XIII
La ciudad parecía abandonada desde hacía mucho tiempo. El suelo metálico que antaño tuvieran las calles ya no estaba y en su lugar la dura roca del desierto morado hacía de pavimento. La mayoría de las casas eran de un solo piso, improvisadas con materiales reciclados. No parecían tener demasiados años, y en verdad tenían el aspecto de haber heredado la tierra que fuera protagonista de un hecho catastrófico anterior. El olor era penetrante, olía a muerte, olía a suciedad y a abandono. Las ventanas cerradas, ni rastro de vehículos, ni rastro casi de tecnología. Una niña que jugaba en la calle vio entrar a Ahn y a Yoé por la calle principal y corrió a esconderse en la casa. Ahn se había recogido la parte que colgaba de su casaca ante la incomodidad que presentaba al andar. Los pies los tenían ya habituados a la dura roca y la piel empezaba a pigmentarse de color azul amoratado debido al polvo que chocaba contra ellos empujado por el viento.
Más allá, al final de la calle principal reconoció Yoé lo que parecía el edificio más grande de la ciudad, tenía tres pisos y unas luces rojas y amarillas salían de las ventanas. Se acercaron. La música empezó a oírse apenas llegaban a la mitad de la calle. Yoé abrió la puerta cuando llegaron. La música era estridente, La luz de color roja en su mayoría excepto pequeños pilotos amarillos junto a los cristales. La multitud se giró para ver quién entraba y callaron de improviso. La música cesó. Allí había multitud de hombres y mujeres vestidos con el viejo cuero negro con que solían vestir los mercenarios y contrabandistas de antes. Ahn entró después de su hijo. Nadie decía nada, algunos hombres empuñaron sus armas con cuidado de no ser vistos. Yoé les vio. Se acercaron a una mesa que quedaba libre. Ahn reparó en que muchos de aquellos hombres y mujeres tenían horribles mutaciones, les faltaba un ojo, tenían la cara deformada, brazos más cortos, apéndices de más. Otros eran normales. Uno de los más grandes se acercó a ellos mientras se sentaban.
-¿Quiénes sois vosotros?- Su tono sonó irascible incitado por el miedo que causaba la ignorancia de no sabes quienes eran aquellas dos personas
Cuando Ahn fue a contestar Yoé le dijo por la mente que no lo hiciera, que callara. Calló.
-¡Os ha preguntado que quiénes sois vosotros!-Restalló otro hombre
-Ya le he oído- Contestó Yoé- No hace falta que me lo repitas
La gente cada empezó a calentarse, pero nadie hacía nada. El aire era denso, el humo tenía olor a fritura y a tabaco del malo. Hasta que te acostumbrabas se hacía pesado respirar. Todas aquellas personas con la piel marcada, alguna con deformaciones genéticas. Ahn tenía los puños cerrados juntando toda su fuerza para la respuesta de un ataque. “madre, no va a hacer falta” le dijo Yoé con la mente.
Yoé fijó como objetivo el primer hombre que le había hablado. En efecto su mente era débil y no tardo ni medio segundo en entrar. ¡Zas! Sin que él hombre se diera cuenta Yoé estaba dentro. En un momento vio toda su vida, sus recuerdos, sus penas. Su mujer muerta a manos de los ádahas, su hija a la que pegaba cuando llegaba borracho, su hijo unido a las milicias pro-ádahas cuando estalló la guerra. Su vida llena de traición, de dolor, de violencia. Sintió pena por la hija, sintió pena por aquel hombre. Tan marcado. Un dolor agudo punzó su corazón. Conocer todo acerca de la gente tenía su cara mala, y en ese momento manifestaba uno de sus rostros. Al fin y al cabo él era La Verdad, aquél que lo conoce todo, aquél que vendrá a hablar de Prometeo. Él era como el profeta de un dios de carne y hueso que las leyendas y los libros se encargaron de postergar y divinizar. En realidad esa era su arma, e iba a utilizarla. Se levantó, Ahn empezó a imitarle pero él hizo una señal para que se sentara. Se acercó a aquel hombre e hizo una genuflexión como reverencia mientras añadió:
-Agnus de Agad-Saluû, mi corazón llora la muerte de tu esposa, mi alma lamenta la traición de tu hijo y mi mente odia el dolor que siente tu hija- Un gran silencio. El hombre puso los ojos como platos, algunos retrocedieron.
-¡Cómo sabes tú nada acerca de mi familia!-Gritó con miedo e ira Agnus. Toda la idea de aquel joven que ni siquiera era un adolescente se había trastocado. Pasó de parecer débil a dar miedo. Pasó de ser pequeño a ser un gigante. Su corazón latía muy deprisa. Yoé le seguía mirando, con calma, con tranquilidad sin siquiera esbozar una sonrisa cuando leía el pensamiento de Agnus y veía que había ganado. En un momento, en una instantánea infinitesimal, en una unidad de tiempo casi imposible de medir aquel hombre había pensado en el profeta, en la Verdad. Aquello significaba un camino marcado para conseguir el favor de aquellas personas.
Entonces como de la nada, Yoé le confirió a Agnus una sucesión de pensamientos alegres, una liberación para el nudo que el hombre arrastraba desde la muerte de su esposa. El muchacho le bombardeaba con la transferencia de aquellos pensamientos, que dentro de la cabeza de Agnus se transformaron en sentimientos, de amor, de odio, de ira y finalmente, de tranquilidad. Agnus estaba tan replegado sobre aquellos pensamientos de paz, de bien estar, sobre aquel bálsamo que Yoé vertía con cariño y comprensión sobre su mente que ignoró completamente la cara de asombro de los demás. Las demás personas que rodeaban la escena, incluida Ahn, estaban anonadados. Aquel hombre, que superaba dos cabezas la altura del muchacho, estaba arrodillado y llorando mientras Yoé posaba suavemente su mano sobre la mejilla de él. Nadie dijo nada, nadie hizo nada.
***
Daev sabía que a la ida tendrían el mismo desfase de tiempo que tuvo él, y espera encontrar las suficientes naves para volver sintiendo el cambio temporal lo menos posible. El asunto seguía los principios de la relatividad. Las naves que habían conseguido los humanos y los ádahas hasta entonces conseguían velocidades lo suficientemente altas y la tecnología lo suficientemente avanzada como para no sentir aquel cambio en el tiempo. Los primero viajes interestelares si tenían aquel defecto. Un viaje para una persona suponía una semana, y para los que se quedaban suponían varios años. En aquel momento ya no. Pero lo habían conseguido dentro de los límites que ellos conocían, es decir, moviéndose a través de sistemas cuya velocidad de movimiento era idéntica. Pero pasados los anillos exteriores, la velocidad a la que se movía aquella galaxia era superior. Por ese motivo para Daev fueron unos días su estancia allí, pero mientras tanto Kaont y sus hombres surcaron las estrellas durante varios meses y dio tiempo a hacer el camino hasta Sía y volver. Aquello le confería una especial desventaja si la guerra estallaba. Una cosa por otra. Tendrían una tecnología superior, pero llegarían muy tarde para usarla si estallaba la nueva guerra. Por eso espera encontrar naves suficientes para todos los hombres allí, para volver en el poco tiempo en que lo hizo con la nave-esfera con que salió del planeta de los alienígenas. Y más trajes. Esperaba encontrar más trajes como el que él tenía, y que todavía guardaba en secreto. Con un millar de aquellos trajes no habría ejército que les parase. Pero tenían que llegar a tiempo.
El único planeta que visitaron fue en el que estuvo Daev. Los Ingenieros empezaron a desvelar toda la información que iban encontrando y aquél planeta parecía ser el centro administrativo y militar de todo. Además parecía ser el único en el que la vida se hubiera paralizado, habiéndose perdido todo rastro de los habitantes. Se respetaron las habitaciones y el campamento se instaló en la calle principal de la ciudad. El estudio tecnológico empezó como una carrera a contrarreloj. Los Ingenieros estudiaban y catalogaban todas las tecnologías que los soldados conseguían. Vehículos, naves, armas…
La primera cosa asombrosa con la que se encontraron fue el sistema energético. Aquellos seres manejaban con increíble perfección algo que la humanidad ansiaba desde mucho antes de la Nueva Edad: La Fusión Fría. Todas las naves de los humanos y de los ádahas se movían por energía nuclear. Esto le confería un empuje que alcanzaba grandes velocidades. Pero su mantenimiento era muy costoso, y las temperaturas que son necesarias para ello son extremadamente elevadas. La Fusión Fría les permitía alcanzar grandes velocidades utilizando como combustible para la fusión materia molecular a temperatura ambiente, como, por ejemplo, el agua. Y aquello era enormemente fascinante y revelador.
Las siguiente con la que se encontraron fueron las armas. Llegaron a encontrar armas tan solo de dos tipos, ignoraban si había más, aunque Daev estaba seguro de que el arma más sofisticada que tenían era el traje. Tardaron en descubrir que las armas no es que no funcionasen, como pensaron en un principio, es que no funcionaban allí. Terminaron por encontrar, buscando entre los archivos, que las armas solo podían funcionar fuera de los límites de expansión de los alienígenas, es decir, fuera de sus sistemas. La razón que explicaba aquello era que solo las querían para defenderse, y en todo caso, para atacar a otros. Nunca entre ellos, si las armas no funcionaban dentro de sus límites, en las ciudades, en los planetas, no habría guerras entre ellos.
Las armas eran de dos tipos, que supieran. Una era un lanzador de antimateria, por lo que pudieron descifrar. La razón física que encontraron los Ingenieros era lanzar una antipartícula de algo, contra una partícula de algo, así se anulaban y la materia en cuestión desaparecía. En las pantallas, a parte de traducirse todo a su idioma según pasaban la mano, muchas veces encontraban videos que demostraban las explicaciones. No había duda de que los alienígenas habían preparado todo para los humanos aprendiera el funcionamiento y la lógica de todo, y con celeridad. Todos los videos que había eran de las guerras contra la Federación. Las naves lanzaban antipartículas con las cantidad exacta de partículas de cada objetivo. Así muchas naves desparecían al ser alcanzados. Otras explotaban. Eso se debía a la otra arma que había. Era un lanzador de partículas subatómicas destinadas a bombardear el núcleo de un átomo aprovechando de forma arrolladora la energía que esto desprendía. Seguía los principios de la fisión y fusión nuclear pero aprovechando la carga eléctrica casi al máximo lo que desembocaba en explosiones nuclear tan potentes y con unos efectos diferentes según, no el tipo de partícula subatómica, sino el peso de esta. Algunas veces con una bastaba para volatilizar a un hombre, y otra, del mismo tamaño, para volar un planeta. Así destruyeron Zorus, el planeta donde se encontraban los padres de Jihe.
Recopilar y aprender todo aquello, incluso el manejo de los cazas y los enormes transportes que encontraron llevaron a Daev y los Ingenieros casi dos meses. La tarea fue fácil debido a que todo había quedado explicado en su idioma. Una vez tuvieron la primera oleada de información útil para la guerra, el 90% de los soldados que allí había, incluido Daev montaron en las nuevas naves, con las nuevas armas, y marcharon de regreso a sus sistemas. El resto de hombres se quedaba para recopilar una segunda oleada de información, esta vez dedicada a los usos y costumbres de aquella raza.
Solamente Lamentaba Daev dos cosas, no haber encontrado más trajes como el que tenía, y saber que, por muy rápido que fueran entonces, habían estado cerca de dos meses allí, lo que suponía más de un año dentro de los anillos exteriores. La guerra podría haber empezado ya, e incluso haber acabado con consecuencias catastróficas.