Hace frío fuera. Es invierno. En el calor de mi cuarto estudio; sin prisa ni pausa pero con el corazón lleno por llegar donde he llegado. Y me engorda mi alma... crece, y sonrío. Y paro de estudiar para alegrarme.
Entonces, miro por la ventana, y veo caer la lluvia, sin pausa ni prisa. Y es cuando pienso en la frase e Huxley (tal vez la Tierra sea el infierno de otro planeta)
Yo ya pasé mi infierno. Uno en el que no se tienen ganas de seguir adelante. Donde no hay luz al final del túnel ni pasa el tren de cercanías para salir de allí.... da igual la parada, lo importante es salir.
No sabes cómo has llegado a él, al principio parece que es él quien llega a ti, pero no es verdad. No lo sabes porque no ves donde pisas o vas con los ojos cerrados de falsos sueños y tu propia angustia por desesperarte; y, cuando te das cuenta, te ves solo, en medio de la nada... lodo y nada. Y todo gris (en el mejor de los casos)
Por vivir con quien vivía y como vivía, por juntarme con quien me juntaba y como me juntaba.... por meterme donde no había oido mi nombre.
Mi infierno.
Y sin salida te pones a andar, sin rumbo, das vueltas en redondo y te vuelves a encontrar en el mismo sitio.
No se puede caer más bajo.
Y sin luz que te guíe, te pones en marcha buscando salidas... que no llegan, que no se ven. Pero las hay... y lo sabes, por eso sigues caminando, hundido hasta las rodillas en la ciénaga, esa que te rodea y ves hasta donde alcanza la vista, no ves más que eso.
Y vas solo, con la única compañía de la derrota y la rutina, que no te marcan el camino ni te dan ánimos, si no que intentan engañarte para que sigas dando vueltas por ese infierno. Un infierno sin calor ni fuego, si no oscuro, frío, húmedo... solo.
Y al final, casi te das por vencido, pero sabes que tienes que seguir, que continuar andando. Y sin nada que perder puedes jugar mejor y arriesgarte a coger los caminos más difíciles, por donde nunca irías si te juegas algo. Y al final, por uno de esos caminos, y después de muchos intentos fallidos, ves luz al final del camino. Y corres. Y sales fuera de la ciénaga. Del infierno.
Y una vez fuera, te paras a respirar el aire limpio, sin ese olor a azufre... sin ese olor a derrota. Y te pones al sol, que te calienta, y sentado bajo un árbol, con los rayos en tu cara piensas en lo que has dejado atrás, todo aquello que antes del infierno pensabas que era tu vida.... y casi fue tu muerte.
Y te das cuenta, que te propusiste salir y lo has conseguido... que conseguiste tu meta, que era la más difícil de todas. Y ahora tiene que ser ambicioso, no por dinero o poder, si no por que sabes que eres capaz de cualquier cosa, que después de superar el infierno no hay nada más difícil y que cualquier cosa que te propongas no es demasiado para ti.
Y ahora pisas firme, ves el camino, lo has marcado tú, y adelante... y cada vez más. Sea donde sea, sabes donde vas.
Esto se lo dedico a todos aquellos que, sin acompañarme, los tuve en mi mente mientras tuve los pies en el lodo.
Para todos aquellos que no ven el camino y piensan que no hay salida sea cual sea su infierno... que sigan, que ya no hay nada que perder, que den vueltas en redondo para un día... poder encontrar su salida... que la hay... lo juro.
Que no hagan caso de las compàñeras de viaje (la derrota, la rutina...) Que den palos de ciego, porque se puede salir... no sé cómo, no sé explicarlo (ojalá pudiese) pero se puede.
Para aquellos que ya han salido, que se acuerden de su infierno, que no lo olviden... que sepan que no hay nada más difícil y que con ese pensamiento lleguen donde quieran.
Que tomen el sol en el árbol, que respiren profundo, pero que no se queden quietos porque la ciénaga avanza, y si te paras, puede volver a cogerte. Que tomen un camino, sea cual sea pero el que ellos elijan... porque ahora pueden elegir, cosa, que en el infierno no pasa.