- No, no la echo de menos...
El cielo era rojo. El sol poco a poco se recostaba entre los edificios de la silenciosa ciudad. Ningún coche pudo romper la soledad de la calle. Ningún peatón se perdíó voluntariamente en aquel maravilloso momento por las calles.
Javi estaba sentado en el bordillo de la acera, se dió la vuelta y me miró a los ojos.
- ¿Porqué me miras? ¿Qué pasa?
Javi enseguida me contestó con otra pregunta.
- ¿No la echas de menos?
- No, no la echo de menos.
No hubo mas preguntas por aquella tarde, solo hubo una pequeña sonrisa que Javi me ocultó tras su espalda. Otra pequeña sonrisa empezaba a germinar desde lo mas profundo de mi corazón.
Porque era verdad. Ya no la echo de menos.