¿Por Qué?

“POR QUÉ”

La noche helada le golpeaba, como un millar de agujas clavándose poco a poco en su piel. La soledad como único acompañante, el pánico como equipaje.

Corría sin saber exactamente a donde. No conseguía recordar como había llegado al centro de la ciudad, a casi diez manzanas de su pequeño hogar.

Las calles desbordaban soledad. Ni un alma. Miró a su alrededor, entornando los ojos para ver con más claridad, buscando uno de aquellos relojes urbanos que marcaban la temperatura y el tiempo.

De repente, cayó en la cuenta. Una convulsión recorrió su cuerpo, mezcla del frió y del horror que se apoderaba de el. No había electricidad. Las farolas, semáforos y el resto del mobiliario urbano permanecían apagados, sin vida. Las piernas le temblaron hasta el punto de perder el equilibrio y caer de rodillas, lo cual le hizo percatarse de otro horripilante hecho. Estaba desnudo.

La cuerda se había tensado demasiado. En su cabeza solo una especie de “clic” precedió la locura que se apoderó de todo su ser. Empezó proferir alaridos de socorro, corriendo hacia ninguna parte. ¿Dónde cojones se había metido todo el mundo?

Al instante, se sintió observado. Una sensación incomoda, que solo conseguía añadir litros de miedo en un vaso que ya desbordaba.
Giró ciento ochenta grados. Allí no había nada. Solo él.

Corrió hacia un callejón cercano, sin salida, y se agazapó en una esquina llorando de impotencia. Debía ser un sueño. No podía ser real. Golpeó con fuerza su cabeza contra aquel muro. Debía despertar, aunque lo que consiguió fue que la sangre brotara. El mundo era ahora rojo.

Levantó la vista, enjugando sus ojos de esa mezcla de sangre y lagrimas que le recorría el rostro. Y lo vio. Una especie de nebulosa revoloteaba en la entrada a la calle. Si bien la mayor parte del tiempo se mantenía amorfa, en cada vaivén, le daba la impresión de que aquel ser intentaba mostrarle algo, darle una señal.

En sus oídos empezó a sonar un lejano pitido, que se iba haciendo cada vez mas intenso.
Se sorprendió a sí mismo sonriendo, pues era una sensación que experimentaba normalmente, convencido de que desaparecería en un instante.

Pero lo único que se esfumó fue aquella sombra.

La realidad le volvía a abofetear. Aquel sonido, lejos de remitir, iba en aumento.
Penetraba en su cabeza, y tras unos segundos, pensó que iba a explotar, en el sentido más literal de la palabra.

Volvió a correr, agarrándose los oídos, para apaciguar inútilmente el sonido que provenía de su interior. Debía encontrar a aquel ser de nuevo. Necesitaba saber.

De nuevo en el punto de inicio, miró a su alrededor, pero no había rastro de aquella sombra bailarina. Se imaginó a sí mismo poseído, por alguna especie de demonio, que pretendía que perdiera la cabeza. No encontraba otra explicación. El ruido seguía aumentando hasta el punto en el que su propio alrededor empezó a difuminarse en aquel rojo en el que veía ahora el mundo.

La idea pasó fugazmente por su cabeza. Sabía donde debía acudir, y aunque la idea no era de su agrado y atentaba incluso contra sus principios, se lanzó a la carrera en su busca.

Una ligera llovizna comenzó a caer

Corrió sin descanso, notando como la piel que protegía las plantas de sus pies se deshacía por el rozamiento con el asfalto a cada paso que daba. Pronto también serían rojas.

Con los ojos cerrados por la sangre que no dejaba de brotar y los pies destrozados, notaba que su último aliento estaba cerca. No podría continuar.

Ridículamente trastabilló con su propia pierna y cayo al suelo de bruces, aunque consiguió protegerse con una mano, en la que sintió un dolor indescriptible, al recibir el impacto del asfalto sobre su piel congelada.

No era capaz de ponerse en pie. Pensó en abandonar. Cerrar los ojos. Dormir para siempre. Pero aquel ruido infernal, seguía inexorable.

La ligera lluvia, se convirtió en torrencial en apenas unos segundos. Su boca y su nariz, pegados al asfalto intentaban conseguir algo de oxigeno entre la mezcla de sangre, polvo y agua. Consiguió arrodillarse.

Lo que vio a continuación hizo que se le escapara una sonrisa histérica.
Allí estaba. Enorme, sobria, amenazadora.

Siempre había detestado las iglesias, pero en esta ocasión su vida iba en ello.

Se lanzó a las escaleras sacando las pocas fuerzas que le quedaban, y poco a poco se arrastró hacia la más alta.

Una sonrisa se dibujó en su demacrado rostro… ¡Luz! ¡Había alguien ahí dentro!

Asiéndose al pomo de la puerta, se incorporó, y empujó con fuerza.
La puerta cedió con facilidad.

Dentro, la claridad era abrumadora. Tanto que no conseguía distinguir nada entre tanta luz. Entrecerró los ojos para que sus retinas se acostumbraran a tal caudal luminoso, aunque dudaba de que lo pudiera conseguir. El sonido desapareció, pero aquella luz amenazaba con dejarlo completamente ciego.

Hizo un último esfuerzo por distinguir lo que ocurría allí dentro, y consiguió que sus ojos distinguieran algo allá al fondo. Se dirigió hacia la figura que intuía humana, y la luz poco a poco empezó a palidecer.

Ya con la vista adaptada, miró a su alrededor. Pero allí no había nada. Solo una infinita inmensidad blanca. La puerta de entrada al lugar había desaparecido.

Una única dirección posible, una única opción. Avanzar hacia aquella figura que, por sus vestidos, le resultaba familiar. Antes de llegar ya sabía lo que era.

“Ven aquí, pequeña puta”

En el centro de la inmensidad, una figura de la Virgen María, era sin duda, el centro de atención. Aunque había algo extraño en su postura.
Se acercó, y la estampa que encontró ante sí le hizo volver a caer de rodillas.

“Yo te enseñaré respeto”

La Virgen, lejos de sus posturas habituales en cualquier representación, aparecía con su túnica levantada hasta la cintura y con su mano sujetaba un crucifijo de madera, con aristas vivas, y lo introducía en sus genitales, de los que brotaba sangre a raudales. Su rostro, tan común y desconocido a la vez, se desgarraba en llanto y dolor.

“No te resistas, solo aumentarás tu dolor”

En aquel momento, una ráfaga de calor recorrió su cuerpo. Miró hacia abajo y sonrió.
Estaba erecto.

“Clic”

En un instante, una especie de película invadió su cabeza. Él volvía a ser protagonista, aunque no conseguía controlar la situación. Solo imágenes a una velocidad endiablada.
Una niña llorando, desnuda y ensangrentada y una mano agarrando un cuchillo atisbaba parte del plano. Ese cuchillo hundiéndose en la carne de la niña, los llantos cesando, la sangre emanando. Y de repente, él. Asía el cuchillo con una mueca en la que le costaba reconocerse.

“Clic”

Aquella figura de madera abrió los ojos, y movió su boca, pero los crujidos de la madera retorciéndose eran más intensos.
Acercó el oído a su boca y mientras miles de astillas saltaban de su rostro consiguió oír:

“¿Por qué?”

En aquel momento, la luz volvió a intensificarse, pillándole desprevenido, con los ojos casi saliendo de sus orbitas ante tal espectáculo.
La luz lo cubría todo. Intentó abrir sus ojos, pero al hacerlo aquella luz se introdujo en ellos. Volvió a cerrarlos, pero ya era imposible escapar. La luz había entrado en el y los ojos le ardían. Inútilmente trató de apagar aquello con sus manos pero solo sintió la calidez del líquido ocular en ellas.

Gritó, poseído por un dolor que jamás habría imaginado. Delante de él, oía la voz de la niña riéndose, como si aquella situación fuera un simple número cómico.
“¡Corre!, ¡Huye!, Si te detienes, ellos vendrán a por ti. Y perderás algo mas que los ojos.”

Preso del pánico, se lanzó a correr hacia la nada, con la mala suerte de tropezar sobre los restos que quedaban de aquella figura maldita. Las astillas se le clavaron por todo el cuerpo. Era su propio cuerpo el que gritaba ante tal castigo.

Ya, incapaz de levantarse, gritando por aquellas astillas que se le hundían más y más a cada movimiento que hacía, se arrastró hacia el infinito, huyendo de sus propios actos.
JOER... la verdad es que bastante paranóico... muy bien narrado, la sensación que produce esta muy conseguia y es muy visual.. lo único... la imagen de la virgen... yo la cambiaría... no soy creyente ni mucho menos pero la imagen de la virgen maría en esa portura llega a resultar algo cómica... (humor muy negro si kieres)... no pega con el tono general de paranoia...

Bueno tio muy mueno... de verdad...
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