Un cúmulo sin relación ni concierto.
Mientras el Sr. Guzmán recibe a su favor el cambio equivocado en Ciutadella, un revisor, Manuel, escudándose en su profesión, se cuela en Joanic. Exactamente en el mismo instante Alex Bisbe, de la central de control de cámaras, se escalda la lengua con su té con limón. ¿Por qué? Por ensimismarse con el paseo de Clara, de la planta dos. Coincide también el instante al que estamos prestando toda nuestra atención con que en Universitat un indigente, Antonio, extiende la mano al aire y en Maria Cristina un ladronzuelo, José, extiende la mano al bolsillo. Incontables viajeros pasan una hoja más de la novela que sólo leen cuando viajan por el subsuelo sin olvidar que en Urgell, Ramón, el conductor del convoy 2598, lee el Mundo Deportivo mientras va por el túnel que se sabe de memoria. Por supuesto, y aunque solamente coincide con la escritura de una “a”, Darío, en ese momento, poeta sin editorial, escribe con un rotulador negro en el cristal de un vagón que viaja entre Lesseps y Vallcarca un verso para despechados con entrelíneas de fracaso profesional. Siempre en el mismo instante que nuestro instante, Jesús, el quiosquero de la parada de Sagrada Familia vende un diario a un somnoliento ejecutivo que como cada día no se lo leerá, dejará que se lo coja su jefe, el Sr. Herrero, respondiendo “cójalo, sí, ya lo he leído”. Además hay que tener en cuenta a Ethan, en Poblenou, que interrumpe su indignado lloro por tener que ir a la escuela con una aspiración, mientras, innumerables personas en innumerables vagones preguntan “¿Baja en la próxima?”. Concurre nuestro instante, no lo olvidemos, con el lapso de tiempo en que un grafitero, Danko, agita el aerosol de pintura hacia abajo por tercera vez para continuar con su obra en un pasillo de transbordo de la parada de Plaça Espanya. Y sucede junto al intervalo de tiempo en que, si los juntamos se hacen multitud, algunos viajeros dan una cabezada involuntaria a causa del sueño y sus compañeros de viaje ríen tal seco e inofensivo desnuque. En el mismo momento que en la parada de Urgell un conductor, Fermín, decide cerrar las puertas dejando a escasos centímetros de ella, fuera del vagón, a varios rostros indignados. Durante el mismo momento en que montones de estudiantes resuelven, o crean, dudas antes del examen. En el microsegundo exacto en que el músico sin pierna de la parada de Clot se equivoca en un Do. Cuando la camarera de Paral•lel, Jasmina, vierte el café de un impaciente cliente y éste deja escapar una aguda queja es cuando una informadora anónima y solidaria, Lorena, pone su dedo índice, utilizando la mímica para indicar el camino, en el mapa de las líneas de metro de El Putxet para indicar a Joseph y Silvie como ir hasta la Catedral. Es precisamente en esos instantes e instantes cuando, sin tener relación ni concierto, Ramón, un trabajador de seguridad le da un porrazo en la cabeza al hermano de José creando una fiel metáfora de lo que nos ha sucedido.
Nos hemos visto por primera vez.
Nota para lectores como
Vozdelosmuertos:
Un saludo.