Caigo al suelo y trago aire. Suena como un último suspiro, pero me temo que no lo es. Intento entender lo que ocurre a mi alrededor pero no le encuentro sentido. Solo veo a una multitud rodeándome y a ella entre mis brazos, vacía, sin vida… Su sangre resbala entre mis manos y sus ojos se cierran por última vez. Me esfuerzo por escuchar atentamente, esperando a que de sus labios salga un te quiero, pero el tópico no se cumple.
No soy capaz de asimilarlo. Siento que de un momento a otro va a despertar y todo va a seguir como siempre, pero esta vez no.
Me empujan hacia detrás y me la arrebatan de las manos. Me dicen que me tranquilice… ¿Cómo demonios voy a tranquilizarme? ¿No lo ven? ¿No ven que ya no voy a volverle oír hablar, que no voy a poder volver a sentirle acariciándome la piel, que no voy a poder juguetear con ella una vez más? ¿No se dan cuenta de que está… muerta?
Sin embargo, quieren que me calme.
Ahora pasa el tiempo y me concentro en no olvidar ni el más mínimo detalle. En tenerla siempre en la memoria, no quiero que se escape nada. Cierro los ojos y veo cómo empezó todo. Cómo me encontró cuando más la necesitaba…
Fue tal día como hoy hace dos años, cuando Lucia llegó a mi vida. Yo no estaba pasando por un buen momento, mi madre había muerto en un accidente de coche hacía no más de un mes y no tenía ganas de nada. Me sentía incapaz de mantenerme en pie… Ese día quedé con un amigo para ir a tomar algo e intentar animarme. Entonces, cuando le esperaba, sentado en un bordillo, con los ojos clavados al suelo, se me acercó. No se muy bien la razón, ella solía hacer cosas algo extrañas de vez en cuando. Me preguntó si me encontraba bien a lo que yo asentí con la cabeza, sin despegar la mirada del asfalto.
“¡Mírame!” me dijo. Levanté la vista y allí estaba ella. Era preciosa. En ese momento no me fije especialmente en ella, estaba demasiado… afectado, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, no pude evitar levantarme y preguntarle su nombre.
A partir de ahí todo fue a mejor. Empezamos a hablar y sin darnos cuenta pasó la tarde entera. Era algo increíble, acabábamos de conocernos y era como si la conociese de siempre. Me dijo que la llamara para quedar otro día, y así hice.
Pasó el tiempo y yo fui sintiendo algo extraño, algo que no había sentido nunca antes. Hiciera lo que hiciera siempre acababa pensando en ella. Aquí tengo la carta en la que le conté lo que me pasaba. Al leerla recuerdo perfectamente como me sentía en aquel momento. Realmente estaba enamorado. La escribí de la forma más sincera posible. No se me ocurría otra manera de decirle lo que me pasaba por la cabeza. Ahora creo que es la forma más exacta de describir lo que ocurrió durante esos días. Decía así:
“Verás, últimamente no he podido dejar de pensar en ti, en como me siento cuando estas conmigo y por eso necesito escribirte.
Hace poco que empecé a conocerte. Apenas han pasado unos días desde que me di cuenta de que tienes la mirada más bonita que he visto nunca. No me había fijado en el brillo especial que tienen tus ojos, hasta hace poco…Y es que, hace poco que he empezado a quererte.
Ahora recuerdo como comencé a fijarme en ti. Como me sentía especial cuando tú me mirabas o me hablabas. No le daba importancia, pero ahí estaba. Poco a poco fui dándome cuenta de que no eras como las demás. Hablar contigo era algo mágico. Solo eran momentos buenos, charlando, riendo... Cada vez que te veo reír no puedo evitar sentirme el más afortunado del mundo, por haber sido yo el que lo ha provocado. Contigo nunca me faltan las palabras, siempre tengo algo que decir, pero si nos quedamos en silencio no me siento incomodo. Al revés, es agradable callar un instante y disfrutar de tu mirada. Que dulces momentos hemos pasado juntos en tan poco tiempo…
Ahora solo puedo pensar en estar a tu lado, los dos juntos. Rodeados de multitud, si, pero tu y yo, uno al lado del otro. Cada vez que me lo imagino noto un pequeño escalofrío en todo mi cuerpo y una sonrisa escapa de mis labios. Que bonito es soñar, imaginar que todo es perfecto. No mirar al futuro, solo disfrutar del presente, teniéndote cerca, viviendo cada segundo, soñando que no acabará nunca.
Puede que tu no te hayas dado cuenta o que no sientas lo mismo que yo. Pero mientras quede un atisbo de esperanza, una pequeña posibilidad, seguiré esperando que algún día, te de un beso, abra los ojos y vea una sonrisa marcada en tus labios, y que en ese justo instante me digas “Ojalá ahora no corriera el tiempo, ojalá pudiéramos estar así para siempre…”. Nunca esas palabras podrían sonar mejor.
¿Quién soy yo? ¿Por qué debería de conseguir lo que quiero? Ya se que no soy nadie especial. Para ti soy uno más. Un amigo, si; pero nada más. Así que, sinceramente, no se si soy lo suficiente para ti. Pero lo que si se es, que si algún día me dejas que te quiera, te daré todo lo que este en mi mano para que no te arrepientas de haberlo hecho. Solo necesito una oportunidad…”
Pensar que todo esto se ha acabado, que ella no estará nunca más a mi lado, no me deja respirar. Una lágrima cae por la mejilla y me pregunto si de verdad merece la pena vivir para esto. Ahora que ella no está, de verdad empiezo a dudarlo.
Cuando la leyó se emocionó de tal modo, que prácticamente no podía ni hablar. Así que, se acercó a mi, me rodeo entre sus brazos y me besó en los labios. Pero no fue un beso normal, fue un beso intenso, un beso suave, un beso dulce…un beso, que nunca olvidaré.