Zapatero ¿El nuevo Robin Hood?

Pocos parecidos existen entre José Luis Rodríguez Zapatero y Russell Crowe, y de haberlos están muy ocultos. Pero el caso es que así, como 'el impuesto Robin Hood', se conoce ya a la nueva tributación del presidente del Gobierno. Un gravamen que no entrará en vigor hasta el próximo 1 de enero pero que ha sido anunciado con mucha antelación para calmar los ánimos del funcionariado, de los pensionistas y de la izquierda que aún no se ha repuesto del paquete de medidas anunciado la pasada semana por Zapatero.

Todo un revés para las políticas sociales para cuya aprobación en el Congreso precisará de la mejor mano izquierda que pueda mostrar el Gobierno ya que las demás formaciones parlamentarias no están por la labor de apoyarle. La máxima es 'o todos o ninguno', porque ningún partido quiere retratarse apoyando en solitario una medida tan impopular.

Pero volvamos al impuesto del bosque de Sherwood. En concreto se trata de un régimen extraordinario dirigido a quienes superen el millón de euros de patrimonio, o como dice el propio presidente del Gobierno, "a los que realmente tienen, no a las clases medias".

¿A cuántas personas afectará? Eso aún es no está del todo claro. No sólo para quién escribe este blog, sino para el Gobierno porque ni siquiera ha habido confirmación de si, además del patrimonio, el nivel de renta sería una variable a tomar en cuenta en el diseño de este tributo.

Lo único que se ha filtrado es que el umbral mínimo para el gravamen se fijaría en un millón de euros, así que vayan revisando sus cuentas bancarias por si acaso. Algo que ya han hecho y constatado la ministra de Ciencia, Cristina Garmendia –con un patrimonio acumulado de más de cuatro millones de euros- y los titulares de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián (con un patrimonio de 1,22 millones), y de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba (1,22 también).

Pero más allá de saber dónde se va a situar la frontera de quienes tributarán, el objetivo principal de José Luis Rodríguez Zapatero es que España no se convierta en una nueva capital mundial de la crisis como lo es Grecia. Algo para lo que hay que reducir en 15.000 millones de euros el déficit previsto para 2010 y 2011 y que podría espantar muchos fantasmas especulativos que azotan las bolsas europeas y, especialmente, la española.