Sudoroso y angustiado, se sento en aquella cama en la que llevaba un año durmiendo. No había sido un sueño, sino un aviso. Dejó resbalar los pies hasta el suelo, y con mucho sigilo, se vistió, hizo su cama, escribió una pequeña nota que ponía "papa y mama", y se escapó por la ventana, como una antigua amiga le había enseñado a hacer.
Ángel sabía exactamente hacia dónde iba. Elena, trabajaba en una vieja fábrica, como costurera, a 24km de allí. 14 horas diarias, y un mísero sueldo. El patrón, tenía una casa, donde las empleadas eran acogidas, con una reducción "mínima" en su salario. Cuando Ángel levantó el cristal de la ventana, Elena acababa de llegar a su habitación, donde una pequeña ¿cama? y escaso mobiliario más, le esperaba solitario.
El pequeño comenzó a andar en la noche, guiado por la luna, y hablando con el viento que le contaba secretos. Anduvo hasta ver despuntar el día; anduvo hasta que el empedrado del pequeño pueblo, estuvo bajo sus pies.
En su camino tropezó con un mendigo, que según su cartel, cambiaba piedad, por una moneda. Se sentó a su lado y le dijo:
- Perdona, ¿te importa si descanso aqui contigo?.- El mendigo le miró añadió:
- Será un placer, hace mucho que no tengo compañía, la gente suele huir de mi pequeño.
- Tu también huíste, y deberías probar a volver...
- Pero, pero.. ¿cómo?...
- Tu hija te echa de menos a su padre Mateo. Cada día, mira por su ventana por si volvieses. No te odiaba, nunca lo hizo, y lamenta mucho las cosas que te dijo...
- ¿Quién eres criatura?.
El sol brilló en los ojos de Ángel, que con calma le dijo:
- Soy la moneda, que Dios te cambia por piedad. Ve camino de tu casa Mateo, que allí te esperan, con los brazos abiertos.
Se levantó, y siguió su camino, girándose al final de la calle, y despidiéndose con la mano, de aquél hombre nuevo, que lloraba de felicidad, sobre unas pocas monedas...