CAPÍTULO 1 – MÁRMOL, UN CHICO PECULIAR
- ¿Quieres problemas?. No me tientes o lo pagarás caro
- ¡Venga, ven si te atreves, pequeñajo!
- Claro que me atrevo, ¿qué te has creído?.
Mármol dio unos pasos hasta situarse frente a frente con su contrincante. Le miró fijamente a los ojos y su rival le devolvió la mirada. Mantuvieron la vista fija el uno en el otro unos segundos, acechando, esperando que uno diera un movimiento en falso para comenzar el ataque. El más alto comenzó la guerra, intentando asestar un puñetazo en la cara, pero el más pequeño, más hábil y experimentado se agachó a tiempo y se escabulló con rapidez.
- Mierda, ¿dónde se ha metido este crío?.
- ¡Al ataque!.- El grito de Mármol resonó en todo el patio, mientras se abalanzaba contra su adversario. Se le enganchó del cuello y lo tiró al suelo. De poco sirvieron los gritos. Los golpes eran rápidos y contundentes. La sangre caía sobre el rostro del muchacho mientras los puños de Mármol se manchaban de ira y gloria.
Otra victoria. La situación estaba controlada.
- Para, para.- gritaba el chico.- Lo siento, te pido disculpas. No debería haberte insultado
Una brisa de compasión voló sobre el cerebro de Mármol e hizo que detuviera su brutal paliza. Levantó a su víctima con asombrosa facilidad por la estropeada camiseta y lo empujó hacia sus colegas, que boquiabiertos esperaban a que el espectáculo acabara. Ninguno había dado un paso para socorrer a su amigo, aunque tampoco hubiera servido de mucho.
- Lárgate, estúpido. No vuelvas a dirigirme la palabra o tendrás problemas más serios.
- No, no. No te preocupes.
El muchacho se marchó lentamente, intentando quitarse la sangre de la cara con la destrozada camiseta. No era el primero al que le tocaba sufrir las heridas de Mármol.
La expectación del patio se disolvió poco a poco. A los alumnos del colegio les entusiasmaban las peleas. Posiblemente porque era lo único emocionante que podrían observar a lo largo del día. Más aún cuando en la pelea se encontraba Mármol y todavía más si su rival tenía más años que él, como había sucedido hoy.
El corro de personas se había convertido progresivamente en un grupo de tres chavales de 13 años, que comentaban la pelea
- Te has pasado tío.- dijo Nasa.- Tan sólo te había pedido que le pasaras la pelota
- Perdona.- saltó Vuke.- Me parece que tienes que lavarte esas orejas. Las palabras exactas fueron “Eh, niñato, pásame el balón y rapidito”
- Bueno, sí, tienes razón, pero de ahí a que le pegue una paliza
- Que lo hubiera pensado antes de decir nada. ¿Quién se ha creído ese?. Como lo coja...
- Cállate, porque si te lo llega a decir a ti, se la hubieras pasado sin más
Vuke enrojeció. Era evidente que tenía razón.
- Lo que tenéis que hacer es dejarme en paz.- interrumpió Mármol.- No me gusta escuchar vuestros absurdos comentarios después de cada pelea. Me paso el día escuchando lo mismo.
- A lo mejor será porque te pasas el día peleándote.- dijo Nasa.
En una situación normal, Mármol hubiera iniciado otra pelea en ese momento, pero eso no ocurrió. Vuke y Nasa eran sus mejores amigos, y jamás le había puesto la mano encima a ninguno de los dos. A pesar de que le recriminaban muy de vez en cuando su actitud con el resto del mundo.
¡RIIIING!.
La sirena anunció el fin del recreo. Los alumnos arrastraron sus desanimados pies hacia las clases. Los tres amigos hicieron lo mismo, un tanto apartados como era costumbre en ellos, o más bien en los demás, que no se acercaban a Mármol.
Cuando llegaron a la puerta de la clase, la voz del director Godo pronunció un nombre:
- ¡Mármol!. No entres en clase. Acompáñame a mi despacho.
El muchacho observó al director. Sabía perfectamente lo que tenía que decirle. Pero estaba claro que no iba a poder escabullirse.
- Suerte.- dijeron sus amigos mientras entraban en la clase.
Mármol siguió al director por los ahora solitarios pasillos de la escuela, hasta llegar a una puerta que, aunque se encontraba en mejor estado que las del resto del colegio, chirrió al abrirse. El director Godo pasó y se dejó caer en su mullido sillón. Suspiró.
- Vamos, pasa. Siéntate al menos.
Mármol se sentó en la silla situado al otro lado de la mesa, dispuesto a ser juzgado.
El director sacó de su bolsillo unas gafas y se puso a leer un expediente.
- Veamos, veintisiete peleas en lo que va de curso. Veintisiete veces que te pido que vengas a mi despacho y veintisiete veces que observo que tu eres el que menos daño recibe. ¿Puedes explicármelo hoy o esperamos a la veintiocho?
- Lo siento
- ¿Lo sientes?. ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?. Por favor, ésto supera mis límites, Mármol. Creo que ha llegado la hora de tomar medidas más drásticas. Llamaré a tus padres.
El chico agachó la cabeza. ¿Mis padres?. Bueno, quizás ellos puedan aclararlo todo.
Mármol se marchó del despacho. No volvió a clase. Se escondió en el patio detrás de un columpio mohoso que nadie utilizaba desde hacía años. Se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en los sucios barrotes verdes del columpio. Todavía faltaba media hora para regresar a la próxima clase.
Miró sus puños. Las heridas que se había hecho al golpear al chico habían desaparecido por completo. Se metió un dedo en la boca y tanteó sus dientes uno por uno.
- Todo en orden.- pensó para si mismo.- Todavía no ha pasado nada. De momento.
Ensimismado en sus pensamientos, fue cerrando poco a poco los ojos para descansar. Sin darse cuenta se quedó dormido.
- ¡Eh, tío!. Despierta.
Mármol abrió los ojos y se incorporó rápidamente, algo nervioso.
Nasa y Vuke estaban delante suya
- ¿Qué hora es?.- gimió
- Bueno, digamos que es la hora de irse.- contestó Nasa.- De echo todo el mundo se ha ido ya. Como no apareciste por la clase, nos preocupamos por ti. Sólo a ti se te ocurre esconderte aquí y quedarte dormido durante dos horas.
- Vaya.- suspiró.- Parece que hoy todo me sale mal
- Por cierto, tu madre te espera en la puerta.- dijo Vuke
- ¿Mi madre?. ¿Qué hace aquí?
- Eso esperábamos que nos dijeras tú.- respondió Nasa
Mármol recordó la charla con el director. Así que finalmente había llamado a su casa
Nos vemos mañana, tíos.- dijo Mármol.- Y salió corriendo al encuentro de su madre
- Hola, hijo. ¿Qué tal estás?. ¿Por qué has salido tan tarde?
- Estaba hablando con mis amigos.- mintió
- Supongo que sabes por qué estoy aquí, ¿no?
- Sí. Lo siento
- No, creo que aún no lo sabes.- dijo su madre.- Te han expulsado del colegio dos días
- ¿¿¿Qué???.- gritó Mármol.- No puede ser, eso es.... es...
- Es, es, nada. Te has peleado veintisiete veces, hijo. ¿Por qué no me has contado nada?
Mármol volvió a bajar la cabeza por segunda vez a lo largo del día. Definitivamente hoy no era un buen día.
Ya en el coche, de vuelta a su casa, Mármol no abrió la boca en todo el tiempo. Sentía una sensación extraña. Una mezcla de odio consigo mismo y de gozo. Su mente daba vueltas en torno a una misma pregunta, que no se atrevía a formular. Su lengua jugueteaba pasándose sobre los dientes, de uno en uno. El trayecto parecía interminable, a pesar de que siempre lo hacía andando. Al fin se decidió por preguntar:
- Mamá, ¿se lo has dicho?.- preguntó tímidamente
- ¿Cómo se lo voy a decir, hijo?. Eso es algo que no debe saber nadie. Espero que lo tengas claro.
- Sí, lo se. Pero creía que te disculparías con el director, explicándole la situación
- No te preocupes por eso, hijo. Es normal que cuanto más se acerca la hora, tus instintos te jueguen malas pasadas. Pero tienes que tener más cuidado, no podemos llamar la atención
- Me cuesta auto controlarme en momentos así.- se disculpó
- Además, si se lo hubiera dicho la expulsión no sería de tres días, sería definitiva
- Ya.- resopló Mármol.- No se como he pensado eso
- Recuerda que eso no lo debe saber nadie
- Vuke y Nasa lo saben
- Bueno, eso es diferente. Son tus mejores amigos y me repites hasta la saciedad que son de tu confianza, ¿no es así?
- Sí, lo son. Pero me cuesta mantener el secreto eternamente. ¿Qué pasará cuando sea evidente?
Su madre no contestó.
El silencio sólo se vio interrumpido por el ruido del coche al pasar por un bache. Durante unos minutos nadie habló. Finalmente se rompió el silencio.
- Esa es la razón por la que nos mudamos a este pueblo. Necesitamos un lugar aislado de la ciudad, del rechazo, de la gente.- comenzó su madre.- Nuestra situación es delicada, sobre todo ahora que te acercas a la mayoría de edad, a la evolución
- ¿Tanto odio existe?.- preguntó Mármol con miedo
- No te lo puedes ni imaginar. A veces me arrepiento del pasado.
- No digas eso, mamá. Ni papá, ni tú, ni yo, tenemos ninguna culpa
- Tienes razón hijo. Pero recuerda, no me cansaré de repetírtelo. Nadie en el pueblo debe enterarse de quien convive con ellos. Nadie puede enterarse de lo que sois papá y tú. Nadie puede saber que sois vampiros.