La Verdad de Prometeo-Capítulo 8

VIII


El trayecto hasta el planeta no tuvo que dirigirlo él. Cuando salió del sistema donde se encontraba la capital aparecieron en un monitor algunos destinos registrados. Aquel planeta era uno de ellos. Cuando aterrizó decidió quitarse el nuevo traje y ponerse su ropa. Bajó de la esfera y con asombro vio que aún encontrándose en el mismo sitio donde le llevaron cuando dormía, allí no había nadie. Ni rastro de campamentos ni de nada. La nave se cerró a sus espaldas. Era de noche. Sacó su ordenador de control y comenzó a rastrear la posición de sus hombres. No había señal. O habían cambiado de frecuencia, o algo malo les había pasado. Pidió información al ordenador sobre la orografía exacta de aquel pequeño planeta. Mientras procesaba, sacó algunas cosas de la nave y montó un improvisado campamento. La nave se abría cuando Daev se acercaba, y se cerraba cuando se alejaba un par de metros. Eso se debía a que se había dejado la llave metida en la ranura.

Al cabo de un par de horas el ordenador le dio lo que tenía registrado de aquel planeta. Pocas lluvias, atmósfera densa, un rastro casi nulo de vida animal. Pero había una gran reserva de agua seis kilómetros más al sureste, cerca de una pequeña formación rocosa. Decidió ir a pie.

Tras una hora de camino por extensos llanos y suaves colinas atisbó las pequeñas montañas negras. Entre Daev y la falda de la primera montaña se extendía una especie de bosque de árboles bajos y bastante separados. Enfiló directo al bosque. Tenía la esperanza de que si sus hombres se habían quedado en aquel planeta para esperarle, hubieran reparado en la reserva de agua y hubieran instalado el campamento allí.



Dentro del bosquecillo la oscuridad era tremendamente densa, si ya de por sí la noche en aquel planeta resultaba muy cerrada y oscura. Cuando alcanzó el otro lado del bosque vio la formación rocosa a la izquierda y la gran extensión de agua brillando allá abajo a la luz de las luces del campamento. ¡Las luces del campamento!. Allí había instalado un campamento militar de aproximadamente un millar de hombres. Se les veía atareados de arriba abajo, acercándose al agua, yendo hacia los enormes transportes de batalla que dormían separados a un lado del campamento. Desde aquella posición no llegaba a ver qué demonios de ejército era aquel, ni a quién pertenecía. De súbito una pisada detrás de él y el frío metal de un cañón boot se apretó contra su nuca.

-Gírate muy despacio con las manos sobre la cabeza- Enemigos, pensó Daev. Los ádahas le tenían en sus garras.

Se giró, pero no despacio y el soldado que le apuntaba disparó ante la sorpresa del giro. El destello de luz rozó la oreja de Daev llevándose parte varios metros hacia atrás. Para entonces Daev ya tenía agarrado el cañón y tiró hacia abajo para apuntar al suelo al tiempo que golpeaba con el canto de la mano la nuez del soldado. Fue en ese momento cuando vio la insignia del ejército de Prometeo. Eran de los suyos. Desde el puesto de vigilancia de abajo una ametralladora pesada que lanzaba balas de pólvora empezó a escupir a una velocidad infernal y Daev corrió bosque a través mientras oía las balas golpear contra los troncos a sus espaldas. Salió del bosque y escuchó como dos vehículos remontaban la cuesta desde el campamento. Delante de las luces del primer vehículo se recortaban las figuras de varios soldados que subían corriendo. Daev se paró, y empezó a arrodillarse con las manos en la nuca en señal de rendición. Una de las figuras se arrodilló de una pierna y un fogonazo salió de su arma. Daev notó como la bala atravesaba su muslo antes de caer rodando hacia ellos. Cuando llegaron hasta su posición le golpearon en la cabeza con la culata y perdió el conocimiento.

Se despertó sobre una mullida cama en el interior de una espaciosa tienda de campaña. El suelo estaba forrado con gruesas alfombras sobre las que descansaban grandes cojines. Le dolía mucho la cabeza, y la oreja le quemaba por dentro. Tenía acoplado un sistema de reconstrucción molecular enganchado en la pierna, encima de la herida de bala. Al otro lado, junto a la puerta, la figura de un hombre miraba al exterior. Tenías las manos en la espalda. La ropa que llevaba estaba gastada por la vida a la intemperie. Se trataba de una cazadora de cuero marrón antigua, y unos pantalones de tela gruesa manchados de polvo. Llevaba un cinturón ladeado en la cadera del que colgaba un revólver de color plateado, muy grueso y pesado, con el mango de madera gastada. El cañón era corto, pero el armazón de la pistola era poderoso. Disparaba seis balas con una potencia desgarradora. Un gran arma de antaño sin duda alguna. El pelo parecía estar hecho con finas hebras de azabache caídas sobre la frente. La tez morena. Pertenecía a la raza de los hombres derivada del mestizaje, un tipo de humanos puros y magnánimos cuya sangre procedía directamente de la línea genética de la tierra. Quedaban ya muy pocos, y eran tratados como verdaderas reliquias. Era en realidad el jefe del Cuerpo de Inteligencia de los humanos, que trabajó codo con codo con la Federación, y que ahora ayudaba a los humanos de Sía. Era la única fuerza independiente compuesta por humanos que no estaba directamente supeditada a ninguna forma de gobierno. Trabajaron con la Federación porque aceptaron ayudarles, y lo mismo pasaba ahora con el gobierno de Sía. Daev podía decidir y mandar incluso sobre el Consejo de Gobierno si fuera necesario, pero nada podía hacer con ese hombre, no tenía ninguna autoridad salvo la mutua ayuda y el compañerismo. Eran, podría decirse, las fuerzas especiales de los humanos.

-Hola Kaont, no sabía que eran tus hombres- Se disculpó Daev

El hombre se giró. Tenía una mirada amable, como de una persona de la que nunca te esperaras que fuera a gritar o a enfadarse.

-Lamento el incidente de la confusión Daev. No sé si sabrás que el soldado al que mataste...

-Sí, lo sé. Era uno de los míos. ¿Cómo es que estás aquí con tu ejército y parte del mío?- Daev se había incorporado y se ponía la coraza encima del mono blanco.

-Desde que desapareciste, tus hombres vinieron a Sía y se encontraron con que estaba ocupado por los ádahas. Ante aquello solamente pudieron acceder a pedirnos ayuda a nosotros, cuya existencia desconocen los ádahas.

Daev estaba atónito.

-No da tiempo en tres días a ir a Sía, avisarte, hacer los preparativos y venir hasta aquí.

Kaont sonrió.

-Daev, has estado fuera casi dos meses. Hubo incluso una batalla para poder salir de Sía con las naves y tuvimos que hacer varias maniobras de distracción para poder llegar aquí sin que nos pudieran seguir. Habíamos montado ya el dispositivo de ataque para rescatarte del Enemigo. Creíamos que habías sido secuestrado.

Entonces Daev le contó todo. Lo del sueño, lo de la nave, lo que le dijo aquel ser acerca de la evolución de las civilizaciones y lo de las ciudades vacías. Estuvieron hablando durante horas. Olvidándose de comer incluso, en las cuales Kaont preguntaba y se interesaba por todos los detalles e incluso discutía algunos de los puntos menos claros dando opiniones y consejos. Ambos sacaron bastante en claro, y también dejaron cosas en el tintero que debían ser aclaradas en un futuro. Kaont le contó que ya tenían en su poder la baisa de Henry y que estaba a buen recaudo. Decidieron aprovechar la gran cantidad de hombres para recoger las potentes naves que habían dejado los alienígenas y utilizar sus armas. Se armarían y después liberarían Sía, tuviera las consecuencias que tuviera. Al final de la noche, cuando ya la luz despuntaba por el horizonte Kaont dejó que Daev se echara para recuperar sueño que él se encargaría de comenzar los preparativos.

-Gracias Kaont. Por cierto- Daev señaló el revólver que llevaba en la funda- ¿Cómo puedes seguir utilizando esas armas de pólvora?

-Ni te imaginas lo que pueden llegara hacer. Bueno- Le señaló la pierna- Creo que en parte si sabes para que sirven. No dejo que ninguno de mis hombres lleve armas láser. Llámame antiguo si quieres pero- Sacó el revólver plateado- Esto me ha salvado la vida en muchas ocasiones y es un arma potente e infalible. Bueno, duerme bien y descansa, que lo necesitarás.

Salió de la tienda y lo vio alejarse hacia el lago. Se recostó con coraza y todo y pensó en Shana, en Theis y en los demás. ¿Qué les habría pasado? Odió a los ádahas. Se odió a sí mismo por no conocer nada de aquello y por no haber estado allí para evitarlo. ¿Podría haberlo evitado?. Kaont le había contado todo lo que sabía, la traición del banquero, la irrupción del Hermano Superior y la presencia de Jihe. Odió también a Jihe y se prometió matarle antes de que acabara la guerra. Era una promesa que pretendía cumplir y, de hecho, era una promesa que cumplió.
Coño, adelantando hechos futuros en la ultima frase...????

Bueno, creo que en esta ocasion tendre que ser parco en elogios, y no porque no los considere oportunos sino porque creo que no soy muy objetivo, asi que mejor me callo lo mucho que me mooooooooooooooolllllllllaaaaaaaaaaa este nuevo personaje y eso.

Quiero mas!!!!!!!!!!!!!!
Que interesante se pone la cosa... y estoy con un comentario que te dijo jane hace dos episodios, a ver si con los cacharros del "enemigo" va a estar "chupado" machacar a los adahas.. o es que quieres igualar la balanza?.

[lapota] jihe .... y eso que fueron amigos en el pasado. :p
Eeeeeh! Muy bueno... creo que a mí también me gusta el nuevo personaje. [risita] Y lo cierto es que cada vez me gusta Daev más... No sé si será porque esta vez me los puedo leer en su momento, y el Páramo me lo lei del tirón, pero me da la sensación de que estás dándole más volumen a cada persona, más profundidad. Me parecen muy ricos, tanto los nuevos, como los antiguos. Me da la sensación de que están creciendo.

Y me gusta mucho el ritmo de posteo que llevas [carcajad]

:*
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