Relato biográfico

Hola amigos, pues aquí os dejo un relato que escribí hace unos cuantos años. Una bonita historia repleta de gilipolleces varias.
Es lo que hace el aburrimiento y el paro a tempranas edades.

UNA BELLA VIDA


Bueno, pues por fin me he decidido a escribir la historia de mi
vida, pues son unas bellas vivencias de las que quiero dejar constancia escrita. Sin más preámbulos voy a comenzar, porque sé que estaréis impacientes.

Todavía me recuerdo de que todo empezó siendo yo muy pequeño cuando nací.

Aquel día todos estábamos muy contentos, inclusive los abuelos ya fenecidos, que soltaban frecuentes risotadas al escuchar mis primeros gu-gus. Nunca me se olvidará el día del bautizo, como lo pasemos toda la familia, más unidos que nunca; allí estaba yo, con mis patucos y mi faldón recién estrenados. A lo último, me se viene a la cabeza de que estuve repartiendo unos puros entre los familiares más allegados.

Poco más tarde, empecé a hablar, y siendo apenas un lactante,
comencé a dar mis primeros pasos,...¡que recuerdo!, me se saltan las lagrimas..., nunca podrá borrámese esa imagen que me se quedó grabada en el celebro de por vida, pues pude olvidarme asín, de seguida del tacatá, que tantos trompezones hizo darme.

Pasó el tiempo y comencé a ir a la escuela, y allí mismo empecé
a despuntar por mi intelecto, sobre todo con "mi primera cartilla", de
tal forma que mientras mis compañeros aún iban por la ma yo ya iba por la ta, y que bien me se daba eso de "mi papa fuma pipa"; eso si, he de reconocer que mi asignatura favorita era la plástica.

Con el tiempo, y la experencia que da la vida, fui capaz de
hacer los recados a los que era encomendado, cuán feliz me sentía
cuando le preguntaba al tendero del barrio que "a como iban" las
sardinas arengues. A esa edad, cuando llegaba la hora de comer
esperaba ansioso de que tocase alguno de mis platillos favoritos, que eran y siguen siendo las almondiguillas, las cocletas, las
berenguenas, los alcahueses y los altramuces.

Como es ley de vida, iba creciendo a pasos agigantados, y ya en el pueblo me dicían de que estaba "mu espigao". Comencé a asistir a la catequesis, para estar mas cerca del Señor, y allí aprendí cosas varias sobre el niño Dios y los profetas. El día de mi primera
comunión fue maravilloso, y dimos un gran banquete donde nos ponimos como el kiko.

Mientras, en la escuela, iba haciendo mis pinitos en sociales y
algebra, donde destacaba continuamente. También me recuerdo de que me salieron pelos en los huevos y comencé con eso de las pajas.


A los catorce años terminé la básica, y tras el verano llegó la
hora de comenzar una nueva etapa: El Estituto. Yo no sabía cualo podría pasar allí, pues me habían hablado de las novatadas, pero finalmente no pasó nada que haiga que lamentar, y todo transcurrió felizmente durante mis primeros días en el nuevo entorno escolar.

Pasaron unos cursos, y comencé a ir a los guateques, donde
ingerí mis primeros cuba libres, poniéndome piripi de seguida. Durante esos años conocí a un gran amigo. Juntos los dos, fumemos por primera vez un peta.

Tras terminar mis estudios, dicidí de que tenia que labrarme un
futuro y ganarme mi primer jornal, al igual que mi amigo , que había
dicidido ser un hombre de pro. Entonces, pensemos de que nuestro
futuro inmediato estaba en Pryca, y dicho y hecho, allí empecemos a
trabajar. Que grandes compañeros tuvimos, no me se olvidaran jamás de los jamases: el bonachón de Perejil, el afable Joselín, el bueno de Cernuda..., y nuestro queridisimo jefe y compañero Calpizo.

A mi eso de trabajar como de que no iba conmigo, y entonces un día dicidímos mi amigo y yo que en vez de ir a la colocación nos fumaríamos unos puerros, y acto seguido caímos en el mundo de las jeringas. Me lo dijieron muchas veces, de que no me endrogase, pero no hice caso y entonces me hice drogalito. Fue entonces cuando empecé a pegar a mis padres para robarles la paga y comprar lo de las inyiciones de drogalición. Un día con mi amigo nos fumemos tal puerro de droga que él no pudo hacer otra cosa de que fenecer allí mismo, yo simbargo sobreviví y pude de seguir robando a mis padres.

Ante esta situación, mi padre cogió un palo y me abrió la cabeza, y acto seguido vino la policía y me llevaron preso. Allí en la cárcel hice buenisimos compañeros que no dudaban en abrirme el ojete en cuanto me agachaba a por el jabón.

En cuantito salí del penal, dicidí de que iba a rehacer mi vida, y como había dejado la herolina, fui de casa en casa buscando colocación, pero nada, asin que tuve que ponerme por mi cuenta a recoger cartones. Por fin me sintía realizado.

Poco a poco iba progresando en mi estatus social, y ya recogía tacharra varias veces por semana, y los domingos iba con un órgano casio y una cabra por los pueblos. Era feliz de verdad.

Por fin conocí a una muchacha, de carnes prietas la cual me se quedó embarazada de seguida. Yo la quería a pesar de su cojera y los pelos del bigote. Meses después de parir murió a causa de la cojera, pues en un paso de cebra no pudo correr lo suficiente al ponerse el muñeco colorao, y le atropelló la camioneta que la llevaba todos los días al lugar donde vendía malacatones y mondarinas.

Entonces tuve que quedarme yo al cargo del chabaluco, y me siento muy orgulloso de haberlo sacado adelante y de haberle dado una buena educación. Desgraciadamente hoy día está en la cárcel, con el sida y a punto de fenecer.

Yo ya me encuentro muy viejo, y no creo que dure mucho tiempo, pues mi afición a los cubalibres y al vino tinto me han destrozado el hígado, y como veo que voy a expirar quería dejar escrita la maravillosa historia de mi vida.

Espero que todos podáis algún día ser tan felices como yo y los míos lo habemos sido.
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