La cosa viene de un artículo que leí hace tiempo y que pensé en transformar en hilo algún día, y como voy estresadísimo y no tengo tiempo con tanto examen creo que es el momento ideal para culpar a EOL de mis notas. El artículo en cuestión trataba sobre los juegos mentales o simplemente chorradas que nos solemos imaginar cuando estamos aburridos, de esos que empiezan de forma inconsciente. Para los que no sepan de qué leches hablo, os pongo unos pocos ejemplos de lo que mi mente perturbada perpetra cuando está inactiva, a ver si alguien más coincide conmigo o simplemente debería visitar a un especialista. Si hacéis cosas similares, no me importaría pediros cita o ir en grupo, que igual nos hacen descuento.
Mis tonterías más habituales suelen basarse en un "¿y si...?". ¿Y si desapareciera todo el mundo menos yo? ¿Y si nos invadiera un ejército de velocirraptores? ¿A qué árbol me subiría? ¿Qué haría después? ¿Y si las cosas me costaran su precio al revés (como un coche de 22.300 euros a 003.22)? Y si la gravedad fuera también al revés, ¿dónde me agarraría para no irme al cielo estando en la calle? ¿Qué haría el resto de la gente? ¿Podría vivir en mi casa andando por el techo? Y si fuese Spiderman y tuviese que atravesar la ciudad ¿en qué edificios iría colgando la telaraña? Y si pudiera repetir un día de mi vida, ¿cuál elegiría? Y si pudiera guardar partida, ¿en qué momentos lo habría hecho o habría cargado una anterior?
Como véis, los videojuegos han hecho estragos en mi mente, pero yo también los suelo destrozar: suelo narrarme mentalmente (o no) lo que ocurre en pantalla cambiando los nombres de los personajes, si los tienen. Preguntadle a mi hermano sobre la batalla contra mi pequeño Pony en Ninja Gaiden Black o sobre las crónicas de "Antonio i la seua colla de superherois" en el Shining Force II y veréis una mueca de horror que os dejará helados. Lo del valenciano imagino que viene de los dibujos de robots que ponían en Canal 9: aunque en mi zona no se habla, me suena más dramático y peliculero. Cosas mías.
Cuando veo al idiota de turno haciendo el cabra con el coche o la moto, imagino todo tipo de castigos cósmicos: un montón de clavos en el asfalto, palo entre las ruedas, cable tendido de lado a lado a lado de la calle... de hecho la temática del castigo divino es una de las más recurrentes en mi enfermo cerebro: a menudo imagino que un señor con increíbles poderes mentales se dedica a arreglar el mundo "a su manera" desde su sillón favorito. Imagino políticos que salen por la tele e inexplicablemente sufren invisibles patadas en los huevos cada vez que dicen una soplapollez y no se preocupan por las cosas que de verdad nos importan (decenas y decenas de diputados de todos los colores arrastrándose penosamente por el suelo), asesinos y maltratadores que sin razón aparente deciden hacer salto de trampolín desde un sexto piso o la extraña desaparición de todas las armas del mundo y su sustitución por peluches de Hello Kitty.
¿Y qué hay de la clásica paranoia "todo el mundo me espía y todo es una conspiración"? Cuando era pequeño imaginaba que había alguien detrás del espejo del ascensor anotando todos mis movimientos, un trabajo realmente agotador teniendo en cuenta que pasaba el rato haciendo caras. ¿Y si había pequeñas cámaras por todas partes enviadas por extraterrestres o personas del futuro captando cada uno de mis movimientos? Aunque también hay muchas personas que realmente son extraterrestres y se comunican entre sí telepáticamente. Los oigo como si murmuraran, sé que conspiran. Los veo sobre todo en el metro: procurarn no mirarse entre ellos para no levantar sospechas, pero cuando los pillo me miran un instante y bajan los ojos. Malditos. También he pensado algunas veces que el único sentido que tiene el -a priori- estúpido acto de aplaudir es el de servir a los extraterrestres. Al parecer unos pocos se infiltraron hace siglos y nos transmitieron esa costumbre, pero lo que no sabemos es que los aplausos producen unas ondas que viajan por el espacio y son detectadas por el resto de su civilización, que nos busca con sus radares para invadirnos y exterminarnos. Así que si no queréis atraer a millones de sanguinarios marcianos que nos usen como ganado, NO APLAUDÁIS. Ya no sé cómo hay que decirlo, leñe. Otra cosa que me preocupa es que venga a visitarme mi abuela después de muerta cuando me ponga "íntimo" con mi novia. ¿Se iría muerta de vergüenza o se cabrearía como suelen hacer los fantasmas? Ahora imaginad que morís y San Pedro os pone antes de entrar al cielo un DVD con las cosas que no deberíais haber hecho -y que pensabais que nadie había visto-. ¿Sería un DVD9 o un pack más largo que todas las temporadas de Friends? ¿Y si tus amigos mueren antes que tú y San Pedro les pone el vídeo antes que a ti para echarse unas risas? Bueno, menos mal que soy agnóstico. Siguiendo con los espejos, me da miedo tocarlos y que mi reflejo me estire del brazo y yo me quede ahí atrapado mientras él se lo pasa pipa haciéndose pasar por mí. Maldito seas, rennurykS ynoT.
Luego están las tonterías filológicas (?). Unas veces encuentro una palabra que me gusta y la repito mentalmente hasta que me suena rarísima (no sabéis lo raro que puede llegar a sonar "formidable" o "piscolabis" hasta que las repetís 1000 veces). También suelo encargarme la tarea de contar todos los objetos que pueda ver y que empiecen por una letra determinada. Otras veces pienso en el color de las letras y las palabras. La L es azul, la R es roja... ¿pero por qué es verde la N? ¿Y la Y? ¿Por qué es violeta la Y? ¿Y por qué veo la palabra "agua" de color marrón y "camión" en amarillo? Eso por no mencionar la lucha libre palabril: ¿en qué idioma suena mejor una palabra? Eso sobre todo me pasa al leer en inglés o japonés, cuando pienso (para entendernos) "anda, esto representa mejor su significado que en castellano", o justo lo contrario. ¿Water, agua, aigua o mizu? Pues eso, que necesito ayuda profesional.
¿Y quién no ha imaginado cosas realmente raras yendo en el coche de sus papás? Cuando era pequeño me quedaba hipnotizado viendo la trayectoria de las gotas de agua en los cristales, e intentaba adivinar cuándo se bifurcarían sus caminos o cuándo se unirían. Otra memez era fijarme en una mancha en el cristal (un bichejo o una cagarruta de gorrión funcionaban a la perfección) y hacer como si fuese un OVNI que perseguía al coche, o bien imaginar a un ninja saltando de poste en poste -o de árbol en árbol, o lo que fuera- a la altura del coche, en paralelo. Ahora me da por los cables de teléfono: hay que ver cómo se ondulan y se cruzan unos con otros, y la de equilibristas que corren por ellos. En el coche también imaginaba que en una ciudad cercana caía un meteorito y nosotros escapábamos de la onda expansiva, y calculaba lo que le costaría alcanzarnos. Una variante de esta soplapollez tiene que ver de nuevo con el ascensor de mi antiguo piso: imaginaba que explotaba una bomba en algún lugar lejano y que el ascensor era mi refugio, así que iniciaba una cuenta atrás de 20 segundos mientras esperaba. Si conseguía que el lenturrio ascensor bajase en esos segundos me metía dentro lo más rápido que podía y respiraba aliviado porque mi refugio nuclear me había salvado. Si se me acababa el tiempo porque mi vecina Maripili del quinto estaba con la puerta abierta hablando con Pepa la del tercero, siempre podía añadir segundos a la cuenta atrás porque a la onda expansiva siempre le cuesta un poco llegar. Lo de la cuenta atrás lo sigo haciendo cuando cargo algún juego o instalo un programa, intentando calcular los segundos reales que faltan y no esa trola que te cuenta Windows ni las barras de carga de los juegos de Saturn que se suelen parar en el 90% xD.
¿Y cuando se te atasca una imagen en la cabeza? Malditos círculos viciosos. Por ejemplo, cuando iba a sexto curso me dio por no poder dormir, en especial cuando la vecina de abajo ponía "Lo que necesitas es amor" a todo volumen. Imaginaba ovejas saltando la valla al lado de un lago -curiosamente salían del agua-: una... dos... setenta y cuatro... pero llegaba un momento en que tenía que introducir águilas que se las llevaran porque ya no cabían más en la orilla y empezaban a subirse unas encima de otras (ejem, literalmente, nada de cosas raras). Luego se llenaba todo de águilas que iban y venían, iban y venían... ya tenemos otro círculo inacabable. Ahí ya me hartaba de la tontería y lo contrarrestaba con otra cosa que bien podía ser... ¡una canción! ¡Gran idea, Johnny! La canción más asquerosamente repetitiva que recuerdo -además de las típicas gitanero-pachangueras, porque aún no existía el requesón ese de ahora- era una que escuchaba la compañera de piso de Sarah Connor en Terminator. ¡Dios, qué suplicio! ¡Que vuelvan las ovejas, por favor! Una prima me dijo que lo mejor era cantar el encabezado de la serie de dibujos de Sonic (Oh, Sonic, oh, Sonic, lucha contra el doctor...), pero no funcionaba. Si os pasa, probad con las canciones del Alex Kidd de Master System: no fallan. Otra cosa que suelo hacer es tocar canciones con los dientes, sobre todo cuando voy por la calle. Mi madre no me llevaba a piano de pequeño, y así he salido.
Las mayores burradas se me suelen ocurrir con gente a la que no tengo el menor aprecio o en situaciones de máximo aburrimiento, y el lugar en que ambas cosas se reúnen con frecuencia es mi clase de poesía. Allí imagino que un grupo de terroristas disfrazados de Shakespeare baja con cuerdas desde helicópteros y entra por las ventanas. A partir de ahí, hago un recuento de la gente que huiría, los que morirían y los que se quedarían de rehenes, y luego pienso qué poemas nos recitarían a cada rehén antes de ejecutarnos. Bueno, a mí no, porque me haría el muerto. Otras veces cuento el número de orejas de mis compañeros que puedo ver desde mi sitio, pero mi juego favorito en clase suele ser dibujar una especie de pantalla de Lemmings y ver cómo me la pasaría. A veces me dejo pantallas diseñadas sólo para ponerme a jugar otro día y así no acordarme de la estrategia que pensé al diseñarlas. Ah, también imagino que grito y que todo el mundo me mira sorprendido mientras pongo cara de no haber hecho nada. Si lo hago un día, os lo grabaré en vídeo. Además, suelo cambiar la apariencia de mis compañeros: a los que van de metrosexuales -en Filología no abunda la testosterona- los imagino barbudos, cejijuntos y con boina y pantalones por los sobacos. A las pijas y a las hippies les suelo poner el pelo rubio oxigenado, pantalones apretados con la banderita de España y cazadoras de pelonas/kies/como las llaméis en cada parte. Al profesor lo suelo dejar en pañales. Si no estoy en clase pero sí con alguien que no me cae demasiado bien y que me está hablando sin parar, imagino todo tipo de desgracias: que le cae un piano como en los dibujos, que se empieza a quedar mudo o a hacerse invisible, que lo pulveriza un rayo o que se hace fan de Bisbal. Es broma, eso no. Estoy loco, pero no soy tan cruel. Chenoa mola más.
Y la última y más rayante/rallante: a menudo, mientras estoy salvando al mundo o haciendo la selección de personal femenino en castings de películas porno, imagino que estoy delante del pc escribiendo chorradas en
elotrolado.net en lugar de estudiar. Raro raro raro.