Sociedad Represora vs Espíritu consumista
Soy un chico obeso, para que negar lo evidente, y me he sentido acomplejado mucho, mucho tiempo.
Paseo por la calle acompañado por un amigo, hablamos de cosas sin sentido, del tiempo, de lo que le pasó ayer en el trabajo, lo típico. En el escaparate de una tienda de ropa veo unos pantalones y una camisa que me gustan y me invade esa necesidad de gastar, de consumir como la mayoría, como un yonki que necesita su chute de compras para ser feliz.
La tienda es bonita, suena música actual. Busco con la mirada los pantalones, soy de los que prefieren morirse antes que preguntar. Los consigo encontrar, los veo y me acerco. En mi cara se denota felicidad, los tengo ante mí. Miro las tallas, 42, 44, 46… ¿la 52? ¿No está? Me extraño y vuelvo a mirar, una y otra vez. La mueca de mi cara pasa de blanco a negro, de feliz a triste, desesperado.
La simpática vendedora se me acerca, un poco extrañada y, casi preguntándose que hago allí, me pregunta con su mejor voz:
- ¿Puedo ayudarte?
- Si – le digo – estos pantalones, ¿los tienes en talla 52?
- No – su cara muestra incredulidad, como si cuestionará mi pregunta, maldito gordo, no ves que esto es una tienda para gente normal, vete a tallas grandes y déjame en paz o apúntate a un gimnasio y vuelve cuando hayas perdido 15 kilos – solo fabrican hasta la 50.
Mi felicidad siempre acaba con la misma frase, solo fabrican hasta…. La sociedad tiende a marginarte sin conocerte, a hacerte creer que no vales nada y que debes vestir como una especie aparte, ropa hortera, pantalones clásicos, sin formas, sin colores.
Ponte triste porque esto es lo que te depara la vida, NADA. Si no eres perfecto, si no tienes el cuerpo de un dios griego, si no pasas tus horas en los gimnasios o reprimiéndote por ese pedazo de tarta que tomaste de más, por ese refresco que no es LIGHT o por cualquier otra cosa.
La gente solo es capaz de ver el envoltorio, y este recipiente que contiene el alma no es más que eso, un contenedor, un recipiente. La esencia, el alma, la personalidad o las ondas cerebrales, como cada uno prefiera entenderlo, es lo que define a la gente, lo que nos distingue de la mayoría. Por más lorzas, michelines, narices, culos, orejas, dientes o gafas que tengamos, por más defectos que nuestro cuerpo quiera tener, lo importante se esconde en el interior.
Si quiero unos pantalones desteñidos y no los encuentro, si quiero esa camisa azul que llevaba aquel actor en esa película, si quiero, si deseo… Por desgracia estas necesidades también son impuestas por la misma sociedad. Te margina porque TÚ te marginas, porque tú eliges marginarte. Ser feliz es el camino a ser feliz, es redundante pero es cierto.
Cuando la persona a la que elegiste para que pase contigo el resto de tus días tenga la piel flácida, no tenga dientes, le sobren los kilos, entre las tetas tenga el ombligo o no se le levante ni por recomendación, será entonces, cuando aprendas a valorar el sentido del contenido, no del contenedor. Elegir por el interior, no por el exterior.
Después de que todo esto pase por mi mente miro a la dependienta, sonrió y le digo:
- ¿sabes que? Me da igual, no los necesito para ser feliz.
- ¿perdona? – dice sin ser capaz de entender lo que quiero decir
- Estas perdonada – Ala, me ha quedado niquelada la frase
Y me voy, feliz como yo solo a tomar lo que el cuerpo me pida con mi amigo, que un amigo te elige por quien eres y no como.
FIN