último capítulo de La luna en el crep...

Bien, la última parte ya está aquí. Un consejo: tened en la cabeza cuales son los personajes que están retados entre sí, y el lugar del reto, para no perderos. También he sacado el otro hilo en dónde está la historia completa.
Hace frío, es de noche y comienza....


III-LA CACERÍA


En crepúsculo estalló la tormenta. Pronto se desató una lluvia demencial que empapó la tierra, y enjuagó su aroma en una turbadora humedad. El viento que arremetía del norte se volvió huracanado, inclinando los árboles más débiles hasta el punto de quebrarse en dos: Todo el campo se mecía como un juguete vanidoso en manos de una desgarradora pasión, que ahora mostraba toda su fiereza.
Cuando Frerench llegó a la espléndida cascada de los bosques, descubrió con nerviosismo que había llegado tarde a su cita. La cortina de agua era un orgulloso espejo de cristal que, entre la penumbra, aún era capaz de reflejar los interminables gestos de vileza y asombro de su visitante. La estremecedora luna marcaba su rostro como un sello de perdición. Buscó con angustia a Karmack, investigando cada rincón de la zona en la que habían acordado batirse, pero no halló rastro de vida.
-¡Así que has decidido jugar sucio!-masculló, pensando que su rival podía oírle perfectamente-. ¡No me cogerás a traición, si es eso lo que pretendes, decrépito animal!. ¡Yo te daré el castigo que mereces por tu deslealtad!. No pudiste mantener la boca cerrada, ¿verdad?. ¿Cuánto crees que tardará ese mojigato confesor en hablar, estúpido?-rió con un balbuceo casi apagado-. ¡Cuando acabe contigo destruiré a ese malnacido de Umlier!, ¡no puedo permitir un nuevo error de vuestras débiles voluntades!.
Con estas palabras, puso a punto su escopeta y la cargó sobre sus brazos, dando comienzo así la búsqueda de su acechor, que él creía oculto. Avanzaba lentamente, cubriéndose con cada árbol que se cruzaba en su camino, sin asomar más que un ojos enloquecido y entornado antes de dar el siguiente paso. Apenas era consciente de que cada vez se aproximaba más a las cuevas naturales, que bordeaban las paredes de los montes más suaves y accesibles; para él, el bosque sólo era una sucesión de posibles escondrijos que apabullaban sus sentidos de forma agobiante.
Cerca de la zona más oriental de Grimslock, escuchó sobresaltado el ruido seco de una rama al quebrarse bajo un pie descuidado. Rápidamente se llevó la Thomson al hombro y apuntó hacia la oscuridad, sin importarle no vislumbrar más que la agitada espesura, que encharcaba con su balanceo el campo. El disparo sonó en el aire como un trueno divino, iluminando por un instante el rostro enfermo del cazador. El tiro recibió como respuesta el chillido de un animal agonizante. Frerench resopló con enfado, pero cuando fue a bajar el arma, otro ruido se hizo audible: un arrastrar de hojas que huía hacia el interior de las cuevas. Un nuevo trueno asoló el viento; la escopeta había vuelto a rugir.

Umlier se retorcía de dolor, tirado sobre el suelo al pie de la montaña. Se agarraba la pierna con una expresión de absoluto sufrimiento. Su muslo derecho no hacía más que escupir sangre, herido por una bala desconocida que Umlier maldijo con todo su corazón.
-¡No debí pensar que seguirías las reglas, Frerench!-exclamó dolorido, al tiempo que se ponía a salvo contra una de las acacias que tenía junto a él-. ¡Sabes que nunca me puse del lado de Karmack!. ¡No sé qué diablo te habrá metido en la cabeza que yo sería capaz de traicionarte y condenarme. ¡Tu rabia y orgullo te impiden ver con claridad, Frerench!. ¡Nunca fui un verdadero enemigo, pero ahora puedes apostar a que sí lo soy!.
Desenfundó su pistola, y se preparó para usarla en cuanto fuera preciso.

Ninguno de los dos reparó en lo alto del monte; ni en la erguida figura, envuelta en una capa de azabache, que desde allí contemplaba con atención la nocturna cacería.

Karmack había abandonado con prontitud el patio de robles, alarmado por dos lejanos disparos que achacaba el revólver de Umlier. Sabía que guardaba deseos de matarle desde el momento en que visitó a aquel hombre jesuita, por haber despertado los recelos en el espíritu torturado de Frerench, y haberlos enfrentado en un duelo de desconfianzas. De cualquier modo, no estaba dispuesto a morir en sus manos, aunque en ocasiones pensaba que el descanso eterno sería la única forma de hallar la paz que tanto ansiaba.
Avanzó hacia el norte con precaución, buscando la procedencia de los dos tiros, guiado únicamente por el recuerdo del eco, y el aroma a pólvora que traía en viento enrabietado. Cuando el olor se hizo más fuerte, se detuvo en busca de algún indicio que le permitiera continuar con seguridad. No había hecho más que empezar su investigación, cuando le sorprendió el murmullo de una voz en la distancia; era tan suave y sibilante, que a Karmack le resultó imposible determinar a su dueño. Pero fue suficiente para marcar una dirección concreta, el preciso camino que debía seguir su primera bala. Sacó su revólver y provocó un tercer estallido en la noche de Crepúsculo. Al rato sintió que algo se golpeaba bruscamente contra uno de los recios troncos, y el viejo sonrió triunfante.

Frerench retuvo el gemido de dolor que ascendía hacia su garganta, transformándolo en continuos resoplidos, apenas audibles. Su brazo izquierdo era un río de sangre que iba inundando lentamente su ropa. Sacudió la cabeza, olvidando por un momento la punzada de sus músculos, asombrado ante la procedencia del disparo, pues había situado el arma enemiga en la dirección contraria.
-¡Ya veo que te mueves rápido, Karmack!-exclamó, maldiciéndose por haber fallado su tiro anterior.
Se agachó y se cubrió con una gran roca que le servía de parapeto, protegiéndose en la dirección que había tomado la última bala.
Karmack oyó el rumor de su nombre pronunciado a lo lejos y de nuevo apretó el gatillo, aunque pronto supo que había fallado, al escuchar cómo rebotaba su proyectil contra una piedra.
Frerench gruñó e hizo gemir su escopeta, apuntando hacia el atacante invisible. Un aullido desgarrador quebró el eco del disparo, lo cual provocó que el cazador arrojara al aire su arma y gritara de auténtico gozo.
-¡Toma eso, Karmack!. ¡Ahí tienes el pago por tus favores!.

Umlier estaba absolutamente desconcertado. Por un instante creyó oír voces que provenían del interior del bosque, pero el viento se tragaba las palabras con sus descomunales fauces, y no llegaba a captar más que sonidos que bien podrían haber sido provocados por animales salvajes. Había escuchado tres tiros, aunque uno de ellos no procedía de la misma dirección que el resto. Supuso que Frerench estaba dando palos de ciego, disparando desde varias posiciones con la vaga esperanza de dar en el blanco; prueba de ello era que ninguna de las balas le habían rozado.. Decidió disparar hacia donde había escuchado el último tiro, confiando en que su enemigo no hubiera tenido tiempo aún de desplazarse. El hosco sonido de un cuerpo al caer sobre la hojarasca confirmó sus sospechas.

El hombre embozado, que observaba desde su privilegiada posición, contempló absorto el cuerpo ensangrentado y sin vida de Frerench. El disparo de Umlier le había alcanzado en el centro del pecho, abriendo un agujero de tamaño estremecedor. El extraño parecía estar paladeando la escena, sin apartar los ojos de la exámine víctima, pero finalmente comenzó a desdender por la ladera del monte. Pronto entraría en el bosque.

Karmack terminaba de vendarse un pie herido cuando escuchó el nuevo fogonazo que, en esta ocasión, provenía de un lugar más apartado. Seguidamente creyó oír algo parecido a un grueso tronco que se desplomaba.
-¡Has fallado, Umlier!-exclamó divertido!-. ¿Acaso crees que me parezco a un tronco?-con tranquilidad preparó de nuevo su revólver.

Umlier se puso en pie con difilcutad, apoyándose en el árbol que hasta ese momento le había protegido. Ahora que había sentido el cuerpo de Frerench derrumbarse ante su proyectil, se mostraba absolutamente confiado. Incluso se permitió sacar un cigarrillo del bolsillo de su camisa, para saborear aún más su victoria. Murió antes de poder encenderlo, sin comprender exactamente lo que ocurría. Antes de caer en la inconsciencia, lo único que alcanzó a contemplar fue una herida de bala que desdibujaba su estómago, y una sombra que pasaba a su lado sin ni siquiera mirarle.

La euforia y la despreocupación de Karmack impidieron que percibiera al hombre que se le acercaba, hasta que una mano, fuerte como una tenaza, agarró su hombro. El viejo se giró completamente en tensión; casi había perdido el aliento.
-Oh...eres tú-susurró aliviado-. Pensé que te habías ido hace siglos. ¿Te has perdido intentando salir del pueblo?.
El mensajero negó con la cabeza.
-Después de todo no eran tan malas noticias, ¿verdad?-dijo asestando una patada a la muñeca de Karmack, desarmándole; al tiempo que sacaba una pequeña pistola, oculta en uno de los pliegues de su capa.
-Tienes suerte, Karmack. Esos dos estúpidos nunca sabrán por qué han muerto. En cierto modo, eso debe hacerte sentir especial, ¿no?. Pero si uno de los tres merece tal privilegio, sin duda eres tú; el único que ha dado muestras de algo parecido al remordimiento. Pero siento decirte que no es suficiente para expiar tu culpa-sus ojos se encendieron en la noche con una ira aterradora-. He venido a hablarte de otra noche, Karmack, de otra cacería en la cual tuviste el honor de participar. He venido a mostrarte mi rostro de diablo, para que contemples en su furia el fruto de la desesperación.
El mensajero alzó su mano enguantada y apartó su capa, descubriendo sus facciones. Era de piel morena y curtida. La dureza de su rostro sólo era comparable al desprecio que ofrecía su mirada.
-Santo cielo-murmuró Karmack, retrocediendo horrorizado-. Joseph...todos te dábamos por muerto.
-Es un alivio que aún me reconozcas. Pensé que tendría que recordarte toda la historia.
-¿Cómo diablos voy a olvidar algo así, Joseph?. No ha pasado un solo día sin que el recuerdo me atormentara la conciencia. Aún hoy no puedo creer lo que hicimos. ¡Debió ser un sueño!, ¡debió ser un sueño!-exclamó llevándose las manos a la cara, sollozando.
-¡Calla, calla, viejo inútil!. Tu debilidad me repugna. El solo hecho de contemplarte me enardece. ¡A qué vienen ahora esas lágrimas de cobardía!. ¿Acaso no es mayor mi ofensa, y aún así he aprendido a endurecer mi rostro?. Al menos eso he de agradeceros: vosotros impulsasteis el único consuelo que fue capaz de paralizar mi sangre; el sueño de la venganza ha congelado todo mi ser, y lo ha alimentado durante ocho años de temblores. Estoy seguro de que el camino elegido me llevará directo al infierno, pero qué importa. ¡Si ahora tuviese a Dios delante, no dudaría en susurrarle al oído el placer que estoy sintiendo al estar a punto de acabar con un viejo miserable como tú!.
-¡No...!-chilló Karmack, tembloroso-. ¡No fui yo!, ¡Frerench...!.
-Ya sé que Frerench apretó el gatillo, pero igual e culpable fuiste tú al permitir que ocurriera. Cazasteis buenas piezas en aquella noche, ¿eh?. Dime, Karmack, ¿crees que mi mujer se parecía a un animal salvaje?.
-Estaba muy oscuro, Joseph-balbuceó-. Pensamos que aquella sombra pertenecía a un ciervo. ¿Quién podía imaginar...?. ¡Cielos, fue un espantoso error!.
-¿Eso fue lo que le dijisteis a mi hija: “cielos, es un espantoso error”.? ¿Se lo dijisteis antes de abrirle un agujero en el pecho?. ¡Supo ella, antes de morir, que se trataba de un espantoso error!. ¡Contenta, canalla!.
-Fre...Frerench dijo que no debíamos permitir que hablara, que haría que nos matasen a los tres-se echó al suelo, llorando nuevamente.
-Y entonces inventasteis esa ridícula historia sobre cuatro criminales fugados de prisión, ¿no?. Me das náuseas.
-¡No me mates, Joseph!-suplicó el anciano, que ahora parecía más viejo que nunca-. ¡Recuerda que hubo un tiempo en que fuimos amigos!.
-¡Clemencia!-exclamó enloquecido.. Los carbones de sus ojos ardían-. El amor que sentía por ellos; el amor que siento por ellos y que ha consumido mi corazón, no es nada comparado con el odio que se ha alimentado de mi alma en cada noche, tentándome con el delirio y la locura, hasta que convertí el tormento en mi única forma de existencia. Así que no me pidas misericordia, maldito, pues ¿qué clase de perdón puede albergar el cuerpo de un hombre sin alma?.
Karmack negó con la cabeza en un gesto de evidente desesperación, pero el arma del mensajero tronó entes de que pudiera decir una palabra más. El tiro le atravesó el cuello, desgarrándole la garganta. Joseph arrojó el revólver sobre el cadáver, y maldijo en voz alta el alma del difunto.
Su caballo le recibió con un relincho de amistad, cuando le vio aparecer junto a las cuevas arenosas. A pesar de su naturaleza indómita, permitió que el jinete montara sobre su lomo sin una sola señal de protesta; y se dejó conducir por los oscuros senderos del bosque.
Así abandonaba Grimslock el siniestro mensajero, buscando un alba imaginario tras el horizonte; observando el frondoso paraje, bombardeado por la tormenta. Tan sólo la noche le vio temblar en la lejanía; y susurrar una antigua oración profana, dirigida a asaltar la paz de aquel cementerio palpitante. La luna le vio partir sin dirigirle ningún rayo de su luz, camuflando en su tristeza la misma mirada pétrea del jinete, cuyo único reflejo de vida era una lágrima de cristal.
Pero a mi entender le falta un detalle, qué paso con Grinslock??,,.... o qué es Grinslock?.
Supongo que esta historia no tiene de relacion con lo sobrenatural, entonces.... cuál es la historia del prota?.

Enhorabuena fallen.

Saludos.
Muy bueno si señor. Un final escelente escrito de una forma mucho más similar al segundo que al primero, lo que me parece fantástico ya que no lo recargas tanto. A mi me parece que está todo bastante claro. Tanto la historia del prota (joer, no iba a tar cabreao) como lo demás.
q puedo decir. q me ha parecido demasiado corto...
desde luego, como describes las situaciones y la intriga q le das a sus personajes es magistral, a mi al menos me ha parecido ver, la firma de un buen escritor;)

taluego y salu2:p
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