Los Hijos del Cristal. Capítulo 7: Aquel que devora las tinieblas.

-Ten cuidado, el juego al que has elegido jugar es más peligroso de lo que crees.
-Solo lo es cuando apuestas algo en él.
-¿Y tú crees poder no hacerlo?.
-Sí mientras sepa que es solo eso, un juego al que los dos estamos jugando.
-No estés tan seguro, tal vez te equivoques al pensar así. Y las apuestas en este juego siempre son muy altas.
-Lo sé.
-Y aún así te arriesgas… ¿Por qué?.
-No es como ellos, no se merece nada de lo que están intentando hacerle.
-Hablas como si ya hubieses perdido…
-¿Te preocuparía que así fuese?.
-Si.
-¿Por qué?.

El silencio fue una vez más la única respuesta. Jonathan se despertó tan desorientado como de costumbre, con su última palabra susurrando todavía en la cabeza y la intriga de aquella última pregunta a la que ella ya no respondería.
La mañana había llegado al bosque. El ardiente sol rojo de Linnea comenzaba a elevarse sobre el horizonte a sus espaldas y la luz de aquellos tímidos primeros rayos del amanecer se filtraba entre las hojas dando al bosque un aspecto casi fantasmal que acentuaba aún más la misteriosa belleza de Narmaz. Aunque no fue en esto, sino en la joven que todavía descansaba entre sus brazos, donde se centró su atención en aquel instante.
Atasha seguía dormida y su rostro parecía brillar pálidamente bajo aquella luz. Su expresión era tranquila, apacible, cómo si realmente se encontrase a gusto en aquella posición y no hubiese sido solo un accidente, pero sus manos había rodeado la cintura de Jonathan durante la noche y este sonrió ligeramente mientras se inclinaba sobre ella y la miraba una última vez antes de despertarla.
-Atasha. –La llamó suavemente, casi susurrando las palabras mientras la sacudía ligeramente con su brazo. –Vamos, despierta, ya ha amanecido.
Sus palabras tuvieron un efecto casi inmediato en la joven acólito. Los ojos de Atasha se abrieron poco a poco, dejando que sus pupilas se acostumbrasen al cambio de luz mientras su mente abandonaba el mundo de los sueños y regresaba a la realidad una vez más. Y cuando al fin se aclararon por completo, la expresión de la joven cambió de golpe al encontrarse mirando directamente a los ojos de Jonathan cuyo rostro estaba ahora a escasos centímetros del suyo.
-Jonathan… -Titubeó mirándolo con la misma timidez con que siempre lo había hecho. –Que… ¿qué hago aquí?.
-Te resbalaste mientras dormías. –Explicó Jonathan sonriendo, más por el hecho de que esta no pareciese en absoluto sorprendida qué por la repentina timidez con que volvía a hablarle. –No quería despertarte y te dejé seguir durmiendo.
-Gracias. –Respondió mientras una pequeña sonrisa empezaba a dibujarse en sus labios. -Espero no haberte molestado mucho durante la noche.
-¿Molestado?. –Repitió Jonathan al tiempo que negaba con la cabeza. –En absoluto.
Dicho esto, y para sorpresa de Atasha, Jonathan se inclinó un poco más hacia ella, la miró a los ojos durante unos segundos cómo si buscase algo en la oscuridad de aquella temblorosa noche perpetua que eran los ojos de la joven y, antes de que esta pudiese decir nada, posó suavemente sus labios sobre los suyos besándola sin decir una sola palabra más.
Atasha no hizo nada para evitarlo. Al notar el cálido contacto de sus labios contra los suyos sintió cómo su propio cuerpo buscaba de pronto aquella dulce sensación y fue incapaz de pensar en nada más. Siguió mirándole, perdida en el fuego de su mirada durante varios segundos cómo si aquellos dos rubíes que formaban los ojos del joven la hubiesen hipnotizado. Hasta que al fin, cuando este estaba a punto de separarse de ella, reaccionó deslizando una de sus manos hasta la espalda de Jonathan y lo mantuvo junto a ella unos segundos más mientras cerraba los ojos y se perdía por unos segundos entre sus brazos.
-En realidad…. –Susurró al fin Jonathan mientras su rostro se alejaba del de la joven y esta abría de nuevo los ojos. –…ha sido un placer.
Atasha no supo que decir en aquel instante. La mirada de Jonathan la confundía, sus ojos bastaban para hacer que su mente se perdiese en pensamientos que sabía debía alejar de su cabeza y podía notar ya cómo sus mejillas se sonrojaban mientras aquel sentimiento se hacía más fuerte en su corazón. Su propio cuerpo la traicionaba, la arrastraba hacia algo que jamás había esperado sentir en aquella situación, y cuando su voz al fin sonó de nuevo para formular la única pregunta que sus labios eran capaces de articular en aquel instante fue incapaz de distinguir si era su mente la que la hacía… o su corazón.
-¿Por qué has hecho eso?.
-¿Te ha molestado?. –Preguntó Jonathan dirigiéndole la misma cálida y tranquila sonrisa de costumbre.
-No… -Acertó a responder ella, sacudiendo ligeramente la cabeza mientras lo miraba aún más confundida intentando apartar aquellos dos ojos color rubí de su cabeza. -…pero… ¿Por qué?.
-Solo conozco una razón para hacerlo. –Respondió Jonathan con voz suave, sin soltarla todavía ni dejar de mirarla a los ojos. -¿A ti se te ocurre alguna más?.
La pregunta de Jonathan volvió a cogerla por sorpresa. Había esperado una explicación, una palabra cariñosa acorde con lo que acababa de sucede y justificase lo que acababa de pasar, pero jamás algo así. Su respuesta insinuaba algo que se resistía a creer, pero que su corazón ya había aceptado y la hacía sentir una mezcla de sensaciones que la hicieron estremecerse por un segundo entre sus brazos. Su mente era incapaz de reconocer lo que su propio cuerpo sentía, había algo que la hacía sentirse súbitamente mal a pesar de la alegría que aquello debería suponer para ella y fue Jonathan una vez más quien continuó la conversación.
-¿Estás bien?. –Preguntó de nuevo Jonathan mirándola ahora un tanto serio al notar el cambio en su rostro y el ligero temblor que había recorrido su cuerpo.
-S-si. –Respondió Atasha recuperando de nuevo su sonrisa, tratando de apartar todo aquello de su cabeza por el momento. –No es nada, solo un escalofrío.
-Me alegro. –Sonrió Jonathan. –Ahora será mejor que te levantes, pronto nos pondremos en marcha y será mejor que revises tus cosas para estar lista. No va a ser fácil.
Atasha asintió con la cabeza y se puso en pie de inmediato visiblemente alegre por el cambio de tema y por poder al fin ocupar su mente con otra cosa. Al mismo tiempo, Jonathan se separó también del árbol y buscó a sus hermanos con la mirada mientras se estiraba tratando de desentumecer sus músculos. Aunque, como pronto comprobaría, no tendría que buscar mucho ya que estos no estaban muy lejos.
A diferencia de Lardis, que seguía en el mismo sitio que la noche anterior, sus dos hermanos se habían levantado hacía ya un rato y en ese preciso instante regresaban del pequeño lago con las cantimploras llenas de agua fresca. O eso, al menos, era lo que Jonathan había pensado en un principio, pero las burlonas sonrisas de ambos pronto lo hicieron darse cuenta de que la realidad era muy distinta.
Con Jessica por allí, y sabiendo que ella había sido la encargada de la última guardia, no le era difícil adivinar el por qué Álbert estaba también despierto tan temprano y la forma en que lo miraban dejaba bastante claro que no acababa de llegar precisamente. Sin embargo, y para sorpresa de estos, Jonathan apenas se preocupó por esto y sonrió nuevamente antes de dirigirse hacia el otro lado del árbol donde habían dejado su mochila con las provisiones.
-“Jonathan necesita un empujoncito”. –Murmuró Álbert mirando de reojo a su hermana mientras empezaba a caminar hacia el claro. -¡Ya!.
-Cállate ¿Quieres?. –Refunfuñó Jessica siguiendo con la mirada a su hermano y a la joven que hasta hace unos segundos había descansado en sus brazos. –No puedo creerlo.
-La gente cambia. –Explicó Álbert ignorando sus palabras. –Es normal que no sea como hace cinco años. Y estoy seguro de que todavía nos dará más sorpresas.
-Nosotros no hemos cambiado. –Insistió Jessica mirando con ciertas dudas a su hermano. –O… ¿Sí?.
La respuesta de Álbert a esta pregunta fue una simple sonrisa. No, ellos no habían cambiado, no tanto al menos, pero no tenía una respuesta sencilla para la pregunta que seguramente seguiría a aquella y decidió dejar la conversación en ese punto. Fuese cual fuese el por qué del cambio en la personalidad de su hermano, este no parecía querer hablar de ello por el momento y era mejor dejarlo tranquilo. Después de todo, todavía tenían un trabajo por terminar y si conocía bien a Jonathan las sorpresas aún no habían terminado.
Sin perder más tiempo, los tres hermanos recogieron sus cosas, se aseguraron de que los restos del fuego estaban bien apagados y se encaminaron hacia la pared de la montaña. Al igual que el día anterior, Lardis ni siquiera los esperó y partió minutos antes que estos, aunque esta vez a ninguno le importó en absoluto. Atasha parecía encontrarse mucho más cómoda en compañía de los tres hermanos que de su superior y Jonathan se ofreció esta vez a llevar sus cosas sin que Jessica tuviese que intervenir, algo que, a decir verdad, ya no sorprendió en absoluto a esta última pero que sí arrancó una nueva sonrisa de la joven acólito.
La montaña no estaba lejos, apenas a un centenar de metros, y en unos minutos llegaron a la base del colosal muro vertical que formaba su ladera en aquella zona. Lardis los esperaba allí, de pie junto a la azulada pared de roca, aunque estaba claro que no para esperarlos, sino para observar sus caras al encontrarse finalmente con el obstáculo que ellos habían elegido superar para seguir adelante.
Sin embargo, y para sorpresa de este, ninguno de los tres pareció intimidado ante la larga escalada que los esperaba y estos empezaron a prepararse para la subida. No tenían mucho equipo, mucho menos herramientas apropiadas para algo así, pero sí habían tenido la previsión de traer varias cuerdas y los tres se repartieron dos de ellas para atarse entre sí. Algo que desconcertó bastante a la propia Atasha, sobretodo cuando Jonathan le ofreció el cabo de la cuerda que acababa de atarse a su propia cintura.
-Con esto estarás más segura. –Explicó sonriendo, ignorando las burlonas miradas de sus dos hermanos que ya no se sorprendían en absoluto al ver que la había elegido a ella como compañera de escalada. –Si uno de los dos se cae el otro todavía podrá hacer algo para ayudarle.
-¿Y si no puede?. –Preguntó Atasha cogiendo la cuerda con ciertas dudas. -¿Y sí no es capaz de soportar el peso y se caen los dos?.
-Antes de que eso suceda…. –Respondió Jonathan hablando esta vez con voz seria. –…corta la cuerda. No serviría de nada que nos cayésemos los dos.
-¿Tú harás lo mismo?.
Jonathan tardó un segundo en responder. Sus ojos se oscurecieron de golpe al oír su pregunta, pero la sonrisa de su rostro permaneció impasible, cómo si su mirada y el tono completamente serio de su voz no significasen nada.
-No.
Dicho esto, Jonathan se dio la vuelta mientras esta terminaba de atarse la cuerda y se dirigió hacia la base de la montaña junto a Álbert y Jessica. Lardis, por su parte, no se molestó en tomar tantas precauciones y lo único que hizo fue quitarse el manto antes de empezar su ascensión. Su ropa era sencilla: una holgada camiseta blanca sujeta a sus hombros por dos anchos tirantes, amplios pantalones de lana y un par de flexibles botas de cuero. Aunque no fue esto, sino su arma lo que llamó la atención de los tres jóvenes.
Mientras el monje saltaba para asirse al primero de los salientes y comenzaba a ascender trepando ágilmente entre las rocas, los tres observaron el largo bastón en su espalda y el brillo metálico en el centro de cada uno de sus extremos los hizo mirarse entre ellos comprendiendo de qué se trataba.
-Parece que tenías razón. –Murmuró Álbert dirigiéndose a Jonathan.
-Eso ahora no importa. –Respondió este con tranquilidad. –Ya nos preocuparemos luego, por ahora no hay problema.
Aunque sin saber muy bien a que se refería, Álbert y Jessica se conformaron con aquella respuesta por el momento y los cuatro empezaron también la ascensión. La pared era totalmente vertical, pero las rocas estaban repletas de salientes a los que sujetarse y para los tres hermanos no era un gran problema. Atasha, sin embargo, si tenía sus dificultades para sujetarse a las afiladas aristas de aquellas rocas y en más de una ocasión sus pies resbalaron sobre el musgo que las cubría haciéndola tambalearse, pero siempre consiguió seguir avanzando.
Con Jonathan cerca de ella en todo momento y guiándola hacia las zonas por las que ascender resultaba más sencillo por el mayor número de repisas y salientes, la joven consiguió mantener el ritmo del resto del grupo y estos pronto se elevaron por encima de los gigantes arbóreos de Narmaz. La vista desde allí era fascinante, un inmenso mar verde que se extendía en todas direcciones frente a ellos con pequeñas lagunas doradas aquí allá entre las que podían verse aún pequeños jirones de niebla que el Sol todavía no había podido disipar. Más allá, sin embargo, en el límite al que sus ojos eran capaces de llegar y semioculto ya por las colinas, el paisaje cambiaba brutalmente y una tenebrosa cúpula de niebla gris se elevaba sobre Tarsis y parte del bosque ocultando la ciudad por completo.
-Es terrible. –Murmuró Jessica observando como la niebla se arremolinaba girando sobre si misma entorno a aquella especie de bóveda que cubría la ciudad.
-Lo sé. –Respondió Atasha apartando su mirada de aquella abominación y sujetándose con fuerza a las rocas al notar como una pequeña ráfaga de viento agitaba su ropa amenazando con despegarla de la pared. –Por eso es tan importante que recuperemos ese cristal.
-No te preocupes, ya estamos cerca. –La tranquilizó Jonathan mucho más pendiente en ese momento de ella que del aspecto de la ciudad. –En unos minutos habremos llegado y podréis llevarle ese cristal a vuestro superior.
-Eso espero.
Respondió la joven devolviéndole la sonrisa, todavía confundida por lo sucedido en el bosque pero cada vez más segura de lo que ella misma sentía en aquel instante. La forma en que Jonathan se comportaba no era la que ella había esperado, aunque esto hacía las cosas mucho más fáciles y sabía que debería alegrarse por ello, pero también sabía que su sonrisa en ese instante no se debía solo a esto sino también a algo más, algo que se negaba ya a intentar apartar de su cabeza y la hizo sonrojarse una vez más al darse cuenta de cómo la estaba mirando Jonathan. Su ropa no era la más apropiada para una escalada y el viento no ayudaba en absoluto a disimularlo, al contrario, las ráfagas del helado viendo de las montañas que de vez en cuando los sacudía a todos parecían cebarse con su falda y esta había decidido hacía ya un buen rato tratar de ignorarla para seguir adelante, aunque parecía claro que Jonathan no estaba dispuesto a hacer lo mismo.
Tras aquel pequeño descanso, el grupo se puso de nuevo en marcha con Lardis siempre por delante y, pese a detenerse en un par de ocasiones más aprovechando las pequeñas repisas de roca que Álbert había visto el día anterior, pronto se acercaron al camino. Sin embargo, cuando Lardis había alcanzado ya el pequeño sendero de roca escarbado en la propia pared de la montaña y los dos hermanos se acercaban también a este, Álbert se dio cuenta de que Jonathan se había quedado atrás y se detuvo al instante para mirarle.
Su hermano no se movía, se había detenido unos metros atrás y la propia Atasha lo miraba ahora preocupada al igual que Jessica, pero este ni siquiera parecía verlos a ellos. Su respiración parecía agitada, sus manos temblorosas cómo si estuviesen a punto de resbalarse de las rocas, y cuando este ya no pudo más y separó una de sus manos llevándosela al corazón Álbert se dio cuenta inmediatamente de que algo iba mal.
-¡Jonathan!. –Gritó tratando de llamarle. -¿Qué ocurre?.
No hubo respuesta. La mano de Jonathan aferró su pecho como si tratase de hundir sus dedos en su corazón y se tambaleó unos instantes cuando una nueva ráfaga de viento lo sacudió de nuevo. El terror los invadió a todos en ese instante, las fuerzas de Jonathan parecieron fallarle tras aquella sacudida y su otra mano cedió ante el peso de su cuerpo dejándolo caer al vacío, pero ni siquiera entonces reaccionó.
Su cuerpo se separó de la roca azotado por el viento y calló hacia atrás envuelto en su gabardina y el velo plateado de sus cabellos sin hacer nada para sujetarse. Solo la cuerda atada a su cintura lo unía todavía a la vida, un delgado cabo de soga que se deslizó tras él en su descenso hacia el mar de hojas de Narmaz mientras sus hermanos y la propia Atasha lo miraban aterrados.
Álbert sabía que aquella chica no soportaría algo así. Una simple mirada a su rostro bastaba para darse cuenta de que estaba aterrada y no sabía ni que hacer, si no hacía algo los dos caerían al vacío y no estaba dispuesto a perder a su hermano de aquella forma.
-¡Jess!. –Gritó de pronto sacando la espada de su espalda. -¡Ayúdala!.
Comprendiendo al instante las palabras de su hermano, Jessica asintió con la cabeza, se giró hacia la joven aferrando con una mano su propia cuerda y saltó al vacío impulsándose hacia ella. Al mismo tiempo, Álbert tensó los músculos de ambos brazos, se aferró a la roca con todas sus fuerzas usando la mano izquierda y clavó su espada en una de las grietas de la pared hundiéndola hasta la empuñadura para usarla como asidero.
Las dos cuerdas silbaron en el aire durante unos instantes, hermano y hermana cayeron a la vez al vacío llegando al mismo tiempo al final de sus sogas y entonces, justo cuando el cuerpo de Jonathan tensaba su cuerda tirando de Atasha hacia el vacío, la mano de Jessica alcanzó la de la joven acólito y la sujetó con todas sus fuerzas mientras su hermano las sujetaba también a ambas unos metros más arriba.
-Aguanta… -Dijo con dificultad Jessica mirando a Atasha en cuyo rostro podía ver el dolor a causa del tirón y girando la cabeza hacia Jonathan, consciente de que aquella chica no soportaría su peso mucho tiempo y su mano empezaba a resbalarse. -¡Jonathan!. -¿Qué te pasa?, ¡vamos, despierta, no aguantaremos mucho más!.
Jonathan siguió inmóvil durante unos segundos. Su cuerpo giró en el vacío colgando de la soga y sus ojos continuaron cerrados mientras su mano apretaba su pecho hasta que, de pronto, estos se abrieron de golpe como si acabase de despertar de un extraño sueño y el joven levantó la cabeza al instante. Con la agilidad de un felino, Jonathan tomó impulso con sus piernas para enderezarse, se sujetó a la roca con ambas manos y se impulsó hacia arriba en cuanto sus pies tocaron también la pared de la montaña aflojando al fin la tensión de la cuerda. En ese momento, Jessica dejó escapar un sus piro de alivio y soltó la mano de Atasha dejando que esta volviese a sujetarse sola para, a continuación, asirse también a la roca y dejar que Álbert se relajase un poco al fin.
-¿Qué ha pasado?. –Preguntó Jessica sin apenas darle tiempo a alcanzarlas. -¿Estás bien?.
-He estado mejor. –Respondió Jonathan con voz dolorida, jadeando a causa de algo que ella no alcanzaba a comprender pero que parecía haberlo cansado considerablemente. -Vamos, será mejor que lleguemos arriba de una vez, no quiero causaros más problemas si vuelvo a resbalarme.
Dicho esto, Jonathan volvió su atención a la pared de la montaña y aceleró el ritmo para alcanzarlas. Al mismo tiempo, Jessica reanudó su ascensión junto a su hermano y solo Atasha se quedó en el mismo sitio, todavía desconcertada y preocupada por lo que había pasado.
-Gracias. –Dijo Jonathan al llegar a su lado, dirigiéndole una cariñosa sonrisa que la sorprendió aún más.
-¿Por qué?. –Preguntó desconcertada. –Han sido tus hermanos, yo no…
-No, eso no es cierto. –Negó Jonathan. –Pero ahora será mejor que subamos, nos espera algo ahí arriba y no quiero encontrármelo mientras subimos.
Aunque cada vez más confusa por las palabras de Jonathan, Atasha le hizo caso y los dos continuaron subiendo sin más problemas hasta alcanzar al fin el camino en el que ya los esperaban Jessica y los demás. En ese instante, Jonathan se soltó la soga de la cintura y, para sorpresa de sus hermanos, sacó su arma de debajo de su gabardina al tiempo que dirigía una rápida mirada a la cascada y se giraba hacia Lardis.
-Ahí dentro hay algo. –Dijo con voz brusca y totalmente seria.
-¿Algo?. –Repitió Jessica mirándolo sorprendida. -¿Qué quieres decir?.
-En esa cueva hay algo esperándonos. No sé lo que es, pero es la primera vez que siento algo así.
-Jonathan, ¿De qué estás hablando?. –Insistió Jessica sin comprender en absoluto las palabras de su hermano. -¿Cómo puedes sentir si hay algo o no ahí dentro?.
-No lo sé. –Admitió Jonathan. –Es difícil de explicar, pero seguro que nuestro “amigo” puede decirnos que demonios nos espera ahí dentro. Después de todo, uno no contrata mercenarios para atravesar un bosque como este.
-Ahí dentro no hay nada. –Respondió al fin Lardis, con la misma voz fría e impasible que el día anterior. –Es cierto que el templo posee un guardián y por esa razón estáis aquí, pero se encuentra en las cámaras interiores, junto al cristal.
-Por nuestro propio bien, espero que te equivoques. –Afirmó Jonathan con cierto sarcasmo. –Porque si el guardián del cristal está dentro entonces tendremos que vérnoslas con algo aún peor que lo que nos espera ahí.
-¿Pero qué es?. –Preguntó una vez más Jessica. –Jonathan, estás empezando a preocuparme.
-Lo siento. –Se disculpó girándose hacia ella y cambiando la expresión seria de su rostro por una sonrisa. –Si supiese qué es ya os lo habría dicho, créeme, por eso prefiero que estéis alerta.
-Está bien. –Asintió Jessica sonriendo de nuevo como si nada y cogiendo el arco de su espalda. –Veamos que nos espera ahí dentro entonces.
Satisfecho por la reacción de su hermana, Jonathan le dio una cariñosa palmada en la espalda y los dos se dirigieron hacia la catarata seguidos por Álbert, Atasha y, por último, Lardis que parecía no dar importancia alguna a las palabras de Jonathan. Quien sí se la dio, sin embargo, fue Álbert que una vez a su lado lo miró totalmente serio para preguntarle algo.
-¿Es lo mismo que cuando llegamos a Tarsis, verdad?.
-Si.
La respuesta de Jonathan fue tan clara como inesperada. Álbert empezaba a relacionar algunas de las cosas que habían estado sucediendo, pero no había esperado que este le respondiese tan claramente y ahora sí empezaba a preocuparse por lo que podía esperarlos en aquella cueva.
La catarata caía casi sobre el camino, el agua se deslizaba desde una cornisa a unos ocho metros sobre sus cabezas y se precipitaba al vacío justo frente a la entrada de una amplia cueva en cuyo interior, supuestamente, se encontraba el templo. El suelo estaba resbaladizo a causa del agua y el camino se estrechaba bajo esta debido al ancestral trabajo de la catarata cuyo roce había ido desgastando las rocas hasta llegar a redondear sus aristas en el borde exterior de la entrada.
El interior estaba oscuro, la luz del sol no alcanzaba a penetrar hasta la parte más profunda de aquella enorme cavidad debido a la sombra de la catarata y lo único que podían ver era lo que parecían ser los resto de una vieja cabaña a un lado de la misma. Estaba destrozada, con el techo quemado y la madera ya podrida a causa de la humedad, lo que daba una idea del tiempo que hacía que alguien visitaba aquel lugar. Junto a esta, una especie de camino tallado en la roca del suelo se adentraba en las tinieblas hacia el fondo de la cueva, pero sus ojos ya no alcanzaban a ver nada más y todos se detuvieron en cuanto se alejaron lo suficiente como para que el agua de la catarata no siguiese mojándolos.
-Supongo que harán falta un par de antorchas. –Dijo Álbert descolgándose la mochila del hombro. –Prefiero no entrar ahí sin ver antes con claridad.
-No hace falta. –Respondió Atasha con una tranquila sonrisa que los sorprendió a todos. –Esperad.
Visiblemente animada por poder hacer algo para ayudar, Atasha abrió la mochila que todavía llevaba Jonathan, sacó de ella una alargada vara de metal similar al palo de una antorcha y un pequeño cristal de cuarzo. Hecho esto, colocó el cristal sobre la vara, lo rodeó con una de sus manos durante un segundo y susurró unas palabras en la antigua lengua de Acares. Ninguno de los tres jóvenes las comprendió, pero su efecto pronto se hizo patente y el cristal comenzó a brillar con una intensa luz blanca que lo iluminó todo permitiéndoles al fin ver lo que los esperaba.
La cueva se prolongaba aún unos doscientos metros hacia el interior de la montaña, sus paredes se alzaban formando una cavidad de más de seis metros de altura y todo su interior parecía haber sido tallado para albergar aquel templo. A partir del lugar en que antes se había alzado aquella pequeña cabaña, las rusticas paredes de roca se alisaban de golpe, talladas y pulidas por las manos de incontables artesanos en la época de la gran guerra que habían convertido aquellas paredes en verdaderas obras de arte. Colosales columnas de roca maciza se alzaban a cada lado del camino, gravados referentes a las batallas de Acares contra el opresor imperio de los Rashid cubrían el techo y las paredes entre estas e incluso el suelo reflejaba en forma de anagrama las seis escuelas que habían puesto fin a aquella guerra.
Y al fondo, justo cerca de la entrada, coronando una pirámide formada por los símbolos de las demás, las manos doradas y el cristal blanco de la escuela blanca aparecían tallados frente a la entrada, justo antes de las escaleras que conducían a la pequeña puerta del templo.
Pero no todo era tan majestuoso. El tiempo había pasado cuenta a aquel lugar y varias de las colosales columnas yacían ya en el suelo corroídas por la humedad y cubiertas de musgo. Incluso el pequeño semicírculo que rodeaba la entrada había caído y ahora solo dos de ellas quedaban en pie a la derecha de la misma, aunque, en este caso, su caída se debía ya a algo muy distinto.
El causante de aquellos destrozos no era el tiempo, ni el agua, sino aquél al que Jonathan había sentido durante la ascensión y que ahora descansaba justo frente a la entrada todavía ajeno a su presencia. Su cuerpo era enorme, tal vez incluso más alto que la propia cueva y de una longitud difícil de apreciar desde la distancia, sus escamas negras reflejaban la luz como diminutas placas de metal pulido y en su espalda, a cada lado de la afilada línea de espinas que descendía desde su cabeza, dos grandes alas membranosas descansaban recogidas sobre sus costados en aquel instante. No había ninguna duda sobre qué clase de criatura se trataba, sus colosal cabeza con fauces de reptil y cuernos afilados como agujas de metal, sus terribles garras semihundidas en la propia roca en aquel instante, su cola enroscada junto a su cuerpo y cubierta también de espinas, todo era inconfundible.
-¡Un dragón!. –Exclamó Jessica mirando atónita a sus hermanos. -¿Eso es el guardián del templo?.
-Ese no es el guardián. –Respondió con calma Lardis descolgando su bastón de su espalda. –No sé que hace aquí, pero no tiene nada que ver con el templo.
-Es un consuelo saberlo. –Replicó Álbert con ironía. –Lastima que él no se haya dado cuenta y esté justo delante de la entrada.
-Es un dragón negro. –Matizó Jonathan mirando a la criatura con el mismo asombro que sus compañeros. –Jamás imaginé que vería uno. Parece joven todavía, pero sigue siendo una criatura formidable.
-¿Qué hacemos ahora?. –Preguntó Atasha sosteniendo todavía el cristal en alto.
-Parece dormido. –Señaló Jessica. –Tal vez podamos pasar sin que se de cuenta.
-Imposible. –Negó Jonathan estirando de golpe su segadora para sorpresa de sus compañeros. –No está dormido, esa cosa no pertenece a Linnea, no os fiéis de él.
-¿Qué quieres decir?. –Preguntó esta vez Jessica.
-Los dragones negros no pertenecen a nuestro mundo. –Explicó Álbert. –Provienen de Árunor, este debió ser invocado durante la gran guerra y parece que sobrevivió a ella..
-Exacto. –Asintió Jonathan señalando con el extremo de su arma hacia el dragón. –Y dudo que este esté dormido.
Cómo respondiendo a las palabras de Jonathan, uno de los párpados de la criatura se levantó de golpe en aquel instante revelando un brillante ojo dorado y este giró lentamente su cabeza hacia el grupo para observarlos antes de decidirse a ponerse en pie. Era una criatura colosal, capaz de sostenerse sobre sus patas traseras sin dificultad y con alas gigantescas cuyo aleteo podría sin duda barrerlos de la cueva si este tuviese espacio suficiente para usarlas allí dentro. Sin embargo, y por fortuna para ellos, la estrechez de aquel lugar parecía limitar sus movimientos y este se detuvo unos segundos a observarlos como si no supiese que hacer. Ni siquiera parecía preocuparse por ellos y de su garganta no había brotado un solo rugido que indicase que realmente era una amenaza, aunque pronto se darían cuenta de, tal y como había dicho Jonathan, aquella cosa no era de fiar y se había detenido por algo muy distinto.
Al ver como este abría ligeramente sus fauces y echaba la cabeza hacia atrás, Jonathan se giró de golpe hacia sus compañeros y todos adivinaron al instante lo que estaba a punto de pasar.
-¡Al suelo!.
Al compás del grito de Jonathan, el grupo al completo se lanzó al suelo tras dos de las columnas caídas y una ola de fuego negro lo inundó todo de golpe pasando justo por encima de sus cabezas hasta desparecer tras la cascada.
-Esa cosa va a darnos problemas. –Dijo Jessica apoyando su espalda contra la columna. –Aquí no hay espacio para escapar a su fuego.
-Entonces no debemos dejar que lo use. –Replicó Álbert mirando de inmediato hacia Jonathan. –Nosotros lo mantendremos ocupado, tú intenta buscar una forma de hacerle daño.
-De acuerdo. –Al tiempo que decía esto, Jessica sacó una flecha de su carcaj y se preparó para levantarse. –Tened cuidado.
Tomando las palabras de su hermana como señal, ambos hermanos se pusieron en pie de golpe, saltaron las columnas y corrieron hacia su adversario aprovechando los breves segundos de desconcierto de este tras la humareda dejada por su fuego. Trabajando juntos como tantas veces en los ejercicios del orfanato, ambos se separaron al llegar junto al dragón evitando un zarpazo de este que tan solo consiguió rasgar las rocas del suelo y lo atacaron por los costados.
La espada de Álbert se dirigió a una de las extremidades del dragón y la golpeó de lleno, pero el sonido metálico que inundó la cueva al instante lo hizo darse cuenta de que algo iba mal. Las escamas del dragón habían parado el filo de su espada como si nada, la hoja apenas había conseguido mellarlas y la criatura ni siquiera había sentido el golpe. Cómo si se tratase de un mosquito, dio un fuerte manotazo obligando a Álbert a retroceder para evitarlo y, tras detener la segadora de Jonathan con uno de sus brazos antes de que esta alcanzase su costado, lo golpeó con la cola arrojándolo varios metros más atrás.
Jonathan se puso en pie casi al instante, observó cómo Álbert corría hacia atrás evitando un nuevo golpe del dragón que empezaba a avanzar hacia ellos y pudo ver como dos flechas pasaban silbando a su lado en dirección a la cabeza del monstruo. Pero ninguna de ellas consiguió nada, las escamas de la criatura eran demasiado fuertes y estaban tan juntas que las puntas de las flechas no alcanzaban a atravesarlas y este pronto los alcanzó de nuevo obligándolos a defenderse de sus zarpazos mientras intentaban, al mismo tiempo, mantenerlo ocupado para que no recurriese a su fuego.
Y mientras tanto, mientras los dos jóvenes se movían en torno al dragón evitando a duras penas sus golpes y arrancando destellos metálicos al golpear el cuerpo del mismo con sus armas, Atasha lo observaba todo tras una de las columnas sin hacer nada al igual que el propio Lardis. Hasta que, al fin, no pudo soportarlo más y se giró hacia su superior.
-¿No vamos a ayudarles?.
-Es su trabajo. –Respondió secamente el monje. –No tiene nada que ver con nosotros.
La mirada del monje la convenció de que no sacaría nada más de él y Atasha volvió su atención una vez más hacia sus compañeros, apenada y, a la vez, avergonzada por el comportamiento de su orden en aquel momento.
La lucha continuaba, pero las cosas no iban demasiado bien. Las flechas de Jessica golpeaban al dragón en todas partes, buscando un lugar en el que hacer blanco y herirle, pero sin suerte. Jonathan y Álbert, sin embargo, sí habían conseguido herirle en un par de ocasiones aprovechando las delgadas aberturas entre sus escamas en las articulaciones de la criatura, pero no eran más que simples rasguños y los golpes del dragón eran cada vez más peligrosos conforme se acercaba a las columnas tras las que se protegían sus compañeros.
Precisamente en uno de estos ataques, una de las garras del dragón arrancó un fragmento de roca de la pared y lo arrojó sobre Álbert que calló al suelo a causa del brutal golpe. Aprovechando esto, la criatura se abalanzó sobre él rugiendo victoriosa y descargó un brutal golpe sobre este con una de sus garras mientras la propia cueva retumbaba bajo la potente voz del dragón.
Sin embargo, antes de que llegase a tocarlo, algo se interpuso en su camino y la sangre que empapó en ese instante el suelo no fue la de Álbert, sino la del propio dragón. En el momento en que la garra del monstruo se acercaba a su hermano, Jonathan se había interpuesto en su camino apoyando el mango de su segadora en el suelo para que esta se interpusiese entre ambos y la fuerza del propio dragón había hecho que la afilada hoja de la misma atravesase sus escamas abriendo una profunda brecha en su mano por la que su sangre comenzó a brotar manchando el suelo de la cueva.
Aquello enfureció aún más al dragón. Enloquecido por el dolor de aquella herida, el monstruo rugió de nuevo haciendo temblar las paredes de la cueva y se abalanzó sobre Jonathan con todo su cuerpo. Garras, cola, fauces, todo el cuerpo de aquella criatura era ahora un arma mortal enfocada hacia Jonathan que evitaba a duras penas las envestidas mientras las rocas saltaban en pedazos a su alrededor y trataba de alejarlo de su hermano.
Aprovechando esto, Álbert se puso también en pie aunque no sin cierta dificultad y corrió hacia el lugar en que se encontraba su hermana. Su brazo izquierdo había parado el golpe con la armadura que lo cubría, pero el impacto de la roca había sido demasiado y ahora no podía moverlo, algo no muy oportuno en aquel momento.
-¡Maldición!. –Se lamentó Álbert apoyando la espalda en la columna mientras su hermana intentaba en vano apartar al monstruo de Jonathan con sus flechas. –Creo que me he roto el brazo. Si esto sigue así esa cosa acabará con nosotros.
-Yo puedo ayudarte.
Al oír esto, Álbert giró de inmediato la cabeza y vio con cierta sorpresa como Atasha se arrodillaba a su lado y lo miraba totalmente seria.
-¿Tú?.
-Por favor, deja que os ayude en algo. –Insistió. –Yo puedo curarte el brazo.
-Adelante.
Atasha no esperó un solo segundo más. En cuanto este se quitó la pieza de armadura que lo cubría, colocó sus manos sobre el brazo de Álbert y cerró los ojos mientras empezaba a recitar un nuevo hechizo en el mismo extraño idioma que el anterior. Sus susurros eran apenas audibles en el alboroto de la cueva, pero su efecto era evidente y una cálida luz blanca pronto rodeó el brazo de Álbert que notó al instante como el dolor se hacía menos intenso hasta que, al cabo de apenas unos segundos, este desapareció por completo y comprobó con sorpresa que podía mover perfectamente su brazo de nuevo.
-Perfecto. –Dijo mirando con una agradecida sonrisa a la joven. –Muchas gracias, esto será una gran ayuda.
-No las merezco. –Negó Atasha. –Nos estáis protegiendo, soy yo la que debería daros las gracias a vosotros.
-No tendrás nada que agradecernos si no pensamos en algo deprisa. –Advirtió Álbert dirigiendo su atención hacia Jonathan y el dragón. –Jonathan no resistirá mucho tiempo así, tenemos que hacer algo.
-Y lo haremos. –Respondió de pronto Jessica mirando con una siniestra sonrisa a su hermano. –Pero necesitaré vuestra ayuda, tengo una idea para acabar con esa cosa pero no será fácil.
-Siempre será mejor que lo que estamos haciendo ahora, adelante. –La animó Álbert.
-De acuerdo. –Animada por las palabras de su hermano, Jessica dejó sus flechas por un momento y sacó todas las cuerdas de su mochila. –Atasha, también necesitaré tu ayuda. Quiero que ates la mitad de las cuerdas para hacer una sola y luego ates un extremo a la columna, Álbert, tu ayuda a Jonathan a traer esa cosa hacia aquí, necesito que se coloque frente a la catarata.
-¿Qué piensas hacer?. –Preguntó desconcertado su hermano.
-Sus alas. –Explicó Jessica. –Puedo atravesar la piel de sus alas con mis flechas, solo necesito que las abra. Vosotros conseguid que salte fuera y las abra, yo haré el resto.
-O, estupendo, eso será fácil. –Dijo con sarcasmo Álbert poniéndose en pie y cogiendo su arma. –En fin, adelante entonces.
Dicho esto, Álbert saltó de nuevo por encima de la columna y llamó a Jonathan para que este trajese el dragón hacia allí, algo que no resultaría demasiado difícil a decir verdad. Todavía enfurecido por la herida, el monstruo no parecía prestar atención a nada salvo el propio Jonathan y lo siguió hacia la catarata rugiendo furioso mientras lo destrozaba todo a su paso. Ni siquiera las columnas tras las que se encontraban Jessica y los demás lo detuvieron, golpeó a Jonathan con una de sus garras cuando este intentaba saltarlas para cruzar al otro lado y las apartó de un simple zarpazo mientras el joven rodaba por el suelo hacia la catarata y se detenía justo bajo esta.
Fue entonces cuando Álbert entró de nuevo en el juego. Al tiempo que Jonathan se poseía en pie, este corrió tras el dragón recogiendo el arma de su hermano que había caído al suelo tras el último golpe y se detuvo justo tras el monstruo. En ese instante, la bestia descargó un nuevo zarpazo sobre Jonathan, pero este lo esquivó rodando hacia un lado y rodeó al dragón para colocarse también tras él mientras la garra de este arrancaba parte del camino.
Una simple mirada entre ambos bastó para que los dos hermanos se entendiesen, sin una sola palabra, Jonathan corrió hacia su hermano mientras el dragón se giraba bajo la catarata desviando el curso del agua con sus alas, cogió su arma al vuelo cuando este se la lanzó, sujetó su brazo en plena carrera usándolo como apoyo para girar de nuevo hacia el dragón y se lanzó sobre este aprovechando su propio impulso y el que su hermano acababa de proporcionarle al lanzarlo contra él.
Esta vez su arma sí atravesó las escamas del dragón. La segadora se abrió en al aire extendiéndose por completo una vez más y su extremo se clavó varios centímetros en el pecho del monstruo gracias a la brutal fuerza del golpe. Pero aquello no era todo, Jonathan continuó empujándolo hacia el exterior de la cueva mientras Álbert atravesaba la cortina de agua que ahora los bañaba a los dos y este lo golpeó en el abdomen con su hombro ayudando a su hermano a empujarlo hacia el exterior.
Hasta que, al fin, cuando la fuerza de la criatura parecía estar a punto de derrotarlos y empezaban a ceder hacia el interior de la cueva, este abrió las alas y saltó fuera alejándose de ellos. No por la fuerza de estos, sino para evitar el dolor que la segadora de Jonathan le estaba causando.
-Perfecto. –Gritó Jessica. -¡Preparaos!
La voz de la joven resonó en la cueva en ese preciso instante señalando que el momento que había estado esperando acababa de llegar. Como un rayo, dos flechas partieron a la vez de su arco atadas a las cuerdas y pasaron entre los dos hermanos que observaron como las saetas se separaban de pronto a causa la falta de uno de sus penachos y golpeaban las alas del dragón. La bestia rugió de nuevo en respuesta, las puntas de las flechas atravesaron fácilmente las membranas de sus alas abriendo dos pequeños agujeros ensangrentados y se cruzaron tras él entrelazando las cueras como Jessica había planeado.
El efecto fue inmediato, el dragón trató de elevarse al sentir el dolor y aleteó más fuerte, pero aquello solo empeoró las cosas. En cuanto el monstruo ganó altura, las cuerdas se tensaron tal y cómo Jessica esperaba y el tirón del dragón arrancó las columnas caídas arrastrándolas con él hacia el exterior de la cueva. Algo que a punto estuvo de coger por sorpresa a los dos hermanos que se vieron obligados a saltar para evitar ser arrastrados con ellas.
Cargado con el peso de las columnas, y con sus alas ya en mal estado a causa de la gran brecha abierta en cada una de ellas por la cuerda al tirar hacia abajo y detenerse sobre los huesos, el Dragón comenzó a perder altura. Sus heridas sangraban visiblemente y el agua de la catarata todavía corría entre sus escamas haciéndolas brillar como acero negro bajo el sol, como una colosal armadura que ya no podría protegerlo por más tiempo. Sin embargo, en lugar de descender para librarse de las columnas y aliviar el dolor de sus alas, el dragón siguió volando frente a ellos haciendo un último esfuerzo y todos observaron con horror como este echaba de nuevo la cabeza hacia atrás.
-¡No puede ser!. –Exclamó Jessica adivinando sus intenciones. –Va a lanzar su fuego de nuevo, si hace eso no tendremos a donde huir para evitarlo.
-Hay que saltar. –Sugirió Álbert. –Si nos quedamos aquí moriremos abrasados, nuestra única oportunidad es saltar al lago y esperar que sea lo bastante profundo.
-Ese lago no tiene más de un metro de profundidad. –Lo contrarió Lardis acercándose al fin a los demás. –Nos habéis condenado a todos.
-¡Todavía no!. –Gritó esta vez Jonathan acercándose al borde de la roca y colocándose justo bajo la cascada. –Colocaos detrás de mí, ¡Ahora!.
-Jonathan, ¿qué?.. –Trató de decir Jessica.
-¡Haced lo que os digo!. –La interrumpió Jonathan quitándose la gabardina y arrojándola a un lado. –Por favor, confiad en mí.
No hubo tiempo para más explicaciones. Justo en el momento en que Jonathan decía estas palabras, el dragón abrió sus fauces lanzando una nueva ola de fuego sobre la cueva y sus compañeros observaron sin poder hacer nada como esta avanzaba hacia ellos dividiendo la propia cascada con su brutal temperatura.
El aire rugió en respuesta arremolinándose entorno a ella, el vapor del agua entró en la cueva con un agudo silbido y todo a su alrededor se convirtió en un caos que presagiaba su final bajo aquel manto negro. Sin embargo, justo cuando el fuego iba a penetrar en la cueva, la colosal lengua de llamas que había brotado de las fauces del dragón pareció detenerse frente a Jonathan y todos observaron atónitos lo que sucedía frente a ellos.
El fuego no se había detenido: ¡Estaba siendo absorbido por el propio Jonathan!. La marea de llamas negras se había arremolinado justo frente a la entrada de la cueva formando un torbellino gigantesco, un enorme remolino cuyo extremo desaparecía en el centro del pecho de Jonathan y parecía absorber la tormenta de fuego lanzada por el dragón como si nada.
Sus propios cabellos azotaban su espalda desnuda en aquel instante como sedas de plata resaltando su tatuaje y sus ojos parecían brillar mientras el fuego se esfumaba en su interior, pero nada más que pudiese señalar algo fuera de lo normal. Hasta que, de pronto, cuando la ola de fuego desapareció por completo, este calló de rodillas frente a ellos y la catarata volvió a fluir cayendo sobre su espalda mientras el propio dragón lo observaba desde la distancia sin hacer nada más.
-¡Jonathan!. –Gritó al instante Jessica corriendo a su lado. -¿Estás bien?.
Jonathan tardó unos segundos en responderle. Sus ojos buscaron al dragón con furia y su propia hermana vio en ellos una mirada salvaje y rabiosa que jamás había visto antes, cómo si por un instante el rostro de su hermano no fuese el mismo. Pero aquel espejismo pronto desapareció, los ojos del joven se apartaron de los del dragón y su mirada volvió a ser la misma mientras trataba de sonreír para tranquilizar a su hermana.
-Sí, no es nada. –Respondió este con voz tranquila mientras sus ojos centelleaba todavía con un brillo anormal, pero de nuevo con su mirada de siempre. –Pero esto no ha acabado aún.
-Sí lo ha hecho. –Lo contrarió Álbert observando como el dragón descendía lentamente y giraba su cabeza hacia las cuerdas. –Mira, ya no quiere luchar, solo marcharse.
Tal y como Álbert decía, en lugar de volver a atacarles el dragón se dejó arrastrar unos metros hacia Narmaz para descansar y, cuando al fin se recuperó, lanzó una nueva bocanada de fuego sobre las cuerdas que lo ataban a las columnas. Hecho esto, ascendió de nuevo volando con dificultad debido a las heridas de las halas y se alejó tras dirigir una última mirada hacia la cueva.
-Hemos tenido suerte. –Masculló Lardis. –Ha decidido irse, todavía podría habernos dado mucha guerra.
-La suerte no ha tenido nada que ver. –Lo contrarió Álbert acercándose a sus hermanos y sonriendo al ver que Jonathan parecía estar perfectamente salvo por el anormal brillo en sus ojos. -¿Vas a explicarnos ahora que es todo esto?. Ese dragón se ha marchado por que tenía miedo de algo, y me resisto a creer que ese algo pueda ser uno de nosotros.
-No tengo la menor idea de por qué se ha marchado. –Afirmó Jonathan. –Pero supongo que os debo una explicación.
-No tienes que darla si no quieres. –Sonrió Jessica todavía a su lado. –Ya estamos acostumbrados.
-No es nada que no pueda contaros, simplemente quería asegurarme de algo antes de hacerlo. Y creo que ahora ya está claro.
-¿Qué quieres decir?. –Preguntó esta vez Álbert.
-No nos contrataron por casualidad. –Respondió Jonathan mirando esta vez a Lardis. –Lo hicieron por mí. Me necesitan para algo, aunque si no se trata de este dragón no sé qué puede ser.
Lardis no respondió a esto, pero Jonathan tampoco había esperado una respuesta, simplemente ver la reacción de Atasha al oírlo. Y tal y como había supuesto, esta parecía totalmente desconcertada a diferencia del monje.
-Pero ¿Por qué?. –Insistió Jessica atrayendo de nuevo su atención. -¿Cómo has podido hacer eso?.
-Yo mismo no lo sé. Lo descubrí hace unos años en Lusus y fue precisamente la razón por la que no pude completar su entrenamiento. –Explico Jonathan dirigiendo todavía su mirada hacia la joven acolito cuyos ojos parecían también fijos en él. –No estoy seguro de si tiene o no algo que ver con lo que me sucedió hace cinco años, aunque creo que sí, pero lo cierto es que mi cuerpo reacciona ante la magia negra de una forma anormal. Puedo sentirla cuando está cerca, cómo si alguien clavase una aguja en mi corazón, y además mi cuerpo parece absorberla sin problemas. Por eso no pude seguir el entrenamiento, los caballeros de Lusus son también magos negros, pero yo no puedo usar ese tipo de magia ya que mi cuerpo la absorbe al instante.
-Ya veo. –Dijo Álbert no demasiado sorprendido. –En fin, una cosa más que añadir a la lista de cosas raras que sabemos de ti.
-Y una útil para variar. –Bromeó Jessica sonriendo burlonamente. –Al menos esto nos será más útil que lo de tu pelo o tus ojos.
-Muy graciosa. –Replicó Jonathan recogiendo su gabardina del suelo, en absoluto sorprendido por la tranquila reacción de sus hermanos ante aquellas noticias pero aún así alegre por que así fuese. –En fin, será mejor que sigamos adelante. Todavía tenemos que encontrar a ese guardián del que ha hablado nuestro “amigo”.
Dicho esto, Jonathan se puso en marcha hacia la entrada del templo junto a sus hermanos y, para sorpresa de esta, cogió la mano de Atasha llevándola también con ellos y dejando a Lardis atrás. No se había equivocado con ella, ahora lo sabía y, después de lo que había hecho por su hermano, había algo que sí tenía claro. Aquella muchacha era ahora uno de ellos y no estaba dispuesto a dejarla caer en las redes que sin duda habían devorado el corazón de aquel monje años atrás. Tal vez todavía no pudiese hacerlo, pero pronto estarían en sus manos si todo seguía como él esperaba, y entonces llegaría el momento de rendir cuentas ya fuese con su consentimiento… o sin él.
Jodol.... Simplemente magnifico, de verdad [tadoramo] [tadoramo]
La trama genial, la narracion perfecta..... Hace mucho que no leia algo con tantas ganas. Lo unico malo (ya te lo comente) es que en el foro aparece demasiado mazacote a la vista (he acabao con los ojos un tanto irritados), pero en lo que al relato se refiere impecable, sigue asi [oki] [oki]
Escrito originalmente por Grimnir
Jodol.... Simplemente magnifico, de verdad [tadoramo] [tadoramo]
La trama genial, la narracion perfecta..... Hace mucho que no leia algo con tantas ganas. Lo unico malo (ya te lo comente) es que en el foro aparece demasiado mazacote a la vista (he acabao con los ojos un tanto irritados), pero en lo que al relato se refiere impecable, sigue asi [oki] [oki]


Imprímelo, yo lo hago, y te aseguro que se saborea mucho más.

Desde luego es como dice Grimmir simplemente magnífico, estoy de acuerdo con él en todo lo que dice, además este capítulo me ha encantado especialmente, no he podido despegar mis ojos de él en las siete hojas de word que me ha ocupado.

Esos ligeros spoilers que vas introduciendo de vez en cuando. ;).. ese guiño a Límite Vertical... aunque seguro que no la has visto... en fin.... un placer.

De lo mejor que has escrito nunca cragor, pronto te veo firmando libros. :)
Escrito originalmente por Ninguno
Desde luego es como dice [B]Grimmir simplemente magnífico, [/B]

Ningu, ya se que no viene a cuento, pero lo del nick es aposta no?? [poraki] [poraki]
Escrito originalmente por Ninguno


Imprímelo, yo lo hago, y te aseguro que se saborea mucho más.

Desde luego es como dice [B]Grimmir
simplemente magnífico, estoy de acuerdo con él en todo lo que dice, además este capítulo me ha encantado especialmente, no he podido despegar mis ojos de él en las siete hojas de word que me ha ocupado.

Esos ligeros spoilers que vas introduciendo de vez en cuando. ;).. ese guiño a Límite Vertical... aunque seguro que no la has visto... en fin.... un placer.

De lo mejor que has escrito nunca cragor, pronto te veo firmando libros. :) [/B]


Ningu, pelota [poraki] .

Coñas aparte, la forma en que está escrito Los hijos del cristal fuerza uno desarrollo muy largo en los capítulos y se´q ue es brutal leerlo aquí. A partir de ahora incluiré el documento de word al postear el capi pa quien quiera imprimir. Y asias a los dos;)
Escrito originalmente por Grimnir

Ningu, ya se que no viene a cuento, pero lo del nick es aposta no?? [poraki] [poraki]


Soy un ser extremadamente rutinario y cuando se me saca de la rutina pueden pasar cosas muy malas. [666].. para mi siempre seras grimmir.

No soy pelota cragor, soy un lector agradecido. :) (y un poco mentiroso) :p
Ningu, esta te la guardo cawento cawento cawento
No solo no respetas mi santo nick, sino que encima te mofas de mi :-? :-? (Mi vengansa sera terrible [qmparto] )

Cragor, agradecere encarecidamente dicho documento de Word, espero impaciente la proxima entrega ^^
6 respuestas