Tintín en el Congo, uno de los cómics más conocidos del mundialmente famoso reportero belga, creado por el dibujante Hergé a principios del siglo XX, está hoy en el ojo del huracán.
Un tribunal de primera instancia de Bruselas se declaró competente el pasado martes para juzgar si Tintín en el Congo incita al odio racial, como denuncia desde hace cuatro años Bienvenu Mbutu Mondondo, un ciudadano congolés residente en Bélgica, quien estima que la tira cómica de Hergé es una incitación al racismo.
Si la acusación es probada y los jueces le dan la razón al denunciante, caerá sobre el libro de Hergé todo el peso de la ley belga contra el racismo, aprobada en 1981 para frenar el ascenso de grupúsculos y partidos de extrema derecha.
Para algunos observadores del tema, más que abiertamente racista, la obra de Hergé -escrita cuando el Congo era colonia belga- tiene un fuerte sesgo paternalista y presenta a los habitantes de aquel país de los años 30 como intelectualmente inferiores a los blancos europeos colonizadores.
Alain Amici, abogado de Mbutu Mondondo, dijo el martes en Bruselas que a su cliente "le duele que mucha gente y. sobre todo, niños, sigan leyendo Tintín en el Congo y pensando que los africanos son estúpidos".
El denunciante, así como asociaciones de ciudadanos negros, reclaman a la justicia belga que prohíba la venta de Tintín en el Congo o que, al menos, se publique con una advertencia sobre sus supuestos contenidos racistas y un prefacio que explique el contexto en el que fue escrito, el de la Bélgica de los años 30 del siglo XX, que dominaba con mano de hierro una colonia gigantesca, muchas veces más grande que su territorio, como si de una finca privada se tratara.
El abogado del denunciante aseguró que, si no consiguen que el tribunal acepte sus peticiones, intentarán al menos que el libro solo pueda ser vendido a mayores de edad y que se coloque en las estanterías para "adultos" de las librerías, es decir, mezclado con la literatura pornográfica.
Así, más de 70 años después de su primera publicación, Tintín en el Congo se sentará a partir del 18 de abril en el banquillo de los acusados.
Retirado de las estanterías
Pero el tema no es nuevo. La Comisión Británica para la Igualdad Racial ya exigió hace cuatro años la prohibición del cuaderno de Hergé; y la Biblioteca Pública de Brooklyn, según la agencia AFP, retiró la obra de sus estanterías hace años.
Moulinsart, la empresa que tiene los derechos de edición de los libros de Tintín, asegura que el cuaderno no es racista, sino una representación de los estereotipos que los belgas de principios del siglo XX tenían sobre los habitantes de su Congo colonial.
El juicio contra Tintín en el Congo es algo muy serio para los belgas, apasionados de los cómics, que han decorado muchas fachadas del centro de Bruselas con gigantescos murales de sus personajes favoritos, con Tintín como obra principal.
Un Tintín actual iría hoy a Gaza, a Darfur, a Libia, a las selvas colombianas y a Ciudad Juárez. Ayudaría con sus denuncias a cerrar el sumidero de Guantánamo. Pero aquel Tintín de los años 30 del siglo XX no tenía la conciencia anticolonialista actual y su cuaderno en el Congo tiene ciertos resabios, que ajustan mal con las ideas actuales.
Unos jueces belgas deberán juzgar si ese es, en pleno 2011, motivo para ilegalizarlo o, al menos, esconderlo de los niños.