Los Hijos del Cristal. Capítulo 20: Pasados Ocultos

Aquí os dejo el siguiente capítulo:

Los Hijos del Cristal
Oscuridad. De nuevo eso era lo único en sus sueños, una oscuridad asfixiante, profunda… infinita. Desde su infancia aquel había sido el paisaje que su mente había construido para él cada noche y se había vuelto tan familiar que ya no le preocupaba. Sabía que aquella oscuridad no era su enemiga, que no había nada que temer en ella. Al contrario, era entre esas tinieblas donde se encontraba aquella que nunca le abandonaba, desde donde su voz lo buscaba una y otra vez con preguntas y respuestas que no comprendía pero aún así le alegraba escuchar.
Sin embargo esa noche algo había cambiado en aquel mundo. La oscuridad se había roto, algo la había dividido formando un camino de luz blanca en su interior y sus pies caminaban por él entre las dos paredes de tinieblas que amenazaban con cerrarse sobre su cabeza como las aguas de un océano negro.
-¿Estás ahí?. –Preguntó no con su voz sino con su mente mientras caminaba lentamente por aquel camino desconocido.
-Siempre lo he estado… –Respondió la suave voz de mujer que él había oído ya infinidad de veces. –…siempre lo estaré.
-¿Qué me está pasando?. –Volvió a preguntar esperando que por una ve ella le diese alguna respuesta mientras seguía avanzando. -¿Qué es esta luz?.
-Un camino. –Aclaró ella. –El mismo que llevas recorriendo desde hace años entre las tinieblas.
-¿Por qué puedo verlo ahora?. –Se sorprendió Jonathan al escucharla.
-Porque así lo quieres. –Afirmó la voz envolviéndolo con el dulce susurro de sus palabras. –Ya te lo he dicho, tú tienes todas las respuestas. Y solo tú decides cuando verlas o no.
-¿A dónde lleva?. –Insistió el joven cada vez más curioso, avanzando con paso rápido y decidido.
-A tu destino… -Respondió ella alejándose de pronto de él para sonar al fondo de aquel pasillo. -…cuando estés listo para aceptarlo. Pero no ahora.
-Si eso va a poner fin a todo esto prefiero llegar allí ahora mismo, quiero saber qué significan todos tus enigmas. –Dijo con ciertas dudas Jonathan mientras aceleraba aún más el paso. –¿Qué me impide alcanzarlo?.
-Lo mismo que te lo ha impedido siempre… –Lo contrarió ella siguiéndole mientras corría por la luz. -…y lo seguirá haciendo hasta que comprendas… hasta que comprendáis y recuperes lo que es tuyo.
Jonathan escuchó perfectamente estas palabras, pero eligió ignorarlas en esta ocasión y echó a correr por el camino con la esperanza de alcanzar su final. Sin embargo pronto comprobaría que esto no era tan sencillo como parecía a simple vista.
El camino no se terminaba, la luz continuaba adentrándose en el mar de tinieblas que lo rodeaba cómo si no tuviese fin y cada paso que daba se hacía más pesado y difícil que el anterior. Su propio cuerpo empezaba a fallarle, no por cansancio sino por una sensación muy distinta, un entumecimiento extraño que amenazaba con doblegar su voluntad para que se detuviese.
Pero ni siquiera esto lo consiguió. Su mente seguía impulsándolo hacia adelante, empujándolo a avanzar paso a paso por lentos que estos fuesen mientras el sudor se deslizaba por cada músculo de su cuerpo a causa del esfuerzo y caía sobre la luz del camino para formar pequeños lunares grisáceos. Algo que, por desgracia, no le serviría de nada.
Tal cómo ella le había dicho, por más que se esforzase el final del camino nunca parecía estar más cerca y el obstáculo del que le había hablado pronto aparecería ante él para evitar que continuase. Aunque su forma no era en absoluto la que él había imaginado.
Lo que apareció en el camino no fue una muralla ni nada parecido, sino la silueta oscura y apenas distinguible de otro joven que acababa de salir de entre las tinieblas que los rodeaban. No podía verle la cara puesto que una larga mata de cabellos lo cubría ocultándolo entre la sombra que la propia luz parecía tejer a su alrededor, pero su aspecto le resultaba extrañamente familiar y este ni siquiera parecía mirarle. Solo estaba allí, inmóvil frente a él para bloquearle el paso cómo una estatua de mármol negro.
-¿Quién eres?. –Preguntó Jonathan deteniéndose a unos metros de él para descansar unos segundos.
No hubo respuesta. El desconocido siguió sin moverse, esperándole impasible entre la luz cómo si ni siquiera se percatase de su presencia a pesar de la corta distancia que los separaba. Lo que no hizo sino desconcertar aún más a Jonathan.
-Si no vas a responder apártate de mi camino. –Dijo cansado de ver y oír cosas que no tenían el menor sentido. –Ya tengo suficientes preguntas sin respuesta, no necesito una más.
Terminadas aquellas palabras, Jonathan trató de continuar adelante sin preocuparse por el obstáculo que este suponía, pero en ese mismo instante comprobaría que algo había cambiado con su llegada. Su cuerpo se negaba a obedecerle, sus pies parecían pegados al suelo por algo mucho más fuerte que él y no podía dar un solo paso para seguir avanzando.
-¿Qué me está pasando?. –Preguntó de nuevo forcejeando para intentar obligar a sus pies a obedecerle mientras miraba confuso a su alrededor, dirigiéndose no al desconocido sino a la voz que tan bien conocía. -¿Por qué no puedo moverme?.
-Porque no quieres hacerlo… -Respondió la voz de mujer que él conocía hablando ahora a la derecha de aquel extraño. –Sigues negándote a abrir los ojos.
-Si lo ago todo esto desaparecerá. –Replicó Jonathan observando con sorpresa cómo una luz brotaba entre las tinieblas y se deslizaba hacia su borde tomando forma lentamente. –No es más que un sueño, mi vida no está aquí, está fuera con...
-Ella… -Se adelantó la voz deteniéndose junto al desconocido al igual que la luz para iluminar parcialmente aquella sombra dejando entrever una ropa curiosamente similar a la suya. -Por eso debes despertar cuanto antes, no puedes seguir negándole su destino… tu destino… nuestro futuro.
-¿De qué estás hablando?. –Trató de comprender Jonathan. -¿Qué destino es ese?. ¿Qué tiene que ver contigo?.
Esta vez la voz tardó en responder. La luz siguió su camino condensándose justo al lado de aquel joven y los ojos de Jonathan se abrieron con sorpresa al ver la figura resultante. La misma que ya había visto una vez flotando sobre su propio cuerpo en la noche de Ruran y volvía a cegarlo con la belleza de su esposa envuelta en una luz de plata.
-La respuesta a esas preguntas solo las tenéis vosotros. –Respondieron los labios de su esposa enmarcados ahora por aquella luz blanca que centelleaba desde sus cabellos también de plata. –Pero la niña tiene miedo… y tú te niegas a verlas. No puedes seguir así, tu alma no te lo permitirá… no podemos esperar eternamente.
Mientras decía esto, la dueña de aquella voz se acercó aún más al desconocido que seguía esperando impasible y una de sus manos se deslizó bajo sus cabellos rodeando su cuello mientras lo observaba con una expresión extraña. Jonathan trató de moverse entonces, tiró con todas sus fuerzas de sus piernas intentando avanzar adivinando lo que iba a suceder, pero se dio cuenta de que ni siquiera sus brazos le obedecían ya y sus ojos observaron impotentes aquella escena.
La criatura que desde pequeño lo había acompañado lo ignoraba por completo ahora a favor de aquel extraño, su cuerpo de plata con la silueta de su propia esposa se deslizó entre sus brazos y vio cómo lo besaba haciéndole reaccionar al fin. Sus cabellos oscuros cómo el azabache seguían tapándole la cara y cubriéndolos a los dos, pero sus brazos reaccionaron rodeando la cintura de aquella criatura de luz y Jonathan no pudo soportarlo más.
-¡Suéltala!. –Rugió tratando inútilmente de moverse mientras los miraba a ambos con rabia. –Ese es el cuerpo de Sarah, ¡No tienes derecho a hacerle eso!, ¡Detente!.
Ninguno de los dos le respondió. La mirada triste y los gritos furiosos de Jonathan parecían no afectarles y el beso continuó durante unos segundos frente a él hasta que ambos al fin se soltaron. Pero había algo que no encajaba en todo aquello, a pesar de ser ella quien lo había besado ahora su mirada era triste y sus brazos habían sido lo que los había separado haciendo que el extraño inclinase un poco la cabeza para mirarla. Su boca se abrió para decir algo, aunque de ella no salió ninguna voz que Jonathan pudiese oír y solo sus labios dejaban entrever las palabras que ella escuchaba y la hicieron sacudir de pronto la cabeza.
-No puedo…. –Susurró la voz de ella en respuesta, hablando no para él sino para el extraño. –No puedo verte así… ni siquiera por esto, ya has sufrido bastante.
Él habló de nuevo respondiendo a estas palabras. Sus labios se movieron mientras negaba también con un ligero movimiento de su cuello y una de sus manos acarició el rostro de la joven dejando que su luz iluminase todo su cuerpo para revelar una piel ligeramente morena y un físico musculoso oculto tan solo por unos pantalones oscuros.
-¿Qué está pasando?. –Exigió saber Jonathan cada vez más desconcertado por todo.
-No le importa sufrir… -Respondió ella bajando la cabeza y sonriendo ligeramente hacia el desconocido a la vez con comprensión y tristeza. –Solo le importa una cosa, lo mismo que le importó una vez… lo que siempre le importará.
Ella suspiró tras decir esto desviando su mirada cómo si no quisiese seguir mirándole, sus ojos de plata se volvieron hacia la pared de tinieblas a su izquierda buscando algo y comenzó a caminar hacia ella sin una palabra más para ninguno de los dos. Conforme avanzaba su luz abandonó el cuerpo del extraño dejándolo una vez más en la sombra trazada por la luz del camino y las tinieblas se agitaron para recibirla una vez más, aunque esta vez de una forma muy distinta.
Lejos de abandonar su forma de nuevo, ella atravesó la pared de sombra abriéndola con la luz de su cuerpo y algo apareció de pronto en medio de esta. Un círculo de luz blanca rompió la oscuridad formándose frente a ella de la nada, un pequeño lunar luminoso en medio de aquel mar oscuro en el que apareció otra silueta mucho más pequeña que el propio Jonathan pronto reconocería.
-Sarah…
Murmuró para sí nada más ver la silueta de la niña en medio de aquella luz. Estaba asustada y nada más abrir los ojos retrocedió hacia el borde posterior de la luz al verla a ella, pero no había duda de quién era. Sus cabellos rojos cómo el fuego con mechones de plata, sus ojos dorados ahora temblorosos con el miedo, aquella era la misma niña que había visto en el templo y su mente cada vez comprendía menos aquel rompecabezas.
-No tengas miedo. –Susurró la voz de la mujer acercándose a ella y arrodillándose para cogerla entre sus brazos. -No temas lo que eres… no puede hacerte daño.
La niña no se tranquilizó en absoluto al oír esto y trató de huir de nuevo, pero los brazos de la mujer no la soltaron y de pronto la luz tembló bajo ambas cómo si su lucha la agitase.
-No… -Temió Jonathan al ver esto, tratando una vez más de liberarse pero sin conseguir nada. -¡Déjala!. ¡Apártate de Sarah!
Una vez más su voz fue ignorada. Ninguna de las dos parecía oírle y la mujer abrazó de pronto a la niña obligándola a pegarse a ella a pesar de sus protestas… entonces empezó todo. La luz parpadeó bajo sus pies cómo atenuada por algo, sus cuerpos centellearon entre relámpagos negros y una llama oscura las cubrió de pronto a ambas cómo si tratase de devorarlas arrancando gritos de la niña que luchaba inútilmente entre los brazos de su captora.
-¡¡Suéltala!!. –Gritó de nuevo Jonathan forcejeando hasta hacer crujir cada articulación de su cuerpo cómo si este no le preocupase ya en absoluto. -¡¡Déjala tranquila!!.
Su voz ni siquiera parecía alcanzarlas, todo continuaba igual por más que gritase y sus ojos temblaron al ver cómo el fuego empezaba a consumir ambos cuerpos. No podía hacer nada, ni siquiera llegar hasta ellas con sus gritos ni moverse, solo observar aterrado aquella escena tirando de su cuerpo cómo si tratase de desgarrar sus extremidades para intentar alcanzarlas. Y sin embargo sería justo en ese momento, cuando sus esfuerzos parecían cada vez más inútiles, cuando aquel desconocido se movería en su lugar.
Jonathan lo vio acercarse entre la sombra, observó incapaz de hacer nada cómo se detenía frente a él con los cabellos todavía cubriendo su rostro y se estremeció al ver que este levantaba la cabeza para mirarle mientras los gritos de la niña amenazaban con desgarrar la cordura de su mente. Pero lo que vería entonces lo asombraría aún más.
El extraño que tenía frente a él no era en absoluto un desconocido. En cuanto su cara se elevó lo suficiente para que sus cabellos se deslizasen hacia un lado la luz la iluminó dejando al descubierto un rostro terriblemente familiar que lo hizo estremecerse. Tenía los ojos cerrados y no parecía ir a abrirlos, pero no había duda alguna, ni siquiera a pesar de la diferencia entre la tranquila expresión de su rostro y la desencajada desesperación del suyo. Aquel era el mismo rostro que había visto desde hacía veintidós años, el mismo que lo acompañaba allí donde fuese… el suyo.
-Tú… -Titubeó incapaz de comprender qué estaba pasando. –No es posible… ¡No puedes ser yo!.
Él volvió a responderle de la misma forma. Sus labios se movieron pronunciando palabras que no llegaban a sus oídos y no comprendía nada de lo que decía, pero a cada sílaba que pronunciaba los gritos de la niña se acrecentaban y su mirada temía apartarse de aquel rostro para ver el horrible espectáculo que le ofrecía aquella llama. Sin embargo incluso esto cambiaría, su doble levantaría de pronto una mano extendiéndola hacia él cómo si se le estuviese ofreciendo algo y continuaría esperando en silencio..
Jonathan supo al instante que tenía que hacer para parar aquella locura, su mente le gritó a cada músculo de su cuerpo que luchase por moverse para aceptar aquella mano y se retorció una vez más en su prisión invisible… pero no pudo. Su cuerpo siguió negándose a obedecerle y ya no pudo hacer nada, solo mirar mientras una nueva llama brotaba esta vez bajo los pies de aquel joven sin que este se inmutase ni apartase su mano en ningún momento. Aunque sus ojos apenas podían verle ya, su mirada había vuelto a la escena que tenía lugar a su izquierda y sus ojos observaban con tristeza y desesperación cómo los dos cuerpos se consumían bajo aquella llama negra antes de que su propia voz rompiese las tinieblas con un grito desgarrador.
-¡¡SARAH!!.
Aquel grito fue lo primero que se escuchó en el campamento a la mañana siguiente de su huida. El grupo al completo se despertó sobresaltado bajo las lonas verdes que los ocultaban entre la hierba y sus miradas se dirigieron de inmediato hacia su compañero mientras este se despertaba.
Estaba jadeando cómo si acabase de hacer algún esfuerzo terrible y su cuerpo se había cubierto de un sudor frío que acentuaba la helada caricia con que el viento de la planicie los rodeaba, pero en su mente no había sitio para ninguna de estas sensaciones. Sus ojos se abrieron al tiempo que su boca se cerraba y la buscaron de inmediato, ignorando por completo la cálida sensación con que su abrazo lo envolvía cómo si solo su imagen pudiese realmente tranquilizarlo. Y afortunadamente así fue. Ella se había despertado también al oír su voz y sus ojos dorados lo miraban sorprendidos y a la vez preocupados al ver la aterrada expresión de su rostro.
-Jonathan… –Lo llamó sin apartar sus ojos de los suyos mientras sus cabellos se desenredaban de su cintura volviendo a su espalda. –Estoy aquí, ¿Qué ocurre, estás bien?.
Los ojos de Jonathan la observaron en silencio unos segundos cómo si examinasen su rostro. Su mirada de rubí buscó sus cabellos alegrándose al encontrarse con el color rojo fuego de siempre y volvió a sus ojos perdiéndose en aquellos discos de oro que los formaban mientras en sus labios aparecía una pequeña sonrisa de alivio. Aunque Sarah apenas pudo verla unos segundos ya que, nada más comprobar lo que quería, los brazos del joven la abrazaron con fuerza volviendo a pegarla a él y ya solo pudo oír su voz.
-Sí. –Respondió en un tono extraño, a la vez serio y aliviado. –Ha sido solo una pesadilla.
-Parecías asustado. –Insistió ella devolviéndole el abrazo mientras sus mejillas se rozaban. -¿También tiene algo que ver con Lusus?.
-No ha sido nada. –Aseguró él respirando profundamente al sentir su cuerpo entre sus brazos y su respiración acariciando suavemente su cuello. –No te preocupes.
-Si no ha sido nada entonces no hay ninguna razón para que no me lo cuentes. –Señaló Sarah separándose ligeramente de él para mirarle a la cara. -¿A qué esperas?.
-Está bien. –Se resignó Jonathan aparentemente mucho más tranquilo ahora. –Te vi arder en medio de una gran llama negra, por eso me desperté así. Ya te lo he dicho, solo fue un mal sueño.
-¿Una llama negra?. –Repitió Sarah aparentemente sorprendida al tiempo que sonreía burlonamente. -¿Y te preocupaste por eso?.
Jonathan no comprendió del todo el por qué de aquella sonrisa en un principio, pero la propia Sarah se lo explicaría al instante moviendo una de sus manos a un lado para enseñarle algo. Con un simple gesto de uno de sus dedos, una voraz llama tan oscura cómo la propia noche comenzó a arder alrededor de la delicada mano de la joven sin que esta pareciese preocuparse en absoluto y lo miró sonriendo de nuevo.
-¿Ya has olvidado qué soy?. –Le recordó jugueteando con los dedos entre el fuego. –Este fuego no puede hacerme nada, es tan inofensivo cómo el aire para mí.
-Te repito que era solo un sueño. –Insistió Jonathan devolviéndole la sonrisa mientras esta cerraba la mano y la llama desaparecía de golpe. -La realidad no sirve ahí, esa llama sí te hacía daño y por eso me desperté así. Pero no es nada que tenga que preocuparte.
-Lo es cuando tus ojos cambian de esa forma. –Le recriminó Sarah poniéndose seria de nuevo y clavando su mirada en el fondo de los ojos color rubí de su esposo. –Desde que hablamos de volver a Lusus hay algo en ellos que no consigo entender, parecen tristes por algo.
-No tengo buenos recuerdos de ese lugar. –Respondió con tranquilidad Jonathan aliviado al ver que ella cambiaba de tema. –Eso es todo.
-¿Por qué?.
Esta vez la pregunta de Sarah no obtendría respuesta. Los ojos de Jonathan se ensombrecieron por un segundo al escucharla y sus labios llegaron a entreabrirse cómo si fuese a responderle, pero su voz no pronunció una sola palabra y simplemente negó con la cabeza mientras la soltaba para dejar que bajase de su regazo. Con ella ya en el suelo a su lado, el mayor de los hermanos se puso en pie para desperezarse y Sarah no tuvo más remedio que conformarse con su silencio por el momento.
Mientras tanto, el resto de sus compañeros se habían despertado también con aquel grito y ninguno había decidido intervenir al ver la reacción de la pareja, aunque en sus caras tampoco podían verse sonrisas precisamente. Lo sucedido el día anterior ahora volvía a sus memorias con más claridad recordándoles la gravedad del asunto en el que se habían visto involucrados y el ánimo no era en absoluto alto.
Atasha ni siquiera había dicho una palabra, se había conformado con quedarse junto a Álbert apoyada en su hombro como ya era costumbre cuando dormían al aire libre y su mirada estaba fija en el suelo sin animo aparentemente ni para levantar la cabeza. Algo parecido a lo que le pasaba a la propia Jessica que esa noche había dormido entre ambos hermanos pero no mostraba su alegría de costumbre sino una mezcla de decepción y tristeza inusuales en la joven. Solo Álbert se mantenía más o menos ajeno a aquella tristeza, o al menos esa era la impresión que daba al mirarle.
Su nuevo compañero de viaje, por el contrario, no parecía apenas afectado por lo sucedido y su expresión seguía siendo la misma de la noche anterior. Su mirada orgullosa y desafiante seguía mostrando la misma altivez de costumbre y había pasado la noche en el extremo opuesto del campamento a ellos. No sabían cuando se había dormido o si lo había hecho siquiera, pero lo que sí estaba claro era que se había despertado antes que cualquiera de ellos y se encontraba ya en el borde del pequeño refugio observando el nublado cielo de Linnea por encima de la hierba que allí le llegaba hasta el pecho.
-Todavía me resulta extraño pensarlo. –Murmuró Jessica ahora sentada entra Álbert y Sarah cuya mirada seguía fija en su esposo. –Fugitivos… es una palabra que jamás pensé que podría usarse con nosotros.
-No le des más vueltas. –Sugirió Álbert. –No puedes cambiar lo que ha pasado, ahora es mejor que nos concentremos en llegar a Lusus cuanto antes si queremos estar a salvo.
-No es fácil olvidarlo. –Insistió Jessica. –No esperaba esto de alguien en quien confiaba cómo Agatha. Además, ¿Por qué?, no comprendo de qué puede servirle esto.
-Después del incidente de Tírem esto desencadenará una guerra. –Explicó Álbert intentando comprender también aquel rompecabezas. –Eso es seguramente lo que ella quiere. Si cómo parece está buscando los cristales le vendría bien que Acares y Tarman conquistasen Lusus para hacerse con el cristal rojo, o al menos desviar la atención de todos hacia otro lado.
-¿Cómo sabes que ese cristal está en Lusus?. –Se sorprendió Jessica mirando desconcertada a su hermano.
-Por él. –Respondió Álbert dirigiendo su mirada hacia Jonathan que se alejaba en dirección a dónde estaba Néstor. -¿Ya has olvidado lo que dijo antes de que encontrásemos el cristal azul?.
-¿En la cueva?. –Jessica puso cara pensativa por unos segundos al decir esto mientras rebuscaba en sus recuerdos, pero pronto pareció dar con algo y sus ojos volvieron a mostrar la misma sorpresa de antes al mirar a su hermano. -¡Los Sarugats!. –Comprendió. –Dijo que solo los había visto en Lusus y que vivían cerca de fuentes de magia.
-Más que eso. –Sonrió su hermano satisfecho al ver que lo entendía. –Entonces no le entendí, pero Jonathan ya sabía lo que nos esperaba allí abajo antes incluso de que nos tirásemos al agua y también lo que había en Lusus.
-Lo recuerdo. –Aseguró Jess con voz todavía dudosa. –Pero sigo sin entender el motivo de todo esto. ¿Para qué quiere todos los cristales y por qué está dispuesta a matar a su propio príncipe para conseguirlo?.
-Tal vez para conseguir más poder. –Dijo no muy seguro Álbert rascándose la barbilla con una mano. -Por lo que parece sabe cómo usarlos y eso la convertiría en alguien muy peligrosa. En cuanto a sus motivos… quien sabe, ahora sabemos que la mujer que conocimos no era la verdadera Agatha, es imposible saber en qué puede pensar.
-¿Tú crees?. -Murmuró Jessica bajando la cabeza no muy convencida. –Yo no estoy tan segura, no creo que nadie pueda mentir de esa forma.
-¿Entonces qué piensas?. –Preguntó esta vez Álbert mirándola con curiosidad.
-Qué tiene un buen motivo para hacer todo esto, uno por el que estaría dispuesta a hacer cualquier cosa. –Respondió ella recordando de pronto una de sus conversaciones con la general. -Ojalá supiese cual es.
-Sea el que sea, ahora nos trae sin cuidado. –Trató de animarla él. –Tenemos que llegar a Lusus y empezar desde cero una vez más, eso es lo único que podemos hacer. No te preocupes, saldremos adelante.
-No me preocupa. –Negó Jessica sacudiendo la cabeza y sonriendo ligeramente. –Después de lo de Tírem esto no ha sido nada, simplemente necesitaba aclarar mis ideas un momento. Pero ya está, ahora creo que será mejor que hagamos cómo decías, cuanto antes nos pongamos en marcha mejor.
Dicho esto, Jess se levantó recuperando aparentemente la vitalidad de costumbre y los demás la siguieron mientras Jonathan y Néstor observaban a lo lejos el horizonte en la dirección en la que debían moverse. Sarah lo miraba todavía seria visiblemente molesta por su falta de respuesta, pero Jess no la dejó seguir así por mucho tiempo y pronto consiguió distraerla de nuevo tratando de animarse a si misma y a los demás con cualquier broma hasta que todos estuvieron un poco más alegres. Momento que aprovechó para dirigirse a su nuevo compañero de viaje y hacer algunas preguntas a las que esperaba respuesta le gustase o no a este dárselas.
-¿Y bien?. –Preguntó mirando de reojo a su hermano pero centrando sus ojos en el joven de tez más oscura. -¿Hacia dónde ahora?. Supongo que no tendrías planeado volver andando a Lusus entre las praderas.
-Nuestros planes eran regresar en tren, todo esto no formaba parte de ellos. –Replicó no con demasiada amabilidad. –Ahora esa posibilidad se ha esfumado, a estas horas los trenes entre Lusus y Acares están seguramente detenidos y las vías bloqueadas en la frontera. Tendremos que ir de otra forma.
-¿Y a qué esperas para decir cual?. –Insistió Jessica para nada intimidada por su forma de hablar. –Dijiste que si íbamos a Lusus podíamos acompañarte. Pues adelante, haz de guía.
-No soy el guía de nadie. –Replicó Néstor frunciendo ligeramente el ceño. –Si queréis seguirme no os lo impediré, pero eso es todo. Si no sois capaces o no os gusta podéis ir por vuestra cuenta.
-Por tu bien esta vez no actuarás así. –Los interrumpió Jonathan todavía de espaldas a ellos, hablando con la mirada perdida en el horizonte pero perfectamente consciente de lo que decían.
-¿Eso es una amenaza?. –Preguntó Néstor mirándolo sin la menor sorpresa.
-Si.
La respuesta fue tan seca y convincente que la propia Jessica lo miró sorprendida. Jonathan ni siquiera se había molestado en mirarles, pero su voz sonaba de una forma dura y extraña que no encajaba con su carácter y sus ojos lo siguieron desconcertados mientras se alejaba de vuelta hacia el campamento para recoger sus cosas.
-¿Qué le pasa?. –Preguntó Jessica con voz dudosa, no muy segura de si para ella misma o para el joven que seguía a su lado.
-¿Nunca habías visto cómo es realmente tu hermano?. –Respondió este con una extraña sonrisa que la sorprendió todavía más. –Ese es el Jonathan que yo conozco.
-Ese no es Jonathan. –Negó Jessica incapaz de aceptar aquellas palabras. -Es solo lo que ves cuando algo le preocupa o no quiere que sepas lo que piensa. ¿Qué sucedió en Lusus para que vuelva a estar así?.
-Eso tendrás que preguntárselo a él. –Respondió Néstor alejándose también de ella. –Vuestros problemas familiares no son asunto mío.
-Lo son si tu vida depende de ellos. –Señaló Jessica sin la menor intención de dejarle tranquilo tan fácilmente. –Si cómo dices le conoces sabes que no estaba bromeando.
-Lo sé. –Asintió Néstor deteniéndose por un momento. –Pero hace ya tiempo que eso no me preocupa. Ahora preparaos, nos pondremos en marcha enseguida.
-¿Hacia dónde?. –Insistió la menor de los hermanos cruzando ambos brazos frente a su pecho y sonriendo ligeramente al ver que este no podía ignorarla tanto como seguramente desearía. –Todavía no me has contestado y no pienso moverme hasta que lo hagas.
-Iremos al Sur. –Respondió Néstor no de muy buena gana. –No es prudente que nos acerquemos a ninguna ciudad ahora mismo y solo hay una forma de cruzar las praderas sin el tren.
-¿Cual?. –Volvió a preguntar Jess ahora con curiosidad. –Al sur de aquí no hay nada salvo algunas arboledas. Pero allí solo hay…
Jessica no llegó a terminar su frase, en el momento en que decía esto Néstor giró la cabeza hacia ella dirigiéndole una siniestra sonrisa y la joven comprendió al instante sus planes, aunque esto no la tranquilizó en absoluto. Sabía qué vivía en aquel lugar y lo veloces que podían ser al moverse por las praderas a pesar de su tamaño, pero jamás se le había ocurrido pensar en ellos cómo un medio de transporte y el propio Álbert se sorprendió al verla regresar con cara pensativa.
-No pareces muy contenta. –Notó mirándola un tanto serio. -¿Qué te ha dicho?.
-No mucho. –Mintió Jessica dándose cuenta de que Atasha también los miraba y sonriendo al instante para no preocupar más a nadie. –Solo que primero iremos hacia el sur. Parece que él y Jonathan no se llevan muy bien.
-Ahora mismo dudo que nadie pueda llevarse bien con él. –Señaló su hermano dirigiendo su mirada por un segundo hacia el joven de cabellos de plata. –Ni siquiera Sarah ha conseguido cambiarle por mucho tiempo, la idea de volver a Lusus parece que le afecta mucho.
-Se le pasará. –Aseguró Jess volviendo a sonreír al ver las caras de todo el grupo. -Siempre que nosotros no acabemos como él, venga, alegrad esas caras o el viaje será muy deprimente.
-No siempre es tan fácil. –Suspiró su hermano.
-¿Por qué?. –Preguntó de pronto Atasha sorprendiéndolos a todos al mirarlos a ambos con una sonrisa que no encajaba en absoluto con su anterior tristeza. –Jess tiene razón, no hemos perdido nada que no podamos recuperar en otro lugar. Fuisteis vosotros los que me enseñasteis eso cuando me sacasteis de Tarsis. ¿Recordáis?.
Tanto Jessica cómo Álbert asintieron al escuchar esto conscientes de que tenía razón y este último incluso rodeó sus hombros con un brazo dirigiéndole una curiosa sonrisa. Resultaba extraño viniendo de ella, pero sus palabras eran del todo ciertas y lo mejor que podían hacer era seguir los consejos de Jess.
En unos minutos el grupo recogió las pocas cosas con que habían salido de Ramat: en su mayoría la ropa que aún estaba en sus mochilas tras su viaje a Tarman, sus armas y algo de comida, y todos se pusieron en marcha caminando hacia el sur entre la hierba.
Les aguardaba un largo camino por las praderas, unos veinte kilómetros de marcha que entre la vegetación que las cubría no serían en absoluto un trayecto sencillo y ni siquiera sabían que los aguardaba al final, aunque por fortuna seguían teniéndose los unos a los otros y sus ánimos fueron mejorando durante la mañana conforme Jessica conseguía contagiarlos a todos con su incontenible vitalidad.
Tarea para la que esta vez usaría como blanco de sus bromas a su hermano y a Atasha haciendo que esta última se sonrojase en más de una ocasión. Por claras que ahora estuviesen las cosas entre ambos las muestras de afecto entre estos no eran ni de lejos tan frecuentes cómo entre la otra pareja del grupo y esta diferencia entre ambos era precisamente lo que Jess trataba de señalar con sus bromas.
Sin embargo las cosas no serían tan sencillas para todos. Jonathan ya no caminaba junto a ellos, avanzaba al frente con Néstor abriendo camino entre el mar verde por el que se movían sin apenas prestarles atención y ni su mirada ni su expresión cambiaron en absoluto. Seguía tan serio y pensativo cómo antes, hasta el punto de que incluso Sarah se cansó de caminar a su lado sin que le hiciese caso y se retrasó para seguir junto al resto del grupo sorprendiéndolos tanto a ellos como a su esposo.
Sarah no era alguien que se diese por vencida fácilmente, mucho menos en lo referente a Jonathan. Pero ahora algo había cambiado en su mirada, sus ojos dorados no centelleaban con el fuego que los había ocupado en días pasados cada vez que se cruzaban con su esposo y parecían nublados por una mezcla de preocupación y enfado que ni siquiera la triste mirada con que Jonathan la había observado al verla alejarse parecía haber aliviado. Incluso su paso se volvió cada vez más lento cómo si perdiese el ánimo para caminar y acabó por flotar simplemente a su lado deslizándose entre la hierba sin preocuparse ya por su magia. Después de todo ahora que eran fugitivos no había razón para que se ocultase y, aunque así fuese, su mente estaba demasiado ocupada tratando de comprender tanto sus propias emociones cómo lo que le sucedía a su esposo para pensar en eso.
-No deberías tener esa cara, eres la única que no va a cansarse durante el viaje. –Bromeó de pronto Jessica tratando de animarla y consiguiendo que la joven levantase la cabeza para mirarla. -¿Qué te ocurre, no pareces estar muy bien?.
-Y no lo estoy. –Negó Sarah con su sinceridad habitual sacudiendo suavemente la cabeza hasta que sus cabellos cubrieron en parte su rostro.
-Lo que estás es enfadada. –Sonrió Jessica aparentemente nada sorprendida por su respuesta. –¿Verdad?. Te pone furiosa que no te diga lo que le pasa y no te haga caso.
-No es eso. –Replicó la joven girando de golpe la cabeza hacia ella y hablando en un tono que contradecía por completo sus palabras. –No me gusta verle así, eso es todo.
-Eso ya lo sé. –Afirmó Jessica sin dejar de sonreír. –Tienes la misma cara que tenía él aquel día en el tren cuando volvimos de Tarsis. Sabes, esa fue la primera vez que me di cuenta de lo mucho que significabas para él, y ahora tú estás reaccionando exactamente igual. Os parecéis mucho en ese sentido, lo que sentís el uno por el otro es tan fuerte que llegáis a haceros daño sin quererlo.
-Esto no es lo mismo. –Protestó Sarah cruzando ambos brazos frente a su pecho para hacerse la ofendida en un gesto que Jess encontró curiosamente infantil y a la vez apropiado para ella. –Si me dijese por qué tiene esa cara todo sería más sencillo y no tendría que preocuparme.
-¿Seguro que no estás enfadada?. –Repitió Jessica conteniendo la risa al mirarla.
-¡Si!. –Volvió a dejar claro Sarah frunciendo el ceño. –Solo estoy un poco preocupada, eso es todo.
-En ese caso me temo que no puedo ayudarte. –Lamentó Jess encogiéndose de hombros mientras caminaba y buscaba por un segundo a su hermano con la mirada. –Yo tampoco sé que ha podido pasarle en esos cinco años para que le disguste tanto volver a Lusus. Y créeme que me gustaría saberlo.
-Es cierto. –Recordó Sarah en ese instante mirando con cierta prudencia a su amiga, aunque demasiado curiosa y preocupada cómo para no seguir hablando. –Nos lo dijiste en Tírem, vosotros no estuvisteis con él esos cinco años. Pero aún no me has dicho por qué.
Sarah notó al instante cómo los ojos de Jessica se desviaban hacia el suelo por un momento para evitar su pregunta y su mirada. De nuevo la misma tristeza que ya había visto en la mirada de su amiga en Tírem volvía a asomar en las esmeraldas que formaban sus ojos recordándole que era un tema del que no le gustaba hablar, aunque en esta ocasión su respuesta sería distinta.
-Supongo que es normal que lo preguntes siendo su esposa. –Pareció comprender Jessica levantando la cabeza y volviendo a mirarla. -¿Realmente quieres saber qué pasó?.
-Si. –Asintió Sarah sin la menor duda a pesar del cambio en el ánimo de su compañera. –Si es algo tan importante cómo para que tú reacciones así preferiría saberlo.
-Está bien. –Aceptó Jessica dejando escapar un suspiro de resignación, o tal vez de alivio, al decidirse por fin a contárselo. -Tratándose de alguien cómo tú puede que incluso lo comprendas mejor que nosotros. O al menos que no te parezca tan extraño.
-¿Lo dices por qué soy un demonio?. –La interrumpió Sarah un tanto seria.
-No, pero sí por la facilidad en que puedes usar la magia. –Aclaró Jessica girando la cabeza hacia su hermano para mirarlo con la misma melancólica tristeza que Sarah ya había visto en Tírem. –¿Recuerdas cuando os conté que Jonathan ya había tenido ese aspecto extraño desde pequeño?. Pues esa fue precisamente la causa de que lo enviasen a Lusus.
-¿Solo por eso? –Se sorprendió Sarah. -¿Por qué esperaron tanto si su pelo y sus ojos siempre habían sido así?.
-Porque eso no era todo… y hasta aquel día nunca les había parecido peligroso. –Respondió Jessica dejando que su voz se contagiase por un momento de la tristeza de su mirada. –Hasta entonces lo único fuera de lo normal en Jonathan era precisamente eso: su aspecto, pero hace cinco años todo cambió de golpe.
Todavía lo recuerdo perfectamente, era el domingo siguiente a su cumpleaños y habíamos echo una pequeña fiesta para celebrarlo aprovechando que nos daban el día libre en el orfanato. No era nada especial, solo una comida fuera del orfanato que habíamos podido pagar reuniendo el dinero que nos daban de vez en cuando por hacer tareas para los maestros, sin embargo era más que suficiente para que todos estuviésemos más animados de lo normal. O al menos así fue hasta que Jonathan empezó a sentirse mal…
Sin una razón aparente empezó a jadear cómo si le faltase la respiración, se llevó la mano al pecho diciendo que le dolía y antes de que pudiésemos siquiera acercarnos a él calló al suelo frente a nosotros. Si supieses cuánto me asusté ese día, Álbert me envió a buscar ayuda mientras él intentaba traer a Jonathan de vuelta al orfanato y corrí más deprisa de lo que jamás había pensado que podía llegar a hacerlo. Pero ni siquiera eso fue suficiente, cuando el director de la enfermería llegó conmigo junto a mis hermanos su cara se volvió casi blanca con solo mirar a Jonathan y no hizo falta que nos dijese nada para que supiésemos lo grave que era.
No sé cuanto tiempo pasó después de eso. Álbert dice que solo pasó una hora desde que los enfermeros se lo llevaron hasta que el director salió otra vez de la enfermería para hablar con nosotros, a mi me pareció una eternidad y apenas era capaz de estarme quieta. Lo que no sabía era que lo peor todavía no había pasado.
El director ni siquiera quiso hablar conmigo, me vio tan nerviosa que me pidió que me sentase a un lado un momento mientras hablaba con Álbert y tuvo que ser él quien viniese después a darme la noticia: Jonathan estaba muerto. Había muerto de un ataque al corazón y no habían podido hacer nada por él, su corazón ya no latía cuando llegó a la enfermería.
-¿Muerto?. –Repitió con incredulidad Sarah mirando a Jonathan por un segundo cómo si tratase de asegurarse de que seguía allí. –Eso es una estupidez, ¿Cómo iba a estar muerto si está ahora con nosotras?. Lo que has descrito es muy parecido a lo que le pasa cada vez que siente alguna fuente de magia negra solo que más fuerte, ese hombre tenía que estar equivocado.
-No, no lo estaba. –La contrarió Jessica cerrando los ojos un segundo ante aquellos recuerdos. -Durante una hora el corazón de Jonathan dejó de latir por completo y todos los médicos del orfanato lo comprobaron mientras trataban de reanimarle, no solo él.
-¿Entonces cómo puede estar ahora aquí?. –Trató de comprender Sarah visiblemente desconcertada, aunque cómo de costumbre en absoluto asustada por aquel relato cómo cabría esperar de otra.
-No lo sabemos. –Respondió Jess encogiéndose de hombros y dirigiéndole una pequeña sonrisa. –Simplemente sucedió. Yo estaba llorando abrazada a Álbert sin querer creer que aquello podía estar pasando y recuerdo que él ni siquiera sabía que decir, los dos estábamos destrozados al pensar que habíamos perdido a nuestro hermano y volvíamos a estar solos. Fue entonces cuando oímos algo extraño en la enfermería, todo el pasillo se llenó de gritos de pronto y los médicos salieron corriendo por la misma puerta por la que habían llevado a Jonathan cómo si hubiesen visto un fantasma. Pero quién salió finalmente de la sala no fue un monstruo cómo sugerían esos gritos: fue Jonathan.
En ese instante fue mi corazón el que casi se paró al verle otra vez. El hermano al que daba por muerto estaba de pronto allí, de pie frente a nosotros cómo si no hubiese pasado nada y apenas podía creerlo. Ni siquiera me paré a pensar en qué podía estar pasando, corrí a abrazarle tan fuerte cómo podía y solo me calmé cuando pude oír su voz otra vez. Tal vez me estuviese comportando como una niña pero te aseguro que no me avergüenza reconocerlo, nunca me había sentido tan mal en toda mi vida y todavía recuerdo sus primeras palabras. No se preocupó por él… sino por mi: “Jess, no llores, por favor, estoy bien no llores”.
-Una hora… -Repitió Sarah girando su cabeza hacia Jonathan cómo si no hubiese escuchado las siguientes palabras de su amiga. –Eso es imposible para un humano, tendría que estar muerto.
-Lo sé, pero cómo ves con él no ha sido así. –Señaló Jessica aparentemente aliviada al pasar aquel punto de la historia aunque con voz todavía melancólica. -Por desgracia no todos se lo tomaron con tanta alegría cómo nosotros. En aquel momento no sabíamos cual era la causa de esa reacción y los maestros del orfanato se asustaron bastante con eso. Puede que Jonathan nunca hubiese sido alguien corriente pero esto superaba con mucho lo que estaban dispuestos a permitir y la posibilidad de que aquella “enfermedad” cómo ellos llamaban a lo que le sucedía a Jonathan se extendiese a otros alumnos los hizo tomar la decisión de enviarlo a otro lugar.
-A Lusus. –Concluyó Sarah por ella. -¿Pero por qué ahí?.
-Por una simple casualidad. –Respondió de pronto la voz de Álbert que parecía haberlas estado escuchando a ambas. -Al menos eso pensamos en aquel momento. Aquel día vino a Tírem uno de los maestros del orfanato central de Lusus para una visita de protocolo entre los dos reinos y presenció el incidente, esa fue la razón por la que se eligió Lusus cómo destino para Jonathan. El propio maestro se interesó por él y los encargados de nuestro orfanato estuvieron más que felices de librarse de aquella carga. Sin embargo, ahora que sabemos más cosas sobre Lusus y sus caballeros empiezo a dudar que fuese realmente una casualidad. Es más que probable que ese maestro viajase acompañado por algún caballero de la orden del corazón negro y su presencia debió ser lo que provocó la reacción en Jonathan. Ese día se encontró por primera vez con la magia a la que reacciona su cuerpo y es posible que ese primer contacto fuese además la razón de que todo fuese tan violento. Aunque desgraciadamente todo esto son solo hipótesis.
-A partir de ahí perdimos la pista de Jonathan y no volvimos a verle hasta que terminamos nuestros cursos en el orfanato. –Continuó Jessica en cuanto su hermano terminó aquella parte de la explicación. –Al principio recibíamos cartas suyas y nos contaba cosas de Lusus, incluso parecía que le gustaba aquel lugar. Pero hace unos dos años esas cartas dejaron de llegar y ya no supimos nada más de él hasta el día en que dejamos de estar bajo la tutela del orfanato y le mandamos la carta pidiéndole que regresase. El resto ya lo sabes, a ti te conocimos solo unos días después de eso.
-Todo depende entonces de lo que sucedió durante esos dos años. –Comprendió Sarah repasando mentalmente la historia de los hermanos al tiempo que sonreía ligeramente incapaz de ocultar la alegría que algo acababa de hacer brotar en su corazón al darse cuenta de un detalle que se les escapaba por completo a los hermanos. -¿Verdad?
-Así es. –Le confirmó Jessica asintiendo desanimada. –Sea lo que sea no ha querido hablarnos siquiera de ello, pero le afecta mucho y por cómo se llevan apostaría a que tiene algo que ver con Néstor.
-Él no me importa, pero no me gusta ver así a Jonathan. –Afirmó Sarah con los ojos fijos en su esposo. –Cuanto antes sepa qué le pasa antes estaremos tranquilos los dos.
Dicho esto, y para sorpresa de sus tres compañeros, Sarah se inclinó ligeramente hacia delante y su cuerpo comenzó a flotar de pronto más deprisa acercándose a los dos jóvenes que marchaban a la cabeza. Algo que los hizo sonreír al instante a los tres al adivinar no solo sus intenciones sino también el posible resultado de aquello. La propia Jessica se sentía ya mejor al terminar su relato, a decir verdad incluso la había aliviado poder compartir sus preocupaciones con su amiga y verla darse la vuelta mientras pasaba junto a Jonathan para flotar justo frente a él avanzando de espaldas resultaba cuando menos curioso.
-¿Todavía sigues igual?. –Preguntó la joven de cabellos de fuego al observar el rostro serio y preocupado de su esposo. –Dijiste que solo era una pesadilla, no deberías seguir preocupado por una tontería cómo esa.
-No estoy preocupado por eso. –Negó Jonathan sonriendo ligeramente al observar la forma en que esta volaba frente a él. -¿Y tú, ya te has cansado de caminar?.
-Ahora ya no tengo por qué esconderme. –Respondió Sarah más tranquila al ver cómo los ojos de Jonathan parecían menos apagados al encontrarse con ella. –Pero no has respondido a mi pregunta. Si no es por la pesadilla por qué estás así. ¿Es por volver a Lusus?.
-Si. –Afirmó secamente Jonathan volviendo a ponerse serio de golpe.
-¿Por qué?. –Preguntó de nuevo su esposa en absoluto dispuesta a dejarle ir tan fácilmente. -¿Qué pasó allí para que te disguste tanto volver?.
-Prefiero no hablar de eso. –Aseguró Jonathan en un tono tan serio y distante cómo su mirada. –Hay cosas que no me gusta recordar y esta es una de ellas.
-Si tienes esa cara es precisamente por que lo estás recordando y te preocupa. –Lo contrarió Sarah. –Lo que no quieres es decírmelo a mí. ¿Por qué?, dijiste que debíamos confiar el uno en el otro.
-Esto no tiene nada que ver contigo. –Intentó convencerla Jonathan bastante desconcertado por lo acertado de sus palabras. –No te preocupes, no es nada que deba importarte. Haz lo que tú misma has dicho y confía en mí.
-Lo es si veo que te ocurre algo pero no puedo saber qué es. –Insistió Sarah sorprendiéndolo visiblemente con aquellas palabras. –¿Si tiene tan poca importancia cómo dices por qué te cuesta tanto contárnoslo?.
-Porque eso no arreglaría nada. –Respondió Jonathan todavía serio. –Es solo un mal recuerdo que ya no puede ni cambiarse ni hacer daño a nadie, hablar de él no arreglaría nada, solo lo empeoraría obligándome a recordarlo con más fuerza. Tú deberías comprender esto, no es muy distinto a lo que te sucedió cuando nos conocimos en la cueva.
-¿Yo?. -Se sorprendió Sarah poniendo de pronto cara pensativa ante aquellas palabras.
-No creas que he olvidado lo que me dijiste entonces. –Continuó Jonathan sonriendo ligeramente al ver el centelleo infantil de su mirada todavía sorprendida por sus palabras. –Pero no me importa esperar a qué tú te decidas a dejar de ocultármelo, aunque eso no llegue nunca. Solo te pido que hagas lo mismo y me comprendas.
-¡Eso es distinto!. –Protestó de pronto Sarah cayendo en la cuenta de lo que le estaba hablando. –No tiene nada que ver con esto, aunque no te lo haya dicho tú sabes que no hay ninguna razón por la que debas preocuparte.
-Y te creo. –Afirmó Jonathan sin dejar de sonreír ante los brotes de rabia casi infantil que se entremezclaban con la madurez de la mujer que realmente era su esposa. –Por eso te pido que hagas lo mismo, nada más. Si fuese algo que pudiese afectarnos sabes que te lo diría, me importas demasiado para ocultarte algo así.
-Ya me está afectando. –Señaló Sarah haciendo que la sonrisa de Jonathan se esfumase al instante. –Y lo hará mientras te afecte a ti, pero si eso es lo que quieres de acuerdo.
Dicho esto, Sarah cerró un instante los ojos y se dio la vuelta sin decir nada más mientras se movía hacia un lado y empezaba a flotar más despacio para volver junto al resto de sus compañeros. Algo que sorprendió bastante tanto a Jonathan como a estos que habían esperado una reacción tan violenta cómo de costumbre, aunque por la mirada del mayor de los hermanos aquello le hizo más daño de lo que podría haber hecho cualquiera de sus rayos.
-Acabas de hacer algo para lo que yo misma no he tenido valor en todos estos años. –Dijo Jessica dirigiéndole una amistosa sonrisa en cuanto llegó junto a ella. –Le vendrá bien aprender que no siempre puede hacer eso.
-No me gusta verle así. –Repitió Sarah una vez más con aquel tono que dejaba entrever la tristeza que su corazón parecía sentir al verle preocupado. –Pero tenías razón.
-¿En qué?. –Trató de entender Jessica desconcertada.
-En lo que dijiste antes. –Explicó su amiga entrecerrando ligeramente los ojos y mirando sombríamente a su esposo. –Estoy enfadada.
Aquello bastó para convencer a Jess de que no todo era tan sencillo cómo parecía. La mirada y las palabras de su amiga la hicieron sonreír al instante dándose cuenta de que ella todavía no había terminado con Jonathan cómo él seguramente pensaba. No sabía qué le esperaba a su hermano, pero sin duda no era nada agradable y siguió adelante bastante más animada hasta que al fin los árboles del bosquecillo al que se dirigían aparecieron frente a ellos.
Era una de las muchas arboledas dispersas por las praderas, un grupo de apenas veinte gigantescas coníferas que crecían entre la espesa hierba de la llanura formando con sus copas una meseta natural que constituía uno de los pocos relieves de aquella zona. Entre ellas podían verse algunos árboles más jóvenes, retoños de apenas tres o cuatro metros con hojas verde claro y troncos rojizos que intentaban alcanzar el denso techo de hojas formado por los mayores. Cosa que pocos conseguían, los gigantes de troncos ya parduzcos y hojas mucho más oscuras unían sus copas varios metros por encima de ellos devorando la mayor parte de la luz de forma que incluso la hierba crecía con dificultad a sus pies.
Esta sombra, sin embargo, resultaba única en aquellas bastas praderas y era lo que atraía hasta las arboledas a las criaturas que ellos buscaban: los Gármar, los grandes cuadrúpedos de la llanura. Eran animales majestuosos, de más de dos metros de altura y piel rojiza cubierta por una tupida capa de corto y áspero pelaje del mismo color. Sus robustos cuerpos se sostenían sobre cuatro cortas patas tan gruesas cómo un hombre en cuyo final podía verse una gran pezuña frontal y un afilado espolón trasero. Más arriba, en la parte superior de sus costados, tres grandes placas córneas con forma de semicírculo partían en direcciones opuestas a cada lado del animal acentuando aún más la rectitud de su lomo prácticamente liso. De este partían además una larga cola de pelo más oscuro que pendía sobre los cuartos traseros del animal y un corto cuello en su parte frontal. En este último nacían las verdaderas armas del animal, seis poderosos cuernos que partían de él cómo un collar curvándose hacia delante a escasos centímetros de su piel para proteger la pequeña cabeza con forma de cuña de aquella criatura dejando entre ellos y esta solo el espacio suficiente para que pudiese abrir sus mandíbulas y comer.
Nada más verlos, los dos jóvenes que caminaban a la cabeza del grupo se detuvieron al borde de la arboleda sin abandonar todavía el refugio de la vegetación y sus compañeros hicieron lo mismo observando con curiosidad la manada que descansaba bajo los árboles.
-¿Qué sucede?. –Preguntó Álbert siguiendo con la mirada a uno de los animales mientras se rascaba el costado contra el tronco de un árbol haciéndolo vibrar. –Esos animales no son peligrosos a menos que te acerques mucho a ellos, podemos seguir sin problemas dando un pequeño rodeo.
-No vamos a seguir hacia ninguna parte. –Lo contrarió Néstor sin molestarse en darse la vuelta. –Aquí es a dónde nos dirigíamos, si queremos llegar a Lusus necesitaremos un medio de transporte.
-¿Pretendes usar a esos animales cómo montura?. –Se sorprendió Atasha observando con preocupación y temor a aquellas criaturas. –Son animales salvajes, no creo que eso sea buena idea.
-No lo es. –Aclaró Álbert con calma a pesar de sus palabras. -Tal vez no sean depredadores pero eso no significa en absoluto que sean dóciles, si nos acercamos nos atacarán creyendo que somos un peligro y eso no será agradable.
-¿Tenéis alguna idea mejor?. –Replicó Néstor con el mismo tono de superioridad de costumbre. –Pueden moverse casi a la velocidad de un tren y caminar durante días sin descansar, son justo lo que necesitamos.
-Entonces adelante. –Sugirió Jessica sonriendo traviesamente mientras miraba al caballero de la orden. -¿A qué esperas para empezar?. Tú eres el guía, ¿Recuerdas?.
-Con uno no bastará para todos. –Dijo Néstor dirigiéndole una mirada en absoluto agradable cómo respuesta a sus palabras. –Así que si no quieres ir andando el resto del camino será mejor que controles tus palabras. Para mi no es ningún problema domar a dos de esos animales pero te aseguro que me divertiría bastante verte intentarlo a ti.
Dicho esto, Néstor se alejó en dirección a la manada ignorando la furibunda mirada que Jessica le dirigió en ese momento y salió al fin de entre la hierba junto con Jonathan que no parecía tan preocupado cómo los demás por la presencia de aquellos animales. Algo que en ese preciso momento también había dejado de importar a Jessica cuya mente estaba ocupada con otras ideas mientras mascullaba para si misma algunas palabras no demasiado agradables acerca de su nuevo compañero.
Una vez al descubierto, Néstor se adelantó a Jonathan y se detuvo a unos metros del primero de los árboles bajo el que descansaban dos de los animales. El resto de la manada se había percatado ya de su presencia y algunos los miraban con desconfianza, pero parecían no preocuparse demasiado por ellos confiando en la protección que su impresionante tamaño y su número les proporcionaba.
Por desgracia para ellos aquella paz terminaría apenas unos segundos más tarde. Sin el menor aviso, Néstor levantó una de sus manos murmurando de nuevo las palabras que conformaban el antiguo lenguaje en que los viejos maestros habían escrito sus hechizos y apuntó hacia la manada. Al instante, un relámpago negro brotó de su mano rugiendo en dirección a los animales y el viento de la pradera se arremolinó de golpe alrededor del grupo alterado por el hechizo.
Sin embargo esta vez su objetivo no era ninguna de aquellas criaturas cómo podía parecer en un principio. El rayo avanzó evitando los árboles hasta rebasar a los dos gármar más cercanos y se detuvo antes de alcanzar al resto estallando en una violenta explosión cuyo único efecto real pareció ser el ensordecedor estruendo que provocó en ese momento. Y esto era realmente todo lo que necesitaba su creador.
Tal cómo Néstor esperaba, en el momento en que su rayo estalló entre la manada los animales reaccionaron inmediatamente y huyeron aterrados en dirección contraria buscando refugio entre la vegetación de las praderas mientras la manada se volvía cada vez más compacta. Pero no todos pudieron acompañarlos, dos de los miembros de aquella manada habían quedado separados del resto por el estallido y su reacción había sido totalmente contraria haciéndolos huir no en esa dirección, sino en la que se encontraban Néstor y los demás. Algo que en principio no parecía exactamente una buena idea dado su impresionante tamaño y su fuerza que ahora quedaba más que demostrada por la forma en que incluso el suelo retumbaba bajo sus pezuñas conforme se acercaban a ellos.
Pero aquello tampoco preocupó a Néstor. El joven levantó esta vez ambas manos mirando con una tranquila sonrisa a los dos animales y su voz se escuchó una vez más en el viento de la llanura pronunciando un nuevo hechizo cuyos efectos serían bastante diferentes a los del anterior. No hubo rayos, ni explosiones ni nada parecido, solo la voz del joven pronunciando aquellas palabras en un tono cada vez más alto y autoritario conforme sus manos brillaban con el fulgor negro tan familiar ya para el grupo.
El resultado de todo aquello no tardó en llegar. Casi al instante, y para sorpresa de todos salvo Jonathan, los animales comenzaron a detenerse cómo si su miedo ya no existiese. Su furia se esfumó conforme se acercaban a los dos jóvenes, su paso se hizo más tranquilo hasta detenerse frente a estos y sus ojos se cerraron mientras sacudían la cabeza cómo afectados por algo que ni ellos mismos comprendían pero contra lo que no podían luchar.
-No era tan difícil. –Finalizó Néstor bajando las manos y girándose hacia el grupo con su arrogancia habitual. -Por grandes que sean solo son bestias sin cerebro, son fáciles de controlar si se sabe cómo.
Aquel comentario no le gustó en absoluto a ninguno de sus compañeros e incluso se ganó una fría mirada por parte de Jonathan mientras este se acercaba a uno de los animales. No podía negar que aquello era una gran ayuda, pero cuanto más tiempo pasaba junto a su viejo amigo más parecía empeorar el efecto que su regreso a Lusus tenía sobre su ánimo y su actitud para con él no era precisamente amistosa.
Todo lo contrario sucedía al hablar con sus hermanos. Cómo si aquello fuese un espejismo que apareciese solo cuando se dirigía al caballero de la orden, la expresión gélida y furiosa del rostro de Jonathan volvía a ser la de siempre al mirarlos a ellos salvo por la sombra de preocupación que parecía no abandonar sus ojos y Álbert no tardó en acercarse a él para ayudarle con aquel animal. En sus mochilas todavía tenían las cuerdas que habían guardado para el viaje a Tarman y estas les resultarían ahora bastante útiles si querían tener un poco de control sobre su futura montura.
Las únicas que todavía no se acercaron a las bestias fueron las tres jóvenes. Atasha seguía sin fiarse del todo de aquellos animales aunque Jonathan y Álbert hubiesen atado ya las cuerdas a dos de sus cuernos y prefería mantenerse lejos, algo que curiosamente hacían también sus compañeras aunque por un motivo muy diferente.
-Los gármar no son la única cosa grande y sin cerebro que hay por aquí. –Masculló Jessica visiblemente molesta por la bravuconería de Néstor. –Empiezo a cansarme de su actitud, le vendría bien un escarmiento.
-No es al único. –Le respondió Sarah en un tono bastante sombrío mientras miraba a su esposo.
-Sarah, ¿En qué estás pensando?. –Preguntó inmediatamente Jess adivinando por la mirada de la joven que algo rondaba su mente. –No irás a….
-Si. –Afirmó tajantemente.
Esta fue toda la explicación que le dio al respecto. Antes de que la propia Jessica pudiese decir nada más, los ojos dorados de Sarah centellearon durante un breve segundo y su sonrisa se volvió de pronto mucho más siniestra mientras su amiga se giraba de inmediato hacia los demás adivinando lo que estaba a punto de suceder.
Néstor sería el primero en rodar por el suelo. El animal aparentemente dócil e inofensivo junto al que se encontraba abrió los ojos de pronto cómo si algo acabase de llamar su atención y no tuvo tiempo de reaccionar. El gármar lo cogió totalmente por sorpresa debido a su propia confianza en el hechizo que acababa de esfumarse, lo embistió moviendo violentamente su cabeza hacia un lado y lo arrojó al suelo unos metros a su derecha sin que este pudiese hacer nada para defenderse de la brutal fuerza de aquella criatura.
Pero él no era el único con problemas en ese instante. A poco más de un par de metros de este el segundo gármar había reaccionado exactamente igual que el primero una vez libre del hechizo y los dos hermanos trataban inútilmente de sostenerlo con las cuerdas. Sin embargo esto no era una tarea sencilla, pese a la fuerza de ambos jóvenes y la brutal tensión a la que sometían a sus músculos tirando de ambas cuerdas para mantenerlo quieto el gármar era cientos de veces más fuerte que ellos y de una sola sacudida los arrojó a ambos al suelo obligándolos a soltarle.
En ese instante su furia se centró en Jonathan que había caído más cerca y trató de pisarlo cómo su compañero de manada hacía en ese mismo instante con Néstor, aunque en esta ocasión no todo le sería tan sencillo. Por fuertes que fuesen, su agilidad no era comparable a la de los dos jóvenes y Jonathan no tardó en librarse de su ataque rodando hacia un lado para ponerse a continuación en pie y tratar de entretenerlo junto a su hermano. Tal vez volviesen a ser peligrosos, pero eran su único medio de transporte y no podían dejarlos huir.
-¿Alguna idea?. –Preguntó Álbert girando alrededor del animal para intentar confundirlo. –Ni siquiera entre todos podríamos sujetarlo.
-Es solo una bestia sin cerebro. –Repitió Jonathan con sarcasmo dirigiendo una rápida mirada hacia su esposa que sonreía todavía al igual que la propia Jessica. –Solo intenta que no se valla, que él se encargue de controlarle en cuanto termine con el otro.
-Ahora mismo parece un poco ocupado. –Señaló Álbert dirigiendo una rápida mirada hacia Néstor que aún rodaba por el suelo evitando al animal.
-Dale unos minutos. –Dijo con calma Jonathan. –Están acostumbrados a esas cosas.
Álbert aceptó las palabras de su hermano y se centró de nuevo en atraer la atención de aquel animal hacia él y Jonathan mientras giraban a su alrededor cruzándose para intentar confundirlo. Néstor, por su parte, y tal y cómo Jonathan había dicho, siguió evitando las continuas envestidas de la bestia rodando hacia cualquier lado para que sus pesadas patas no lo aplastasen y no tardó en dar con una forma de poner fin a aquello.
Justo en el instante en que las dos patas del animal caían a ambos lados de su cuerpo y este intentaba aplastarlo con la cabeza, el joven se sujetó a dos de sus cuernos inferiores usándolos cómo apoyo para evitar acabar ensartado contra el suelo y dejó que fuese la propia fuerza del animal la que lo elevase cuando este levantó la cabeza de nuevo.
Con la agilidad que caracterizaba a todos los de su orden, Néstor se impulsó hacia delante todavía colgando del animal, apoyó los pies en el pecho del mismo para empujarse hacia atrás y giró frente a la cabeza de este en un rápido salto que lo llevó a caer justo sobre su cuello. En ese momento, su mano apuntó a la cabeza del animal al tiempo que su otro brazo se extendía hacia el gármar restante y las últimas palabras del hechizo silbaron en los oídos de todo el grupo segundos antes de que los animales se calmasen una vez más.
-¿Qué ha sucedido?. –Preguntó mientras saltaba al suelo jadeando visiblemente tras el esfuerzo. –Ese hechizo tenía que durar días, es imposible que fallase así.
-Vamos, no es para tanto. –Respondió Jessica en un tono burlón que no trataba de ocultar en absoluto. –Solo son unas “bestias sin cerebro”, ¿Qué podía haber pasado?
-¡Esto no es un juego!. –Replicó Néstor visiblemente furioso tras ver su sonrisa y, sobretodo, la de la joven que la acompañaba cuya brillante mirada hizo que este comprendiese al instante lo que había sucedido y se girase hacia Jonathan. –Se supone que ese demonio es tu esposa, ¿Ni siquiera puedes controlarla?.
Jonathan le respondió al instante, pero no de la forma que este había esperado. Lejos de decir una sola palabra, los ojos del mayor de los hermanos lo miraron con una frialdad casi gélida y su arma siseó en el aire abandonando su refugio bajo la gabardina para dar un único golpe. El chasquido del metal fue lo único que se oyó en ese instante, un seco golpe al encontrarse las hojas todavía en forma de espada de ambas armas frente al rostro del caballero que había detenido la de Jonathan con la suya.
-Todavía respiras. –Respondió Jonathan totalmente serio. –Date por satisfecho. Si vuelves a insultarla así ya no tendrás que preocuparte por lo que ella pueda hacerte.
-Mi paciencia tiene un límite. –Replicó Néstor recuperando la tranquilidad mientras ambas armas todavía chirriaban con sus filos rozándose. –No sigas forzándolo.
-Tú has superado la mía hace tiempo. –Le aseguró Jonathan bajando al fin su arma y volviendo a guardarla mientras los demás se acercaban. –Y a diferencia de ti no tengo nadie a quien responder salvo a ellos. No lo olvides.
Néstor pareció calmarse al oír estas últimas palabras y su expresión seria se volvió más dura por un momento cómo si fuese a responder. Sin embargo, lejos de hacer esto el joven se dio la vuelta dándole la espalda a Jonathan y subió al gármar para emprender la marcha dejándolos a todos atrás por el momento.
Solucionado esto, Jonathan guardó también su espada y los tres hermanos subieron al animal restante junto a Atasha repartiéndose sobre su lomo cómo mejor podían. Sarah, por el contrario, permaneció en el suelo hasta que estos estuvieron listos y ni siquiera entonces se decidió a subir. En lugar de eso, usó sus poderes para comenzar a levitar una vez más y los miró totalmente seria esperando a que se pusiesen en marcha.
-¿No crees que ya ha te has divertido bastante?. –Preguntó Jonathan mirándola desde el lomo del animal y extendiendo una mano hacia ella. –Sube y olvida eso de una vez.
-No me estoy divirtiendo. –Negó Sarah alejándose de su mano al tiempo que le dirigía una mirada casi tan triste cómo seria. –Si Jessica tenía razón tú ya deberías saberlo… deberías entender cómo me siento.
-Cómo quieras. –Aceptó Jonathan comprendiendo sus palabras. –Si cambias de opinión no necesitas mi ayuda para subir.
Terminada aquella frase, Jonathan dio un pequeño golpe a las cuerdas que habían atado al animal y este se puso en marcha al instante en dirección al mar de hierba que los rodeaba. Al mismo tiempo, Sarah cerró los ojos por un segundo y su cuerpo comenzó a flotar una vez más pare seguirlos dejando que sus poderes apartasen también la vegetación a su paso cómo si una esfera invisible la rodease.
Así comenzó la verdadera travesía hacia Lusus. Los dos gármar no tardaron en empezar a galopar a una velocidad considerable haciendo gala de la fuerza y resistencia de sus cuerpos y los cinco avanzaron velozmente hacia el Oeste con Sarah flotando siempre al lado de sus cuatro compañeros. Era un viaje largo y monótono debido a lo repetitivo del paisaje, pero la belleza de aquel lugar y la tranquilidad que su ruta alejada de cualquier ciudad les proporcionaba la hizo más llevadera hasta que la noche calló al fin sobre ellos.
Pero ni siquiera entonces los gármar se detuvieron, sus mentes dominadas por aquel conjuro seguían empujando a sus cuerpos a continuar y estos tenían las fuerzas para hacerlo por lo que sus ocupantes tuvieron que hacerse a la idea de dormir sobre ellos. Antes, sin embargo, Jessica había aprovechado para relajarse un poco quitándose las botas y sentándose en el borde del animal entre dos de sus escamas córneas para dejar que la hierba acariciase sus pies conforme avanzaban. Algo que también recomendó a su compañera dado lo agradable de aquella sensación tras su largo camino a pie e hizo sonreír a Atasha al sentarse a su lado.
Por desgracia para ella, sin embargo, alguien más había prestado atención a sus movimientos dado que su otro compañero seguía tan silencioso cómo antes y al verla acercarse al borde aprovechó para darle un pequeño empujoncito en la espalda. El efecto fue inmediato, tal y cómo él esperaba Atasha reaccionó como un rayo al notar el empujón y se giró hacia él sujetándose con fuerza a cintura para evitar caerse. Lo que no hizo sino provocar una burlona sonrisa en Jessica y otra mucho más cariñosa en Álbert que había sido por supuesto el responsable de aquello.
-No hagas eso. –Se quejó Atasha en cuanto se dio cuenta de lo que había pasado. –Me has asustado, pensé que iba a resbalarme.
-No te habría dejado caer. –La tranquilizó Álbert sin dejar de sonreír. –Y era la única forma que se me ocurría de hacerte reaccionar. Parece que hayas olvidado lo que me dijiste ayer.
-Han pasado muchas cosas. –Explicó Atasha comprendiendo ahora sus palabras y devolviéndole el mismo cariño con su sonrisa al tiempo que alejaba por un momento su timidez para abrazarle sin reparos. –Pero no lo he olvidado, seguiré recordándolo siempre.
-Me alegro. –Aseguró Álbert devolviéndole el abrazo sin dejar de mirarla e inclinándose ligeramente hacia ella por un momento. –Es lo único bueno que saqué de esa fiesta, me dolería perderlo.
-A mi también.
Mientras decía esto, Atasha adivinó sus intenciones y respondió tirando ligeramente de sus manos ahora posadas sobre sus hombros para auparse hasta rozar sus labios con los suyos por un momento en un corto beso que la sonrojó cómo de costumbre. Aunque Álbert ya había contado con esa reacción y se conformaba con aquella pequeña muestra de cariño sabiendo lo mucho que significaba para ella con alguien más mirándolos.
Todo esto, sin embargo, cambiaría unos minutos más tarde en cuanto Jessica decidió acostarse para dormir. Lejos de quedarse juntos cómo la menor de los hermanos había supuesto, Atasha se apresuró a cogerla por una mano para traerla junto a ellos y Jess sonrió mientras se apoyaba una vez más en el hombro de la joven y esta hacía lo mismo en el de su hermano.
Solo uno de los tres hermanos continuaría despierto a pesar de todo, y no por que tuviese que dirigir al gármar cuya ruta estaba ya trazada en su mente por aquel hechizo, sino por algo totalmente distinto. La mente de Jonathan estaba demasiado ocupada para dormir, sus pensamientos volvían una y otra vez a Lusus, a la figura de su antiguo amigo avanzando unos metros más adelante sobre el otro gármar… y a aquel sueño. No sabía qué significaba, pero notaba que era alguna clase de aviso por no haber escuchado las advertencias de aquella voz y su corazón se estremecía ante la posibilidad de perderla si algo de aquello era real.
Lo único que podía hacer por el momento, sin embargo, era esperar mientras intentaba descifrar los enigmas que la voz le había planteado tantas veces y relajarse en la dulce tranquilidad que la realidad le ofrecía. Una realidad que lo llamaría de pronto esa misma noche con la misma voz de mujer que su corazón tanto anhelaba y lo harían mirar hacia el lado al instante para encontrarse con los ojos dorados de su esposa que seguía viajando de aquella peculiar forma.
-¿Hoy no vas a dormir?. –Preguntó todavía bastante seria. -Todos estaban cansados, tú deberías acostarte cómo ellos.
-Sabes qué no puedo. –Respondió Jonathan dejando que su mirada vagase por la superficie de oro de sus ojos.
-¿Por qué?. –Volvió a preguntar ella acercándose más al gármar.
-Ahora ya no puedo… no soy el de antes. -Explicó él con un tono de voz extraño que la hizo estremecerse. -Tú deberías entenderlo mejor que nadie, te lo dije en Tírem.
Los ojos de Sarah temblaron al escuchar aquellas palabras y recordar las que él había pronunciado aquella mañana entre los escombros de su vieja ciudad. No necesitaba más explicaciones, aquellas simples frases bastaban para explicar sus sentimientos y esta no pudo seguir así. Cerró los ojos incapaz de seguir delante de aquella forma y su magia pareció detenerse haciendo que dejase de avanzar ante la sorprendida mirada de su esposo.
Jonathan la siguió desde lo alto del animal conforme se alejaba. Sus ojos la buscaron en todo momento mientras su cuerpo se giraba dándole la espalda a Néstor y por unos segundos la vio a lo lejos entre el mar de hierba, brillando con la luz de su poder entre el verde de las praderas y perfilada por el rojo fuego de sus cabellos que ondeaban tras ella agitados por la brisa nocturna. Era la misma imagen que tantas veces lo había fascinado, la misma criatura de belleza sobrehumana que su corazón amaba por encima de cualquier otra cosa. Y él tampoco podría resistir esto por mucho tiempo
Sin avisar siquiera a sus hermanos, saltó al suelo desde el lomo del gármar y corrió de inmediato en dirección opuesta a este ignorando cualquier otra cosa salvo la lejana imagen de su esposa. Su gabardina siseaba al rozar la hierba y sus brazos tenían que abrir camino allí donde las patas de las bestias no habían aplastado la vegetación, pero él apenas lo notaba y avanzó sin descanso hasta encontrarse al fin con ella.
Resultaba extraño verla así, totalmente quieta en medio del pequeño claro que los gármar habían abierto al cruzar sus caminos cómo si no fuese la misma que hacía unas horas había provocado el incidente con los animales. Incluso sus ojos habían cambiado, las esferas de oro que los formaban parecían evitarle y buscaban el suelo cómo si ella no quisiera mirarle, pero la forma en que lo había esperado dejaba claro que no era así y este no tardó en hablar para intentar poner fin a todo aquello.
-Sarah… -La llamó pensando en algo que decir para intentar animarla.
-Cuando estemos solos… -Dijo ella de pronto sin levantar la mirada, sorprendiéndolo tanto con sus palabras cómo con la firmeza de su voz.
-¿Qué estás diciendo?. –Trató de comprender Jonathan.
-No quiero que eso te preocupe. –Continuó Sarah buscando ahora sí sus ojos con su mirada al tiempo que levantaba la cabeza. –Cuando podamos estar solos y nadie nos moleste terminaré lo que empecé aquel día en la cueva, podrás verme cómo querías.
-Sarah no tienes que hacer eso, nunca me ha preocupado cómo puedas ser. -Aseguró Jonathan sonriendo cariñosamente al oír las palabras de su esposa. –Lo único que quiero es que volvamos con los demás y dejemos de hacernos daño el uno al otro, nada más.
-Eso es exactamente lo que yo pretendo. –Aclaró Sarah mirándolo con una tristeza que lo tentaba a abrazarla y no dejarla seguir ablando de aquella forma. –Por eso no quiero ocultarte nada… ni que tú me lo ocultes a mí. Es la única forma de evitar que nos hagamos daño de esta forma.
-¿Tanto te preocupa?. –Preguntó Jonathan comprendiendo sus palabras a la vez que sorprendido por la madurez con la que le hablaba.
-No solo me preocupa: ¡me duele!. –Explicó Sarah llevándose una mano al pecho. –Cada vez que te miro y veo la tristeza en tus ojos siento una punzada en el pecho y el no saber a qué se debe la hace peor. Si no es nada cómo dices quiero saberlo y sentirme aliviada junto a ti, si es algo que realmente deba preocuparme también quiero saberlo y ayudarte aunque solo pueda compartir ese dolor contigo, pero no quiero seguir así. No quiero volver a sentirme tan lejos de ti no sabiendo siquiera por qué estás así… ni quiero que tú te sientas así por mi culpa.
Jonathan se quedó en silencio por un momento al escuchar estas palabras. Jamás había imaginado oír algo así de su esposa y no podía negar cierta sorpresa, pero también sentía algo muy distinto, un sensación dulce y cálida que cabalgaba a lomos del cariño que sentía hacia ella y lo impulsó a acercarse finalmente hasta cogerla por los hombros con ambas manos para mirarla más de cerca.
-Yo jamás pretendí hacerte daño a ti, pero supongo que fui un estúpido al pensar de esa forma. –Comprendió Jonathan haciendo que los ojos de ella lo mirasen fijamente esperando las palabras que ella deseaba oír. –Tienes razón. Si lo compartimos todo, incluso el dolor, es ridículo que nos ocultemos cosas y más aún en algo como esto.
-Yo hice lo mismo y ni siquiera me di cuenta. –Le recordó ella sonriendo ligeramente al tomar aquellas palabras cómo el principio de una respuesta. –Pero eso se acabó.
-Esto también. –Le aseguró él más tranquilo al ver que sus ojos recuperaban el alegre centelleo dorado que caracterizaba su mirada y la delicada sonrisa que asomaba en sus labios. –Hace dos años sucedió algo de lo que no estoy orgulloso y con lo que tendré que cargar el resto de mi vida, pero ya no puede hacerme más daño y si eso es lo que quieres lo compartiré contigo. Cuando lleguemos a Lusus te llevaré a verle conmigo, estoy seguro de que le habría gustado conocerte.
-Gracias. –Sonrió Sarah sin comprender del todo sus palabras pero aliviada al conseguir lo que quería.
-Gracias a ti. –Replicó Jonathan casi al instante. –Por enseñarme algo que había olvidado. Y no te preocupes, no hace falta que hagas nada, te aseguro que ni siquiera he pensado en cual podía ser la diferencia entre esta y tu verdadera forma desde que salimos de la cueva. Eres demasiado hermosa cómo para que me preocupe por una tontería así.
-No importa, quiero hacerlo y ahora sé que no tengo que avergonzarme de ella contigo. –Continuó Sarah totalmente convencida de sus propias palabras. –Hoy me he dado cuenta de algo que todavía no había notado y eso ya no me preocupa.
-¿Qué se supone que significa eso?. –Trató de comprender Jonathan mirando con curiosidad el juguetón centelleo de los ojos de la joven ahora mucho más alegres.
-Solo lo que has oído, no hay nada más. –Se burló Sarah. –Ya te lo he dicho, no pienso ocultarte nada.
-Está bien, ¿Qué tal si volvemos con los demás entonces?. –Sugirió el mayor de los hermanos dejándose envolver en un suave abrazo que las manos de su esposa habían empezado rodeando sus costados bajo su gabardina. –Si se despiertan y no nos ven a ninguno de los dos se preocuparán.
-Cuando quieras. –Aceptó Sarah pegándose a él hasta que su rostro estuvo a unos centímetros del suyo. –Yo también empiezo a tener sueño.
-¿Y a qué estás esperando?.
Dicho esto, Jonathan se inclinó hasta alcanzar sus labios con los suyos y los dos se besaron dulcemente entre el mar verde de la pradera envueltos por el velo de fuego y plata de sus melenas mientras sus cuerpos se rozaban con el cariño incontenible de sus corazones arrancando pequeños destellos de luz a la noche de Acares. Terminado aquel beso, Sarah rodeó la cintura de Jonathan con un brazo al tiempo que él hacía lo mismo con sus hombros y los dos volaron de vuelta al gármar para pasar la noche junto a los demás.
De esta forma, con la joven pareja durmiendo una vez más el uno en los brazos del otro junto a sus tres compañeros y Néstor marchando al frente el primer día de su huída llegó al final y con él el principio de aquel viaje. Tras este vendrían todavía tres más en que los gármar no pararon en ningún momento comiendo incluso sobre la marcha, pero en ninguno de ellos se encontraron con más problemas y su viaje hacia la frontera continuó tranquilamente hasta que al fin alcanzaron el lejano río Marnir y con él el borde de ambos reinos.
Allí la vegetación de la pradera se detenía bruscamente formando una verdadera pared verde al borde de un gran río de más de cien metros de ancho que bajaba desde las mesetas gemelas y daba paso a las doradas arenas del desierto. La otra orilla, por el contrario, ni siquiera tenía musgos o líquenes cómo vegetación y era solo un arenal que se adentraba en el propio río hasta donde la corriente se lo permitía antes de arrastrar la arena hacia el mar. Algo que, por otro lado, les resultó bastante útil a los seis jóvenes ya que a los gármar les fue mucho más sencillo salir del río usando las playas formadas por la arena del desierto y ni siquiera tuvieron que bajar de ellos.
Con esto el grupo se adentraba finalmente en el gran desierto de la garra y, al mismo tiempo, en el reino de Lusus bajo cuya bandera esperaban encontrar ahora cobijo.
1 respuesta