Las plumas de un ángel. Cap.5 Los jirones de la vida.

Mientras Ángel se sentaba junto a Mateo, Elena, se zafaba una vez más, de los acosos de su jefe. Día tras día, era sometida a toda clase de insinuaciones y amenazas, tras la negativa. Nunca cedió, y pasó días sin comer, y noches en la calle, porque en la residencia, no había nadie para abrir cuando ella legaba... El señor cantero, era el tipo de persona, que el demonio devía enviar para que siguiese existiendo el odio. Obeso, sudoroso y prepotente, estaba por encima de todos y de todo, incluído aquello que llamaban "higiene personal". Su avaricia y soberbia se reflejaban en un semblante oscuro y cínico, esculpido por treinta años de malicia. Siempre, siempre, consiguió lo que quiso, y aquella jovencita, no sería la excepción. Y así, bajo el yugo de un miserable, Elena cosía y cosía, dejando escapar su mente (siempre que podía) a cualquier lugar, lejos de allí...

En su camino, Ángel se cruzó con un hombre que caminaba cabizbajo, pensativo. Vestido con un elegante traje, negaba con la cabeza y hablaba consigo mismo, cuando al pasar junto a un banco, su chaqueta se le enganchó en un tornillo suelto, y se desgarró. Juan se detuvo al instante esperando no haber oído lo que acababa de oir, pero solo pudo mirar pasivo el jirón hecho en su americana.

- Venga conmigo; conozco a alguien que le ayudará.- Dijo Ángel con voz amable y una pequeña sonrisa.
- Perdona muchacho, ¿hablas conmigo?.
- Claro. Allí donde voy, pueden coserle eso y dejarselo bien otra vez.
- Te lo agradezco de veras, pero yo no necesito ayuda, y ésto tampoco tiene ahora mucha importancia...
- No está bien decir mentiras, y Vd. acaba de decir dos. Todos necesitamos que nos ayuden, porque no nos podemos ayudar a nosotros mimos, y tampoco sabremos la importancia de ese roto, hasta que el viejo tiempo nos la quiera decir.
Juan se sonrió ante las inocentes y maduras palabras del muchacho.
- Bien pequeño, pues llévame a donde tu vas. Ya no queda nada de lo que vine a hacer aqui, asi que en tus manos estoy.
Y girando en redondo, de mano del un niño de 6 años, Juan desandó el camino que le llevó hasta allí, sin saber, que se dirigía exactamente al punto del que partió...

Cuando Ángel empujó la vieja puerta de madera, Juan le tiró de la pequeña mano. - No puedo entrar ahí.- Le dijo.
- No se preocupe, todo será distinto esta vez.
Niño, hombre y chaqueta rota, pasaron por el humbral de la puerta, y se dirigieron a la primera de las mesas de costura, donde una señora de mediana edad, se afanaba en sus labores, ajena a todo lo demás. - Perdone.- Le interrumpió Ángel. - Mi amigo necesita ayuda, porque él no se puede ayudar sólo, y tiene la chaqueta rota.-
Clara, como se llamaba la mujer, tardó unos segundos en reaccionar, y finalmente dijo:
- ¿Y tu quién eres?.
- Soy un amigo de Elena; he venido a buscarla. Ahora por favor, ayude a este señor, que es muy amable y se lo agradecerá.- y sin más, se encaminó hacia el final de la Nave, dónde su hermana soñaba, donde recordaba, donde le estaba añorando...
Cuando estuvo junto a ella, le susurró al oído:
- Las estrellas me han dicho que te echan de menos.-
Los recuerdos y sueños de Elena se rompieron en pedazos, esparcidos por la brisa que traen las palabras de un niño. Se giró hacia él, y sin poder decir nada, rompió a llorar, y le abrazó, como lo hizo tiempo atrás, cuando él era su vida...
- Elena, debes venir conmigo. Tenemos que ir a buscarte un alma, porque se que la tuya la has perdido.-
Nunca oiría una razón mejor, para partir en un viaje sin destino, así que cogió su mano, se puso en pie y dijo:
- Guíame hermano mío, porque allí donde vayas iré yo.
Y juntos caminaron hacia la salida de la fábrica, con la atenta mirada de todas las hilanderas, que no llegaban a entender lo que estaba ocurriendo.
Cuando llegaron a la mesa de Clara, Juan y ésta les miraban curiosos.
- ¿Al final no le has cosido la chaqueta Clara?. Bueno, ya habrá tiempo para eso, nosotros debemos irnos.- Dijo Ángel, pero antes de que acabara la frase, se empezaron a oír unos gritos desde lejos.
- ¿¡A dónde te crees que vas!?. ¡Vuelve aquí ahora mismo, tienes mucho trabajo que hacer!. - El señor Cantero, ido de ira, ni siquiera se fijó en el joven que la acompañaba.
- ¡Detente ahí mismo y no des un paso más!.- Sentenció.
El niño se giró y le dijo:
- Sólo se detiene, aquello que no se usa....-
Con la última palabra resonando en el pabellón, la vista del Sr. Cantero se perdió en el vacío, se llevó la mano al pecho y comenzó a sudar. Las piernas cedieron al peso y calló de rodillas, con las manos cruzadas ante sí, como pidiendo una inútil clemencia. Finalmente, ante la incrédula mirada de todos, cayó al suelo, y nunca más se levantó.
Sin soltar la mano de Elena, y con el mundo paralizado ante lo ocurrido, Ángel se encaminó a la salida, despidiendose con la mano de Juan y de Clara, salió de la fábrica. Ya afuera, se detuvo un momento, y con una mano, sujetó un extremo del hilo imaginario, y con la otra, lo estiró hasta lo que sus brazos le dieron de sí; lo cortó con los dedos y le dió el nuevo extremo a su hermana. - Así está mejor.- Le dijo. Y se fueron los dos, hasta perderse por el horizonte...

La muerte del Sr. Cantero, se certificó una hora después, con la causa de paráda cardiáca. Juan, al parecer, había acordado la compra de la fábrica al difunto, y aquél día había venido a firmar los papeles del traspaso. Pero el Sr. Cantero, en su avaricia, una vez allí, le pidió una suma deshorbitada de dinero, que no podía pagar. Al morir el propietario, y sin herederos, el Estado, dió por válidos los papeles de pre-acuerdo que ambos tenían, y realizó la venta de la fábrica por el precio acordado. Juan, pasó a ser el nuevo propietario, realizando grandes cambios en las condiciones de trabajo, y de alojamiento. Con el tiempo, Clara se casó con él, y el día de la boda, cuando camino del altar, se le enganchó la chaqueta en un banco y se le rasgó, recordó a un pequeño joven, misterioso y dulce como nadie, que le dijo que sólo el viejo tiempo, puede darle la verdadera importancia, a los jirones, de nuestra vida....
Lo querías más largo no?, pues aqui tenéis. ;) Espero que ahora entendáis por qué no quería juntarlo con el otro. De todas formas, esque no tenía todavía muy claro cómo meter el personaje de Juan en el capítulo. ;-).
Hope you like it!
Me has dejado helado, la verdad es que el Sr. Cantero se merecía que antes le hubiesen dado una paliza, pero bueno.... no ha quedado mal del todo ;)

Que conste, Noah, que los otros me los he leido, y no están contestados por la falta de tiempo (por el maldito y amado expocomic), pero que los volveré a echar un ojo en esta semana y los comentaré.

Este te ha quedado de lujo (salvo un par de erratas ;)), y me ha encantado el final ;)
[buuuaaaa]

Si, se me han saltado las lagrimillas. Muy bonito, la interacción de Angel con Juan, y las frases de Ángel. Solo se detiene aquello que no se usa... muy bonito. De verdad.

:*
Bien bien bien, quitando algún detalle de rapidez sin importancia el relato es una vez más sobrecogedor y muy emocionante.

Y sobre todo fácil!, para que alguien como yo lo entienda perfectamente y pueda disfrutar más con su lectura. [oki]

Pensaba que ibas a dejar abierta la historia de Juan y Clara (me hubiera gustado más), pero claro, entiendo que sino no habría el final que hay... y esa frase tan reveladora. ;)

:)
Me esta gustando mucho la historia. Me gustaron más los capitulos anteriores (sobre todo el de cuando la niña perdia su alma), pero este esta genial. Sigue asin.

saludos
Gracias por vuestras opiniones,xq soy un merluzo y casi nunca doy las gracias por ellas.
Suache, ya se que los otros taban más chulis, pero todo relato tiene que tener unos momentos cumbre, y otros de desarrollo, si no, los cumbre dejarían de serlo. ;)
Ya, si lo se. Por eso mismo me sigue gustando, aunque no sea un momento algido (excepto la ultima frase que es un puntazo) sigue estando muy ajustado a la calidad del texto en general. Vamos, que mu bien XD

saludos

p.d. los animales no piensan XD
7 respuestas