Cuando tu mirada se apagó, mi corazón dejó de estar alegre.
Esa maldita carretera tu sonrisa para siempre borró, y solitario me dejó en las frías noches de invierno.
Tus hermosos 19 años, estancados se quedaron en el negro asfalto, que ahora rojo brilla.
Mi soledad sólo es comparable a la tristeza que tu ausencia provoca entre los que te conocimos. Ahora, cada día, cada hora, cada minuto y segundo, me deja en el alma un vacio imposible de llenar.
No sabes cuanto echo de menos tu risa, tu voz, tus enfados, en una palabra, no sabes cuanto te echo de menos, tanto es así, que a veces me parece oir tus pasos en mi habitación, y, en ese momento, temo volver la cabeza, pues la tristeza vuelve a mi al no verte.
No sabes el dolor que me causa tu ausencia, aunque en sueños te recuerdo, volviendo a ver tu hermosa cabellera rubia, oliendo tu esencia, sintiendo tu respiración, en una palabra, volviendo a estar contigo, por ello, a veces no desearía despertar ya mas, y volver a estar junto a ti por toda la eternidad.
El dolor vuelve todos los años, al llegar el fatídico día, y, desde entonces, lo que para unos es un día de fiesta y jolgorio, para mi lo es de llanto y desesperación.
Volver a ver tu última morada, es lo más terrible de todo, saber que fué un triste final para quien comenzaba a vivir la vida, y, aunque no tuvimos tiempo de conocernos bien, siempre te recordaré, pues el viento frio de Febrero me recordará tu nombre por toda la vida.
Adios, mi vida, desde esta página quiero que tu recurdo sea más eterno que nunca, y, que la gente que no pudo conocerte, lo haga y mantega viva la llama de lo que pudo ser y no fué.
Adios, mi amor.