La Verdad de Prometeo- Capítulo XIV

XIV



Varias horas antes de la partida de Daev, Kaont y Arahe marcharon. Kaont le confirió a Daev toda la autoridad necesaria para mandar sobre sus hombres mientras él estuviera fuera. Iba a ir con Arahe a buscar a Yoé y a Ahn.

La nave ya estaba preparada y Daev había recibido todas las instrucciones. Arahe estaba ansiosa por partir cuanto antes, su esperanza de encontrarles con vida disminuía a medida que pasaba el tiempo. Partirían sin armas, con la única excepción del revólver de Kaont, y en el caza de Kaont, diseñado especialmente por el Cuerpo de Inteligencia para no ser detectado por los radares, y dotado con una velocidad superior a la de las naves más veloces de los ádahas, exceptuando las Ragram Tainisiam. Los hombres del Cuerpo de Inteligencia y los del ejército de Daev levantaban el campamento y cargaban todas las cosas en los enormes cruceros que habían de llevarles más allá de los anillos exteriores.

-Buena suerte Kaont- Le había dicho Daev antes de subirse al caza- Te necesitaré una vez regrese de allí

-Date mucha prisa, recuerda la diferencia temporal. Ven pronto. Esperemos que los ádahas no decidan arrasar Sía antes de tu llegada, la guerra entonces no duraría mucho teniendo en cuenta que te llevas gran parte de las fuerzas militares del planeta.

Daev había asentido como única respuesta y había corrido ladera abajo dirección a lo que quedaba de campamento. Fue entonces cuando Kaont y Arahe habían subido al caza y habían salido del planeta.

El viaje no tenía ni rumbo, ni destino fijo. Conocían la información de haberse subido a una nave para salir de Sía, pero…¿a cual?. Kaont le había informado a Arahe de que, además de buscar a sus amigos, otra parte de la misión era buscar al jefe de la resistencia humana dentro de territorio ádahas. Hombres y mujeres que llevaban luchando en pequeños ejércitos contra los ádahas dentro de su vasto imperio. Era también la manera más lógica de empezar a buscar. Si Yoé y Arahe habían sobrevivido en el planeta en el que estaban, es que habían podido esconderse, si así era la influencia de los ádahas no era tan profunda y pudiera ser que allí hubiera gente de la resistencia. Si por el contrario habían sido descubiertos, la información sería tan seria que es posible que hubiera llegado a oídos de esta gente. Fuera como fuese, hacía tiempo que estaba en contacto con ellos y sabía donde encontrar al jefe de todos, al centro neurálgico de los humanos de la resistencia. Se trataba de el General Hager, cuya oficina se encontraba en Saturno, dentro del sistema cero.

La nave de Kaont parecía acariciar las estrellas. Arahe se pasó largo rato mirando al hombre que pilotaba. Parecía tan seguro, tan firme, y al mismo tiempo tan misterioso. Llevaba en su rostro la firmeza de los antiguos reyes, en sus ojos habitaba una luz que revelaba sabiduría, que demostraba que había vivido. Era un hombre muy viejo en su mirada, y sin embargo joven en el cuerpo. Era algo mayor que Arahe, pero si fuera posible y le dijeran a ella que había vivido en la Tierra antes incluso de la guerra del 77, se lo hubiera creído. El hecho de ser un directo heredero de la sangre de las últimas razas de la tierra le confería todavía un pasado más excitante. Tenía delante a lo que se consideraba un sangre pura, un hombre cuya línea genética era la misma que tuvieran los habitantes de la tierra antes de la expansión por el universo, antes de la mezcolanza.

Manejaba los mandos con firmeza, mirando las pantallas con relativa frecuencia. Su pelo saltaba a cada giro brusco de cabeza, sus mejillas ligeramente hundidas se tensaban cuando se mordía el labio inferior. Su piel morena jugaba con los tonos de las luces de la pantalla de controles. Fue entonces cuando nació dentro de Arahe la necesidad de abrazarle. De apretarse contra su pecho para tener la sensación de estar protegida por siempre. Necesitaba besarle, acariciarle y tenerle entre sus brazos. De sentir como su calor se escurría dentro de ella como el agua entre las piedras. Los ojos se le llenaron de lágrimas, los cerró y se recostó sobre el asiento para intentar olvidarse de aquellos pensamientos.

Los recuerdos de Sía le volvieron a la memoria. Los grandes prados, las aguas brillantes, las clases con Theis. Recordó el día en que le dijo que había pasado todos los exámenes, que pasaba a ser la mano derecha de Theis en la educación de los alumnos. Y como pasó todo de rápido, la invasión, los largos días corriendo por el desfiladero. De pronto se acordó de la baisa de Henry y sintió un escalofrío. Lejos de ocultarla de los ádahas se estaban internando en su seno, llevándola consigo. Introdujo la mano dentro de la bolsa de tela y acarició las esfera roja. Estaba fría, como impasible a todo lo que estremecía el universo. Sin embargo contenía toda la esencia de un ser que fue creado con el fin de destruir, y que destruyó. Pero también sabía lo que significaba aquel cerebro. Era el comienzo de una nueva raza, a la que ella pertenecía. Todo el fundamento de la religión que envolvía la figura de Prometeo se basaba en intentar descubrir lo que él descubrió. La esencia del universo, la esencia de la vida. Descubrir que en realidad la materia de un árbol y la de una nave no son tan diferentes, y en consecuencia puedes tratarlos y manejarlos igual. Del mismo modo que cortas un pastel, podrías cortar el más puro acero, o “pedirle” que se cortara. Aquél era el secreto que buscaban, y aquél secreto se guardaba en aquella esfera. Era un dios esperando ser liberado.
Dentro de aquella esfera la esencia de Henry dormía ajena a todo aquello. Pero también a todo lo que su figura había dejado atrás. En realidad descubrió aquel secreto, pero fue de forma tan involuntaria que casi en sus últimos días no tuvo tiempo de pensar en ello, en como lo había hecho. Si la baisa de Henry era restablecida en un cuerpo, para él no habría pasado más que unos minutos desde que muriera. Era como si se hubiera dormido. Como cuando alguien pierde el conocimiento. En realidad eran años lo que habían pasado, y había muchas cosas que debían ser explicadas, y muchas que no entendería.

Con estos pensamientos el cansancio fue apoderándose de los músculos relajados de la chica, y empezó a caer en un placentero sueño. Ante ella se extendía el universo, avanzaba a toda velocidad hacia un planeta, como cayéndose de forma vertiginosa. Una vez dentro del planeta, un desfiladero y por fin el Santuario de Prometeo. El lugar donde había recogido la baisa de Henry. Allí, en el sueño, un niño estaba jugando al borde del río. Se acercó a él. Era un niño moreno, con los ojos verdes y algo gordo. Él la sonrió. Ella le devolvió el gesto. No hablaron, durante largo rato. Al final el niño le dijo:

-Me alegra de que hayas venido aquí. Aquí es donde vengo cuando estoy mal.

-No se como he llegado aquí

-Creo que te invité a venir

Ella no dijo nada

-No te sientas mal por amarle- Dijo el pequeño

-Me asusta decirle lo que siento. Por lo que me pueda decir…

-has vivido poco tiempo, nunca sabrás lo que quiere él hasta que no te lo diga

-Hablas como si fueras un anciano- Bromeó ella

-Un anciano no, pero sí más viejo que tú. Al menos nací antes.

Ella le miró con desacuerdo. Una risa enorme cubría la cara del niño que mojaba sus pies en el río. Sobre sus cabezas empezaron a sonar explosiones. Una explosión, otra, luego otra. El niño parecía no inmutarse. Otra. Despertó.

La nave se zarandeaba entre grandes explosiones de haces de luz. Les estaban atacando. Kaont movía los mandos.

-¡Por fin despiertas maldita sea!- Gritó él con fuerza para que sus palabras se alzaran por encima del estruendo- Tienes un sueño profundo. Abróchate el cinturón.

Ella le hizo caso. Un caza ádahas pasó delante de ellos, luego otro. Había por lo menos cuatro. Kaont hizo un picado contra una especie de planeta pequeño, o la luna de un planeta mayor. Bajaban con rapidez. Las naves de ellos no eran Ragram Tainisiam así que no podrían cogerle, pero seguían apareciendo de todas direcciones. Y la nave se precipitaba hacia el planeta con gran velocidad. Más, más, el calor empezó a lamer la aerodinámica estructura exterior. Penetraron dentro de la atmósfera del planeta. “Vamos, vamos” gritaba Kaont mientras luchaba por remontar la nave del picado.

Enfrente vio Arahe como se precipitaban contra una enorme masa gris, parecía que era de noche, y la distancia que les separaba del suelo era incierta. Más y más cerca Arahe escuchaba el aire de fuera golpear con furia el cristal. Kaont hacía grandes esfuerzos por remontar la nave. Hacerlo le costaría un giro tan brusco que el propio peso de ambos se vería multiplicado en gran medida y serían aplastados contra los asientos. Solo rezaba para que lo soportaran.

Arahe ya empezaba a notar como se hundía contra el respaldo, sintió la cabeza muy pesada y un dolor agudo en la nuca. El cinturón se apretaba contra su pecho y no la dejaba respirar. Más y más cerca. La masa gris se acercaba con rapidez y Kaont no conseguía enderezar el aparato.



Ella soltó un alarido de angustia. El gritaba “¡Vamos, maldita sea, levántate!”, pero el aparato parecía dirigirse en picado, como si lo hiciera adrede para burlarse de Kaont. Al final, a escasas centenas de metros de la masa gris, Arahe descubrió que se precipitaban contra el mar, contra una inmensa mole de agua. La nave empezó a levantar el morro. Parecía que lo iban a conseguir cuando la parte inferior de la cabina chocó contra el mar y se hundió. Arahe vio un incesante burbujear de espuma y agua deslizarse por los cristales, más allá la inmensa oscuridad del océano. El morro de la nave surgió con fuerza de entre las aguas mientras la parte trasera rebotaba como una piedra plana sobre la superficie de un río. Arahe chocó la cabeza contra el cristal y el morro volvió a sumergirse en el agua. Atrás, en lo profundo de la nave, Arahe escuchó el ruido del metal resonar en el silencio del océano. Notó por el sonido como se tensaban las juntas y como chirriaba y se quejaba la nave. Se giraron a tiempo para ver como la estructura del final cedía y dejaba paso al agua que entraba como un torrente arrasándolo todo.
Pero bueno... pero bueno? pero bueno!!!

Como te atreves a poné un capítulo nuevo y no avisarnos? Mira que eres pipun... [ginyo]

En fin. Me gusta este capítulo... [jaja] Aunque no estoy muy de acuerdo con quien es el mayor y quien es el primero... jejeje [jaja]

Solo una cosilla. No veo a Kaont gritándole a Arahe "¡Maldita sea!" Ni a Kaont, ni al personaje que estabas describiendo. Lo veo nervioso, pilotando la nave, y hablándole serio, preocupado por el sueño tan profundo, y preguntándole "¿Dónde estabas? Tenías un sueño muy profundo."

Pero ay!! No los ahogues!! Pubresita Arahe tan güena... :*
Vaya, parece que llego un poco tarde [tomaaa]

En fin, a ver:

Primero. Esta frase: ... Conocían la información de haberse subido a una nave para salir de Sía, pero…¿a cual?... desde mi punto de vista esta redactada de manera un tanto rara, aunque se entiende lo que quieres decir.

Segundo: A mi no me parece tan mal que Kaont este nervioso, pues mucho depende de lo que lleva en la nave. Ahora que no veo porque le va a importar que ella esté despierta o deje de estarlo. Eso no cambia nada.

Tercero: Anque el numero de lectores se halla reducido... sigue por los que quedamos. Por favor. :)
Bueno, me he retrasado un poco, pero espero que no importe... de hecho, no debería estar posteando aquí, ya que he visto que está el capítulo 15... así que, allí te comento tidi, muchacho.

Un saludo y perdona mi infidelidad lectora... es que hay por ahí otro niño que me llama a voces para que lo lea :)
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