¿Quién meditó su regreso?... ¿quién tendió su mano hacia él?. Nadie se atrevió a hacerlo, pero por su cuerpo corrían trepidantes corrientes eléctricas que le hicieron postergar su dolor un día más. No hay dolor, no hay dolor, ho hay dolor... se repetía incesantemente mientras la música le esclavizaba una vez más. Cada efecto rítmico evocaba reminiscencias de una vitalidad que nunca tuvo, más en aquellos instantes sentíase intensamente vivo. Qué difícil evitar el placer que aquellos movimientos le suscitaban, consciencia inconsciente; y qué amarga la desazón posterior, mucho más duradera y culpabilizadora, que se clavaría como puñales inflamados en lo más profundo de su ser. Luego, silencio, un silencio mortal le devolvería a la realidad del infierno urbano de degradadas sombras humanas más solitarias e indefensas si cabe que él.
¿continuará... o quizá no?
Saludos
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