja que la de una niña de la edad que su cuerpo aparentaba y mis llamadas apenas obtuvieron una mirada curiosa por su parte como respuesta. Lo que acabó por convencerme de que todo mi trabajo era inútil y me arrojó una vez más a la pendiente de la desesperación.
No sé exactamente cuantos días pasaron desde eso. Aquí dentro es difícil llevar la cuenta pues la falta de luz hace imposible saber cuando empieza o acaba uno, pero supongo que sería cerca de una semana por el número de veces que mi cuerpo me pidió el descanso del sueño. Entonces fue cuando lo vi por primera vez.
La estaba observando como siempre y ella parecía tan poco interesada en mi cómo la primera vez, sin embargo esto cambiaría de pronto ese día. No sé si por simple curiosidad hacia la figura que la había estado mirando durante tanto tiempo o sencillamente por interés en la única entrada de la cámara, pero al fin decidió acercarse a mí y su proximidad rompió la monotonía de aquellos días permitiéndome verla con más claridad.
En ese instante pude apreciar algunas cosas que no había notado todavía. Su cuerpo había cambiado sutilmente con el paso de los días alterando de una forma apenas perceptible su rostro y entre sus cabellos rojos como el fuego empezaban a aparecer pequeños mechones de plata. Era un cambio sin importancia que a ella no parecía afectarle en absoluto, pero dejaba claro que no era tan parecida a la niña como yo había supuesto en un principio y que había algo más en ella que cada vez se hacía más patente. Algo que mi estupidez estaba a punto de obligarme a contemplar con mis propios ojos.
La desesperación es un sentimiento peligroso incluso para las mentes más serenas y yo no fui una excepción. Cansado de esperar y con ella tan cerca mi curiosidad me llevó a intentar lo que con Nesk-lat había sido imposible: a tratar de controlarla. Suponía que su mente sería más fácil de dominar al ser la de una niña y ella ni siquiera se preocupó al verme recitar el hechizo, tan solo siguió mirándome como si encontrase divertidos mis movimientos y mis palabras. Qué ingenuo era al pensar eso.
Todavía siento el escalofrío que recorrió mi espalda al ver sus ojos en el instante en que mi voz terminaba el hechizo formando un anillo negro a su alrededor. El inocente y alegre brillo de oro de su mirada se apago por completo en ese instante volviéndose de pronto tan frío como el metal, de un color tan pálido como la plata y a la vez tan intenso que amenazaba con cegarme son luz e hizo estallar el anillo sin un solo movimiento de su cuerpo. Pero no terminó ahí. La mirada de plata de aquella criatura siguió clavada en mi cuerpo y sus manos se levantarían hacia la barrera para tocarla intentando acercarse más a mí.
No negaré mi temor en ese momento. Retrocedí de inmediato para alejarme de ella temiendo su reacción cuando la barrera devorase su mano y me cubrí con el pilar sobre el que descansaba el fragmento. Sin embargo de nuevo todo sería distinto a como yo esperaba. Su mano atravesó la barrera sin provocar más reacción que unos pequeños relámpagos negros con que la energía de la misma rodeaba su brazo y por unos segundos pareció dispuesta a atravesarla sin que esta pareciese hacerle el menor daño.
Pero no lo hizo. Antes de que continuase adelante sus ojos volvieron a recuperar el color del oro y esta retrocedió de golpe sacando su mano de la barrera como si estuviese confusa. Entonces no comprendía qué significaba aquello y solo pude mirarla mientras se alejaba, aunque esto no hacía menor mi sorpresa ante lo que acababa de presenciar.
Aquella barrera era el hechizo más poderoso que jamás habían visto las seis escuelas. Una espera de magia negra tan pura que disolvía todo lo que la tocaba y se alimentaba del propio fragmento usando el poder de Árgash para crear algo que ni siquiera un Sei-Thar debería poder rebasar. Y sin embargo ella lo había echo como si nada, tan solo extendiendo la mano hacia delante como si no existiese.
A partir de ese momento mi actitud hacia ella cambió por completo. Ahora sabía lo poderosa que era y comencé a contemplarla con más cautela alejándome de la barrera cuando ella se acercaba, algo que curiosamente pareció sorprenderla pues me miraba de forma extraña al ver esto. Sin embargo no había más signos de aquel poder y la falta de comida empezaba ya a afectarme haciendo que todo pareciese cada vez más difuso. Tenía que descansar más a menudo y a veces me despertaba junto a la barrera con ella mirándonos a mí y al fragmento de una forma tan triste que me hacía estremecer. Poco podía sospechar entonces que esa sensación no era nada comparado con lo que estaba a punto de experimentar.
Fue hace poco, uno de los últimos días en que mi cuerpo era aún capaz de moverse y el sueño todavía reconfortaba mi mente. Ese día había caído presa del sueño antes de lo normal y ni siquiera recuerdo dónde me dormí, solo la incómoda frialdad de la pared en que me apoyé para descansar hasta que la luz me hizo volver a abrir los ojos… aquella luz que no debería existir y parecía llamarme incluso en mis sueños. Y cuando lo hice me encontré con algo que me hizo retroceder hacia la zona más alejada de la sala con una velocidad de la que ya no creía capaz a mi maltrecho cuerpo: no estaba solo.
Ella estaba allí, dentro de la sala como si de nuevo la barrera no existiese y su mirada volvía a iluminar con un aura de plata todo lo que la rodeaba. Esta vez, sin embargo, sus ojos no me miraban a mí sino al pequeño fragmento del cristal negro. Su mirada parecía triste al contemplarlo y a la vez alegre, una mezcla de emociones tan imposibles como su propia existencia que se acentuaba aún más por la forma en que sus manos rodeaban a veces el fragmento como tratando de cogerlo. Pero siempre se detenía, cuando sus manos se acercaban a la gema su cuerpo temblaba haciéndola retroceder y sus ojos se volvían dorados de nuevo por un breve segundo.
No me fue difícil darme cuenta de qué aquella no era la misma niña a la que había estado observando hasta entonces. Sus ojos eran distintos, no solo en el color del brillo que los rodeaba, y cuando se posaron en mí sentí tal temor que retrocedí hasta pegarme por completo a la pared ante la profundidad que su mirada había cobrada de pronto. Ella, por el contrario, mostró una reacción totalmente opuesta hacia mí y se acercó poco a poco iluminando con su luz las tinieblas que me cobijaban.
Aquella fue la última luz que mis ojos contemplaron en nuestro mundo. Recuerdo cada segundo del eterno minuto que ella estuvo frente a mi, cada suave movimiento de sus delicadas manos acercándose a mi rostro para comunicarme un mensaje que sus labios no podían hacerme llegar. Pero sobretodo recuerdo su tacto al rozar mi frente… y la sensación de vértigo que invadió en ese instante al sentir como su mente tocaba la mía por lo que pareció una eternidad.
Las imágenes que acudieron entonces a mi mente son imposibles de describir con palabras. Vi un mundo extraño e imposible, de cielo oscuro como nuestra noche a pesar de la luz que el Sol irradiaba entre sus nubes de algodón negro, de interminables llanuras verdes salpicadas por ciudades totalmente negras tan hermosas como perlas de azabache, de grandes bosques tan oscuros y sombríos que el propio Narmaz parecería un jardín a su lado, de cataratas de una belleza incomparable y lagos nítidos como espejos. Y supe que ya no estaba observando mi mundo sino aquel que tantas veces había deseado contemplar.
La alegría de ver como todas mis teorías se cumplían ante mis ojos me embargó por unos momentos. Pude ver con mi mente el mundo hermoso que yo había imaginado y su civilización libre de guerras, levantada bajo una sola bandera que los había llevado a un punto en que la nuestra era sencillamente patética a su lado. Como si los humanos fuésemos simples niños incapaces de levantar un sencillo castillo de arena junto a sus torres de cristal negro y balcones flotantes.
Pero las imágenes pronto cambiaron. Las visiones de Árunor me dirigieron hacia una gran meseta y allí descendieron sobre sus bosques acercándome a un enorme palacio flotante cuyo aspecto era totalmente distinto del de las otras ciudades. Sus torres superiores no eran negras como en el resto, sino blancas como el marfil y las pasarelas que las unían estaban hechas de un cristal casi transparente dándoles el aspecto de una titilante tela de araña tejida entre sus cinco torres.
Lo más sorprendente, sin embargo, era que aquello solo representaba una mitad del palacio. Bajo este, extendiéndose hacia el suelo como un reflejo de las primeras cinco nuevas torres totalmente negras se alzaban de forma invertida desafiando a la gravedad como para oponer su oscuridad al brillo de las superiores. Algo que me hizo darme cuenta al instante de a quién pertenecía aquella magnífica construcción antes incluso de que mi viaje continuase.
Las imágenes me llevaron hasta la base del lago sobre el que flotaba el palacio, caracolearon entre sus torres inferiores y se detuvieron sobre el patio central de la mitad superior. Allí pude escucharla por primera vez. Su voz era como un débil susurro que llegó a mi mente atrayéndome hacia ella y supe inmediatamente que era aquella a quien había buscado. Ninguna otra criatura podría haber despertado tantas emociones en mi viejo corazón con solo el sonido de su voz y al fin pude obtener la primera respuesta a mis preguntas.
Xhalina estaba viva, no había muerto al separarse de Árgash como había esperado y esto no era una buena señal. Su canción tampoco era la misma que Nesk-lat había descrito. Su voz no transmitía paz y quietud, sino una tristeza tan profunda que mis ojos lloraron sin que yo mismo comprendiese por qué y me hizo estremecer al darme cuenta de lo que estaba escuchando realmente.
Aquellas palabras no eran un simple cántico. Cada una de ellas se enlazaba con la anterior en un idioma que no comprendía pero cuyo ritmo me era demasiado familiar y me hicieron entender el por qué cientos de Thar se habían reunido en aquel patio para arrodillarse con la mirada fija en la pequeña capilla colgante en que se encontraba su soberana. Aquello no era una canción, era un hechizo, y por la forma en que todo el palacio y la propia meseta vibraban bajo pulsos luminosos que nacían de aquella cúpula su poder iba más allá de lo que jamás había presenciado.
Mi viaje continuó de todas formas sin darme tiempo a preocuparme. Las imágenes me llevaron hasta el pasillo de roca que conducía a la cúpula y supe que estaba a punto de entrar. Entonces mi trayecto llegó a su fin, y con él gran parte de mi propia existencia.
Mis ojos ardieron en ese instante. Por un momento, a penas un breve segundo que mi mente atesorará eternamente, pude contemplar el hermoso rostro de la diosa y sus ojos de plata observándome tras la luz que la vestía mientras su cuerpo se desvanecía entre destellos de luz cada vez más intensos.
Probablemente eso me salvase la vida. A pesar del corto espacio de tiempo durante el que pude mirarla antes de que desapareciese entre el son de su propio cántico transformándose en hermosas gotas de luz que desaparecían poco a poco su imagen fue capaz de quemar mis pupilas bajo mis párpados. Si aquello hubiese durado más tiempo estoy seguro de que mi mente tampoco lo habría resistido, simplemente habría muerto consumido por su luz como todos los Thar que se atrevieron a mirarla cuando apareció por primera vez en su mundo. Ojalá yo hubiese tenido su misma suerte.
Cuando recuperé la consciencia volvía a estar solo en la cámara. La sensación del frío de la pared me volvió a la realidad junto a la calidez de la sangre que corría por mis mejillas desde mis ojos. Ella se había ido de nuevo regresando a la sala del cristal, algo que no comprendía pues sabía que podía atravesar la barrera sin problemas pero que mis oídos me confirmaban al reconocer su inocente voz y sus pasos al otro lado de la misma. O, como ahora sabía que era, los de aquella otra criatura que compartía con ella el mismo cuerpo.
No sé qué clase de ser es esta niña, pero ahora sé con seguridad que dentro de ella hay algo más cuya mente no es en absoluto tan infantil. Sus ojos son diferentes y posee recuerdos de Árunor que ni el propio Nesk-lat se habría atrevido a contarnos, mucho menos a mostrármelos de esa forma. Pero a pesar de su poder sigue dependiendo de su otra mitad y esta la hace retroceder como si tuviese miedo de algo que la otra desea. Eso fue lo que le sucedió con el fragmento del cristal, lo mismo que le sucedió la primera vez que atravesó la barrera. Pero… por cuanto tiempo seguirá siendo capaz de detenerla.
Lo que más me aterra es pensar en la relación que esto puede tener con las imágenes que ella misma me regaló a cambio de mi vista y la parte de mi alma que el recuerdo de la diosa ha consumido para siempre. Sé lo que presencié ese día y su significado ha sido lo que me ha privado de sueño incluso a pesar de mi cansancio. He visto como Xhalina desaparecía entre el poder de su hechizo, el final de una diosa nacida para un dios que ya no existe. Y sé que no tiene sentido.
Algo no encaja en todo esto, desde la muerte de Árgash a manos de criaturas insignificantes para su poder hasta la tranquila y apacible forma en que Xhalina desapareció de su mundo en lugar de consumirnos a todos con la ira que debería haber incendiado su corazón. Solo encuentro una forma de unir todo esto y darle sentido, pero la mera posibilidad de que sea cierta hace que tiemble pensando en lo que futuro puede deparar a nuestros mundos.
Sin embargo algo me impulsa a pensar que es así. Sus ojos, su fascinación por el cristal negro… sus recuerdos. Todo es demasiado evidente y temo haber cometido el mismo error que mis maestros sin darme cuenta al realizar esta última invocación. De nuevo me siento un peón del destino al comprender que probablemente haya cumplido el papel que ellos deseaban al ser el último capaz de hacerlo tras la desaparición de la escuela, pero curiosamente no me arrepiento. Hay algo que me reconforta a pesar de lo que esto podría desencadenar, un débil susurro que permanece en mis oídos desde que ella tocó mi frente y repite una y otra vez la misma palabra confirmándome lo que ya sospechaba: Graimar, o en nuestra lengua... gracias.
Estoy demasiado cansado para continuar. La pluma se escapa de entre mis dedos y mi mente se nubla con el recuerdo de su rostro… es hora de descansar. Mañana continuaré si ella aún sigue ahí… como lo ha hecho hasta ahora… como lo hará hasta que venza a su otra mitad.